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viernes, 25 de diciembre de 2015

EFRAIN Y ANGEL MARIA, la ultima pareja de aserradores derrotados por la moto -sierra


Ellos dominaban las alturas y cubrían a los demás con sus sombras. Como otras criaturas, habían nacido insignificantes en tamaño, pero mientras otras especies requerían de menos años para florecer y crecer, ellos, eran mas frondosos, mas gruesos y mas apetitosos con decenas de años depositando sus hojas para fertilizar el suelo y con sus raíces, extraer de las profundidades de la tierra, el agua y preservarla.

Los otros, fueron abortados en la región por las diferencias entre los políticos de ese entonces que dividieron a los colombianos entre liberales, unos, y los otros, conservadores. Y como a Caín y Abel, los enfrentaron entre sí logrando dividir las tierras del Edén.

Ellos, los otros, en el primer cuarto del siglo XX fueron desplazados desde niños de sus apacibles hogares cuando se apagaba la mecha impregnada de queroseno por la guerra de los Mil días.

Mientras que los primeros, los que dominaban las alturas, nacieron y crecieron con el silencio irrumpido solamente con el canto y el vuelo de las aves no tenían nombres bíblicos, pero si estaban identificados por el sabio Mutis; los segundos tenían apelativos  de santos.

Ellos, los encenillos,  cominos, canelos, robles, anacos y tunos dominaban las alturas y cubrían con su gajos los bosques que aún florecían en cañadas, faldas y lomas.


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Don Ángel María Bareño, 95 años cumplidos. Vive en la Belleza, Santander.
SAM_5335 Don Efraín Piñarte, 90 años, vive actualmente en La Belleza, Santander.

Los otros, Ángel María Y Efraín desde muy niños fueron expulsados de la tierra donde nacieron por la confrontación entre liberales y conservadores, en y después de la guerra de los Mil días. Ángel María Bareño,  quedó huérfano a los seis años y la madrina lo recogió  y entregó al cuido de una familia Escamilla en las lomas de Peña Bonita, hoy tierras de La Belleza. Efraín  Piñarte proviene de la vereda Popoa de Puente Nacional. Ambos, hijos de familia conservadora católica y apostólica. Los dos debieron ganarse el sustento desde niños, cada uno en diferentes veredas. Sin proponérselo, cada uno ahorró de igual manera; ambos fueron peones y jornaleros, y con trabajo pagaron el primer ternero para engordar, pagaron las primeras hectáreas de tierra y pagaron la madera para levantar la casa; además, por oportunidad, cada uno aprendió por separado el oficio del aserrío y una circunstancia los juntó convirtiéndose en una pareja de oficiales aserradores por varias decenas de años.

Cuentan que era el oficio, en el campo, mejor pago y bien visto antes de 1970. Era el oficio que se pactaba con suficiente anticipación, por lo rudo y lo especializado.

Y como en todo, hay un proceso,  y en este caso era riguroso para que la madera no se pique o gorgogee  luego de aserrada.

Recuerdan que los palos había que tumbarlos con anticipación en época de menguante y a la madrugada, y mientras los palos tumbados se ponían sarazos, se armaba el andamio con cuatro vigas e igual numero de parales, mas otra viga para trepar y bajarse. El andamio se armaba en pendiente para facilitar el oficio. A quien tiraba el serrucho desde sobre el andamio, se le llamaba “cabeza”, y quien estaba trabajando debajo del andamio, se le decía “cola”. Ambos debían tener igual fortaleza muscular y armonía al halar el serrucho para dar rendimiento en el oficio.

Ángel María Y Efraín recuerdan con nostalgia ese pasado en el que ellos fueron reconocidos, admirados y solicitados.

Para iniciar cada jornada alistaban y cargaban el hilero y los hilos, el hacha y la plomada, el compas y la lima de afilar, el chuchillo y el machete, la tinta, la ruana y la cobija.

Además de ser mejor pagos, llegaban a empezar semana, mas tarde los lunes; y terminaban semana, horas antes que los demás jornaleros;  tenían preferencia hasta en la comida comparada con los otros obreros. A ellos les servían changua con huevo, chocolate y envueltos al desayuno; recibían hacia las nueve de la mañana, el piquete en el no podía faltar la carne; el almuerzo, ademas de sopa, había seco con principio y un buen guarapo; y en la noche, la cena estaba acompañada de una buena taza de café con leche, arepa y queso.

El oficio del aserrío ejercido por dos rudos campesinos fue remplazado por la motosierra operada por una sola persona que hace en un día lo que los aserradores hacían en una semana, y por ende, el numero de árboles derribado hoy, es mayor a hace 70 años.

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Ángel María y Efraín viven para contar sobre el oficio del aserrío, pero ellos, los mas altos, los mas frondosos, solo viven en los recuerdos de este par de guayacanes cercanos a un siglo de vida.

Los encenillos,  cominos, canelos, robles, anacos y tunos están en la memoria de estos dos colonos, mas no en los libros que usan en las escuelas, ni en la mente de maestros y jóvenes, pues fueron especies maderables finas que fueron extinguidas bajo las muelas  de los serruchos y las hachas, victimas de esa filosofía “El de atrás que arree” que es similar a “ comamos y vivamos que mañana moriremos”. Esta manera de ver la vida ha generado una inconsciencia para no legar a las nuevas generaciones, las maravillas de una naturaleza y un ambiente que solo es posible con una conciencia ambiental.

