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jueves, 11 de febrero de 2016

El templo Angkor Wat y el lago Tonlé dos caras de Camboya

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Hay cosas en la vida que uno desea que sucedan, y suceden algunas veces por aquello que las cosas suceden porque sí. Pero hay cosas en la vida que uno no desea ni imagina que sucedan, y suceden por las circunstancias o porque uno con acciones anteriores, se ha hecho merecedor y entonces, suceden porque si.


Viajar ha sido para mí un placer desde niño, tal vez por ser el mayor de la manada quien tenía que acompañar a mi  padre en sus jornadas extenuantes en el campo, ya guiando la yunta de bueyes en el abrecho, ya tras un novillo con un rejo, o tras las mulas cargadas con zurrones  por dos días de camino para llevar la miel a los reinosos que vivían del cultivo de la papa, las ibias, la arveja y el maíz blandito; ya como un apéndice  de la carga compuesta de habios y bebidas de los peregrinos o fiesteros que se juntaban en la vereda para cumplir las promesas a los santos patronos o simplemente para ir a parrandear mezclando el culto con la fracachela.

Siendo joven el placer se acrecentó alimentado por la costumbre en el seminario, de llevar a los muchachos reclutados para el fin sacerdotal, a las fincas de recreo que la comunidad religiosa salesiana tenía en tierras cálidas cultivadas de frutales que aislaban la posada como si se estuviese en una selva poblada de aves.

Ya en el ejercicio de ganarse el pan con el sudor de la frente, como me recordaba mi padre, en cada ocasión que no corría presuroso a ejecutar los menesteres del obrero gratis de la familia, estando en la capital, no había fin de semana que no saliese caminando o en buseta colgado cual uva en racimo, a algún parque, teatro, plaza de mercado o monumento a los héroes de la independencia.

Pero trabajar y vivir con un salario mínimo en la capital, desde ese entonces, es un asunto de ingenio para mamarle gallo al hambre y darle gusto a la vista y gasto a la zuela de los zapatos.  Pero el hambre se acumula como se acumulan las deudas, y como decía mi padre, “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”; debí abandonar la ciudad recordando a mi madre que siempre decía, cuando alguien llegaba a la tienda La Esperanza a comprar algo: … “siga, llegó  a buena hora, donde come uno comen tres y donde comemos seis, comen siete”, y la comida se multiplicaba en tantos platos como personas hubiese en ese momento en la casa. Por esa deliciosa razón regresé a casa, para calmar el hambre, cambiar los zapatos por los alpargates y el lápiz rojo y los originales por un rejo, un azadón o simplemente mis brazos para coger café o sembrar las legumbres para reponer las energías que a diario se nos van.

Pero el cambio de los libros por el azadón y el pasar las paginas leyendo en mi trabajo como corrector de estilo en la empresa Italgraf de propiedad de Los Gomez Hurtado con sangre presidencial en Colombia en donde el poder político se hereda, por coger café con ambas manos, fue un cambio brusco que solo lo noté cuando retomé esos oficios, luego de estudiar y trabajar por primera vez como obrero de las artes gráficas, oficio que había aprendido muy bien con la comunidad salesiana de Colombia en el Instituto San Jose de Mosquera, Cundinamarca.



“Al bobo se le aparece la Virgen” decía mi padre para justificar la no aceptación que a todos nos va diferente en el camino de la vida. En  la década del setenta, y aun sucede en numerosos pueblos de Colombia, conseguir un empleo, sin saber hacer mucho, es con referencias políticas. Mi padre fue un servidor a carta cabal de la comunidad veredal donde nací. Ya en el arreglo de los caminos, en el transporte de los materiales para el templo, la escuela o el acueducto. Ya siendo vocero y líder de las pastoral parroquial, y desde luego, seguidor de los gamonales políticos del partido en el que siempre militó. Uno de esos representantes a la asamblea del departamento, postuló mi nombre para el magisterio santandereano, siendo nombrado, un agosto en reemplazo de una joven y bella profesora que ya llevaba varios meses ejerciendo como maestra en la vereda donde nació.

