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jueves, 18 de septiembre de 2025

Sabiduría en poesía

 

Sabiduría en el cayado de los abuelos

 

No es un libro cualquiera. No es una colección de cuentos; tampoco es una novela; es la vendimia sabia con el néctar de siglos vividos y trasmitida oralmente de generación en generación con adagios y refranes pintados en poemas que trasmiten la sabiduría de la humanidad en un territorio, en una lengua.

 

No es una lista ordenada alfabéticamente en un folleto de bolsillo. Es un libro de 490 páginas y en cada una de ellas, 500 refranes de la lengua castellana, cada uno interpretados en verso en poemas de tres estrofas tejidas cada una desde una óptica: filosófica, ética y humanista como fuente y testimonio de la cultura popular expresada en ellos.

Un refrán es fragmento de sabiduría de un pueblo, comprimido en una frase, en un verso, en una estrofa. Revela el saber, el pensar y el sentir de los pobladores de una región, una nación, en los que depositan la suma total de experiencias adquiridas y las reacciones ante ellas.

De los miles de paremias que existen en la lengua castellana, escogí 500 escuchados en mi trasegar mundano que representan menos del diez por ciento de lo publicados con los años en diversos volúmenes que reposan en los anaqueles del olvido y escasean en los stand de las librerías colombianas.

Los refranes los escuché por tradición oral. Alguna vez leí un pequeño libro con recopilaciones que hizo un rector del Colegio Nacional Guanentá de San Gil, en los postreros años de las dos últimas décadas del siglo XX. Mi padre, fallecido en 2.011 siempre los usó para orientar a los hijos desde la ética, la moral y la economía. En miles de familias de origen campesino, los refranes moldearon a centenares de generaciones; y hoy, por el auge de la educación formal y las redes sociales, no son apreciados como fuente de sabiduría, que es lo que pretendo demostrar al explicar cada refrán y dar una interpretación poética desde la filosofía, la ética y la teoría humanista tan escasa en los textos escolares y en la omisión de docentes de generaciones de fin de siglo y principios del presente.

En los primeros años del bachillerato, bajo la tutela de un sacerdote italiano salesiano, narraba que el sacerdote Polidoro Virgilio de este pais, hizo una publicación superada en demanda por su amigo Erasmo que recopiló cinco mil refranes bajo el título “Adagia”. El español Gonzalo Correas (1.571-1531) coleccionó y publicó cincuenta mil en la lengua de Cervantes. El instituto Caro y Cuervo de Bogotá en 2.018 publicó El refranero hoy con 285 adagios recopilados por informantes del Tolima y el Cesar, asi como de estudiantes de la lengua castellana de la Universidad La Salle de Bogotá.

En el ocaso existencial y siendo abuelo de dos varones, decidí dejarles a ellos, y a los usuales lectores de mis escribanías esta recopilación de refranes, cada una con explicaciones e interpretaciones poéticas, cuya recopilación y difusión es la primera que hace un santandereano para los curiosos de la cultura popular, tan arraigada entre nosotros los veleños.

 

Este libro está pensado especialmente para niños y jóvenes, quienes son los herederos de esta sabiduría y los sembradores del futuro. En cada verso encontrarán no solo el sonido de la rima y la musicalidad de la palabra, sino también consejos valiosos para la vida, principios de convivencia y mensajes que inspiran a crecer con valores. La poesía, como un juego de sonidos y sentidos, les permitirá acercarse a la tradición de una manera amena, despertando su curiosidad y su imaginación.

Cada copla, cada poema, es un puente entre el ayer y el hoy. La voz de los abuelos resuena en estas líneas, recordándonos que el conocimiento no es un peso, sino una brújula. Así, esta obra no solo pretende preservar la herencia de la palabra, sino también avivar la llama del pensamiento crítico, la sensibilidad y el amor por la cultura.

Invito a cada lector, pequeño o grande, a recorrer estas páginas con el alma abierta, como quien se sienta a la sombra de un árbol centenario para escuchar las historias del viento. Que cada verso sea un cayado que oriente, un fuego que ilumine y una semilla que germine en la conciencia.

