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viernes, 25 de diciembre de 2015

EFRAIN Y ANGEL MARIA, la ultima pareja de aserradores derrotados por la moto -sierra


Ellos dominaban las alturas y cubrían a los demás con sus sombras. Como otras criaturas, habían nacido insignificantes en tamaño, pero mientras otras especies requerían de menos años para florecer y crecer, ellos, eran mas frondosos, mas gruesos y mas apetitosos con decenas de años depositando sus hojas para fertilizar el suelo y con sus raíces, extraer de las profundidades de la tierra, el agua y preservarla.

Los otros, fueron abortados en la región por las diferencias entre los políticos de ese entonces que dividieron a los colombianos entre liberales, unos, y los otros, conservadores. Y como a Caín y Abel, los enfrentaron entre sí logrando dividir las tierras del Edén.

Ellos, los otros, en el primer cuarto del siglo XX fueron desplazados desde niños de sus apacibles hogares cuando se apagaba la mecha impregnada de queroseno por la guerra de los Mil días.

Mientras que los primeros, los que dominaban las alturas, nacieron y crecieron con el silencio irrumpido solamente con el canto y el vuelo de las aves no tenían nombres bíblicos, pero si estaban identificados por el sabio Mutis; los segundos tenían apelativos  de santos.

Ellos, los encenillos,  cominos, canelos, robles, anacos y tunos dominaban las alturas y cubrían con su gajos los bosques que aún florecían en cañadas, faldas y lomas.


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Don Ángel María Bareño, 95 años cumplidos. Vive en la Belleza, Santander.
SAM_5335 Don Efraín Piñarte, 90 años, vive actualmente en La Belleza, Santander.

Los otros, Ángel María Y Efraín desde muy niños fueron expulsados de la tierra donde nacieron por la confrontación entre liberales y conservadores, en y después de la guerra de los Mil días. Ángel María Bareño,  quedó huérfano a los seis años y la madrina lo recogió  y entregó al cuido de una familia Escamilla en las lomas de Peña Bonita, hoy tierras de La Belleza. Efraín  Piñarte proviene de la vereda Popoa de Puente Nacional. Ambos, hijos de familia conservadora católica y apostólica. Los dos debieron ganarse el sustento desde niños, cada uno en diferentes veredas. Sin proponérselo, cada uno ahorró de igual manera; ambos fueron peones y jornaleros, y con trabajo pagaron el primer ternero para engordar, pagaron las primeras hectáreas de tierra y pagaron la madera para levantar la casa; además, por oportunidad, cada uno aprendió por separado el oficio del aserrío y una circunstancia los juntó convirtiéndose en una pareja de oficiales aserradores por varias decenas de años.

Cuentan que era el oficio, en el campo, mejor pago y bien visto antes de 1970. Era el oficio que se pactaba con suficiente anticipación, por lo rudo y lo especializado.

Y como en todo, hay un proceso,  y en este caso era riguroso para que la madera no se pique o gorgogee  luego de aserrada.

Recuerdan que los palos había que tumbarlos con anticipación en época de menguante y a la madrugada, y mientras los palos tumbados se ponían sarazos, se armaba el andamio con cuatro vigas e igual numero de parales, mas otra viga para trepar y bajarse. El andamio se armaba en pendiente para facilitar el oficio. A quien tiraba el serrucho desde sobre el andamio, se le llamaba “cabeza”, y quien estaba trabajando debajo del andamio, se le decía “cola”. Ambos debían tener igual fortaleza muscular y armonía al halar el serrucho para dar rendimiento en el oficio.

Ángel María Y Efraín recuerdan con nostalgia ese pasado en el que ellos fueron reconocidos, admirados y solicitados.

Para iniciar cada jornada alistaban y cargaban el hilero y los hilos, el hacha y la plomada, el compas y la lima de afilar, el chuchillo y el machete, la tinta, la ruana y la cobija.

Además de ser mejor pagos, llegaban a empezar semana, mas tarde los lunes; y terminaban semana, horas antes que los demás jornaleros;  tenían preferencia hasta en la comida comparada con los otros obreros. A ellos les servían changua con huevo, chocolate y envueltos al desayuno; recibían hacia las nueve de la mañana, el piquete en el no podía faltar la carne; el almuerzo, ademas de sopa, había seco con principio y un buen guarapo; y en la noche, la cena estaba acompañada de una buena taza de café con leche, arepa y queso.

El oficio del aserrío ejercido por dos rudos campesinos fue remplazado por la motosierra operada por una sola persona que hace en un día lo que los aserradores hacían en una semana, y por ende, el numero de árboles derribado hoy, es mayor a hace 70 años.

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Ángel María y Efraín viven para contar sobre el oficio del aserrío, pero ellos, los mas altos, los mas frondosos, solo viven en los recuerdos de este par de guayacanes cercanos a un siglo de vida.

Los encenillos,  cominos, canelos, robles, anacos y tunos están en la memoria de estos dos colonos, mas no en los libros que usan en las escuelas, ni en la mente de maestros y jóvenes, pues fueron especies maderables finas que fueron extinguidas bajo las muelas  de los serruchos y las hachas, victimas de esa filosofía “El de atrás que arree” que es similar a “ comamos y vivamos que mañana moriremos”. Esta manera de ver la vida ha generado una inconsciencia para no legar a las nuevas generaciones, las maravillas de una naturaleza y un ambiente que solo es posible con una conciencia ambiental.

Esa conciencia ambiental anhelada es la practica de la siguiente afirmación: “Plantaron y comimos. Plantemos para que coman”

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Plantaron y comimos, Plantemos para que coman

-cuento infantil-


El sultán sale una mañana rodeado de su fastuosa corte. A poco de salir se encuentra a un campesino, que planta afanoso una palmera. El sultán se detiene a verlo y le pregunta asombrado:

–¡oh , anciano¡ plantas esa palmera y no sabes quienes comerán su fruto…muchos años necesita para que madure, y si tu vida se acerca a su termino.

El anciano lo mira bondadosamente y luego le contesta:

–¡Oh sultán¡ Plantaron y comimos; plantemos para que coman. El sultán se admira de tan grande generosidad y le entrega cien monedas de plata que el anciano toma haciendo una zalema,  y luego dice:

–'? Has visto, ¡oh rey¡ cuan pronto ha dado fruto la palmera?

Más y mas asombrado el sultán al ver como tiene sabia salida para todo un hombre del campo, le entrega con cariño y desprendimiento otras monedas.

El ingenioso viejo las besa y luego le contesta prontamente:

- ¡oh sultán¡ lo mas extraordinario de todo es que generalmente una palmera solo da fruto una sola vez al año y la mía me ha dado dos veces en menos de una hora.

Maravillado esta el sultán  con esta nueva salida y exclama dirigiéndose a sus acompañantes:

¡Vamos¡…¡vamos pronto¡ si estamos aquí un poco mas de tiempo este buen hombre se quedará con mi bolsa a fuerza de ingenio. 


SEMBRAR AL MENOS UN ARBOL POR CADA AÑO DE VIDA

Negar que el planeta se esta calentando lentamente es negar que las fuentes de agua siguen disminuyendo, es negar que cada vez se necesita mas agua porque hay mas gente y mas ganado, es negar que las ciudades siguen atrayendo a las gentes y los campos están cada vez mas solos.

Si en cada familia, en las aulas escolares se enseña con el ejemplo, el sembrar un árbol y cuidarlo por cada año de vida, las celebraciones de los cumpleaños, sumados construirían sombrillas y colchas verdes con nuevos arboles que serian un atractivo para las aves y demás especies que requiere la naturaleza para regenerarse.

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