Maestra de principio a fin
Contar en versos una historia solo lo hacen los poetas,
contar en versos la historia personal,
solo lo hacen las personas que narran en versos
su trasegar existencial,
sintiendo y viendo las maravillas de la vida
creciendo cada día en sabiduría
para quererse mas y amar a los demás
siendo feliz al respirar y servir a los demás.
Intentaré narrar sin versos
la historia de una mujer que escribe versos.
Intentaré poner mi alma en cada letra
para que el lector
se enamore de los versos.
Intentaré desnudar el alma de la poeta
para que el lector
se enamore de la vida
y en ella encuentre la esencia existencial.
Intentaré contar pasajes de la vida de Chela
en párrafos que muestren su influencia
en la juventud de San Gil, Santander.
En 2008 recibí de manos de la autora, una “Cantiga del agua”, manantial de versos, con una sencilla dedicatoria: “Para Nauro y Familia, con cariño y amistad, estos versos que descubren mi alma….Ojalá que su lectura dé alas a sus sueños, nostalgia e ilusiones…Los abrazo con el corazón”. La dedicatoria estaba firmada con un nombre que esta en los recuerdos de los niños que tuvieron la fortuna de haber estudiado y están estudiando desde el preescolar en el colegio, El Principito, hoy Colegio Santa Cruz de la Nueva Baeza de San Gil.
Chela es el nombre que esta esculpido en el alma de los niños, que ya siendo adultos y profesionales, regresan en ocasiones al colegio, para que ella, la cofundadora del colegio, les lea o les recite los poemas, rondallas y canciones con los cuales los enamoró: del estudio, de la vida, la familia, la ciencia, la paz, la patria, el terruño donde se ha nacido y de vivir el día día para ser felices. Y desde luego, enamorarlos de la poesía. Otros regresan a leer los primeros versos que compusieron aprendiendo a escribir, poemas de los niños que cada año componen; y ella, la maestra de vocación, arma en tomos marcados con el año que le fueron entregados, luego de ser pulidos con el cincel de la rima y el ritmo de la pedagoga que desde niña, por ser la mayor de una familia con 14 hermanos, debió asumir responsabilidades económicas y formativas para ayudar en la faena del hogar junto a su madre, Rosa Delia Sánchez, mientras el padre, el maestro José Antonio Pereira (http://naurotorres.blogspot.com/2017/04/un-maestro-ebrio-de-amor.html) hacia maromas con el tiempo y con varios oficios para traer el pan a la mesa en la que siempre hubo canciones y cuerdas por tocar.
Graciela Pereira Sánchez es su nombre de pila; hija de José Antonio Pereira Arenas, escultor, músico y compositor sangileño, quien la impregnó con la música y la interpretación de la guitarra; y la profesora Judith Luengas del grado cuarto de primaria, la indujo en la poesía al asignarle la tarea de declamar el poema “suave leyenda” que, luego de interpretarla, sintió un extraño impacto de la poesía.
Graciela Pereira de Gómez en la oficina de la rectoría del colegio Santa Cruz de San Gil. (Foto de Nauro Torres. 2017).
En su pubertad y adolescencia cuadernos varios llenó con acrósticos y coplas. En la universidad, en la soledad de una habitación bogotana compuso sus primeros poemas dedicados a su familia, y como sus escritos del bachillerato, se olvidó de ellos por su labor como maestra, pero en el ejercicio de la profesión se dio cuenta del escaso material poético para niños y se dedicó a escribir poemas para sus alumnos, y los alumnos a su vez, poemas para sí.
Su infancia, juventud y enamoramiento, su vida de mujer, maestra, esposa y madre fueron sus fuentes de inspiración en los versos que empezó a plasmar en poemas desde la década del noventa del siglo XX que fueron recopilados en el título # 38 de “Poetas del nuevo milenio” editado por Apidama ediciones, libro con 76 poemas organizados en siete capítulos publicado en abril de 2008 con el título, “Cántiga al Agua”. En 1996 había publicado un poemario que tiene como título: “Amor y ternura…60 maneras de expresarlo”, una selección de poemas de maestros y alumnos del colegio que aún regenta. Pero su acción pedagógica y poética no se limita a la comunidad educativa de su colegio, siembra semillas poéticas en un ámbito mas amplio en el que hace su ofrenda como lo reza este poema:
Ofrenda
Quiero ser
una mujer sabor a luna
fulgor de sol
madura
profunda
Símbolo de promesa
motivo de esperanza
ansiedad guardada
amor que se desborda
mujer hecha canción.