Esa conciencia ambiental anhelada es la practica de la siguiente afirmación: “Plantaron y comimos. Plantemos para que coman”

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Plantaron y comimos, Plantemos para que coman

-cuento infantil-


El sultán sale una mañana rodeado de su fastuosa corte. A poco de salir se encuentra a un campesino, que planta afanoso una palmera. El sultán se detiene a verlo y le pregunta asombrado:

–¡oh , anciano¡ plantas esa palmera y no sabes quienes comerán su fruto…muchos años necesita para que madure, y si tu vida se acerca a su termino.

El anciano lo mira bondadosamente y luego le contesta:

–¡Oh sultán¡ Plantaron y comimos; plantemos para que coman. El sultán se admira de tan grande generosidad y le entrega cien monedas de plata que el anciano toma haciendo una zalema,  y luego dice:

–'? Has visto, ¡oh rey¡ cuan pronto ha dado fruto la palmera?

Más y mas asombrado el sultán al ver como tiene sabia salida para todo un hombre del campo, le entrega con cariño y desprendimiento otras monedas.

El ingenioso viejo las besa y luego le contesta prontamente:

- ¡oh sultán¡ lo mas extraordinario de todo es que generalmente una palmera solo da fruto una sola vez al año y la mía me ha dado dos veces en menos de una hora.

Maravillado esta el sultán  con esta nueva salida y exclama dirigiéndose a sus acompañantes:

¡Vamos¡…¡vamos pronto¡ si estamos aquí un poco mas de tiempo este buen hombre se quedará con mi bolsa a fuerza de ingenio. 


SEMBRAR AL MENOS UN ARBOL POR CADA AÑO DE VIDA

Negar que el planeta se esta calentando lentamente es negar que las fuentes de agua siguen disminuyendo, es negar que cada vez se necesita mas agua porque hay mas gente y mas ganado, es negar que las ciudades siguen atrayendo a las gentes y los campos están cada vez mas solos.

Si en cada familia, en las aulas escolares se enseña con el ejemplo, el sembrar un árbol y cuidarlo por cada año de vida, las celebraciones de los cumpleaños, sumados construirían sombrillas y colchas verdes con nuevos arboles que serian un atractivo para las aves y demás especies que requiere la naturaleza para regenerarse.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Los dados del infortunio

 

 

Juan Lanas, un varón del montón, o para ser mas precisos, un bonachón, un ingenuo, un iluso, un inexperto, pero ansioso de conseguir fortuna llovida del cielo y salir de pobre en un abrir y cerrar de ojos.

 

Un mal día, de tantos, bajó de la vereda al pueblo, echándose al bolsillo todos los ahorros que mantenía ahorrados en un hueco entre los adobes de la vieja casa de sus mayores. No eran muchos, pero eran ahorros conseguidos con el sudor de días intensos de trabajo en las parcelas ajenas. Iba decidido a seguir el consejo del tocayo  Juan Mentiras quien le había contado  como él sin trabajar al sol, conseguía dinero para parrandear, emborracharse e ir a mate-mango, donde tocan bueno las mujeres que venden su cuerpo para cubrir las necesidades básicas.

 

Y cual majadero pensaba en multiplicar por cinco sus escasos ahorros encandilado con el brillo del oro que imaginaba iba a reposar a sus bolsillos para luego comprar una parcela. Con los ojos fluorescentes, el corazón agitado y con pasos nerviosos, bajó la calle hacía el rio Fonce y se entró derechito a la Yonga.

 

Mira  la mesa, y en ella a los varones sentados a su alrededor, todos pensando igual que Juan lanas. Luego de observar varios minutos como es el juego y como unos montones de billetes se hinchen y otros se esfuman, decide jugar los dados de la suerte para salir de la pobreza de una vez por todas una vez coloca, como los demás su disminuido montón de billetes con un abultado montón de monedas.

Con sus manos callosas y sus torpes dedos fuertes para la labrar la tierra, toma los dados que se escurren impulsados por los nervios, convencido que la suerte no es a pedazos sino de una pieza, pero su suerte ya estaba echada,, estaba entre picaros y  tramposos, y en menos de que que el gallo cantara tres veces, vio pasar sus montones de billetes y monedas a manos de otro.

 

Juan Lanas pensó que la suerte es así. Se tiene o no se tiene, regresando a la vereda sin dinero, sin amor, sin saborear la supuesta felicidad, sin ganas de vivir y de trabajar, y en especial, sin fe en el futuro.

 

Arruinó en minutos años de sacrificio y buen juicio. Arruinó la dicha amasada con afanes pues no sabía que la riqueza es la suma del trabajo, el ahorro y la inversión y no el resultado del azar.

 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Una semana santa sin domingo de resurrección en Puente Nacional





Roberto Torres, hijo de María de Jesús, la dueña de la posada y  chichería, "El Payo" estaba muy contento ese lunes 14 de abril 1947. 

En el mercado fue testigo de la llegada de los  sacerdotes para hacer la semana santa, pues desde el 7 septiembre de 1946, la parroquia había sido privada, por el obispo de la Diócesis de Socorro y San Gil, de los oficios religiosos . 

