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sábado, 2 de mayo de 2020

Sustento, placer y pecado de la chicha.


La chicha es una bebida ancestral consumida por comunidades indígenas del centro y sur América en rituales, ceremonias religiosas, es complemento alimenticio para calmar el hambre en intensas jornadas de trabajo, es licor para compartir con alegría con los demás, es bebida embriagante cuando se consume en exceso. El jugo el resultado de un proceso cuidadoso de trituración del maíz, cocido y fermentación de la harina  cuya preparación varía según el clima, el periodo del año que se prepara, el propósito de uso, el sabor y textura, y de las manos que la procesan por varios días. 
Desde que llegaron los españoles al continente, la preparación y consumo de la chicha empezó a ser perseguida. La corona española la prohibía porque los productores y consumidores no le tributaban. Los curas la señalaban como bebida satánica que alejaba a los indígenas del templo e inducía al amancebamiento y al homicidio distanciándolos de Dios. El consumo en rituales religiosos era endilgado como costumbre pagana e idolátrica, razones para intentar extinguir su consumo sin contemplaciones. En 1.606 en Bogotá hubo un sínodo de obispos que emanó un decreto eclesiástico autorizando a los curas a trasquilar a los indios que encontrasen borrachos para escarnio público.
A la par que la corona autorizaba los estancos de aguardiente en cada naciente población, en el siglo XVII fueron surgiendo las chicherías en las que los parroquianos encontraban bebidas de maíz a menos precio que el aguardiente ofrecido en las pulperías o tiendas. Para evadir el control oficial, las chicherías terminaron convirtiéndose en tiendas o piqueteaderos disimulando el expendio de la chicha y guarapos menos fermentados, refrescante que enseñaron a preparar los españoles y de uso común en los campos colombianos. 
Registra la historia que, en el siglo XVIII en las provincias de Vélez, Socorro, San Gil y Girón, el consumo de la chicha era visto como un problema social por el alto consumo de la bebida ancestral.  Sin embargo, el consumo de la chicha se mantuvo presente en los cambios demográficos y los complejos procesos de poblamiento que se dieron con la mezcla de razas y credos y la extinción paulatina de los indígenas.
Apunta la historia que a mediados del siglo XVI cuando se fundó Vélez, el capitán Martín Galeano encomendó a su lugarteniente Juan Alonso de la Torre y 30 españoles acompañados con 200 indios amigos expedicionar a los alrededores y arribaron al territorio de los agataes siendo recibidos y socorridos amablemente “con agua y chicha que fueron beneficio de mucha estimación con que se aliviaron”.
La chicha: la bebida de los dioses se trasladó a la cultura ...
Para el 10 % de los negros e indios y el 60% de los mestizos en 1.778,  la chicha fue el arma de la resistencia social ante los martirios con los que nos sometieron el 10% de la población blanca que nos trajeron las enfermedades,  usurparon de nuestras tierras, nos redujeron a parajes menos fértiles y distantes de nuestros orígenes, abusaron de nuestras mujeres, hicieron reclutamiento obligatorio para trabajar en fincas de los blancos y criollos, despreciaron  nuestros ritos y creencias religiosas e hicieron  señalamiento ético y moral con los párrocos despreciando nuestra condición por consumir la chicha.
Las chicherías, acogieron la costumbre española de producir guarapo, y las dos bebidas fueron aumentando su producción artesanal disparándose el consumo en todos los estratos. En 1.948 las estadísticas revelan que se producían 200 millones de litros de chicha que competía con las cervezas artesanales que hicieron su aparición en 1.825 en Bogotá, Bucaramanga, Cali, Ibagué, Málaga, Medellín, Leiva, Pamplona y Socorro. En 1.885 se empieza a producir cerveza mediante procesos industriales.
Compitieron a las cervezas las chichas y guarapos de tubérculos, semillas y frutas. Las chichas mas reconocidas en Colombia a hoy son las provenientes del maíz blando amarillo, corozo, moriche, cachipay, chontaduro, quinua; y guarapos varían entre el maíz, zanahoria, piña; ya con mora, naranja, y otras frutas, se vienen elaborando vinos cada vez mejores al paladar.

Las gaseosas  aparecieron para competir al masato, una bebida de maíz o arroz que luego de un proceso rápido de cocción y fermentación, esta listo para tomar acompañado con mogolla, queso, pan de yuca y colaciones. Un original masato de maíz, aun se consigue en Guepsa, Barichara, Curití, Villanueva. El mas común y fácil de hacer, el de arroz. 

