Logró nacer en el pueblo mas viejo del departamento de Meta y centro de negocios de antaño que los buscadores de el dorado provenientes de España, bautizaron con Medina de las Torres en 1.585 por ser un punto intermedio entre San Juan de Arama de los llanos y Tunja. Los abusos y ambiciones de los europeos, provocaron la irá de los nativos que arrasaron lo allí construido. En el lugar ocurrió la reconstrucción del poblado el 10 de abril de 1.641 en un leve y vistoso repliegue a orillas del río Camoa y fue rebautizado como San Martín del Puerto.
Desde antaño, los Enciso.
De los sanmartineros, la historia los cita por su participación en 1.818 en la guerra de la independencia en el Pantano de Vargas y Puente Boyacá y posteriormente en el Perú. Los nativos Pablo Enciso y Paulino Rey, regresaron a la región llanera exhibiendo la medalla, cuya inscripción decía: “ A los vencedores de Ayacucho”. Estos llaneros, como potros salvajes, lucharon por romper los lazos que intentaron atarlos al botalón y acallar sus gritos. Fue por ellos y por los santandereanos y boyacenses que nos libraron del yugo español hace 200 años en las batallas de Vargas, Boyacá y Ayacucho.
Ingeniero, metalmecánico, nació en la Sabana llanera, y regresó en la edad dorada.
“ No hay muchos Felix que sean felices, ni tantos placidos que sean plácidos, ni tantos Prósperos que sean prosperos” dijo Felix Antonio Enciso Velasquez, al iniciar la entrevista que dio origen a esta crónica sobre la vida de este joven llanero que nació al medio día del 1o de julio de 1.952, momentos antes que el medico de la localidad abordase la avioneta que decolaría a la capital de país. Por el apellido, tiene ancestros libertarios, y como tal, desde niño se enamoró de las llanuras, las garzas, morichales, mujeres agrestes, prietos potros y rejos para enlazar deleitándose de las melodías del arpa y el canto vaqueril. Luego de los años productivos en la capital, cual caballo alazán, regresó a San Martín en 2.014 para avivarse con los recuerdos junto con un amor eterno nacido en el vigor mozo transcurrido en la universidad que partió, cual manada de blancas garzas, en un atardecer del mes de la Virgen de Manare en 2.018. Es el cuba de una manada, consentido por los viejos, que intenta morir como los abuelos, montado en un caballo trabajando en vaquería y entonando historias jaropeadas con personajes de sus amores a quienes aprendió a cantarles escuchando a las peonadas y a los juglares que se divertían armonizando las fondas que empezó a frecuentar desde los 11 años viendo a los mayores buscando amores furtivos que nacían con la luna y morían al aparecer el sol. Su nombre, Felix Antonio, esta predestinado a restaurar el legado de sus antepasados, pues hubo una razón mayor de los padres al bautizar a uno de los hijos, ya con el nombre del abuelo o del mismo padre. Igual ocurre con la mujer. Otra cosa es que las generaciones actuales no muestren interés en buscar el significado y relación del nombre con la familia.
Por las ideas libertarias de los antepasados, a mediados del siglo XX los sanmartineros fue un pueblo liberal, y como tal, se revelaron contra los chulavitas que aparecieron en el gobierno de 1.946 a 1.950 propiciados por un gobierno conservador conocida, esta oscura época, como la violencia partidista.
En tierras de la guerrilla liberal del medio siglo pasado
Felix Antonio Enciso Velasquez es hijo de Felix Antonio Enciso López y “chelita”, la señora Griselda Velasquez Bocanegra, ambos nativos del lugar que fueron propietarios de un hato de diez mil hectáreas. Enciso López fue amigo personal de Dumar Aljure Moncaleano, un militar que desertó de las fuerzas militares colombianas con motivo de la violencia partidista que se fraguo con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 9 de abril de 1.948 levantándose en armas contra el gobierno que lo bautizó como “guerrillero” por su temple y capacidad psicológica de identificar a quienes le mentían, surgiendo con los años numerosos mitos sobre su personalidad y lucha política en esa época colombiana de la expansión agrícola con la colonización de los llanos orientales.
Los abuelos con el nieto menor.
Los abuelos con el nieto menor.