 Ese día algunos miembros  del partido opuesto al  del Divino Niño Jesús, alrededor de las nueve de la noche, detonaron una bomba rompiendo la tranquilidad de la localidad de Puente Nacional al fracturar la pared de adobe y romper una ventana de madera de la habitación donde  descansaba el "amo Isaías Ardila Díaz",   sacerdote nativo de Zapatoca, que  desde el púlpito predicaba contra las libertades defendidas por  el partido liberal, quien con la protección del Ejército Nacional,  abandonó el pueblo alrededor de las dos de la mañana del día siguiente. ( http://naurotorres.blogspot.com.co/2015/07/isaias-ardila-diaz-un-sacerdote.html). 



Después de dos años sin asistir al sermón del Jueves Santo, del sermón de las siete palabras del Viernes Santo y la Misa de la Resurrección, Roberto dijo a sus hermanos Miguel Agustín y Carmen Rosa, como María de Jesús Torres, la buena noticia: podrían asistir a los oficios religiosos de la parroquia, que significaba caminar 6 horas menos a la iglesia de Santa Sofía, en Boyacá, donde fueron bautizados los niños 
que nacieron entre  septiembre de 1946 y abril del 48 del siglo XX. 



Este edificio colonial fue roto y tuvo que ser demolida tras el terremoto de 1968


Los miembros de la familia organizaron el trabajo; Roberto el mayor, se encargo de traer la legumbre de la Vega, Miguel Agustín, de arrimar la leña y moler el maiz para las bebidas y las viandas, Carmen Rosa y María de Jesús de buscar la chamiza para el horno, traer el agua para el guarapo, la chicha y el guarrus, hacer el pan, las mogollas y los amasijos.


Desde el miércoles santo, especialmente  las bebidas estaban listas para recibir a los peregrinos y vecinos que venían a la semana mayor y servir con familiaridad, independientemente de los acontecimientos del 09 de abril en la capital del país cuando fue asesinado en el Cra. 7a. y la Calle 14, el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien en 1945, disidente Gabriel Turbay, ambos del mismo partido, perdió la elección al conservador Ospina Pérez. 

La muerte de Gaitán desató una rebelión que dejó en  Bogotá mas de tres mil muertos y en los campos de Colombia fueron desplazadas miles de familias unas liberales y otras conservadoras; igual en Puente Nacional, pero el efecto se observó sólo hasta después de Pascua.


Los tres hermanos  Torres y María de Jesús Tórres, viuda de Torres se turnaron para asistir a las procesiones y sermones de semana santa. Roberto el mayor, fue el Jueves Santo con su rama de palma desde el mediodía hasta el atardecer. Miguel Agustín y Carmen Rosa, hicieron lo mismo el viernes, y María de Jesús asistiría a la misa de resurrección el Domingo de Pascua; Pero Miguel Agustín regresó a las siete de la noche  a la  casa y le dijo a la familia que los nuevos  sacerdotes oficiarían la misa de resurrección el sábado por la mañana, al parecer debido a que tenían que regresar al convento el Domingo de Pascua en la capital colombiana. 

La familia tenía pendientes de pago  los diezmos y dividieron el pago de  la obligación religiosa. Roberto  llevó el Miércoles Santo, Los cinco pesos equivalente al diez por ciento del valor de la venta de la cerda que ya habían vendido. Miguel Agustín, llevó el Viernes Santo los diez pesos, o sea el diez por ciento de los cien pesos que habia recibido por la venta de la vaca topa, y Carmen Rosa dio el gallo colorado equivalente a la  décima parte de las aves de corral que había en la casa, mientras que María de Jesús entregó esa mañana del Sábado Santo la suma de $ 25, oo pesos equivalentes al impuesto sobre la venta de chicha  durante los dos años anteriores. En total una suma mayor que la que los cuatro eran capaces de percibir en un mes de trabajo de sol a sol.

La agrupación en una ceremonia religiosa.


Los miembros de la familia dijeron unos a otros qué hermosa era esta semana santa. Los sermones fueron  elocuentes y con explicación exegética.  Junto con ellos, fueron más de cuatro mil personas que se confesaron y recibieron la comunión en la semana de la meditación, pero también se preguntaron acerca de por qué no se llevó a cabo la liturgia dentro del Templo?. ¿Y por qué  quien ofició la misa, dijo que no eran sacerdotes, sino que amaban  Puente Nacional con el corazón?.

Unas  semanas después de esa semana santa siempre recordada por los puentanos que vivían en ese entonces, algunas  personas prestantes que se habían tomado fotografías con los clérigos, quisieron congraciarse con los sacerdotes y las utilizaron como excusa para visitarlos en el convento, e ir a la capital, donde se enteraron de que los supuestos sacerdotes   habían pasado por  el seminario, pero que no habían sido ordenados sacerdotes, y que   habían actuado como tales en otras parroquias colombianas.

La novedad conocida por los puentanos en Bogotá, fue dada a conocer al regreso al pueblo, convirtiendo a  los que asistieron a los oficios religiosos como sacrilegos, pues el hecho fue difundido por la prensa nacional. El obispo de la diócesis  de Socorro y San Gil,  envió al vicario episcopal que era párroco de Vélez a confirmar lo ocurrido en la localidad de Lelio Olarte, quien describió lo sucedido como una "semana santa del diablo" y desde el púlpito juzgo a quienes por razones de credo fe asistieron, se confesaron y comulgaron con devoción con dos personas que no eran sacerdotes, y fueron tildados como doblemente sacrílegos. 


Como prueba de lo que sucedió en esa semana santa, un hijo de Puente Nacional, hizo este documental en el que las mismas personas narran lo que ocurrió en esa semana, supuestamente del diablo.