Y terminé en un pueblo escondido en la cordillera oriental  fundado por colonos en la época de la masacre de las bananeras que bautizaron con el adjetivo que todo enamorado le pone a la ama que esta conquistando el corazón,  en donde ejercí por tres años, lapso que aproveché para conocer las veredas y sus habitantes junto con sus costumbres y apreciar las bellezas de esa Belleza que en ese entonces era corregimiento de Jesús María, y hoy es, un prospero municipio rico en  minerales y dotado por naturaleza de fértiles tierras bien bautizadas por ello por el único escritor que a la fecha ha dejado en libros poco conocidos, la historia de esta población distante de Puente Nacional unos setenta kilómetros que hoy se transitan en dos horas, y que en ese entonces se hacían entre seis y ocho horas a vuelta de rueda por una vía construida a pico y pala por los mismos colonos para buscar salida y contacto con las poblaciones cuyos habitantes profesaban en mismo color político.


La vida es una permanente transacción. De niño, por un dulce uno hace lo que le manden. Por hambre uno come lo que se le presente. Por amor uno abandona a los padres. Por los hijos uno se abandona así mismo. Trabaja por dinero y el dinero se esfuma en gastos para curar las enfermedades que adquirió en el trabajo.


Presionado dejé el magisterio departamental, y por oportunidad, me convertí en un docente nacional, en ese entonces, mejor remunerado; circunstancia que cambio con los años, convirtiéndose los  maestros nombrados directamente por el Ministerio de Educación Nacional de Colombia en los únicos que no tenían acceso a la pensión a los cincuenta años y a morirse con dos pensiones para la viuda como si sucedió hasta hace una década con los maestros nacionalizados y municipales.


Por asuntos del grupo humano en donde laboré, y por aquello del liderazgo aprendido de mi padre  y por el oficio que aprendí en el seminario y el gusto por los libros, terminé en comisión oficial trabajando en un proyecto de comunicaciones para la Diócesis de Socorro y San Gil en donde  di la vida y el sombrero por hacer empresa, inicialmente en medios escritos, y luego en medios impresos, institución que facilitó oportunidades de conocer y compartir otras experiencias en otras latitudes donde se fomentó el gusto por viajar.


Camboya país donde la pobreza y los estragos de la guerra se viven labrando la tierra y olvidando el odio.



Luego de conocer  fugazmente a Vietnam ( http://naurotorres.blogspot.com.co/2016/01/hanoi-la-capital-con-1006-anos-de.html  ) y Thailandia (http://naurotorres.blogspot.com.co/2016/01/bangkok-un-coctel-de-sorpresas-y.html), viajamos a Camboya para mirar los estragos de la guerra civil ocurrida entre 1967 y 1975 y conocer El centro arquelogico Angkor Wat y el lago Tonlé Sap, en mi opinión,  dos caras de Campuchea, hoy Camboya, ese país con mas minas quiebrapatas por persona en  sus campos sembradas por una guerrilla convencida que las ciudades había que despoblarlas para retornar al campo a vivir laborandolo teniendo el penoso premio del país con mas mutilados por estos artefactos de inhumana guerra, pues uno de cada 234 habitantes es víctima de esta letal arma hechiza pero voraz. Un país cuyos habitantes, unos viven en el olvido y en la pobreza y otros se enriquecen rápidamente usando la corrupción y la explotación sexual, ambos efectos de la guerra suscitada por los americanos contra los vietnamitas  y contra los neutrales camboyanos en ese conflicto entre comunistas y los capitalistas del norte.


Camboya, como Vietnam y Tailanadia fueron poblados inicialmente por emigraciones de chinos, malasios e indios, así se infiere de huesos encontrados de épocas 1.500 años antes de Cristo que reflejan gran similitud con los actuales Khmeres.


