En la matriz de Abya Yala, en el útero de las maduras
tierras pobladas por Aztecas, Olmecas y Mixtecos, Incas y Muiscas, en los años
de matusalén cuando por el mar arribaron los ambiciosos europeos con la cruz,
la espada, caballos y perros a dominar y esclavizar a los nativos sudamericanos,
trajeron para celebrar sus acciones esclavistas un instrumento musical de origen portugués con
sangre de guitarra. En México, en tierras Incas y la Nueva Granada, los nativos
fueron atraídos por las notas de la guitarra y el requinto. Los criollos acogieron en sus gustos estéticos las melodias de la guitarra, mientras los nativos desbordaron su interés por el Requinto para recordar la exigencia que le
hacían los hombres que llegaron de ultramar de requintear el peso que debían
cargar con un pretal encinchado en la cabeza por lodazales caminos, otrora
indígenas, rebautizados como reales para justificar el impuesto de alcabala a
favor de la corona española. En las tierras del agave que dio origen al
tequila, fue integrado el requinto para crear melodías campesinas que desde entonces se
conocen como rancheras; en Perú y Colombia llegó para quedarse sonorizando
pasillos, bambucos y vals criollos, y hoy, es el rey de la musica carranguera
que brotó entre las arrugas de las colinas boyacenses en el municipio de Saboyá
pero decenas de años antes, fue la melodía que animaba las romerías, los
pagamentos y las fiestas familiares campesinas y de los pueblos hoy conocidos
como boyacos y veleños: En estos tiempos de la hiperconectividad, cultura masiva de la inmediatez, la
superficialidad en esta sociedad del espectáculo y la auto exposición y la
verdad fragmentada y polarizada, llega a mis manos en una jornada asidua de
lectura una cartilla con ocho cuentos para leerlos y escucharlos en una semana
de domingo a domingo.
La ayuda pedagogica impresa contiene cuentos musicales de la región andina colombiana
que narra escuetamente las travesuras del personaje principal con apelativo
nativo y musical: Don Requinto quien
interactúa con diez personajes más que se caracterizan por ser melodiosos,
rítmicos, arraigados al entorno y muy conocidos en las parrandas andinas.
Con el título: “El campo es mi cuna, mi cuna es
el canto” es el primer cuento que narra en lenguaje macondiano, el
origen del instrumento: El requinto que la autora lo caracteriza con dotes
humanas al actuar curioso, extrovertido, melodioso pero en ocasiones torna,
melancólico pero con empeños en deslizarse para conocer los recovecos de las montañas
colombianas, y en una de las blondas de una falda cultivada con caña de azúcar,
un par de campesinos en retorno por el sendero al rancho luego de cosechar
legumbres para el piquete, escucharon una melodiosa musica, y silenciosos, se
deslizaron entre las palmas espinosas de la caña hasta el escondite que emanaba
notas armoniosas que brotaban de los pliegues de ajadas piedras amontonadas
cerca de un cueva. El niño dormía recostado entre las piedras y cobijado por
aciculadas hojas secas, pero de sus
resuellos emanaba notas agradables al oído humano y tarareaban con el cantico
de las aves. El churumbel no era de carne ni tenía huesos. Era de madera
labrada y tenía en el espinazo 12 cuerdas que al tocarlas con un hueso brotaban
finas notas agradables a los humanos. La mujer que soñaba con ser madre,
decidió acoger en sus brazos al títere y al transmitirle calor humano, el
pelele recobró vida al sentir afectos humanos y de la mano de la pareja
llegaron al rancho de bahareque y palma de nacuma.