Colombia es un retazo
mal zurcido
con hilos de metralla y de mentira,
remiendo de discursos corrompidos
que en la herida del pobre aún conspira.
¿Quién sembró tanta
cólera en la tierra?
¿Quién sembró en la justicia la codicia?
¿Quién convirtió el arado en una guerra
y la ley en mordaza y en malicia?
Tierras del campesino
arrebatadas,
tesoros del Estado ultrajados son,
y en curules de sombras coronadas
la traición siembra ley sin redención.
Niños nacen en medio
del escombro,
sin abrazo, ni pan, ni primavera,
mientras crecen las torres del asombro
de quien roba en la luz y en la bandera.
La ciudad es un
vientre que no acuna,
es hoguera de infancia sin cuidado;
miseria, soledad, rencor y bruma
forjan sicarios con rostro mutilado.
Crecen las invasiones
sin consuelo,
el barrio sin escuela ni horizonte;
crecen las armas como gris anhelo
bajo un dios de poder sin rostro y monte.
El que gobierna mira
hacia el costado,
el pueblo duerme entre la indiferencia,
y el que clama verdad queda callado
por el miedo que impone la violencia.
¿Hasta cuándo
Colombia será herida?
¿Hasta cuándo el dolor será costumbre?
¿Quién tendrá la palabra redimida
que despierte la luz de la costumbre?
Salid de la pantalla
y su espejismo,
romped del alma la venda y el encierro;
porque el silencio es cómplice del abismo,
y el cinismo es un cáncer de este entierro.
Colombia no es la
mafia ni el banquero,
no es el fraude ni el arma ni el secuestro;
Colombia es la esperanza del obrero,
el verso campesino, el canto honesto.