Podría inferirse que la historia empieza en el siglo I de la presente era con el reino Funan, conocido como el primero estructurado y organizado políticamente que si instauró en Camboya con influencia en toda la región que hoy forma Vietnam, Tailandia y parte de Birmania, Laos y Malasia.  Así se infiere al contemplar el mayor y mas extenso complejo arqueológico de templos y construcciones civiles descubierto hasta hoy, el templo de Angkor del cual mostraré en fotografías nuestra contemplación en nuestra breve visita a esta maravilla del mundo antiguo que como otras tantas civilizaciones e imperios brillaron y se extinguieron por razones humanas  o ambientales.


El terror en el poder que produjo mas tres millones de muertos y otros tantos desplazados.


Los 3 años, 8 meses y 20 días que los Jemeres Rojos estuvieron en el poder fueron, sin duda, el capítulo más oscuro de la historia de Camboya. Los guerrilleros liderados por Pol Pot (aunque ellos no lo supieran) tomaron la capital Phnom Penh. El régimen se basaba en una ideología comunista radical de corte maoísta. Se instauró una sociedad agraria que trabajaba sobre una tierra colectiva. Se vaciaron las ciudades, se abolió el dinero y no había derecho a la propiedad privada. Se colectivizaron todas las actividades humanas, desde la comida (nadie tenía derecho a cocinar para sí mismo) a los matrimonios, que eran arreglados (a menudo simplemente se establecían dos filas de hombres y mujeres y cada uno se casaba con quien estuviera a su lado). Las personas con educación “burguesa” eran asesinadas y los vestigios de religión, literatura, artes y manifestaciones de cultura, fueron borrados con odio y sangre y los que siempre habían trabajado en el campo tuvieron mejores condiciones de vida, pues en los analfabetos, los campesinos y los niños se basó el régimen. Fue en este lapso en que con sangre se escribió la historia recién pasada de este país que sigue luchando por escribir etapas mas humanas de su historia reciente.


Angkor, la ciudad perdida del antiguo reino de Camboya


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Este centro arqueológico de templos construidos entre los siglos IX y XV   por el imperio khmer es mas majestuoso que el templo erigido por Salomón, mas armónico que los construidos por los griegos, mas simbólico que los construidos por los romanos y mas extenso que los construidos por los católicos hasta hoy.


Angkor es el museo a cielo abierto tallado y levantado en piedra del arte camboyano que se erige augusto en esta parte de Asia, que según las ultimas investigaciones abarcó influencias en unos 3.000 kilómetros cuadrados , hoy  rodeado por la selva tropical en este país poblado por  seres humanos trabajadores, sencillos, humildes, respetuosos, creyentes, amables y con sonrisas eternas que han superado el dolor y las secuelas de la guerra, cuyos lisiados no inspiran caridad sino admiración por su música, sus cantos, sus artesanías y su paciencia para ganarse el sustento diario y ser espejo de la crueldad de la guerra suscitada por colosos del mundo que usan las armas que fabrican para dominar y empobrecer mas a los países con la deuda y los intereses que se vieron avocados a tomar y pagar para intentar otra vez ser libres autodeterminarse.


Angkor es hoy el símbolo de Camboya. Esta en su bandera, y en 1992 fue declarado patrimonio de la humanidad. Su construcción inicial tuvo un tinte hinduista y posteriormente, según la religión del rey de turno, fue aromatizado y adoptado con las creencias budistas encontrándose dentro del complejo de templos manifestaciones claras y mezcladas de estas dos creencias religiosas, sin que la una destruyese a la otra como si hubiesen tenido la intención que en asuntos de religión, las búsqueda de la trascendencia y desarrollo del ser, tiene diversos caminos pero todos conducen al mismo infinito.


Los primeros europeos en encontrar y contar en libros la inusitada  majestuosidad de esta prueba colosal de un imperio que debió abandonar la ciudad con mas de un millón y medio de habitantes, tal vez por el asedio de los malasios, por un cambio climático, por una hambruna o por alguna otra razón aun sin verificarse,  fueron misioneros españoles y portugueses en 1586. Años después varios misioneros fueron sacrificados en la actual capital y desde entonces los europeos se olvidaron de esta joya mas preocupados por la expansión colonial, comercial y religiosa que por la historia de las tierras conquistadas. Transcurría el 1850 cuando un monje francés visita el complejo y  sus impresiones las deja plasmadas en el libro : Viaje a Indochina 1848–1856, los Annam y Camboya.

