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domingo, 20 de julio de 2025

DON REQUINTO, EL AVENTURERO MONTAÑERO

 


En la matriz de Abya Yala, en el útero de las maduras tierras pobladas por Aztecas, Olmecas y Mixtecos, Incas y Muiscas, en los años de matusalén cuando por el mar arribaron los ambiciosos europeos con la cruz, la espada, caballos y perros a dominar y esclavizar a los nativos sudamericanos, trajeron para celebrar sus acciones esclavistas un instrumento musical de origen portugués  con sangre de guitarra. En México, en tierras Incas y la Nueva Granada, los nativos fueron atraídos por las notas de la guitarra y el requinto. Los criollos acogieron en sus gustos estéticos las melodias de la guitarra, mientras los nativos desbordaron su interés por el   Requinto para recordar la exigencia que le hacían los hombres que llegaron de ultramar de requintear el peso que debían cargar con un pretal encinchado en la cabeza por lodazales caminos, otrora indígenas, rebautizados como reales para justificar el impuesto de alcabala a favor de la corona española. En las tierras del agave que dio origen al tequila, fue integrado el requinto para crear melodías campesinas que desde entonces se conocen como rancheras; en Perú y Colombia llegó para quedarse sonorizando pasillos, bambucos y vals criollos, y hoy, es el rey de la musica carranguera que brotó entre las arrugas de las colinas boyacenses en el municipio de Saboyá pero decenas de años antes, fue la melodía que animaba las romerías, los pagamentos y las fiestas familiares campesinas y de los pueblos hoy conocidos como boyacos y veleños: En estos tiempos de la hiperconectividad,  cultura masiva de la inmediatez, la superficialidad en esta sociedad del espectáculo y la auto exposición y la verdad fragmentada y polarizada, llega a mis manos en una jornada asidua de lectura una cartilla con ocho cuentos para leerlos y escucharlos en una semana de domingo a domingo.  



La ayuda pedagogica impresa contiene cuentos musicales de la región andina colombiana que narra escuetamente las travesuras del personaje principal con apelativo nativo y musical:  Don Requinto quien interactúa con diez personajes más que se caracterizan por ser melodiosos, rítmicos, arraigados al entorno y muy conocidos en las parrandas andinas.

Con el título: “El campo es mi cuna, mi cuna es el canto” es el primer cuento que narra en lenguaje macondiano, el origen del instrumento: El requinto que la autora lo caracteriza con dotes humanas al actuar curioso, extrovertido, melodioso pero en ocasiones torna, melancólico pero con empeños en deslizarse para conocer los recovecos de las montañas colombianas, y en una de las blondas de una falda cultivada con caña de azúcar, un par de campesinos en retorno por el sendero al rancho luego de cosechar legumbres para el piquete, escucharon una melodiosa musica, y silenciosos, se deslizaron entre las palmas espinosas de la caña hasta el escondite que emanaba notas armoniosas que brotaban de los pliegues de ajadas piedras amontonadas cerca de un cueva. El niño dormía recostado entre las piedras y cobijado por aciculadas hojas secas,  pero de sus resuellos emanaba notas agradables al oído humano y tarareaban con el cantico de las aves. El churumbel no era de carne ni tenía huesos. Era de madera labrada y tenía en el espinazo 12 cuerdas que al tocarlas con un hueso brotaban finas notas agradables a los humanos. La mujer que soñaba con ser madre, decidió acoger en sus brazos al títere y al transmitirle calor humano, el pelele recobró vida al sentir afectos humanos y de la mano de la pareja llegaron al rancho de bahareque y palma de nacuma.



Cinforosa creció en una familia creyente, laboriosa y cantora. Los padres labraban la tierra, animando sus labores con guabinas y cánticas de cuatro versos que alternaban y para descansar, danzaban: Él se deslizaba tras ella, y ella, se escurría huyendo al danzante que rastreaba con elegancia y dejo. La pareja se encariñó con el chivato que desde que lo encontraron en el cañaduzal lo bautizaron requinto.

Acompáñame requinto

a recolectar café;

cantemos una guabina,

mientras para de llover,

 mientras para de llover,

acompáñame requinto.

Requinto vivía sus progenitores, jugando, contemplando, escuchando, imitando, ensayando, probando; pero en el rancho se extasiaba mirando a la madre adoptiva en el rito de lavarse, secar y trenzar su pelo hasta verlo escurrir por el dorso o el pecho de la guabinera. Siempre iba con ella al ojo de agua a apañar el liquido para preparar los alimentos que transportaba en chorote, ya posado en su cintura, ya en la cabeza sobre una aureola de bejuco. En el espejo del agua, requinto se sorprendía mirando a las guabinas escabullirse sobre el agua sin mojarse ni hundirse, ni estrellarse con otros insectos acuáticos usuales habitantes en aguas cristalinas.



La voz de mi libertad es el segundo cuento. El ámbito campesino se ve privado por la iluminación del sol. La oscuridad tenebrosa y fría cubre el paraje y entes extraños invaden el ser de las personas, y otros inmolan a seres animados, entre ellos, a los protectores de requinto, quien tornó inhábil para escaparse despues de las lóbregas montañas por un sendero lodoso que desembocaba en un poblado acariciado por el sol y abrigado por la noche. Requinto anduvo por la calle principal y se extasió en una casa de adobe con sombreros de barro y numerosos pedazos de helecho bobo de cuyo seno brotaban flores diversas y coloridos resplandecientes. Allí le brindaron comida y abrigo, en especial la esposa del viejo cascarrabias que disfrutaba el silencio y se enfurecía con los ruidos, incluso con los armoniosos como los que producía requinto que al parlar en las afueras del rancho, entretenía a los transeúntes que disfrutaban de las melodias que enfurecían al anciano que lo había acogido para convertirlo en ayudante en las bregas del campo que continuó haciendo con empeño, pero que al descuido del anciano, se trasladaba al monte más cercano a dar rienda suelta a su cantarina voz, pero siempre el viejo lo encontraba en un menester que a él, le molestaba. Una tarde lo encontró en un bosque más distante en el oficio de las aves al amanecer y en vez de reprenderlo otra vez, le contó que en un pueblo cercano cada año hacían un festival de ruidos que atraía a los nativos y vecinos de la localidad.