Felix Antonio y dos hermanas tuvieron fincas en San Juan de Arama. Una de esas fincas, Felix Antonio la bautizó como “Los arrayanes” que había vendido a un funcionario del Ejercito Nacional que actuaba como pagador. Fue éste nuevo dueño quien le informó a Encizo López que estaba programada una operación militar envolvente a Dumar Aljure. Dumar fue prevenido por él, pues había sido garante en el encuentro, en la finca Candilejas, de Dumar Aljure y Hernando Duran Dussan, quien le prometió gestionar al alzado en armas un armisticio en el congreso de la República.
"Los falsos positivos" una táctica militar
El capitán Aljure ya estaba cansado de estar escondiéndose y desanimado por los desplantes, engaños y promesas incumplidas del senador Hernando Duran Dussan, liberal que fue alcalde de Bogotá y ministro, era conocido por su beligerancia contra el poder conservador, y quien canalizó el descontento de los alzados en armas, los llaneros: Cheíto Velásquez, Guadalupe Salcedo, los hermanos Bautista, los hermanos Parra, los Fonseca, y otros de comparable valentía para ingresar a la política nacional.
Dumar hizo caso omiso al aviso de Felix Antonio y se quedó en casa con la esposa y dos hijas. Esa noche, 2 de abril de 1.968 se acostó tranquilo con su familia en la finca de su propiedad en el corregimiento de Puerto Limón, Rincón de Bolívar, paraje de San Martin, Meta.
Ese mismo día, en Granada, en el batallón organizaron e implementaron la “Operación Bolivar” con unas unidades a las que avivaron la venganza ya que, supuestamente, Aljure había emboscado a una patrulla y todos habían muerto. El ataque a la vivienda del “guerrillero liberal” empezó antes del amanecer y la confrontación duró todo el día. Sobre el atardecer, un militar, mediante megáfono, anuncio que si se entregaba, le perdonarían la vida a la esposa e hijas. El, cansado ya de la persecusión, y de la batalla del día, volvió a confiar en el emisario del gobierno, permitiendo que la esposa e hijas salieran del interior de la casa para entregarse y preservar la vida. Cuando iban en la mitad del patio que separaba a la casona con un potrero, recibieron una granada que el mismo Dumar, devolvió a los soldados; pero una segunda granada acabo con la vida de sus mujeres. El llanero, al corroborar el engaño y al sentirse sin familia, ingresó a la casa y se suicidó a eso de las seis y media de la tarde del 3 de abril de 1.968, cuenta la historia que plasma la vida de este llanero levantado en armas y que Enciso Velásquez debió vivir de adolescente en unas vacaciones de semana santa.
Así como se pierden las costumbres ancestrales, también los apellidos.
Del rejo y los caballos a los libros y el conocimiento.
El padre dio estudios superiores a los hijos. Enciso Velásquez empezó el bachillerato en un colegio privado en Bosa, Cundinamarca. “Por ser la mierda que no tapó el gato” cuenta, es el cuba y por el temor del padre de no alcanzar a darle estudios universitarios, acogió la recomendación de un amigo y matriculó al menor a estudiar en el Instituto Técnico Central de Bogotá para que aprendiese un oficio y pudiera defenderse en la vida: Allí, cursó hasta 4o bto., año que llegó a repetir en la ENSIN en Zipaquirá en donde se graduó como técnico en electricidad en 1.972. Un año después inició estudios de ingeniería metalúrgica graduándose en 1.977 en la universidad Libre de Colombia. Cerca a un año duró consiguiendo trabajo, presentando entrevistas, pero como ya se había casado, con el amor eterno, debió trabajar como vendedor de viajes de turismo para atender las necesidades del hogar, campo en el cual fue exitoso y logró comprar a crédito el primer radio transistor y la nevera, construir con sus propias manos la cama nupcial y la cuna para la niña usando reciclaje de pino canadiense.
Todos los días acude a la sabana a apreciar los ganados.
Por un sugerido de la universidad, el lunes santo, sin exámenes, fue vinculado laboralmente en 1.979 por la empresa IMAL LTDA., como jefe de control de calidad, cargo en el cual se desempeñó por 8 meses para asumir, luego, la jefatura de la planta. Posteriormente asumió la gerencia técnica con responsabilidades a nivel latinoamericano, cargo en el cual se desempeñó hasta el 30 de enero de 2.013 que se pensionó para retirarse a las llanuras a vivir cual gabán alimentando el sueño de tener una avioneta para regresar ocasionalmente a la capital del país a almorzar.