 

Amistades que son ciertas,

siempre las puertas abiertas.

Tejer amistades es de oportunidades. Contar con una amistad leal, es hoy una lotería. El billete ganador, hay que preservar con el calor hogareño.

La verdadera amistad es un faro que nunca se apaga, un hogar sin cerrojos donde el alma entra descalza y el corazón reposa. Porque las puertas del cariño genuino jamás conocen el frío del candado.

Donde hay amistad sincera, las puertas no crujen, pues se abren antes de que las manos llamen. No hay distancias ni relojes que las cierren, porque la lealtad es la llave que las mantiene abiertas.

El tiempo sopla, las estaciones cambian, pero las puertas del amigo fiel nunca se oxidan. Son umbrales vivos, siempre listos para acoger las alegrías o enjugar las tormentas.

Las estrellas de la mente,
brillan claras, siempre ausentes.
Mas la verdad, cuando acierta,
deja las puertas abiertas.

Si el alma pesa y lamenta,
la justicia nunca miente.
Quien da sin ver recompensa,
abre su puerta y la enfrenta.

Corazón que nunca arresta,
compasión que se manifiesta.
La amistad, si es descubierta,
halla su puerta despierta.

 

Patrón que fue arrendatario,

bien sabe quién es el adversario.

El vivir y trabajar en lo ajeno enseña a apreciar nuestra labor y a cuidar la propiedad ajena, pues si se cuida lo ajeno, se aprecia lo propio.

La sabiduría nace de la experiencia. Quien alguna vez aró la tierra ajena, entiende el peso del arado y la sed de la raíz. El patrón que fue arrendatario lleva en la mirada la memoria del esfuerzo, y sabe que el verdadero adversario no siempre lleva un rostro, sino a veces, una carga.

La sabiduría es cimiento del poder. El que sube desde lo hondo del valle nunca olvida el frío de la sombra. Un patrón que fue siervo no manda con puño de hierro, pues conoce el lenguaje silencioso del que espera y la lucha callada del que obedece.

La justicia es nacida del recuerdo. Quien gobernó después de haber servido, lleva las cicatrices como banderas. Sabe que la verdadera autoridad no se impone, sino que se gana, porque solo aquel que recuerda sus días de esfuerzo, reinará con justicia en el alma.

Quien labró tierra prestada,
supo del sol la estocada.
El poder que hoy es contrario,
fue semilla en su calvario.

El que ayer al sur sembraba,
hoy del norte ya dudaba.
Pues patrón que fue precario,
conoce bien a su adversario.

Mano dura que labora,
sabe del llanto y la aurora.
Quien sube sin ser corsario,
recuerda al viejo adversario.

 

Abejas revueltas,

 tempestad a vueltas.

Es prudente no provocar a las avispas, atacan en masa. La masa humana, no piensa, termina en revueltas. Incluso contra los derechos de su manada.

 El desorden es un presagio. Cuando las abejas zumban sin rumbo y las alas pierden su danza, el aire se carga de presagios. Así también, donde reina el caos en las almas, la tormenta no tarda en desplegar sus sombras.

La armonía es un escudo. El panal vive en equilibrio, cada abeja en su destino, cada vuelo en su compás. Pero cuando la confusión rompe el orden, las tempestades despiertan. Así es el corazón: si pierde su calma, la tormenta lo gobierna.

El alma es como un enjambre. Dentro de cada pecho habita un enjambre de pensamientos; si se revuelven sin control, desatan tormentas invisibles. Porque las grandes tempestades nacen primero en el silencio de las colmenas.

Si el enjambre pierde el canto,
vuela el caos como un quebranto.
La mente, si se despierta,
deja la calma desierta.

Cuando el zumbido es tormenta,
la justicia se reinventa.
El orden, si se revuelca,
hace la verdad más seca.

Corazones agitados,
como panales dañados.
Donde la ira se suelta,
la paz se torna incierta.

 

CÓMO OBTENER EL LIBRO

Lo recibe en su residencia por $ 60.000.oo. Solicítelo por teléfono: 3178572848

 

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