Reclutado y se retira del campo.



A partir de esa semana santa, los conservadores no pudieron regresar al casco urbano, pues se vivía el coletazo de lo que se llamó el "bogotazo".

Un miércoles, en septiembre de ese año, Miguel Agustín, el más joven debió  ir al mercado de Moniquirá tomando el camino al Urumal a las tres de la mañana para llegar sobre las seis, a  vender: envueltos, arepas,  almojábanas y huevos y un par de pollos, y cuando estaba a punto de tomar el caballo  fue reclutado por  el ejército para  el servicio militar.

María de Jesús, lloró durante varios meses, ya que Miguel Agustín tenía dos años cuando su padre murió de una enfermedad desconocida cuando cumplía 24 años, y era para ella, el hijo de la compañía y la memoria. Roberto, responsable de la casa por ser el hermano mayor, tuvo que asumir esa posición a los ocho años de edad, con la tutela de los tíos, Rogerio y Luis por parte de la madre y con el apoyo de  ​​Eccehomo y José María, tíos por parte del padre y la solidaridad y  del primo José Atanael Torres, la familia sorteó las circunstancias de una vida sin padre.



Michael Agustín fue bautizado con los nombres del padre y se alistó en el ejército y después de conocer las penurias y humillaciones a que están sometidas las personas que prestan el servicio militar, fue adoctrinado en el pensamiento conservador que prevaleció en la presidencia de la República. 


El hijo de la compañía de María de Jesús estuvo en el ejército  18 meses,  regresando a la finca para asumir  las responsabilidades que tenía Roberto. Llegó con la idea de implementar el cultivo de café, una tarea que  hizo en el predio  la Vega conviertiéndose en un espejo para los cultivadores de la vereda que la volvieron cafetera hasta 1980, década en la cual la roya borró los cafetales para darle paso a los pastos para los ganados.


La violencia planteada desde el Palacio de Nariño antes de la retirada de los ministros del gobierno liberal, la ruptura de la unidad nacional, un gobierno puramente conservador y la victoria liberal en las elecciones parlamentarias en 1950 condujo a la violencia estatal intensificada que sembró odio contra los liberales poniendo el ejército y la policía bajo los intereses partidistas.


Miguel Agustín fue llamado a servir al país que se alistó inmediatamente como chulavita para proteger los intereses de los azules en el valle de Tenza, mientras que los liberales que residían en  Providencia  y tenían pequeñas granjas en los alrededores Alto y Bajo Jarantivá debieron abandonarlas y tomar 
el tren a la capital.

Por su estatura y por ser el hijo mayor la viuda, Roberto  no fue reclutado para el servicio militar, obteniendo la libreta militar en el Batallón de Chiquniquirá, documento requerido hasta ese entonces  para disfrutar de una mayor libertad. El muchacho por su edad se alebrestaron las hormonas y empezó a enamorarse de una vecina, que al igual que él, era la mayor de la familia González velándia; pero el asunto se tornó gris por la prohibición que establecieron los padres de Aurora, pero como dice el dicho " lo que mas se prohíbe, más se desea", el enano de los Torres se salió con la suya y se robó la china con el consentimiento de ella. Tomaron el tren en la estación de El Roble y huyeron a la capital, y de allí se fueron a Caicedonia, Valle,  a hacer vida entre cafetales como agregados de una finca en la que estuvieron un año.


Allí fueron contactados por Marcos, un hermano de Aurora, quien era finquero y comerciante en Buga, y allí terminaron el par de volados. Ella como ayudante en el almacén, y él, como obrero en la finca,  pero Roberto no estaba muy contento con la estancia en ese lugar, ya que sólo veía los fines de semana en Aurora, entonces decidieron con los ahorros de los dos, regresar  a Santander.



La casa de María de Jesús Torres Torres, chichería de antaño en la que nacieron y se levantaron los  tres hijos, el segundo que quedó huérfano a los cuatro años fue bautizado con los nombres del padre: Miguel Agustín, y este junto con la esposa María Custodia Quintero, recibieron al primer hijo en la pieza que tiene la ventana. (foto del primer hijo de Miguel Agustín Torres 2016).

La casa de María de Jesús era tan pequeña que no había espacio para tres hogares, pero como el regreso de Roberto con la joven esposa fue en  diciembre, en esa fecha visitó la familia el tio Luis Torres quien anduvo por tierras del Carare haciendo finca, empeño que abandonó por eso de la confrontación partidista y se aventuró a irse de colono a los llanos orientales.




En la foto, de izquierda a derecha, y Roberto Miguel Agustín Torres y dejaron en el mismo orden, María Quintero Custodia Torres, esposa de Miguel Agustín y María Aurora González Velandia, la primera esposa. Fotografía tomada en 19.988 en Castilla La Nueva, Meta. (De Nauru Torres).


Luego de tomar el tren hasta Bogotá, tomó la Flota Macarena y a Acacías, Meta, fue a dar, y de allí se adentró a la montaña donde iba la colonización que había empezado en 1928 año de la gran depresión económica mundial, y luego con la segunda guerra mundial, fueron varios los europeos que se exiliaron en Colombia y  un buen numero de ellos se fueron como colonos a departamentos que disponían de tierras vírgenes aun.


Y como los europeos,  detrás de ellos, muchos santandereanos llegaron a las zonas de colonización huyendode la "chusma". Como fue el caso de Luis Torres quien animó a varios paisanos a buscar vida en otra parte.