Con sus canciones, sus poemas, su capacidad comunicativa, su liderazgo femenino, su pedagogía siempre a flor de labio en cada palabra, Chela es una colombiana que siente desangrar a su país pero que siembra esperanzas en los corazones de los niños, a quienes anima a aprenderse y recitar el siguiente poema de su cosecha de anhelos, añoranzas, preguntas y propuestas.
Escúchame Colombia
Permite que esta noche
en nombre de los niños yo te hable
y te pregunte y te cuente cosas
que tal vez tu ni te imaginas ni tu sabes.
Desde este mi San Gil que tanto quiero
desde este rinconcito de mi patria,
empezaré a hablarte de tus ríos
ya casi ni se cantan ni te bañan,
pareciera que el tiempo se ha llevado
murmullos de cascadas en sus aguas.
Los árboles que amaban los abuelos
han doblado sus gajos y sus ramas,
ya no pueblan sus copas muchos nidos
ya no hay pájaros mariposas y cigarras.
Las flores ya no se miran en tus campos
hay que ir a las plazas a mercarlas
y ya por tus caminos polvorientos
ya no encontramos campesinas de alpargatas,
pues si las hay, seguro que andan
sin sonrisas sin trenzas y descalzas;
y a que no sabes por qué?
por no hacer ruido;
ellas sienten la muerte que amenaza
escondida detrás de los barrancos
disfrazada de bomba o de metralla.
Los verdes cafetales de otros tiempos
ya sembrados de coca y marihuana
difícilmente pueden convencernos
de que el azúcar sale de la caña
o del pan servido en nuestras mesas
es un producto también de tus entrañas.
se perdió la memoria
camino a tus aldeas
cuando el agua era fresca y cristalina
tomada en tus arroyos y quebradas.
El aire en las campiñas yo no es puro
ya no huele a romero ni a azahares,
ni a trapiches, ni a huertos, ni a jazmines;
y casi el arco iris, ya no sale.
Ya no se oyen bambucos ni guabinas
al compás de las bandolas y guitarras.
Y sin embargo
así te lucho yo patria querida,
con ese traje triste de nostalgia,
de negro por el luto de tus hijos,
de rojo por su sangre derramada.
?Sabes-Colombia- mi paloma virgen?
todos los niños hemos de vestirte
el blanco de la paz no mancillada,
el azul de tus mares y veleros.
Haremos que en tu rostro campesino
se dibujen sonrisas de confianza,
que por tus veredas se ande sin temores
que en las ciudades el progreso marche
y en la orillas de tus ríos crezcan
otra vez pomarrosas, gualandayes.
Y nos vuelva el repique acompasado
de las campanas al caer la tarde
y el sol entre por todas las ventanas
para que siempre en las mañanas cante.
¡No te mueras¡ -Colombia- ¡no desmayes¡
que las huérfanos, las viudas y los niños,
curaremos las heridas de tus males,
te regalaremos nuevos sueños
una feliz comparsa
y un mapa limpio de soñados viajes.
Por favor mi Colombia
no dejes que te acaben;
todos los niños hemos decidido
¡y juro que lo haremos¡
construirte, un mañana mas amable.
Patria querida, mi Colombia linda;
déjame que esta noche,
en nombre de los niños
que viven en los campos y ciudades
con un poema yo te diga un canto,
y con mi corazón, una alabanza
Desde este San Gil que tanto quiero
donde a diario sembramos esperanza.
Como mujer, como poeta, como esposa, Chela Pereira propone un ideal de varón que va sembrando en sus charlas y orientaciones pedagógicas en los niños y jóvenes que pasan por el colegio en el preescolar y el bachillerato.
Savia
El hombre que "yo" admiro
es vital
El hombre que "yo"espero
sabe esperar
El hombre que "yo"sueño
sabe soñar
El hombre que "yo" amo
sabe amar
El hombre que me regocija
es mi único amor
sin tiempo.