Camboya fue colonia francesa y desde entonces han mostrado interés en restaurar esta colosal construcción invadida inicialmente por la selva, y lo vienen haciendo con cuidado y con técnica, ya sea restableciendo, cambiando con similares a las piezas originales y proyectando la originalidad que en algunos años será un referente mundial para quienes osan viajar y conocer lo desconocido.


Conocer y viajar por Camboya se hace con poca maleta y pocos euros. Estando en la capital decidimos visitar primero el centro arqueológico Angkor y luego conocer otros atractivos de la urbe de Phnom Penh.


Viajamos en comidas busetas y luego de una hora nos encontramos bajo  arboles milenarios con vías carreteables bajo sus sombrillas y lagos naturales, unos, y otros construidos por el hombre junto con vastos canales hasta el lugar de acceso a la maravilla de la humanidad. Luego de la correspondiente fotografía y la imposición del identificador personal y luego de avanzar con calma y a pie extasiados por la novedad y la majestuosidad, fuimos rodeados por niños menores de quince años que ofrecían souvenires y artesanías, luego de un saludo camboyano para entrar en conversación y detectar ellos, la lengua de los visitantes, y desde ese momento, ofrecer no solo los detalles, sino el acompañamiento por todo el complejo religioso en la lengua del turista.



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En esta maqueta podrá el lector valorar la majestuosidad de Angkor. Si bien no esta cerca al complejo, la encontramos en un lugar en la capital construida sobre el piso bajo otros arboles tan grandes como nuestra sorpresa.

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El complejo, en buena parte del perímetro, esta rodeado de agua y se accede por muro de piedra tan viejo como el mismo centro y tan bello el panorama que pareciese que en vez de entrar a contemplar una obra humana, fuese a apreciar una edificación levantada por  dioses.
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La construcción levantada en piedra, cuyas canteras estaban distantes varios kilómetros fue por muchos siglos conquistada por la vegetación y vestigios de ella, rodea el templo que aun mantiene en buena parte de él, el color de la intemperie mezclado con el abandono y la armonía puesta por el hombre por varios centenares de años, piedra sobre piedra, como una prueba petrificada de la grandeza de una época antigua que muchos desconocemos, incluso despreciamos con ignorancia.

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ACCESOS
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Ante las maravillas de la naturaleza y de las obras del hombre, son numerosos los hombres de tantas latitudes que visitan lugares recónditos para extasiarse ante ellas, sin importar el clima y la espera, pues muchos, como yo, solo volverán a esos lugares con los recuerdos.
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Informados menos de los diseñadores y constructores de esta maravilla de la humanidad, pero la ciencia lo dará a conocer en años por venir; Sin embargo, hubo algún Miguel Ángel, o varios, que con sus manos y herramientas de la época dejaron tallados en un gigante mural, escenas que recrean cada época en que se fueron construyendo y ampliando estas piezas talladas en piedra en las que me llamó la atención el transporte de la piedra en elefantes y pasajes de guerra usándolos como caballos.


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En el complejo de templos construidos con piedra armoniosamente talladas por varios dignatarios se aprecia las creencias que profesaron y difundieron desde el gobierno. La imagen del maestro Buda se aprecia en cada torre de las tantas que se levantan como hasta en el templo principal y primero que por los siglos expuestos al sol y al agua están cubiertas con las huellas del tiempo representadas en musgo con el color gris oscuro de los años.
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Pero si el paso de los años se percibe en los hongos del tiempo que cubren las piedras equilibradas en el espacio, las tallas en cada pieza permiten a quienes ven mas allá de los ojos, contemplar la espiritualidad que los diseñadores y artistas anhelaron expresar al detallar la figura de sus divinidades.