Roberto y Aurora, los jóvenes agricultores tomaron sus sombreros y capoteras con las pocas pertenencias y con el tío Luis Torres, tomaron el tren a Bogotá, y de allí en la flota de la Macarena a Villavicencio y luego a coger un camión hasta el sendero done iba el descuaje de os montes y que estaba a diez kilómetros abajo Guamal, conocido hoy como el municipio petrolero del Meta, bautizado con el nombre de Castilla la Nueva. 


Y allí, junto con otros desarraigados  de Santander, con el machete socolaron colinas las cubrieron de  plátano y yuca, y luego de arroz, convirtiéndose en los fundadores de este sitio conocido en ese entonces como la Schell. Roberto era un hombre de baja estatura con la piel quemada por el sol, padre de nueve hijos y sólo tres mujeres. Aurora era una mujer tranquila que lo acompañó hasta el final de sus días, ambos murieron en ese lugar que hoy en día  es conocido como un centro del mejor combustible pesado  que tiene Colombia.


María de Jesús murió en 1954 y sus restos reposan en el cementerio de Puente Nacional, Carmen Rosa que se casó joven y murió a los 23 años en tierras de Castilla la Nueva.



La historia de la semana santa sin el Domingo de resurrección fue reconstruida a partir de lo que cuentó  quién fue  monaguillo de falsos curas. Fue él quien, en 1946, para ir a cumplir con la obligación como un acólito de la primera misa, vio la ventana  destruida de la habitación donde dormía el "amo Isaias". Fue él, quien formó parte de la delegación que fue a encontrarse con los supuestos sacerdotes que llegaron a la Capilla en 1948 para celebrar la semana mayor. Y fue él quien acolitó en las celebraciones religiosas que se produjeron en esa semana santa que nunca olvidan los puentanos mayores. 


Es  don Evaristo Suárez, un carpintero de renombre y conversador que con un delicioso café Puente Real, una noche del 24 de octubre del 2015, contó lo que sucedió en esa ocasión.




                                                   Don Evaristo Suárez, 23 de octubre 2015 


 Yo tenía 15 años cuando en un camión junto con muchos aldeanos en otros medios de transporte corrimos a la capilla a  las once de la mañana para saludar a los sacerdotes que se ofrecieron como voluntarios para oficiar la liturgia en Puente Nacional, si la gente así lo anhelaba .

Contó Evaristo que unas jóvenes huéspedes de un hotel de entonces se ofrecieron para transportar e un automóvil destapado a los dos sacerdotes que llegaron en auto-ferro al municipio.


 Evaristo Suárez, como Roberto y Miguel Agustín Torres, y muchos otros de la época, recuerda  con gratitud y sin malicia ese episodio que convirtió en noticia nacional trasnochada a la población que fue endilgada de pecadora y alcahueta. Esa misma circunstancia trajo dividendos a la jerarquía que años después, en 1968 vieron desplomar el templo colonial que estuvo  erguido por muchos años y sobre sus cimientos se levantó uno de los templos mas amplios y vistosos a ladrillo a la vista de la provincia de Velez junto con el de Sucre, Santander.



Interior del templo  de Puente Nacional 2015




La Margarita, 26 de noviembre 2015


sábado, 21 de noviembre de 2015

El dulce "tiodolindo" de Puente Nacional.


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Postre de naranja, dulce único de Puente nacional, Santander.
El amarillo oro en dos franjas horizontales que tiene la bandera de la municipalidad simboliza el amor por la libertad, la fe en Dios y el respeto anhelado entre quienes nacieron o pueblan los 24.839 kilómetros cuadrados que conforman el municipio de Puente Nacional.

Ese amarillo intenso, pero sin el brillo de ese metal, se aprecia con pintas blancas como lunares de mantequilla bovina  pero es ovípara y brumos pequeños de yema de huevo que es realmente leche cortada; los dos colores juntos pero no revueltos, se aprecian cual pintura al oleo en un redondo recipiente de vidrio haciendo unidad para el deleite que sirven desde hace mas cien años acompañado con un amasijo, un pedazo de mantecada, un pedazo de quesillo acompañado con agua con limón o leche.
Son los postres de huevo que antes preparaba con esmero y a escondidas, doña Dora Ardila, y que desde 1959 viene preparando  con el mismo sigilo, doña Silvia Ariza de Mosquera, y que entre los jóvenes se conoce como el "dulce de Teodolindo".

En las misma cocina, en el mismo local,  en las mismas dos mesas cuadradas en cedro con cuatro butacas de la misma madera, en la misma casa y en la misma esquina  paralela a la casa cural de la localidad, se viene deleitando a los paladares puentanos, veleños y visitantes, hace mas de un siglo, con el postre de naranja- que no tiene naranja- que por su equilibrio en sabor, en  su textura,  color, composición, presentación y acompañamiento, es una golosina única en el panorama Nacional que al ser solicitado a cualquier hora del día, perdió el fin de ser consumido posterior al almuerzo o la cena para ser denominado por la generación que lo seguirá preparando, y ya empezó a llamarse: “dulce de naranja”, pero realmente es de huevo. 

En esa esquina de una casa colonial ubicada en línea recta al palacio municipal y pareja de la casa cural son  construcciones que mantienen la identidad arquitectónica junto a edificaciones adyacentes a la alcaldía y las que permanecen incólumes en la  diagonal al supermercado de Teodolindo Mosquera.