El amor en todas sus manifestaciones, un amor henchido de esperanzas, un amor como la fuente del manantial que brota de las montañas es, su inspiración, su desvelo, su propuesta y su canto.
Encuentro
Nuestra cita es el amor
y algo mas
El reloj no se detiene
un cuarto cálido
"ese" cómplice compañero habitual
Y la urgencia de nuestros anhelos
Mi valor,
tu alegría;
mi nostalgia,
mi mirada.
Mis historias,
tu sonrisa;
mi perfume,
Monte blanco;
(Presencia de una mujer intensa)
El cabello lavado
que se riega en mi mejilla
El temor de perderte
en un instante
Y mi certeza:
hoy llamaras ansioso
a nuestra puerta
El amor en todas sus expresiones es, su desvelo, su propuesta y su exaltación; ella enseña que amar es una tarea diaria entre las parejas que hacen y viven en familia; por eso exalta el amor a vivos versos.
Amarte no es fácil
es vivir en volcán
y no quemarse
Es tomar tu amor
y no embriagarse
Es seguir contigo
cuando te has ido
Si amarte no es fácil
perderte sería un morir
Impregnarme
de tu luz alucinante
Ojalá nunca pase
en el canto ni este deseo
de amarte
una y otra vez
Chela, la maestra que nació para ser maestra
creció entre bambucos y poemas
entre hilos de fique y madejas
entre notas musicales y los bocados del cincel
entre muñecas de trapo y tonadas
abrigada por los besos de Rosa Delia
y arrullada por las canciones de José Antonio.
Por ser la mayor en la familia, fue su tarea ser pedagoga, cuidar y orientar a sus hermanos, pues entre ella y la ultima transcurrieron 17 años; además, asumir los oficios de la casa en la que había 15 bocas que alimentar, no hubo ingresos para dar comida a otra boca para ayudar; fue ama de llaves y dama de compañía de sus siete hermanas con quienes estudió en la escuela Normal Departamental de Señoritas de San Gil. Chela debió convertirse en el espejo para las hermanas, y en el apoyo moral, incluso económico para que cada cual lograse estudiar, al menos el bachillerato.
Se hizo normalista en la institución regida por Hermanas de la Presentación, graduándose con honores. Con una referencia rectoral le permitió conseguir un primer trabajo en un colegio privado de la misma comunidad religiosa en la capital colombiana; luego fue vinculada por un colegio de los sacerdotes claretianos , mientras empezó estudios de sociales en la Universidad Nacional.
Graciela Pereira, como cualquier matrona santandereana, es de un solo amor desde el mismo momento que apareció por primera vez en su corazón. Un diciembre de 1966, sus padres le permitieron pasar una semana de vacaciones con una compañera en Villanueva. Gladys Gómez fue esa amiga quien le invitó a la naciente población, por amistad, y en especial, por sus dotes musicales.
Graciela y Gladys arribaron a la población en una chiva de Cotrasangil, un viernes en la tarde. Al aparecer el ocaso coronando la montaña que protege la llanura de la localidad, ya en casa de la amiga, Chela irrumpió el silencio del atardecer con un par de bambucos con notas de su guitarra. Las campanas alzaron vuelo anunciando el primero para la misa de seis, y entre notas folclóricas y campanadas, un joven alto, fornido y apuesto arribó al portón azul.
El muchacho de ojos negros y profundos que brotaban como aljibes de un rostro armonioso, estaba vestido de pantalón negro poblado con manchas de tabaco con formas diferentes. Con sus pasos, le acompañaba un aroma a chicote que expelía una camisa blanca de algodón con mangas largas cuyo conjunto era el uniforme de los chicos que en vacaciones trabajaban bulteando cargas de tabaco descargándolas de los mulares a las bodegas de la empresa Colombiana de Tabaco.
Al joven le fue presentada Chela, por su amiga Gladys. Él, un seminarista, la saludó con respeto y curiosidad. Él se había graduado en el mismo año que ella, pero desde que se conocieron esa tarde en Villanueva, solo se volvieron a encontrar en la Universidad Nacional en la capital colombiana en el primer paro de estudiantes que debieron vivir como provincianos en el claustro del conocimiento. Él, estudiaba filosofía, y ella, psicología, pues no había logrado encontrar la licenciatura en sociales en esa universidad publica.