El ingeniero, egresado de la escuela Normal Industrial Nacional de Zipaquirá en jornada de capacitación con el personal de la planta.
El ingeniero, egresado de la escuela Normal Industrial Nacional de Zipaquirá en jornada de capacitación con el personal de la planta.
Con los retoños de sus amores
Se casó con Marina Rossero en 1.978, un año antes de graduarse de ingeniero. Fueron padres de dos mujeres y un varón. Ella nació el 12 de julio de 1.954 y compartieron amándose por treinta años. Murió en Villavicencio por una afección respiratoria en 2.018, dejando un profundo vacío colmado por la soledad, las garzas y loros, los amaneceres y ocasos llaneros que, cada día, evocan los amorosos recuerdos que se tejieron en los nidos de amor que hilvanaron juntos. Andrea Vibiana Enciso Rossero es diseñadora industrial. Ormella Tatiana, es medica. Y Felix Armando, es publicista.
Registro del día de la boda, siendo estudiante universitario.
Felix Antonio Enciso Velasquez es de constitución maciza, estatura media del llanero y costumbres sabaneras. Si bien la capital lo acogió y le permitió desarrollarse profesionalmente y disfrutar de una familia, el llano lo atrae, cual manigua al tigrillo. Las sabanas lo enamoran. Y los caballos y las vacas lo distraen y evocan gratos recuerdos de niñez. Desde las tres de la mañana acostumbró a levantarse para asistir a la jornada de ordeño. Por ser niño, le permitían treparse en las varetas del corral, y desde allí, contemplaba como los vaqueros con sus linternas y en con silbidos y cantos atraían a las vacas al ordeño. Recuerda la fascinación que sentía con las caricias del rocío mañanero. Describe el deleite que produce el contemplar la aparición del sol en el oriente y la rápida desaparición de la madrugada. Se extasía contando las sensaciones que le produce, aun, las bandadas de aves blancas que vuelan en manadas por las llanuras y el despertar de las musas musicales y poéticas que trae cada ocaso sabanero.
“Comino” se llamaba su primer caballo regalado por el viejo. Con él, desde temprana edad aprendió las faenas del raso llanero para arrear manadas a largas distancias con el apoyo de varios vaqueros. Contó como eran esas faenas vaqueriles. Encabeza la manada, “el cabrestero” un vaquero que monta un brioso caballo y con sus cantos encanta a los animales que los siguen cual almas al purgatorio. “Afile, afile ganado por la huella del cabrestrero, cogele amor al camino y olvide el comedero” me cantó narrando la melodía de todo cabrestero. A la manada lo rondan dos “orejeros” con sus corceles que tienen como tarea centrar a los animales por el camino que hace el cabrestero. Ellos conocen las orejas de cada animal y saben que según el movimiento de ellas, los animales podrían desviarse están atentos a que eso no ocurra. En la cola de la manada van 4 o 5 vaqueros, poniendo el ritmo y juntando e igualando el lote, recogiendo los quedados becerros y cargándolos detrás de la montura en el caballo.
“Las gaviotas” se llama aun el Hato con una extensión inicial de 10.000 hectáreas en las que pastaban mas de 1.500 reses, cuya tradición familiar en la propiedad data desde la colonia. Felix Antonio la recibió como herencia del padre, Facundo Enciso, y éste la heredo a los 12 hijos, quienes, por mutuo acuerdo, las mujeres recibieron ganados, y los tres varones, la tierra que se repartieron entre ellos en iguales proporciones; pero, por la presencia paramilitar, fue vendida a un comerciante de Puerto Rico con facilidades de pago. Este tomó posesión de ella, fue al pueblo a traer la primera remesa para ponerse a trabajar y no regresó. Fue asesinado, entrando el predio en un litigio sin pruebas a favor de los vendedores, y los Enciso perdieron “las gaviotas”.
Con Félix Antonio Enciso Velasquez nos parecemos en los gustos y habilidades. A las hembras las contempla por la reversa. Le gustan con sólidos y fuertes aplomos. Con pliegues varios que caigan en las tetas armoniosamente descolgadas en equilibrio con las demás mamillas. Que sean femeninas y mansas. Sin cachos y con raza definida. Y de los machos, los prefiere puros con sangre de razas lecheras, con aplomos fuertes paralelos y fornidos, y entre ellos un escroto delgado en la raíz y amplio al final que caiga perpendicular al suelo y que tenga forma de calabazo invertido. Nos arrullaron las aves; los arboles fueron nuestros aviones; los caballos nuestras bicicletas; los rejos nuestra cuerdas para saltar; los perros, nuestras mascotas; el llano nuestro ñañá, los arroyos, nuestros campos deportivos; los anzuelos los proveedores de pescado; los sombreros, las cachuchas; el cielo, nuestra casa, los amaneceres, la fuerza para afrontar cada día con entusiasmo, y los ocasos, nuestras musas.