La Guane, Isabel Quiñónez de Suarez, de 91 años que vive en la vereda El Pino del corregimiento de Guane, Barichara, me contó del proceso de preparación de la chicha de maíz. El cereal originario del municipio de Coskatlan, estado de Puebla, México, dicen algunos historiadores, pero que se encuentra con tamaños y colores del grano, en las arrugas de los andes americanos,  tiene que estar seco y sano. En antaño se molía a mano sobre piedra, luego en molinos Corona, y ahora, en molinos industriales. Obtenida la harina, ésta se remoja y deja en agua, tanto tiempo que sea necesario para que se hinche la masa. En ese estado se soba lentamente incorporando a la masa el dulce en un coito extenuante para amasar  bolas o bollos y se regresan a la misma vasija hasta que con el tiempo, se  quiebren con la inflamación. Luego, a cada bola o bollo se incrustan pedazos de panela con melado; se vuelven a manosear para compactarlas y retornarlas a la vasija por otro tanto  tiempo, según el clima; hasta que se reanude el quiebre por segunda vez. En ese estado, se apronta la olla para la cocción con leña, colocando en ella una cama con palitos de algún cítrico para favorecer la concentración del sabor; y sobre ella, un delgado colchón de helecho que recibe, por mas de ocho horas, a buen fuego, las bolas de la masa adobada con amor. Previamente cada bola se envuelve en hojas para afianzar la esencia del maíz.  Se embalan en hojas de urumo, piedra, bijao, o plátano, si no hay mas, y se pone a cocinar mínimo 8 horas. El cocido se deja enfriar tanto tiempo como horas de cocción tuvo. En proporción al peso del maíz molido, en el ure o pipa previamente curado se tiene el agua limpia en la que se disuelven las bolas de masa para que fermente bajo hojas para que respire al punto que la bebida brote el ojo -leáse aceite- que es el punto de calidad máxima para la productora y el catador. Finalmente se cuela en fino lienzo para dejarla reposar en la vasija adecuada para preservarla y servirse, luego de 15 días de su inicial cocinada. Le centenaria guane, aclaró, el fuertor de la chicha depende del tiempo de fermentación. 
En Villanueva, frente al templo existe una chichería en cuya carta se ofrece: fuerte, a medio dulce y fresca. Igual oferta se encuentra en Cabrera, Pinchote, Gambita, Chitaraque, Guepsa y San Benito;  confirmaron lectores.