Para lograr estudiar, Graciela trabajaba como profesora de biología en un Colegio Claretiano; y como maestra normalista, concursó para ingresar al sector oficial en el Distrito. Estando en consulta medica con el galeno Álvaro Gómez Niño (q.e.p.d.), en las vacaciones de mitad de año en San Gil; éste, luego de auscultarla, le felicitó por haber aparecido su nombre en el diario El Tiempo, periódico liberal de amplia circulación Nacional. Ella sorprendida, le preguntó que por qué le felicitaba? y en donde estaba el periódico con esa información?. El medico, como otros de esa época, leían el periódico con regularidad, y ese ejercicio diario incluía los avisos publicitarios, y entre ellos, estaba la lista de maestras que habían pasado el concurso para trabajar en la capital. Graciela se curó de la dolencia que le aquejaba, y solicitó cortésmente al medico, el pedazo del periódico con el cual viajó el domingo a presentarse a primera hora en la Secretaria de Educación de Bogotá.
A primera hora de ese lunes de un mes cualquiera de 1970, la seleccionada, buscó la oficina de personal en la Secretaria de Educación Distrital. Un cortes cachaco le indicó que por el corredor, a mano derecha, al fondo estaba la oficina. Allí acudió presurosa y expectante. Entró, y entre muebles, escaparates y archivadores, observó cuatro señores cuarentones que, sentados alrededor de una mesa de madera redonda color mugre, platicaban y hablaban de vacantes…alumnos…maestros. La provinciana interrumpió y preguntó por la persona encargada de los nombramientos de las maestras en la ciudad. Los señores vestidos de paño negro, eran rectores. Cada uno, por curiosidad masculina le interrogaron y preguntaron de su origen, de sus habilidades pedagógicas y algunos aspectos de la prueba para el concurso. La maestra, entre inocencia y ganas de trabajar, solo atinó a explicar su empeño por la formación de los niños. Los maestros de negro le dieron la oportunidad de escoger escuela. Y ella, se inclinó por la que le ofreció un rector que fue afable con ella. Terminó trabajando en el barrio Molinos a la espalda de la cárcel La Picota. La escuela carecía de pupitres y abundaban los niños hambrientos por estudiar. Por el lugar pasaba todos los días el director del penal, y la joven maestra, una vez informada de quien era el director, lo abordó un día para solicitarle unas canecas con las cuales improvisó pupitres y sillas, que posteriormente un grupo de presos convirtió en bancas escolar
Raúl Gómez Quintero fue el zagal que la conoció una tarde de diciembre en Villanueva, gracias a su hermana Gladys quien la había invitado a pasar unas vacaciones. Raúl inició estudios de filosofía en la Universidad Nacional, labor que hacía en una jornada, animándose a estudiar a la par, derecho en la otra jornada.
El paro universitario, facilitó el encuentro de paisanos estudiantes, quienes compartían tardes y domingos yendo al cine, visitando la biblioteca o departiendo en empanadas bailables en casa de algún compañero de universidad. Fue en esos espacios y oportunidades que Raúl Gómez le propuso amores a Graciela Pereira, convirtiéndose en esposos en 1972, mientras él, estudiaba, y ella, trabajaba y estudiaba. Como maestra ella empezó ganándose $ 2.200.oo; el salario mas alto que un maestro podía tener en ese entonces en Colombia. Raúl se graduó en filosofía en 1972 y ese mismo año fue seleccionado, por concurso, como profesor de la facultad de filosofía de la Universidad de Nariño con un salario de $ 6.000.oo. Por la diferencia salarial, Graciela, ya madre del primogénito, bautizado con el nombre de Delgzar Raúl -en homenaje al nombre de un amigo y como costumbre de todo santandereano de colocar a un hijo en nombre del padre-, abandona su carrera universitaria y el trabajo y viaja a Pasto tras su esposo. En esa capital, Raúl continua estudios de derecho; ella consigue un trabajo como maestra en el Jardin infantil Nacional y empieza estudios de pedagogía en la misma universidad de Pasto.
