Entrega (3)
PREVENCIÓN
E INTERVENCIÓN EN LA DINÁMICA DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR.
La amenaza de ejercer violencia y su ejercicio al
interior de la familia son conductas aprendidas y reforzadas por la violencia
en los medios y en la sociedad y por la estructura tradicional de dominación en
la familia. Con frecuencia aquellos que ejercen la violencia
fueron víctimas u observadores de ella en sus familias de origen.
Desde un punto de vista sistémico las complejas
conductas disfuncionales que hay tras la denominada "violencia
intrafamiliar" son manifestaciones de desórdenes o implicaciones
sistémicas que tienen su origen en dos tipos de eventos en la historia familiar
de los perpetradores y de las víctimas:
- Eventos acaecidos en la familia de origen de uno o de ambos miembros de la pareja que han quedado inconclusos. Ellos pueden haber tenido como protagonistas de injusticias, actos de violencia y/o culpabilidad no asumida, a personas de otras generaciones. Sus consecuencias se vienen repitiendo y seguirán repitiéndose a lo largo de muchas generaciones si los hechos acaecidos no son reconocidos y concluidos apropiadamente en el contexto del alma familiar.
- Eventos que han afectado el equilibrio en la relación de pareja o actos graves en los que se ha implicado uno o ambos y no han asumido responsablemente sus consecuencias o sus culpas. En estos casos la violencia intrafamiliar es una manifestación de desórdenes asociados a otras conductas disfuncionales, como por ejemplo el incesto, los celos, el alcoholismo, destinos familiares difíciles tales como la discapacidad de un hijo, la homosexualidad no asumida...
Un nuevo método psicoterapéutico, creado por el
alemán Bert Relingar, nos ha permitido observar estos eventos cargados de altos
niveles de energía afectiva que han sido bloqueados y cómo se expresan a través
de sentimientos o emociones sustitutas que resultan incomprensibles incluso
para quién las manifiesta, y no se pueden resolver sin una mirada al sistema completo
en que se ejercieron.
Así, por ejemplo, si el dolor por actos de
violencia perpetrados contra uno por un ser querido no es reconocido y sentido,
éste nos lleva paradójicamente a la ceguera ante las propias conductas
violentas; por el mismo mecanismo, la negación de una culpa no reconocida de
otros miembros del sistema familiar y que no ha sido compensada apropiadamente,
se expresa a través de actuar un papel de víctima o de victimario de un
descendiente a pesar de que éste no tuvo ninguna responsabilidad en los hechos
negados o silenciados.
En el enfoque ante la
violencia se considera que las causas de esta conducta se hallan en el ámbito
de la historia de los afectados y que su curación depende del reconocimiento de
la necesidad de poner en orden algo en la psiquis o alma de la familia de
origen y/o actual de uno o de ambos integrantes de la pareja.
También es preciso dar herramientas para el manejo
de conflictos a quienes ejercen la violencia, proveer a las víctimas de
habilidades para confrontar en forma apropiada a quienes los hacen objeto de su
violencia y fijar límites y aprender a mantener el delicado equilibrio entre
dar y recibir de lo bueno y lo malo en el intercambio conyugal.
El
trabajo con grupos en que participan miembros de familias, afectadas en
diversos grados por el fenómeno de la violencia intrafamiliar, debe estar libre
de juicios morales o éticos. Es necesario mirar a los individuos, incluidos a los perpetradores de
la violencia, como a niños que obedecen los estándares válidos en su familia de
origen. Si se desviaran de ellos, se sentirían culpables y no
aceptados ya en su familia de origen. Es aún más difícil cuando esos estándares
operan no sólo en la propia familia sino en otras del grupo de referencia de
los concernidos. Entonces la presión por seguir esos estándares es aún mayor.
Con este trasfondo se puede mirar a las familias de las víctimas y los
perpetradores de una manera más relajada y con el ánimo de comprenderlas. Así
ambos pueden tener un lugar en el corazón del terapeuta y del grupo.
También es preciso estar consciente de que la gente
está identificada con perpetradores, entre sus antecesores, que fueron
condenados sin reconocer que estaban implicados sistémicamente. Aquí cabe
realizar ejercicios en que los perpetradores ya fallecidos y sus víctimas
encuentran paz al unirse en un pesar común, lo que facilita la ocurrencia de
cambios significativos en las familias.