Fue en la adultes que encontramos el sabor y el deleite en componer. Mis poemas, un canto a la añoranza; y los de él, historias joropiadas. Mientras él se obnubila en el extenso llano y los arreboles del río Camoa para dar melodía a sus composiciones, yo me retiro a la montaña y con el olor de pinos y eucaliptos y el aroma de las margaritas y begonias, escribo historias sin contar para dejar en este blog las memorias de personajes anónimos que fueron dejando, con humildad, pisadas imborrables en quienes tuvieron la dicha de conocernos. En nuestra mocedad, él cargaba una libreta en la que escribía los poemas que regalaba a las féminas que le despertaban las hormonas cual ternero cruzado; yo , en otra libreta, escribía cartas para atraer a las hembras, cual canto de un gorrión. Pero ninguno componía para que los del mismo sexo nos leyeran. Fue la experiencia y la soledad la que nos despertó la lira de la composición poética y narrativa al contemplar con otra óptica la naturaleza que nos atrapa, nos relaja y nos arrulla, nos excita e invoca a componer. Mientras que para Felix Antonio Enciso Velasquez, el llano inmenso lo hermana a la tierra, para mi las montañas me trasladan al paraíso. A él, los joropos le activan el sistema nervioso y lo conectan con la tierra; a mi, los torbellinos y las guabinas me ponen de pie hasta para bailar solo. A él, le encantan los panes y panderos de arroz. A mi, las almojamas y amasijos. A él, las morenas de ojos de luna y piernas bailarinas son inspiración. A mi, las mujeres recatadas, esbeltas y elegantes cual gacelas me atraen como la miel a las abejas.
Siendo niño gustaba de los bambucos, tarareó a Uri, los Cisnes, la sombrerera y Maria Antonia. Siendo adolescente gustó de la música gó gó, en especial las canciones de Oscar Golden, Viky y la cantante Mariluz, de quien fue novio y pareja en las empanadas bailables mostrando las experiencias tomadas desde los 11 años que empezó en su “comino” a frecuentar los fines de semana la zona de tolerancia. De universitario, las rancheras animaron los fines de semana compartidos con chicos de la misma edad y condición, pero fue precisamente en los espacios universitarios en donde brotó con fuerza la pasión por el joropo, pues amigo del sanmartinero, maestro Carlos Rojas Hernández de gira reciente por Japón, quien le enseño a tocar el cuatro.
El amor a la tierrita, a las sabanas y morichales.
12 años antes de pensionarse, regresó a su tierra, y en sociedad, empezó una lechería, comprando una finca, “Mi fe” de 19 hectáreas. Pensionado en 2.013 y viudo desde 2.018, Felix Antonio Enciso Velasquez vive mas en la finca, distante unos kilómetros de San Martín y en las frescas tardes llaneras se entretiene charangueando y componiendo. entre sus composiciones, citó estas historias joropiadas:
“Quero volver a mi tierra”
Aquí me paro a cantar
al pie del arpa amaranto
para que todos me escuchen
el tañido de mi garganta
Me voy a presentar
a toda la tierra plana
mi nombre es Felix Enciso
el tenor de la sabana
Cuando mi hija sabaneada
en el hato de mi taita
domaba un caballo moro
rápido como una bala
El tenia sus condiciones
grande y de muy buena estampa
para coger los fallidos
y curar la becerrada
En los fines de semana
para el pueblo me cargaba
a visitar las muchachas
y cantarle mis tonadas
recuerdo que en una tarde
viernes de semana santa
lo mato una cascabel
y allí quedó en la cañada
desde entonces ya no he vuelto
a cantar en las parrandas
por eso es que me entretengo
cantando esta guacharaca..
Cual poeta que la tierra lo ata y el amor es el aliento, le ha compuesto al ser mas bello del universo: la mujer. A la tierra, por lo vivido en la niñez y en el hogar paterno. Y al amor ,por el idilio eterno del primer amor que partió a preparar la boda celestial, mientras él, es consentido por el varón y sus princesas, testigos del inmenso idilio con Maria Rossero.