Siendo de decano de filosofía y profesor de la misma materia en la facultad de derecho, Raúl se gradúa como abogado, desempeñándose como decano de filosofía hasta finales de 1977, regresando con su familia a la capital de Santander como funcionario de la Procuraduría General de la Nación. Ya en el departamento que los vio nacer, visitaban con regularidad a San Gil, lugar en el que nacen los tres siguientes hijos: Vladimir Ilich el honor al primer y máximo dirigente de la URSS en 1922; Istar Jimena en honor a la diosa egipcia del amor, Isis; y Rut Tatiana en honor a la excelente mujer del Antiguo Testamento. Raúl, posteriormente abandona el trabajo público y empieza a litigar con oficinas en Bucaramanga y la Perla de Fonce, radicándose posteriormente en esta ultima en 1979.
Graciela es nombrada maestra en la Normal donde curso los estudios secundarios. Reanuda estudios en ciencias sociales graduándose en la Universidad libre de El Socorro estando embarazada de su segundo hijo. Con dos hijos pequeños, y detectando una carencia en la formación preescolar en San Gil, Graciela Pereira se une con Elsa Beatriz Plata y constituyen el preescolar que se llamó El Principito, en 1980.
Siendo Graciela Pereira, estudiante en la Nacional, fue a la biblioteca de la universidad a solicitar un libro para leer un fin de semana. Ella solicitó el texto de Maquiavelo, titulado “El Príncipe” recomendado por un maestro con la intención que la estudiante recibiese del libro las enseñanzas para ser una buen líder en el campo de la política y adquiriera pautas de comportamiento para liderar grupos humanos; pero el bibliotecario le entregó “El Principito” escrito por le aviador francés Antoine de saint-exupéry, sin que ella hubiese encontrado la diferencia en el volumen y tamaño del texto. La estudiante al leer a “El Principito” encontró un manantial de conocimientos y consejos, sin tiempo y sin lugar, que convierten al niño lector en un buen ser humano, pues lo insta a descubrir el poder del amor y el valor en lo simple de la vida. Su lectura, ratificó su vocación de maestra para dedicarse a la educación y la formación en lo esencial, pues “lo esencial es invisible a los ojos”.
Graciela es el clásico ejemplo de las mujeres que nacieron entre las décadas del cincuenta y ochenta del siglo XX. Las hijas que nacieron en ese periodo en Colombia llegaron con un decálogo de obligaciones y metas. Aprendieron los oficios y artes de las progenitoras; la cocina y los oficios de la casa que aprendieron desde niñas, las convirtió en esposas, novias, amantes y reconocidas amas de casa; habilidades propias de la mujer santandereana en ese entonces, quienes a la postre, tienen la ultima palabra en la familia. Fueron mujeres que se apropiaron del derecho a la igualdad de genero; estudiaron con sacrificio y se convirtieron en profesionales cumpliendo triple jornada: estudiaban, trabajaban, eran amas de casa y además docentes pues transmitieron la axiología que diferencia los miembros de cada familia en la vereda o barrio de Santander.
Escuchar a Raúl Gómez Quintero, un abogado defensor de causas perdidas -de grupos humanos estafados por políticos y negociantes de las necesidades de vivienda de familiar que debieron abandonar el campo por causa de la guerra para vivir en San Gil-, hablar de Chela, su esposa, es oírlo elucubrar su admiración por las diosas del olimpo y por los personajes de la literatura rusa. Resalta el significativo aporte de Graciela Pereira, desde el colegio a la sociedad sangileña, cimentando los valores familiares en los niños de las familias que confiaron a los hijos en la formación axiológica y académica al “Colegio Santa Cruz de la Nueva Baeza” cuyos egresados son el espejo de profesionales santandereanos vinculados a nivel nacional e internacional a empresas reconocidas.
Villa El Parnaso, casa de la familia Gómez Pereira que, con los años será un museo por su arquitectura y el arte pictórico y escultor que adornan la casa construida en y sobre piedra en una de las lomas que circundan la ciudad que posa como un mirador sobre el valle del rio Fonce. Foto de Raúl Gómez Quintero(2017), tomada de internet.