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Silvia, de extracción conservadora católica, y Teodolindo, igual católico pero de tinte liberal, unieron sus vidas para siempre un 22 de abril del año 58 del siglo pasado en la Basílica de la patrona de Colombia en Chiquinquirá siendo los padrinos Raimundo Ariza Y Carlina Mosquera, familiares los cuatro, entre sí. Las nupcias ocurrieron en ese centro nacional de peregrinación por seguridad tanto de los novios como de los familiares e invitados, pues la violencia se vestía de negro y paseaba los campos con la complicidad de la noches y de quienes la patrocinaban.

“HUYERON PARA ASEGURAR LA VIDA”

El 20 de julio de 1959, un bandido liberal apodado “el diablo” y su grupo,  masacran a tiros a 9 conservadores en Puente Blanco, los degüellan luego  con cuchillo, y sus cuerpos los botan al rio como retaliación a la muerte de un liberal que se produjo en la vereda Corinto. En ese genocidio cae un primo hermano de Silvia Ariza, generándose un pánico en las veredas, tanto conservadoras como liberales por la retaliación que se vendría.
Días después el ejercito Nacional patrulla las veredas pobladas por familias campesinas integrantes del partido liberal, y en la vivienda de Emiliano Ariza y María Eucaris Mosquera buscan a Teodolindo Mosquera y a Gustavo Ariza, siendo ultimado a tiros, éste ultimo, mientras el primero huye por los cafetales y cultivos de fique y por las cañadas hasta lograr a hurtadillas  la carretera que une a Florián con Puente Nacional, siendo recogido por un camión en el que escapa para esconderse varios días en la calle cantarrana de la que sale solo de día a caminar y a visitar conocidos en búsqueda de un negocio para empezar nuevamente, pero esta vez en el casco urbano.

Mientras Teodolindo huye, su joven esposa, llora por amor  su ausencia y llora de dolor por la muerte de su hermano Gustavo, quien murió sin saber de la acusación que le endilgaban las fuerzas del orden.


El cuerpo de Gustavo, así como el del primo hermano de Silvia, fue llorado por familiares y conocidos y lamentado por los miembros del partido conservador de las diferentes veredas, cuyas delegaciones se hicieron presentes en cada funeral.
Acompañando al muerto se vino toda la familia de Silvia Ariza, pues los Mosquera, todos, ya habían abandonado las parcelas para proteger sus vidas y se habían resguardado en piezas y casas sencillas que encontraron en el sitio Bocapuente, antiguo lugar donde, en épocas de la colonia, funcionó la tarabita donde se cobraba el impuesto por el uso de la canasta para pasar el Saravita y donde se intercambiaban los productos de tierra caliente con los que se producían en tierra fría junto con la sal en la época en que los indígenas era dueños y señores de todas las comarcas.

Olivo compró una tienda en el lugar mientras que Teodolindo compró la casa con la tienda donde, aun hoy, se ofrece el postre de naranja en un rincón del supermercado que retomó el hijo, Rigoberto, para continuar con la tradición.
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Doña Silvia Ariza de Mosquera, 2015
Los casados, como toda familia campesina, trabajaron de sol a sol cosechando un capital reinvirtiéndolo en el negocio y luego de una década empezaron a invertir en finca raíz y en rentar dinero recibiendo como garantía la escritura, que en caso de no pago de la deuda, con solo presentarla, vencidos los términos del acuerdo verbal, pasaba al rentista, la propiedad.
La familia Mosquera Ariza sobrevivieron la violencia partidista, la guerrillera y la paramilitar;  en la década del noventa fueron extorsionados por el ELN y en el 2000, un día cualquiera sobre las siete de la noche, un comando del frente 23 de las FARC, sacaron del supermercado, ubicado a dos cuadras del comando de Policía, a Rigoberto, en ese entonces, concejal, trasladándolo furtivamente a tierras frías de la cordillera, dejándolo al cuidado de una familia campesina, y luego de dos semanas, una vez pagada la extorsión, fue dejado en libertad, sano y salvo, en la carretera que del corregimiento de la Sabana se une con Jesús María; un par de años después, la familia fue nuevamente presionada a pagar vacuna para seguir ejerciendo el comercio, esta vez, por un grupo paramilitar.

Teodolindo ya cumplió los 91, y aunque la visión no le acompaña, se mantiene como un roble viendo pasar el mismo tiempo, los últimos diez años, y Silvia cada tarde prepara el postre de naranja que dispondrá al día siguiente y como en los últimos 60 años, viene atendiendo a la clientela con la misma timidez que le ha acompañado y con la misma sencillez reflejado en el lugar, y aunque el servicio lo presta con la lentitud que traen los 85 años respirando, quienes gustan del dulce de naranja,  esperan con paciencia que una de las dos mesas de cedro que alguna vez fueron de color azul francés, sea desocupada para sentarse luego y esperar la pregunta de Silvia: ¿Lo desea con agua o con leche?
DOCENTES PEÑABLANCA
Fachada del Palacio municipal y en la foto docentes de un colegio rural en la celebración de la Victoria comunera en el 2002.
Quien visite a Puente Nacional,  gustos debe darse: probar el dulce de naranja, piquetear en los toldos de la plaza, almorzar en la Chicharrona o en el Chaneque, comer bocadillo con queso de hoja, probar los dedos de ariquipe, visitar la Escuela Normal, probar el Balay de la capilla y comprar las famosas almojábanas de sola cuajada que como ellas, solas hay.
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miércoles, 11 de noviembre de 2015

Los torcidos de Benjamín Prada Pinzón Vs. los otros torcidos.

