Me enseñaron a temerle para no hablar con ella. Me instruyeron para ofenderle para demostrar mi riesgo. Me catequizaron de pegarle para matar mis miedos. Me aleccionaron a agraviarle para correrla de sus escondites. Me adiestraron a mirarla como un peligro y a ignorarle para no reconocer su humanidad.
Tenía el rostro arrugado como una hoja de papel escrito con tragedias personales. Izaba unos ojos que hablaba más que sus labios; unos ojos que imploraban compasión y caridad. Los humanos, le regaban hiel y desprecio.
Su rostro era un tiesto en su color; igual en su dureza con quien le hacía daño de palabra y de obra.
Su cabellera, cual ovillo de fique, siempre estaba bajo un turbante de retazos multicolores que confeccionaba con sus arrugadas y diminutas manos.
El espantapájaros que cada año colocamos con mi padre en las labranzas para asustar a las aves, estaba mejor vestido que Elvia. El espantapájaros se mantenía apreciado por los de la familia porque ayudaba a la abundancia de los tubérculos y granos, y siempre se mantenía sedentario, mientras que Elvia vivía como judío errante. La corrían de todas partes.
Eran compañía en sus desplazamientos, un perro flaco y pulgoso, una olla vieja y pequeña, un plato roto y una cuchara de palo, pero a su espalda siempre viajaban un par de sacos de fique atiborrados de ropa con más años que la misma Elvia.
Elvia anochecía pero no amanecía, quizás como estrategia para gozar de alguna calma. Vivió de casa en casa de la caridad de señoras de buen corazón por varios años por las veredas de Puente Nacional.
Una madrugada murió Elvia. La causa de su muerte no fue diagnosticada, pero quienes le daban un plato de comida que le quitaban a los cerdos, dijeron que murió de tristeza y abandono, pero quienes siempre la despreciaron se alegraron porque había muerto Elvia, la loca.
No hubo ataúd, tampoco responsos, ni misa en su entierro de tercera. Decían las beatas de la época que se había ido al purgatorio a pagar las culpas cometidas por sus mayores.
Por los caminos del mundo vamos. Unos como Elvia, otros como varones que hacen daño a las mujeres, otras como adversarias de la misma mujer, mientras que otras consideran que rezando pagan sus culpas por el desamor que siembran por doquier.
San Gil, diciembre 31 de 2014
Hermes Miguel Garcia Ruiz
ResponderEliminarEn La Belleza era Celia ese personaje que nos asustaba, historia parecida.
Celia, si la recuerdo. Igual al general y Guarrus. A estos dos seres humanos y a la madre les escribí un relato fantástico que ha sido muy leído. Titulado: MARIA ESCONDIO SUS PECADOS EN UNA CUEVA.
ResponderEliminarRaúl Gómez Quintero
ResponderEliminarMuy bien, apreciado Nauro, por la narrativa y el recorderis de nuestras infancias pueblerinas.
La Elvia de su escrito en Villanueva lo representaba la 'Pata Andrea' en lo femenino y 'Luis Polla' lo era de los hombres.
Lo doloroso es que aún se enseña a los niños el menosprecio por ciertas personas desvalidas, y la misma sociedad lo reitera.
La ventaja que existe con un lector acucioso es que se recrea con la colcha de palabras, y al hacerlo, los recuerdos de una época irrepetible de la niñez, brota, Pero no se queda para si, sino que se socializa, como lo acaba de hacer.
ResponderEliminar"La pata Andrea" y "Luis Polla" citados por usted con el respeto de colocar sus nombres en mayúscula, confirma que "nacemos buenos y la sociedad nos corrompe". Tal vez, repitiendo lo que otros hicieron con ellos, nos dieron la misma dosis: la dosis para despreciar al desvalido, al menesteroso, y con ello, la perdida de identidad de clase, muy usual en esta épocas en que los mas necesitados votan y confían en sus verdugos.