Requinto completó las tareas en el rancho y sin avisar se escapó al pueblo del festival al que arribó cantando sus particulares melodias que atrajeron la atención de los transeúntes y curiosos en el festival al que fue invitado a participar impactando con sus notas melodiosas que instaban a bailar a las parejas que rondaban en el lugar, y desde entonces empezó a mejorar cada día sus interpretaciones.

Buscando, buscando, mi sonido encontrando es el tercer cuento que narra el oficio de construir y arreglar instrumentos.

El cuarto cuento ocurre en la tierra santandereana que para convertirla en municipio desmembrado de Vélez denominaron en honor al venezolano que encontró en las montañas de Santander y en los llanos casanareños a los patriotas enfilados en volantes y batallones guerrilleros que vencieron a los españoles en Boyacá en 1819. Titulado: Mi nuevo mejor amigo la autora traslada al lector al ambiente musical y fiestero que se vive en cualquier época del año en las tierras del Bolivar en donde nació el maestro del requinto: Jorge Ariza, quien, en el cuento, lo acoge y lo invita a conformar una murga para animar a los parroquianos despues de misa en el parque del pueblo, y en esa andanzas se une al jolgorio musical un campesino que interpretaba el tiple haciendo un trio que desde entonces brotan en las parrandas usuales en los municipios que integran la provincia de Vélez y en los municipios circunvecinos orquestados en las montañas colombianas. Este quinto cuento se titula: Mi acompañante el tiple:

El sexto cuento personaliza al chucho y la carraca que encontró una tarde en la cocina mientras se tomaba una aguapanela con limón para ahogar la gripe que lo azotaba. Cerca al pilón encontró un pote lleno de granos de maíz que al izarlo y moverlo armoniosamente hacia compases musicales y mientras departían notas, por la puerta cercana a la fogonera desde un vallado cercano apareció doña carraca que no era otra cosa que el hueso de la cabeza de un burro o un bovino que, al golpearla al compas las muelas generaban un sonido profundo que sumado al del requinto, el tiple, el chucho y la guacharaca hacían un conjunto melodioso. Y la señora de la casa que atizaba la candela en el fogón, les contó que a ella le habian enseñado a hacer una estera con cortas cañas de castilla que, al fraccionarla sobre sí, contribuían a mejorar el ritmo al caminar para llegar pronto a misa y al mercado. Ella les dijo que sus abuelos le denominaban quiribillos. Con el pasar de los dias, requinto conoció en esas tierras de la cordillera oriental a otros instrumentos autóctonos, como: el alfandoque y la tambora que en manos campesinas del lugar tornaron en grupo musical y al constituirse varios grupos, ya en veredas y barrios, dieron origen a los festivales del requinto en Bolivar, Vélez, Puente Nacional y Jesús María en Santander, Colombia.


La tanda de cuentos musicales cierra la tocata con el octavo de la cartilla. Se titula: Un pueblo conSón poblado por humanos que laboraban, se divertían cantando, bailando y tocando hasta que una oscurana tapó el sol que llegó con intensos aguaceros impregnados de heladas como si la tierra expresara su descontento por la contaminación de las industrias y el uso de materiales fósiles como fuente de energía y los campos tornaron tristes y lóbregos contagiando a los humanos que empezaron a perder el gusto por las melodias de los instrumentos de cuerda; pero unos cuantos, hicieron juntanza se fueron a las entrañas de los montes para escuchar y preguntar a la madre tierra la causa de sus desencantos. Ella, los escuchó y extraño las melodias de los conSones. Y desde entonces, retornaron a los espíritus las lúdicas agradables al oído producidas por las manos de los músicos y los personajes de las aventuras de Requinto.

Un requinto, una mujer veleña, CLAUDIA MEDINA,  promotora cultural es la autora de la cartilla y el musico es el joven y talentoso requintista, Vidal Ramírez, ambos de origen veleño. La publicación fue posible con el apoyo de las alcaldías de La Belleza, Vélez y Puente Nacional.

Claudia Medina es una joven profesional experta en diseño e implementación de proyectos con raigambre cultural que luego de viajar ejerciendo su maestría musical, regresó a la provincia de Vélez a beber de los ecosistemas culturales de algunos municipios cuyos burgomaestres están empeñados en promover la cultura popular ancestral y ha asesorado a las alcaldías de Albania, La Belleza, Vélez, Puente Nacional y en este segundo periodo de 2025 continuará su labor acompañando técnicamente a los alcaldes de San Gil y Barichara, sin desprenderse de orígenes veleños. 

La cartilla está disponible y es un apoyo lúdico a los maestros de musica para incentivar a los niños para iniciarse en la musica de cuerda.

DON REQUINTO, EL AVENTURERO MONTAÑERO

  En la matriz de Abya Yala, en el útero de las maduras tierras pobladas por Aztecas, Olmecas y Mixtecos, Incas y Muiscas, en los años de ...