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En Angkor se respira paz, se siente a flor de piel lo que realmente somos, la esencia de las esencias. Allí el pasado y los recuerdos se esfuman con la respiración para dar espacio a la contemplación y al éxtasis, a la admiración y al reconocimiento que en pocas antiguas hubo seres humanos inteligentes que dejaron sus expresiones en el material que soporta la lava, los terremotos, las inundaciones y las carga de los siglos: las piedras, con las cuales, ademas del culto budista e hinduismo, con ellas levantaron espacios para la lectura para los archivos de los recuerdos y para recordar a los seres venideros que de barro somos y en barro nos convertiremos, pero el espíritu de quienes soñaron y levantaron este gigante a la contemplación, invaden a los visitantes que se abandonen a si mismo para entregarse a la sorpresa, a la silencio, a la meditación y dar riendas sueltas a la imaginación.



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A diferencia de otras civilizaciones que se impusieron destruyendo los credos y símbolos de sus creencias, en Angkor se palpa que por los siglos que se fue construyendo el complejo, lo anterior se mantenía y lo por construirse era una expansión de los existente levantado en honor de quienes en cada momento iluminaban a los gobernantes de cada época en que se fue construyendo esta maravilla, que como otras en diferentes partes del mundo donde hubo civilizaciones avanzadas, fueron abandonadas, muy posiblemente por cambios climáticos o por las nuevas rutas del comercio o por los intereses políticos y económicos de los gobernantes.
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Camboyanos y franceses, desde hace algunas décadas, están empeñados en reconstruir y conservar cada pieza luego de investigar su originalidad, pero a la vez han dejado como una pintura en volumen, la historia del tiempo expresada en los gigantes arboles que abrazan partes de las construcciones como si quisiesen transmitir que nada pasa porque si, y si bien, Camboya es hoy vista como un país en desarrollo, fue poblado originalmente por   hombres que vinieron de India, China y Birmania que confesaban y practicaban un credo, y que los credos pueden convivir con armonía así como lo inerte sirve de soporte a un ser viviente.
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Cuentan los guias y se lee en los identificadores de las salas que los monjes budistas posiblemente nunca abandonaron el complejo, sin embargo fueron respetuosos con quienes asumieron el hinduismo como la religión oficial y en el extenso lugar se encuentran templos a sus divinidades como se puede apreciar en las siguientes fotografías.

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Los espejos de la guerra.


En diversos escenarios, tanto en Vietnam como en Camboya, se encuentran grupos musicales de lisiados por la guerra que desde la música autóctona le cantan a la  vida sin remordimientos y odios, pero en sus caras y en sus cuerpos están las huellas de las confrontaciones ideologicas de quienes defendían el comunismo o el capitalismo, ambos sistemas en franca decadencia.
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En la capital camboyana y con mas veras en las otras poblaciones abundan los criaderos de diversos animales. Visitamos un criadero de cocodrilos en un espacio de una piscina familiar de ellos usan la carne, muy apetecida entre los nativos y el cuero con el que elaboran fina marroquinería, es especial bolsos para damas, botas y correas para los señores.


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Los Poblados flotantes en el Lago Tonlé Sap.

 

Todos los lugares tienen sus encantos, pero hay unos que son mas premiados con la belleza y la riqueza natural, así florezca en ellos, la pobreza de quienes la poblan.

 

El lago Tonlé sap Forma parte del mayor ecosistema hídrico del sudeste asiático y es objeto de protección como biósfera, declarado como tal por la Unesco en 1997. El lago está alimentado por numerosos cauces procedentes de todas las latitudes, que son, a su vez, un importante medio de transporte en la región central del país. Por otra parte, el lago es tributario del río Sap que fluye hacia el suroriente y que en Nom Pen se une al Mekong formando el río Basac. Es además vital para la economía regional por su riqueza en pesca y la fertilidad de sus riberas para el cultivo del arroz. El lago está asociado además al complejo arqueológico de Angkor Wat, el cual se extiende en su área noroccidental, cerca de la Ciudad de Siem Riep

 

 

En la época de verano es un pequeño lago de 2.590 kilómetros cuadrados con una profundidad de dos metros, pero en la época de lluvias de junio a diciembre, esta riqueza hidrica se hincha hasta los los 24.605 kilómetros cuadrados conviertiendose, como el Nilo en Egipto, en fuente de fertilización natural para los cultivos de arroz en su riveras y desarrollo natural de la pesca.