Como arriero infantil azuzando recuas de mulas con miel de tierra caliente a las tierras del páramo, vi consumir a mi padre la chicha de maíz amarillo blando según los días de fermentación en la vereda Jarantivá. De ibias en Santa Sofia. De Zanahoria en Sutamarchan. Como maestro probé la chicha con sabor a corozo y mora en veredas de clima medio en la Belleza. En Zapatoca, de piña y zanahoria. En el Socorro de yuca. En Guane, de millo. En Lima, de maíz morado. En Tumaco, de corozo. En María la Baja, Bolívar, de mango. En Santiago, Putumayo, de nabo. En el llano, de moriche. 
En los pagamentos a la Virgen del Carmen en Leiva, a la Virgen de la Candelaria en el mismo lugar, a la Virgen de Chiquinquirá, al Santo Cristo de Guavatá, a la Virgen de la salud en el Páramo, a santa Rosalía en Guane; la chicha esta presente acompañando los piquetes que traen consigo los peregrinos.
En la posadas y chicherías de los caminos reales, en los piqueteaderos a la vera de las carreteras, en algunas estaciones del tren, en la vía a Bucaramanga trepando a  curos, se ven los botellones de chicha de corozo. En Villanueva y Barichara, aun se conservan una que otra chichería como un espacio para socializar.
Hace unos lustros cuando se podía consumir licor, a quienes me visitaban y los acompañaba a conocer las riquezas arquitectónicas, las costumbres y medios de sustento de los habitantes de la meseta de Macaregua, terminaba el recorrido en una chichería reconocida en Barichara.
En el interno patio en coito permanente con tres corredores, bajo la cobija del techo de teja de barro cocido asentadas sobre arcilla sin cocer amodorrado sobre caña brava yaciente sobre  varas de cuharo rollizo descansadas sobre durmientes de cují y columnas en moral reposadas sobre bases de piedra burdamente talladas en rectángulo que brotan de la vulva de la tierra escondida bajo cuadrados de igual barro cocido dispuestas en armonía geométrica, están las vigas de madera labradas  por manos cuidadosas expertas en usar la Zuela y la garlopa. Y bajo ellas, escondidas y alcahuetas otras talladas piedras que duermen paralelas entre el suelo y la madera, a la espera que lleguen los bebedores de chicha a sentarse y departir con los amigos y visitantes.
Fue un viernes de una semana de junio del año que hubo una constituyente en Colombia para reconocerle derechos a los ciudadanos bajo la presidencia de un escogido a dedo que decidió, al abrir las fronteras comerciales, acorralar la industria nacional y despertar el animo para consumir y usar lo que se produce en otras latitudes. 
Orlando Quintero, mi primo, cuñado del cantante vallenato Juancho Roix nos visitó en esa vacación. Luego de guiarle por San Gil, Socorro, El Páramo, Valle de San José y Guane; pasear las históricas calles de Barichara con su mirador, catedral y parques, le invité a la chichería ubicada en una pendiente calle que mira al infinito y nace en un bosque de centenarios gallineros.
Sobre las maderas cuadradas de espesor y rectangulares a lo largo, sentados conversando animadamente había tres grupos de parroquianos y tres extranjeros bebiendo el néctar propio de los guanes; contemplando el placer conque los naturales mojaban la palabra y los extranjeros humedecían la conversación degustando cada sorbo de chicha, hice el pedido de una chicha.
Circulaban cuatro totumas de medio calabazo entre los acomodados clientes de la chichería.
-      Usted se estará preguntando porque y para que circulaban las totumas¡.
- Mi primo se hizo la misma pregunta, cuando fue recibiendo, una tras otra, las cinco totumas.
En las chicherías se celebra y se comparte la bebida con quien llega a pedir el zumo de caña. Los asistentes departimos y hablamos del color, el sabor y el gusto al tomar chicha en vasijas en medias cascaras de la semilla de jícaro de uno y dos litros.
Es un rito el degustarla, cual añejo vino. Es una expresión de amistad compartir la totuma. Es un restaurador de ánimos y fuerzas luego de una caminata y un vitalizador en jornadas intensas de trabajo y un aperitivo para almorzar con cabro asado y petitoria de las vísceras del mismo animal y con un suculento piquete veleño. Una chicha amasada y cocida, fermentada en olla de barro cubierta con hojas y servida en el punto con un buen pedazo de queso de hoja desmigajádo sobre el liquido, y bebiéndola con calma y gusto se convierte en alimento para acompañar el  rumbiador  como le llaman en la provincia de Charalá, piquete en la provincia de Vélez y puntal en la de Guanentá en Colombia. Es un entremés entre el desayuno y el almuerzo. 

-Llegó el momento de pagar la cuenta. 
-Salió en un tercio de dólar.
 Mi primo, que no se perdía escenas en la chichería, se sorprendió con el costo de la totumada dos litros.  Desconcertado, efusivo y emocionado, demandó:
¡Chicha p’a todos ¡

Quienes hayan asistido, ya como espectadores o participantes en las fiestas del maíz en Chipatá, en el desfile de las flores en Vélez, en el festival del moño en Jesús María o a la Victoria comunera un ocho de mayo en Puente Nacional; habrán notado que, en las andas, carrozas y comparsas, los integrantes que encabezan reparten maíz tostado con chicharrones y ají; otros reparten carne asada con ají; luego vienen los repartidores de chicha. Sin miramientos, hay comida y bebida para todos. Reparten bailando, cantando y alegres saludando contentos a propios y extraños, orgullosos de su folclor, de su gastronomía y sus atuendos de antaño.

Así como en el Perú que se apropió del termino chicha, usándolo en una bebida popular de denominada "chicha morada" que se consigue en cualquier tienda, restaurante o supermercado, los santandereanos tenemos retos para apropiarnos de las costumbres, bebidas, amasijos y quesos muy nuestros. Entre la chicha indígena nuestra y la morada del Perú hay una diferencia similar entre un masato cerrero y una agua dulce. 
La chicha de La Perseverancia
El contador de historias en mi niñez, el padre que me enseñó a trabajar desde niño, el guía en el aprendizaje de la arriería, el mismo catador de chicha, aconsejaba: a las mujeres hay que mirarlas con respeto, hay que acariciarlas con delicadeza, hay que amarlas sin mezclar con otros guarapos para degustarla, sin afanes. Así toca con la chicha. Para deleitar el elixir en la boca, y olerla, cual perfume antes de paladearla, y beberla como si fuese un añejo vino en una noche de pasión con un amanecer fresco y placentero, cual almendras sin exocarpo, esperanzado que otra totumada hay que ingerirla en honor a los ancestros con el respeto que todo exceso, es perjudicial.


