Medio siglo y un quinquenio transcurrió para afrontar el miedo y asirlo con las manos, con curiosidad, intriga, y tristeza.
Esa curiosidad que se siente cuando se intenta mirarse en el espejo del olvido y encontrarse con ruinas vivientes plasmadas en sobres. Intriga por enfrentarse a recuerdos que, al mirarlos plasmados en textos, activen la memoria, y ésta provoque sentimientos impregnados con lágrimas. Y tristezas porque cuando se suman años tras nuestros pasos, y como can viejo, roemos los gratos recuerdos para reconocer que vivimos y somos una colcha tejida de recuerdos.
Blancos fueron unos, hoy cremosos por los años, los sobres de los telegramas o Marconi. Los otros, sobres de correspondencia personal. Los dos, con similares tamaños diseñados para guarecer en el bolsillo de la camisa o en un bolso femenino. En ellos, amarillentas hojas guardadas ordenadamente en un cofre de lata decorado con coloridas guacamayas en que se empacaban las “Galletas la Rosa”. En ellos, blancos sobres membreteados a dos tintas con poéticos mensajes cuidadosamente tejidos con palabras retoricas para que su costo fuese menor al dictarlos en una oficina de TELECOM; esa empresa pública colombiana exitosa que los implementadores del capitalismo salvaje, nos despojaron para privatizar las comunicaciones en la década del noventa del siglo XX. En el mismo cobre de la oxidada lata, cerca de un centenar de epístolas liricas durmientes en sus originales sobres con timbres del Correo Nacional de Colombia, marcados a mano con pluma y tinta Parker.
Los sobres y su contenido fueron cuidadosamente
ordenados, archivados en la caja sin galletas y reservado para el recuerdo en
un espacio escondido en el armario personal de la destinataria de los telegramas
y cartas.
Los autores de las comunicaciones
escritas y destinatarios de los sobres fueron dos adolescentes que, siendo niños,
sin imaginar que el amor se tejía como una mochila, se fueron enamorando por
las circunstancias de modo, tiempo y lugar. Hijos de vecinos campesinos; escuelantes
en la misma Providencia; mandaderos en sus hogares; inteligentes, curiosos y contemporáneos.
En esta primera recuperación
documental, transcribiré los mensajes de algunos telegramas que, el enamorado,
estudiante de bachillerato en la Escuela Normal Industrial Nacional de
Zipaquirá, a la que llegaban jóvenes de todo el país por sus resultados académicos
en quinto de primaria, se hacían merecedores de una beca que cubría los costos
estudiantiles y de manutención. Los telegramas llegaban con regularidad a la
Escuela Normal Nacional de Puente Nacional, institución con internado femenino
para niñas becadas por el Ministerio de Educación Nacional en Santander,
Colombia.
Los telegramas revelan la fecha y el
mes que fue recibido en la localidad. No precisa el año, sin embargo, pudieron emitirse
entre 1968-1972.
1. “El viaje en tren fue lento trepando
por valles y colinas hacia las tierras de la sal bigua; en contraste con los
latidos de mi corazón que mantenían la ebullición de la locomotora de vapor”.
2. “El frio de las salinas de Zipaquirá,
cala mis huesos, pero el calor de mi cuerpo lo mantiene tu recuerdo”.
3. “Mi soledad, pare recuerdos, y la
añoranza, invade mi ser”.
4 “En las madrugadas zipaquireñas, despierto
amándote más que en el ocaso, soñando en tus brazos”.
5. “Desperté, te busqué a mi lado; no
estabas; pero el recuerdo de tus besos, humecta los míos”.
6. “Las horas compartidas generan
fuerzas vitales para luchar por nuestro amor”.
7. “El retorno a la Industrial fue tranquilo,
degustando los instantes compartidos. Tu imagen, compañía perenne”.
8. “Hurtas mis pensamientos; los obstáculos
familiares me atan más a ti. Estas en mí”.
9. “No es extraño. Ocurre en mí. Evito
socializar con compañeros para acoger la soledad y deleitarme con tus
recuerdos”.
10. “Que el año que comienza, alargue tu
felicidad y prolongue nuestro amor. Ese amor que brotó bajo el laurel”.
11. “Mi felicidad, se hinche con tus
recuerdos”.
12. “Tu amor, entolda mis quehaceres
estudiantiles”.
13. “Ansío, vivas eternamente para colmar
mi felicidad, a mi diestra”.
14. “Y de mi amor por ti, hoy más que
ayer; mañana, más que hoy”.
15. “Un nuevo año prolongue tu felicidad
y alargue tu existencia”.
Quince mensajes telegráficos enviados
por el suscrito a la musa de mi niñez, mocedad y adultez. Mensajes que, por su
composición y deleite estético, no deben esfumarse en la basura reciclable por
ser una evidencia del origen y gusto literario en mi escribir, manifiesto con
mayor esplendor en mis poemarios en medios digitales y físicos a disposición de
los amantes de la poesía y el relato en la vejez.
Que romántico profe....y que bellos recuerdos....
ResponderEliminarCon los años, somos un costalados de recuerdos y una capoterada de anhelos. Y en el caso, si. Fuimos unos románticos empedernidos
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