 

“La ventaja de ser honesto es que  hay poca competencia”

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En los diferentes niveles del Estado, torcidos hacen de día y de noche, para unos pocos  comerse la mermelada a costa del erario publico que pagamos todos.

Quienes mas invierten en  campañas políticas, más votos tendrán de quienes venden el voto a cambio de una empanada, y ellos, los elegidos, mas tajada tendrán que sacar del presupuesto municipal, departamental o nacional. Unos exigen el 10%, otros hasta el 20% del valor total del proyecto a ejecutar que sumados al porcentaje de los impuestos, terminan los  menos garosos, invirtiendo el 50% del valor total del presupuesto aprobado. ( http://www.eltiempo.com/multimedia/especiales/sobornos-en-colombia-cifras-de-corrupcion/15865535/1)

 

Los torcidos con sabor político que solo llenan la panza de quienes los exigen y de quienes lo pagan para lograr un trabajo, no se parecen ni en el proceso de hacerlos, ni en los recursos que usan, ni en la forma de esconderlos, incluso al probarlos, a los torcidos de Benjamín.

 

Los primeros son de papel de seguridad con diferentes denominaciones, no se comen pero se usan para festines, y los segundos, son de cuajada y trigo. Los primeros se cocinan en las oficinas, en los restaurantes o en los bares, y los segundos en un horno. Los primeros se pagan en efectivo y sin contar los paquetes de billetes, y los segundos también se compran en efectivo con billetes y monedas de baja denominación, y hay muchos empleados públicos que al comprarlos, piden vendaje. Se parecen los dos porque al entregar los torcidos, ambos van en  bolsa, los primeros en material plástico y los segundos en papel crack.

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“A la vida hay que recibirla como se presente cada día, con una sonrisa”.

Benjamín Prada Pinzón es un octogenario que nació en la vereda San Isidro del municipio de San Joaquín en el mes en el que la Asamblea de Santander adopta por unanimidad un programa socialista, y los seguidores del partido liberal exigen la democratización del partido; nace en el año en que se inaugura en Colombia los vuelos aéreos entre Bogotá y Nueva York, el mismo año que el Gobierno Nacional reconoce al gobierno republicano de España, crea Rentas nacionales y decide comercializar los ferrocarriles nacionales, y en Barranquilla, en un motín contra el hambre, las turbas destruyen el Teatro Colombia y en Bogotá se inaugura el mejor circo de toros de Suramérica que posteriormente se llamó La plaza La Santamaría.

 

 

Benjamín Prada Pinzón nace el 31 de marzo de 1931, el año en el que los colombianos sufrían el impacto de la gran depresión ocurrida desde 1928. Urbano se llamaba su padre que murió a los 96 años y Socorro, la madre que expiró a los 93.

 

Desarrolló la motricidad fina recogiendo trigo y cebada, desgranando mazorca y frijol y jugando con la tierra y las piedras y expandió la motricidad gruesa recogiendo chamiza, labrando la tierra, subiéndose a los arboles, pastoreando las ovejas y deslizándose sobre un cuero de res por las laderas de la finca  paterna.

 

Urbano y Socorro, campesinos de pura sepa, tuvieron una docena de hijos que desde que pudieron caminar, empezaron a ayudar con los oficios de la casa y a la economía del hogar, pero al cumplir los siete años, usando los ahorros de muchos años, los esposos compraron una ramada en el casco urbano para guarecer a los hijos que no dejaron sin escuela.

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Don Benjamín Prada en el oficio de panadero.

Benjamín aprendió a leer y escribir y con esas incipientes herramientas se ha enfrentado felizmente a la vida durante 85 años y los que les falta por vivir, pues tiene mas energías que los jóvenes de hoy.

Él, era muy feliz en la vereda pasando los días entre los surcos de la labranza y los potreros en donde apacentaba los ganados de la familia, pero un día cualquiera del añ0 49 del siglo pasado, estando vendiendo unos bultos de arveja en el municipio de Onzaga, Santander, fue reclutado a la fuerza, disque para servir a la patria porque estaba que ardía por  las diferencias entre liberales, -los que hoy ganaron la Gobernación de Santander- y los conservadores de ese entonces, poco parecidos a los de hoy, cuya dignidad e ideario dirigida por los representantes departamentales y nacionales, se ha esfumado acomodándose en  donde mas les alumbre el sol.

Benjamín terminó en el segundo contingente del batallón motorizado de Bogotá  para ayudar a disminuir los disturbios causados por la muerte del patricio liberal Jorge Eliecer Guitan y contribuir a disminuir esas diferencias partidistas, pero una vez cumplido el tiempo del servicio militar volvió a la vereda San Isidro a seguir acariciando la tierra de la que se enamoró desde niño y que como toda amante prodigaba cosechas abundantes para el consumo familiar y para vender, unas veces en San Joaquín, y otras, en Onzaga.

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Panorámica de San Joaquín, Santander,

Benjamín no conocía los pingüinos, ni los caballitos de mar, tampoco el lobo gris, pero en los riscos de la cordillera donde nació y contemplaba, admiraba ocasionalmente a quienes sin mover las alas dominaban el cenit, esa ave grande y majestuosa que esta incluida en el escudo de Colombia, y que ante el viento, juega con él, y ante el sol, éste lo contempla dándole profundidad al color negro y blanco como si fuese el rey de los gallinazos; y desde entonces, Benjamín decidió ser como el  cóndor de los Andes, decidió ser monógamo casándose con Helena cuando él tenía 29 y ella 19 años. De esa unión se lograron once hijos de los doce que nacieron, y de ellos, seis mujeres.

