De Cali era su origen.
Fue engendrado al ritmo de la salsa y su piel tostada semejaba un chocolate
caliente. Desde muy joven fue vinculado a un ballet que hacía giros nacionales
e internacionales en cuyas funciones atiborraban las damas que, luego de la presentación
acudían al camerino a felicitar al bailarín y dejar registrada en una
fotografía la gracia del salsero. En el teatro las mujeres morían de la euforia
al contemplar el rítmico y estético movimiento del caleño y le suplicaban
miradas a su admiración.
En el hotel, aquella
mañana Marlon se despertó antes de tiempo. Un leve ruido en la chapa de la
habitación le agudizó la atención. Era la mucama del hotel que inoportunamente abrió
la puerta.
Ella intentó
disculparse por la torpeza, pero sus ojos revelaron la atracción que le
producía Marlon por su figura, su estilizado cuerpo y su piel de cascara de
coco.
El bailarín entrenado
para identificar suaves movimientos, le hizo saber que no se preocupase por
interrumpir el descanso.
- No he podido dormir, le dijo. La cama es muy dura, argumentó.
- ¡No puede ser, señor ¡
- ¡Es la primera vez que un huésped se refiere a nuestras camas, así¡. Justificó, la mucama con una voz sensual y seductora.
- Marlon le insinuó probar la dureza del colchón.
Y ella, sin recato,
decidió confirmar la queja del huésped.
Se acercó a la cama y
se sentó inicialmente. Luego de 15 minutos, la mucama comprobó que si era verás
la queja por el movimiento que hizo el fogoso bailarín al ritmo de salsa, sobre
ellos.
San
Gil, abril 6 de 2.020.
Nauro
Torres Q.
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