Los egresados del colegio son personas con ética humanista en la que prima el bien común sobre el bien particular; muestran certeza que lo mas brillante de la vida no se compra con dinero, que la acumulación de capital ciega a las personas de la belleza, y el prójimo no se valora por lo que tiene, sino por lo que es; son responsables de lo que cuidan, y tienen como principio conocerse a si mismo para saber hasta donde pueden llegar asumiendo el amor no como un mirarse uno al otro, sino como mirar juntos en una misma dirección.
De los padres de familia que confiaron sus hijos al Colegio de la familia Gómez Pereira, se escucha admiración y respeto. De los docentes que en el colegio brindaron su fuerza laboral y sus habilidades pedagógicas, la recuerdan con reverencia y afecto. Los egresados de la institución educativa solo hablan de agradecimiento, y para los niños de el preescolar, Graciela Pereira es la héroe de carne y hueso, que mientras estudian, a la entrada y salida del colegio se desplazan en fila a saludarle y despedirse en la oficina de la rectoría.
Así como el amor es eterno para Chela Pereira, también lo es la amistad; y su misión como maestra que empezó en el hogar de sus padres siendo muy niña, continuara hasta el fin de sus días, mientras recibe cada amanecer con una oración de agradecimiento, vive el día como si fuese el ultimo y acoge la noche como una plegaria a Dios por la jornada.
Posada Agroturística La Margarita, Puente Nacional. Junio 09 de 2018.
NAURO WALDO TORRES Q.
Esp. Alta Gerencia, UIS. Lic. en Educación y filosofía, USTA
GRACIELA PEREIRA DE GOMEZ
ResponderEliminarMi querido Nauro...un abrazo, mi gratitud y mi amistad por siempre...cuantos recuerdos, cuánta nostalgia, cuánta vida, en su escrito...quedo en deuda con Ud.
Un abrazo.
RAUL GOMEZ QUINTERO
ResponderEliminarOhhh... Nauro.... gracias...muchas gracias por tanto elogio para Chela y la familia.
Atinó por completo en el análisis de la personalidad de Chela como mujer, hija, hermana, esposa madre, educadora y ciudadana emprendedora y querendona de su pueblo.
Para la familia, ella constituye un permanente ejemplo de seriedad, estudio, trabajo, honradez y servicio.
Soy un afortunado al poder compartir con ella la vida adelantada y lo que nos resta.
Gracias de nuevo.
Muy bien por su escritura y el manejo de la palabra .
Felicitaciones.
PROFESORA MARTHA RUIZ SAN GIL
ResponderEliminarGenial la crónica....yo quiero mucho a Chelita.... hemos sido buenas amigas..
CARMENZA POVEDA. BOGOTA
ResponderEliminarYa leí la historia de Graciela Pereira y me identifique con ella en muchos aspecto de mi vida......
Muy interesante y echada pa delante como todas las mujeres de mi época sin interesar la región donde haya nacido fuimos criadas con los mismos estándares de vida y por supuesto muy orgullosas de ser como somos y fuimos educadas.... ¨
Por todo esto pudimos criar a nuestros hijos con valores y buen ejemplo, siendo madres, esposas, hijas etc¨.
Muy valiosas para la sociedad y nuestras familias....
Gracias Nauro por destacar a este personaje de tu natal Santander.
PROFESORA MARIELA ALARCON
ResponderEliminarExcelente Nauro, admiro muchísimo a Chela aprendí muchas cosas de ella. Gran maestra de maestras.👏
GUSTAVO ARDILA BOGOTA
ResponderEliminarInteresante biografía de Graciela y Raúl y, aunque conocía varios de sus pasajes y aconteceres de su unión, hay hechos y vivencias narradas con especial cuidado, que desconocía por completo y que ilustran fielmente la vida de esta apreciada pareja.
Lo felicito.
AMPARO GOMEZ. SAN GIL
ResponderEliminarMuy buenos días, es bueno que haya personas que tengan el don de la palabra, saben escribir lo que muchos deseamos expresar de nuestro entorno, de nuestros seres queridos, amigos de instantes vividos,
felicitaciones y admiración por los poetas.