“Madre, esposa y compañera”
Quiero cantarle al amor
en esta noche serena
para poder expresarle
todo lo que mi alma lleva
a la que se unió conmigo
pasé tantas primaveras
Cuando yo la conocí
vi su mirada altanera
enseguida me flechó
parecía sentir candela
Con ese porte elegante
y como una gacela
de inmediato me propuse
hacerla mi compañera
y fue así como surgió
esta gran boda llanera
de esta unión puro y sagrado
nació una familia buena,
fruto de ese gran amor
un varón y dos princesas
menos mal que Dios les dio
una madre verdadera
para guiarlos como estrellas
y que no pierdan la cuenta
por las rutas de esta vida
maliciosa y traicionera
Ya con esto me conformo
se que bien valió la pena
ya que nuestro hogar
les sirva de escuela
para cuando ellos les toque
realizar estas faenas
Nos casamos en silencio,
omitimos la rochela
nuestro amor, sueño profundo
y nuestra pasión ,hoguera
Así he pasado la vida
con mi gorda, con mi negra
no importa como la llame´
lo que importa es que la quiera
y así permaneceré
hasta que la muerte venga
Y si es que los muertos aman
allá en la mansión eterna
la estaré esperando
hasta que ella muera
pues ella ha sido mi vida
madre, esposa y compañera.
Regresando a la sabana empezó a añorar las enseñanzas del padre que ahora necesitaba para vivir, cual llanero, en las extensas llanuras revoloteadas de recuerdos. Lamenta no haber aprendido a identificar la sabiduría del llano, el manejo de la tierra y los ganados y la riqueza de las sabanas. Recuerda con tristeza las faenas moviendo lotes de ganado junto al abuelo y los 9 hermanos. Lamenta no haber acogido los consejos sobre el matrimonio y los negocios antes de casarse. La partida del viejo solo se borrará con su partida. Felix Antonio estaba en Bogotá en la casa del hijo, quien tenia jornadas intensas y extensas en la fabrica. Ese 10 de febrero de 1.986 es una fecha tallada en su corazon. Su hijo varón entraba, a los cuatro años, al jardín. Mariela, fue modista e invirtió parte de la noche terminando el uniforme para el niño, circunstancia que le permitió escuchar los lamentos de dolor del suegro causados por el desenlace que lo sumió en un coma diabetico ese día, sin poder hacer nada, pues trabajaba al otro extremo de la ciudad y no había maneras de comunicarse.
Los recuerdos de la ENSIN
Recibiendo el diploma de bachiller en 1.972
Junto con el combo de las parrandas estudiantiles que animaban parrandas en Zipaquirá.
Entre los días 8, 9 y 10 de noviembre los egresados de la Escuela Normal Nacional Industrial de Zipaquirá en 1.972 se reúnen por primera vez para reencontrase, restablecer la amistad y hacer reminiscencias de la época estudiantil.
Enciso Velasquez, recuerda de Luis Alberto Lopez Valero, apodado el “chulo” porque fueron mancornas en el transcurso de los estudios secundarios. Por el gusto por la música, nació una empatía que les permitió hasta compartir amorres, conquistar gemelas, animar parrandas, participar en otras y recorrer barrios en búsqueda de zipaquireñas.
Compartiendo con los amigos en el bachillerato.
Por ser del llano han mantenido una amistad con Plácido Montenegro con quien conoció Facatativá, y allí, encontró otro un amor fugaz. Menciona a James Cardenas y el mono Miguel castro, a Luis Alfonso Quesada porque tenían afines gustos por otros menesteres. A Jesús Antonio Mahecha, José Valbuena, Norberto Cubides, Raul Sanchez y al suscrito cuando nos reuníamos a estudiar calculo y hacer las planchas de dibujo en la casa del barrio Algarra de doña Celmira.
Félix, ese joven llanero dicharachero que conocí en Zipaquirá, es un adulto que disfruta la ganadería como pretexto para vivir en las sabanas, espacios que evocan los recuerdos de infancia en los cuales, quienes nacimos a mitad del siglo XX, deseamos regresar para vivir muriendo con los recuerdos que avivaron el diario transcurrir existencial.
#NAURO TORRES
cronista por hobby.
San Gil, octubre 20 de 2.019