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Helena y Benjamín levantaron los hijos con el trabajo del campo pero viviendo en la cabecera municipal. Ella vendiendo comida a los empleados oficiales, y él, labrando la tierra de lunes a jueves de cinco de la mañana a las cinco de la tarde, pero los dos, junto con las hijas mujeres, cada jueves desde las once y media de la noche hasta las diez de la mañana del día viernes, se han dedicado a jugar trabajando, convirtiendo la familia en los únicos productores de pan artesanal de la región de ONZAMO en Santander, Colombia.

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Helena, esposa de Benjamín exhibe una latada de torcidos

Pan, que en la medida que va saliendo de un antiquísimo horno a gas, se va empacando en bolsas de papel kraff, y en menos de tres horas, ni los olores quedan en el ambiente, pues la producción total ha quedado en las familias y ocasionales visitantes que no pueden adquirir mas de diez mil pesos para que la amasada de la semana alcance a cubrir el consumo por demanda de quienes viven con la soledad y la paz de un poblado posado en el el valle de un arroyuelo que se escurre desde las montañas recogiendo los abonos que se desprenden con las lluvias para ir a fertilizar tierras de Onzaga en Santander.

Cuatro personas empiezan la jornada nocturna, alistando los insumos, calculando las cantidades a producir y los productos, mezclando y remojando las harinas para luego, ponerse todos a hacer los panecillos, las mogollas, los torcidos, las tortas, las almojábanas, los benjamines-compréndase panderos-,  y los ponqués para ocasiones especiales con el secreto de la familia Prada.

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Mogollas con sema, trigo y miel de caña.

Hacía las cinco de la mañana, como si no hubiese pasado la noche trabajando, Benjamín, llueve o truene, se va para el potrero, distante unos quinientos metros del casco urbano a cortar pasto para alimentar durante el viernes al rebaño de camuros que desde siempre ha tenido, y media hora después, regresa a la panadería, se pone el delantal de viejo cuero con tirantas y unos guantes del mismo material que cubre hasta el codo sus manos, y empieza la horneada que termina sobre las once de la mañana tostando el maíz, las habas, la arveja, el trigo y la cebada que las diferentes familias traen para ese servicio  para usar luego en el consumo familiar.

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La casa de la derecha es la panadería de Benjamín Prada en la calle principal de la municipalidad.

Los panecillos, almojábanas, mogollas, mantecadas y Benjamines se adoban con mantequilla de vaca que cada jueves llega por arrobas del vecino municipio de  Onzaga y con miel de caña que algunos campesinos todavía producen en veredas lejanas.

 

Las almojábanas se mojan en proporciones iguales de harina y cuajada, los torcidos llevan tres partes de cuajada y una de harina, y las mogollas llevan un cincuenta porciento de sema y van endulzadas con miel de caña; y las mantecadas, como los penques, tienen el secreto que mantendrán los miembros de la familia y ayudantes que se dan cita cada jueves a jugar trabajando haciendo delicias con la harina de trigo.

Marina, la hija, como los padres, Benjamín y Helena cuentan que las amasadas dan oficio pero que ellos se divierten haciéndolo porque es un trabajo que han venido haciendo desde niños, y con tal que se recoja lo de los insumos y se pague a las personas que colaboran, así como los servicios públicos y el gas, es un agrado hacerlo mientras tengan vida.

 

Por eso en Joaquín usted encuentra pan de cien, doscientos y quinientos pesos, así como mogollas de quinientos, mil y dos mil pesos, y mantecadas desde dos mil hasta cuatro mil pesos con el sabor y la sazón del pan artesanal que le pone la familia Prada en ese pueblo escondido entre cordilleras de tierras arenosas de las que los campesinos derivan el escaso sustento para vivir en paz convencidos que cuando la muerte les llegue estarán con los mismas pertenencias que tenían cuando nacieron abrazando la muerte así como lo hicieron con sus vidas, pues tienen la creencia que la muerte es parte de la vida, y la vida sin la muerte sería aburridora porque no habrían renovación del universo y con que hay en él.

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Vista desde la casa de Benjamín en donde funciona el restaurante por demanda.

Y si usted alguna vez va a esta localidad, debe mandar hacer la alimentación, y donde Martha y Helena encuentran sabrosos desayunos y cenas a 1.5 dólares y almuerzos de dos dólares, incluso con pescado y postre.

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Ricas mantecadas.

Los torcidos de Benjamín son un deleite al paladar, por su cocción, por su sabor y por su suavidad. Desde los padres de Benjamín estos panecillos de harina de trigo y cuajada, se le llaman torcidos por la forma de clineja que se les da y se bautizaron con ese nombre para recordar al consumidor que la ventaja de ser honesto en el pensar, en el actuar y en el hacer, no tiene competencia, pues abundan las personas de doble moral  que se enriquecen con los torcidos que traman los contratistas con los administradores públicos para quedarse con un buen porcentaje de los presupuestos institucionales.

 

Las fotografías son de propiedad del bloggero.

 

 

San Joaquín, octubre 30 de 2005.

Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

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