 

Tanto en verano como en invierno el lago goza de una pintoresca polución de palafitos o casas flotantes pobladas por Vietnamitas que huyeron de ese país a finales del siglo pasado en plena guerra contra los E. U.  Son varios los poblados que flotan en el lago, y ellos, están conformados por casas de madera pintorreadas y decoradas según las creencias religiosas que se aprecian como postales vivas que flotan con familias que usan las plantas eléctricas como fuente de energía, el agua para el consumo y el cultivo de peces, las canecas metálicas como pilotes de las viviendas, la madera para los paredes y zancos, las hamacas para descansar y las lanchas y botes como medios de transporte y recurso para ejercer el comercio flotante.



Panorámica de palafitos de uno d los tantos pueblos flotantes.


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Vista del puerto a donde llegamos y partimos para el periplo por el lago ya en lanchas o barcos adoptados para el servicio turístico, cuyos viajeros, como nosotros, prefieren contemplar las bellezas que no ven los ojos, pero que están ahí para encontrar en ellas las maravillas de la naturaleza y las acciones de quienes allí habitan.
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Las personas de la barca, no son asaltantes. Son valientes camboyanas guerreras en el trabajo que cuidan sus cuerpos de los rayos del sol y sus pulmones de las partículas sucias que están en el aire. Y en la fotografía inferior se puede apreciar un templo catolico flotante.

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Los niños crecen sobre el agua y se movilizan hasta en platones por el inmenso lago. Navegan para hacer mandados o para abordar a las lanchas con turistas y mostrar sus habilidades, sus mascotas y para solicitar como contraprestación, uno o dos dolares, suma que es mayor al ingreso diario de un obrero razo en el campo.
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Las lanchas y barcos repletos de grupos de turistas europeos y americanos, en el transcurso del recorrido, estacionan en tiendas flotantes, en restaurantes, en cultivos de peces y otras especies. Los turistas compensan la contemplación, ya sea comprando algún recuerdo o dejando un dolar por la atención brindada.
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Pero hay pobres entre los pobres. Y en las riveras del lago viven los mas pobres de los habitantes del lago. Solo al comparar las viviendas, el observador pueden establecer los niveles de pobreza, pero si uno compara con las favelas de Sao Pablo y las casuchas de algunos cerros de la capital colombiana, no encuentra diferencias guardadas las proporciones, pero lo que si hace la  diferencia es que los hijos de los vietnamitas y camboyanos que viven en y del lago, son mas felices y mas recursivos que los hijos de los hacinamientos de las grandes urbes. Sustento esta afirmación luego de contemplar por varios minutos a un par de niñas que navegaron a la par que la lancha en la que paseábamos, montadas en platones de aluminio usando como remos los delgados brazos y un palo, como merienda huevos empollados, como bebida el agua del mismo lago y como juguete, el paisaje y objetos elaborados por ellas mismas con bambú y como mascotas, culebras.

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En los rostros de los niños y en las caras de los ancianos, en las facciones de las mujeres, en las viviendas de las familias y en las comidas podemos encontrar el grado de felicidad de las personas.



Luego de visitar algunos lugares en Tailandia, Vietnam y Camboya y ver y admirar como viven sus habitantes, infiere que llegamos a la vida sin nada, y sin nada la vida nos abandona.



Mientras en las escuelas y colegios, y mas en las universidades se insiste que el modelo a seguir es alcanzar el exito acumulando dinero,  bienes materiales y pergaminos, y quien no lo alcance se siente marginado y la depresión y la envidia se convierten en el pan de cada día, los habitantes sencillos que pueblan las regiones en donde el hinduismo y el budismo y otras creencias de estas partes de Asia, viven felices con el dia a dia, pues es lo unico que se tiene, y mientras se tenga, todo es ganancia.

Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

      ¡ Buenas noches paisano¡ ¿Dónde se topa? “ En el primer puente de noviembre estaremos con Paul en Providencia. Iré a celebrar la...