He notado como por sus ideas y comentarios ha sido agredido en otros comentarios. Bien lo ha afirmado usted, "hay indolentes", es decir, no tienen horizontes; y además son intolerantes, con quienes intentan despertar la conciencia, y tolerantes con sus verdugos.
JENNY ZARIT POETA DE SAN GIL
ResponderEliminarBonita y triste historia, representa los prejuicios y exclusión a los que la sociedad somete a muchas personas, cuyo único pecado es ser diferente, en cuanto a ser, aparentar o sentir. En todos lados, siempre habrá una Elvia, una historia invisible que vale la pena rememorar.
Víctor Hugo. escribió "Los miserables". Y en esta magna obra, luego de leerse uno se pregunta, ?quien es mas miserable? el que ofende y desprecia? o el despreciado?
ResponderEliminarEste relato escrito en 2.015 intenta poner en la mesa de lector mayor y madre padre de familia, como los adultos pintan la inocencia de los niños y desde infantes les enseñan, ya con palabras o con el ejemplo a despreciar al otro, al necesitado.
Al hoy, el relato es un espejo entre un grupo de mayores que vienen generalizando las aberraciones que algunos venezolanos han cometido, y a todos, los han metido en un solo costal.
Ayer infortunadamente para quien lo plasmó en un grupo de wassap, se refirió a los venezolanos, como malandros, verdugos, perezosos, asesinos, miserables....he instó a negarles ayuda y condolencia.
Lo antagónico es que esa misma señora, es la misma que va a misa y a los entierros de los amigos.
Como ella, hay victimarios. Y a los peotas y escritores y comunicadores nos corresponde visibilizar a quienes demandan ayuda y caridad, respeto y consideración.
CARLOS MONSALVE PROFESOR DEL SENA
ResponderEliminarExcelente narrativa para reflexionar sobre la caridad humana, desconsiderada e hipócrita. La sociedad crea miedos y mitos para despreciar al desvalido, da un poco de aguamasa, pero se ufana de su generosidad.
Apreciado colega, gracias por el reconocimiento. Aprecio y valoro su comentario porque, como asiduo y profundo lector, encontró la esencia del mensaje del relato que desenmascarar la caridad.
EliminarHoy unos desprecian a los indígenas y su minga histórica. Los mismos señalan y sindican a quienes creemos en los acuerdos de paz. Los mismos que reclaman verdad y justicia, y cuando la conocen, afirman que no es cierto, pero sus mentiras las convierten en verdades.
Elvia, la loca encarnaría hoy el desprecio del CD por las ideas diferentes y quienes las ostentan.
German Gomez Ballesteros
ResponderEliminarMe recuerda también a "La Viejita de los Perros" que deambulaba por las calles polvorientas de mi Villanueva.
En cada pueblo, incluso vereda o barrio, hay algún desdichado que por diversos motivos, terminó en esa condición. Y en el caso, "La viejita de los perros", el mero nombre me anima a crear un relato de una madre abandonada que solo encuentra afecto en los perros, siempre fieles, leales y amistosos con los amos.
EliminarRecuerdo esas calles amplias y espaciosas adornadas con pasas con techos de teja pintadas con los años y paredes pintadas de azul, y en cada una de ellas, un cuaderno con historias personales, sin contar.
Hoy su Villanueva es un pueblo grato para visitar e ir a almorzar y chupar helados de aguacate. Gracias German por dejar un comentario que aprecio .
MANUEL ANTONIO LIZARAZO RODRIGUEZ
ResponderEliminarEn Villanueva, doña Bernarda; mas conocida como la señora de los perros. Al menos media docena de perros flacos, le seguían sus pasos.
Hoy continua su presencia, en estatua en piedra, en el parque.
MAESTRO JUAN SAN GIL
ResponderEliminarExisten varias elvias y no
Les preguntamos su proceder y menos su pena
Cordial saludo. En esta semana le escuché defendiendo los derechos a nombre de su barrio. Felicitaciones amigo.
ResponderEliminarGrato confirmar que Elvia, la loca le haya motivado a ver el entorno y notar que aun hay "elvias" y nosotros somos indiferentes al dolor ajeno.