Es
posible observar algunos signos en determinadas etapas de nuestra relación de
pareja.
En
el noviazgo
Últimamente son frecuentes las noticias de mujeres
heridas o golpeadas, inclusive muertas, por sus esposos. Las que han buscado ayuda han
reconocido que desde la época de sus noviazgos aparecían detalles que al
pasarlos por alto no les permitieron darse cuenta de lo que vendría después.
Cuando uno se enamora suele ver todo "color de
rosa". La figura de la otra persona aparece ante nuestros ojos como
perfecta. Si le vemos algún pequeño defecto, corremos inmediatamente a
buscar una justificación o lo vemos como un asunto pasajero.
El
excesivo control de nuestros actos
Si él, por ejemplo, llama constantemente al trabajo
o a la casa para saber qué está haciendo ella, se toma como un signo de amor y
de preocupación hacia la mujer amada. Si se enoja porque llegamos 10 minutos
tarde a la cita, lo atribuimos a un exceso de responsabilidad y puntualidad.
Muchas veces no es hasta que se ha establecido el
matrimonio que comenzamos a darnos cuenta quién es realmente la persona que
tenemos al lado y nuestra primera sensación es la de habernos casado con un
extraño al que hay que dar cuenta de todo, cumplir horarios severamente
estrictos y que socava poco a poco nuestra capacidad de decidir y autoestima.
Algunas frases comunes a las que generalmente no
prestamos atención son: ¿a dónde vas?, ¿con quién?, ¿por qué?, ¿vas con esa
ropa tan provocativa?, ¿a qué hora regresas?, ¿lo saben tus padres? ¿Esa amiga
yo la conozco?, ¿dónde vive? Y otras que nos parecen puro interés amatorio pero
que luego se convierten en motivos de gran ansiedad por si casualidad la hora
que dijimos se va a extender o si hubo improvisaciones de último momento que
luego él no va a comprender y les va a otorgar otros significados.
El
afecto para ellos no es compartible
La primera etapa pudiera decirse que transcurre
fundamentalmente en ese tipo de control posesivo. Es importante observar cómo
reaccionan ante el amor que podemos sentir hacia otras personas. A ellos les
molesta en demasía el cariño hacia familiares, amigos e hijos. Los celos de este tipo
prácticamente aparecen en todos los hombres violentos. Es por eso que el
nacimiento de los hijos desemboca muchas veces en episodios violentos. Ellos sienten que ya no
tienen todo el cariño, que el bebé se lleva la mayor parte, que están
desatendidos y por lo general, son incapaces de manejar adecuadamente la
situación.
Desean todo nuestro tiempo, pensamientos y
devociones para estar seguros de nuestro afecto. Por lo general son personas
con baja autoestima que necesitan constantemente una reafirmación de nuestros
sentimientos.
¿Conociste
bien a su familia de origen?
Es muy importante conocer a la familia del futuro
esposo y cómo transcurrió su infancia. Los hombres violentos en su mayoría
proceden de hogares donde eran comunes las discusiones, insultos,
desvalorizaciones, roturas de objetos, golpes, etc. No todas las personas que
tuvieron un hogar así son violentas, pero existen muchas posibilidades de que
repitan el modelo familiar cuando establezcan sus propias familias.
La violencia no siempre tiene que ver con los
golpes. Las descalificaciones, desvalorizaciones e insultos son síntomas que
indican la presencia del fenómeno. Frases comunes son: "Así no se hace
eso", "Déjame a mí que tú no sabes", "Eres muy lenta",
"Cállate, no seas tarada", "¿qué decís?, si de esto tú no sabes",
etc.
Otras formas de violencia tienen que ver con lo
económico. En estos casos, el hombre mantiene el control del dinero, supervisa
en qué cosa se gastó algo por mínimo que sea y la mujer tiene que pedir, a
veces, hasta para compras muy pequeñas, como leche, bizcochos, etc.
Cualquier tipo de manifestación de violencia puede
convertirse en otra.
A medida que avanza la relación, de los insultos se puede
pasar a romper objetos, de eso a los golpes y si no hay una detención del
problema se puede llegar hasta la muerte.