LOS HIJOS EXITOSOS
CRECIERON CON PADRES POCO COMPLACIENTES.
La carencia por aprender, por estudiar, por
curiosear y por gozar de una imagen positiva de sí mismo aflora cada vez más entre niños y jóvenes.
Ya forma parte de la rutina ver a varones estudiantes
con la camisa por fuera con el pantalón sin aplanchar, los zapatos sin embolar,
y sin peinarse. Y de las niñas, igual. Convierten los uniformes en minifaldas
arrugadas que usan sin pudor y hasta con cremalleras abiertas. Y ambos, el
peinarse ya no es la moda.
Y además, el llegar tarde al colegio es el
hábito. El celular remplazó el lápiz, los audífonos remplazaron los cuadernos,
y el poner atención en clase es de dinosaurios.
Como docente uno se pregunta que ha originado
estas actitudes en los niños y jóvenes de hoy? Y la respuesta es evidente. Está en el hogar y
quienes lo conforman.
El tiempo determinante de formación de una
persona está entre uno y siete años, sin descuidar el acompañamiento hasta los
diecisiete.
Los padres que complacen en todo a los hijos,
los convierten en inútiles. La madre que todo lo da sin exigir nada a cambio de
sus hijos, los convierten en personas sin proyecto de vida. Los padres que no
exigen a sus hijos a compensar con trabajos o con resultados académicos, los
esfuerzos realizados por ellos, los convierten en atenidos e incapaces de
valerse por sí mismos.
Los padres que dicen mentiras a sus hijos o
delante de ellos, los hacen mentirosos desde niños. Los padres que no están
pendientes de los aprendizajes de sus hijos, ni de las tareas, los convierten
en mediocres estudiantes.
Los padres que no dedican tiempo a corroborar
lo que dicen o hacen sus hijos, se tornan en victimas de sus hijos y agresores
de docentes, a quienes les echan la culpa de los descalabros académicos de los
niños jóvenes.
CONSEJOS A
LOS PADRES DE HOY.
1. No todo lo que pidan los hijos, hay que dárselo. Aprenda a
decir NO. Si es complaciente con ellos, crea un mundo ajeno para ellos, y en la
vida posterior se van a estrellar con el mundo real.
2.
No regalen nada
a los hijos. Permitan que todo se lo ganen. Los obsequios deben ser
compensaciones a esfuerzos alcanzados. Tenga en cuenta que los objetos sirvan
para desarrollar el pensamiento, el razonamiento y la motricidad.
3.
No digan
mentiras a los niños ni delante de ellos. Si lo hacen, los convierten en mentirosos.
4.
Facilite que
desde niños duerman solos e independientes. Así nos los incitan a
experimentar sexualmente muy jóvenes.
5.
Enseñe a los
hijos desde niños a ser solidarios y sociables. Así no verán
a los demás niños como sus enemigos o sus contrincantes.
6.
Deje que los
hijos ordenen los aposentos y hagan aseo de sus habitaciones. Enseñe a
los hijos a recoger y lavar la loza después de comer. Los hará autónomos y
libres para cuando se vayan de casa.
7.
No permita
que sus hijos pasen muchas horas en la TV o el
computador. Si lo permite tendrá hijos nerviosos, inconstantes, inquietos y
tendrán pesadillas al dormir.
8.
Haga que
desde los cuatro años su hijo lea un libro diariamente. Primero él
solo, luego léaselo antes de dormirse. Convertirá a sus hijos en lectores
activos y en personas hambrientas por el conocimiento.
9.
Haga obsequios a los hijos
de juguetes que desarrollen la motricidad, potencien el pensamiento lógico,
faciliten el razonamiento y los induzca por la ciencia y las matemáticas.
10.
Enseñe a sus
hijos a trabajar. Inicialmente con los
oficios de la casa, luego en cualquier establecimiento de comercio. Y remunerarlos por lo que hacen. Así aprenderán el costo del dinero.
Cecilia Rodríguez, columnista del diario El
Tiempo, escribió a finales de agosto/13 un artículo titulado “La generación de
los adulescentes”. De él, tomé los siguientes apartes.
“Nuestros hijos viven en un gran valle de derechos
adquiridos que nosotros los padres hemos regado, jardineado y pagado jardineros
para mantenerlo”, escribió la autora del libro Cojeando hacia la edad adulta.
Uno de los estudios más interesantes muestra cómo
los padres en diferentes culturas entrenan a los más jóvenes para asumir
responsabilidades cuando sean adultos. Fue escrito por dos antropólogas, una
que trabaja con una comunidad de indígenas matsigenkas de la Amazonia peruana y
la otra, con familias de clase media de un suburbio de ciudad.
Los niños matsigenkas son incentivados desde muy
temprano a ser útiles y ayudar en las labores comunes. Desde los 3 años
aprenden a cortar leña y pasto, a los 7 los varones acompañan a los adultos en
largas excursiones de caza y pesca y las niñas aprenden a cocinar, a tejer, a
recolectar. Cuando llegan a la pubertad tienen los conocimientos necesarios
para sobrevivir.
Esas habilidades fomentan autonomía, lo cual anima a
adquirir más habilidades, en un círculo virtuoso que continúa hasta la edad
adulta.
La otra antropóloga describe un círculo muy
diferente. Se les pide tan poco a los niños en casa que cuando llegan a la
adolescencia no saben cómo utilizar la mayoría de los numerosos
electrodomésticos que hacen parte de sus vidas. Su incompetencia provoca la
exasperación de los padres, quienes prefieren hacer las cosas ellos mismos para
evitar conflictos, lo cual les deja más tiempo a los hijos para pasar frente a
pantallas y videojuegos.
Nadie sabe cuándo, durante el proceso de evolución humana, se empezó a desacelerar el desarrollo juvenil. Inclusive, en la historia moderna cuanto más atrás se mire, más temprano los hijos tenían que crecer. En la Europa medieval los niños de los trabajadores tenían que empezar a trabajar a los 7 años, como todavía deben hacerlo los hijos de los campesinos del resto del mundo.
No nos
quejemos de nuestros hijos. Ellos son lo que nosotros hicimos de ellos. Los
hijos son la creación de los padres. Son la cosecha de la siembra.