TOBÍAS EL TEJEDOR Y PASTOR
Las quebradas Jarantivá y Agua blanca que irrigan las
tierras de las veredas de la cabecera municipal de Puente Nacional, en
Santander, Colombia eran los límites de
las tierras que sus mayores dejaron a su cuidado. Y en ellas, los rebaños de
ovejas y ganados pastaban entre huertas de yuca, plátano y cultivos de caña de
azúcar.
Cuidaba con esmero los campos y los payos que adornaban los
potreros semiplanos y quebrados divididos entre sí con vallados o profundas
zanjas que se usaban como linderos naturales, así como las cercas en piedra
natural que aprendió de su padre a mover con bueyes y a colocar una sobre otra
en total armonía que aun dan la sensación de haber sido construidas por hombres
musculosos y altos.
Los payos producían payas y los champos, champas, frutos
nativos con aroma y dulce que fueron apetecidos por los niños y jóvenes de
entonces, y que hoy, solo consumen las aves que abundan en las cosechas
anuales. Solo de los payos se aprovechaba sus payas y la sombra y el follaje
porque sus tallos no eran útiles para cercas ni como energía para los fogones.
Para nuestros antepasados los nombres de las personas eran
colocados por alguna motivación de origen religioso o por ciertas características. Mi personaje de hoy es
Tobías cuyo nombre en hebreo significa “quien le debe la vida a Dios”; persona
independiente, sociable y reflexiva, recordado por ser buen amigo con una
energía positiva que contagiaba a otros pues fue capaz de hacer varias
actividades a la vez con las cuales acumuló un capital. Era emotivo, amable,
condescendiente, suave, cordial y sagaz gustándole la lisonja y el
reconocimiento. Fue un hombre eminentemente práctico, y aunque vivió cerca de
cuarenta años dejó una estirpe prolífica a la cual rindo homenaje con este
escrito.
En la fotografía, de izquierda a derecha, el señor Darío González
Pacheco, el último hijo quien tenía dos años cuando murió Tobías en 1926,
miembro de la estirpe González en la segunda generación, y quien gracias a él,
en sus noventa años, fue posible reconstruir este pedazo historia familiar; y
al centro, el primero de la tercera generación, el ingeniero Cristian I. Torres
González, posando con sus abuelos maternos. Al lado derecho, la señora Helena
Gamba de González, quien siguiendo el ejemplo de la suegra, también tuvo diez
hijos. Los tres en registro tomado el 24
de diciembre de 2011 en Bucaramanga.
Tobías fue conocido en veredas de la comarca santandereana y
pueblos del reino. Las familias santandereanas provenían de Jesús María y Puente Nacional y las familias del reino provenían de los municipios
boyacenses que fueron cristianizados por las comunidades dominicas y
franciscanos y que rendía culto a la Virgen de Chiquinquirá, los primeros, y la
Virgen de la Candelaria, los segundos.
Tobías fue un tejedor de lana con la que confeccionaba
cobijas y ruanas. La lana la obtenía de sus rebaños que el mismo esquilaba,
pero el tratamiento de esa mataría prima se la hacían en las tierras cálidas de
Puente Nacional en donde abundaban las plantas de las que obtenían los variados
tintes que coloreaban las cobijas a cuadros, pues las ruanas blancas, negras o
moras eran tejidas con lana del mismo color natural.
Tobías González Moncada provenía de la vereda Peñitas,
municipio de Puente Nacional. Se casó de 40 años con una joven y esbelta, delgada y alta mujer llamada Margarita quien
poseía ademanes de mujer con padres con
modales y gustos refinados. Vivió unos setenta años, muriendo en 1926, al cabo
de los cuales, murió de una enfermedad en la próstata, hoy cáncer. En su corta vida
engendró diez hijos, y Rezura fue su única hija, quien murió muy joven por
causa desconocida.
Tobías fue un cerquero de piedras,
oficio que heredó a su cuarto hijo llamado Antonio quien dejó sus tierras con
linderos de piedra. Tobías fue tejedor de lana, oficio que heredó y murió en la
familia con su segundo hijo, quien llevaba su nombre, Tobías. Fue un ganadero,
oficio que heredaron sus hijos Segundo y Darío, los hijos menores; pero también
fue un pastor de ovejas, oficio que desapareció cuando su esposa, quien debió
asumir las responsabilidades del hogar siendo muy joven, murió a los 83 años en
la casa que construyó con su esposo detrás de una loma para guarecerse del frio
y cerca de un aljibe de agua pero con una vista al frente desde DONDE aún se
aprecia los cascos urbanos de Vélez, Guavatá, Barbosa y Puente Nacional.
Tobías fue el padre de Los González Pacheco, nueve varones
que se propagaron como conejos en honor a sus padres, cuya descendencia superan
los doscientos dispersos Bogotá, El
Valle del Cauca, los llanos Orientales y Santander. Tobías fue el bisabuelo
materno de mis hijos, cuya madre llevaba
el mismo nombre de la bisabuela, Margarita. Y desde entonces, la descendencia
de Tobías es conocida entre propios y extraños como los conejos.