San Gil, mayo 1o. de 2.020
NAURO TORRES Quintero

POSDATA: Este articulo fue redactado como preámbulo  la celebración de la gesta comunera en Puente Nacional que ocurre los días 7 y 8 de mayo desde 2.002. Para evitar el contagio masivo del covid-19, en 2.020 los hijos de Puente Nacional, mediante edicto, lo celebran por Internet. El texto inspiró al bacteriólogo y poeta sangileño, Luis  Martínez Arias  para que compusiese, una vez leyó el borrador de la presente historia, las siguientes coplas para unirse a la efemérides de la  única  victoria comunera.



  A LA CHICHA


Un amigo que es de Puente
y se precia de escritor,
escribió un buen relato
de la chicha… ¡si señor!

Con su sabor exquisito
como de mi mama la teta,
con su relato de la chicha,
ya se me hizo agua la jeta

Nos contó que esta bebida
que la hacen del maíz,
es la bebida tradicional
en muchas partes del país.

Que la chicha es una bebida
que debe estar especita,
tener buen ojo de grasa
y sentirla bien juertecita.

Que en ceremonias y rituales
los indígenas la consumían,
cuando llegaron los españoles
la chicha no conocían.
.

La chicha aquí se consume
en fiestas y en jolgorios,
es la bebida tradicional
en bautizos y en casorios. 


No se toma en vaso de vidrio
se toma, pero en totuma
y no se tome más de dos
pues se pega una buena juma.

Una gran cocinera
de seguro era mi mama,
hacia chicha de maíz
de millo y de ahuyama.

También hacia los bollos
y la arepita de pelao
caldito con tiñidura
y mazomorra de sancochao.

No importa por donde vayas
buscando chicha de maíz
sí, en Barichara preparan
la mejor chicha del país.

Ahí les dejo mis amigos
mis coplas de corazón
¿que no me tome una chicha?
no me crean tan guevón

Y ya para terminar
aquí esta última les dejo
¿que no me tome otra chicha?

no me crean tan pendejo.











miércoles, 22 de abril de 2020

El virus en el espejo




El marco tiene 19.000 Hectáreas totalmente planas. En el siglo XVIII el espejo tuvo un área de 3.200 hectáreas para que la luna se mirase en las noches, y el sol, en las mañanas, oxigenara a sus especies. Gozaba de una esponja de expansión inundable de 15.800 hectáreas para acoger a 37 especies de aves provenientes de los dos polos de la tierra en sus viajes migratorios.

Las laderas escurrían su sabia para nutrir, oxigenar y mantener al espejo con legiones protectoras conformadas por falanges de encinos, ayuelos, cuharos, gaques, laureles y robles. La extensa esponja se henchía en invierno y soltaba lentamente la sabia en verano; fue hogar pasajero de aves endémicas sumadas de 307 especies entre peces, batracios, insectos, aves y animales del bosque.

El espejo, fuente hídrica venerada por los muiscas como oasis de Sua y Chía, sus creadores; incrementaba la sabia prodigada por las lagunas, Cucunubá y Palacio. De la matriz del espejo se desprendió el Saravita, hijo mayor que se escurrió por planicies, declives y bosques hasta el río Chicamocha.

El reino en tiempos remotos fue administrado por etnias indígenas exterminadas por los castellanos. Los castellanos, siglos después fueron vencidos con la espada de la libertad en 1.810 por un venezolano que los corrió de cinco naciones.

De la pluma del libertador se empieza a gestar el virus. En 1.820 el venezolano diseña un plan para desecar al espejo que los indígenas bautizaron como Fúquene. Dos años después lo entrega como un regalo a José Ignacio París con el único propósito de drenar 13.000 hectáreas para convertirlas en pastizales. 
Laguna de Fúquene requiere intervención urgente para su ...
El espejo cubría todo el valle de Ubaté. En invierno, la sabia alcanzaba los linderos de los poblados de Ubaté y Chiquinquirá por la que flotaban canoas de roble con peregrinos creyentes de la Virgen del Carmen y reina de locombia.

Mientras el virus con zanjas y un túnel se empeña en avenar el espejo, en 1.844, luego de la muerte de París, el congreso de locombia decide, por decreto, compensar a los militares heridos en combate en los últimos 20 años, entregándoles parcelas en las faldas y orillas del espejo para empradizar el marco y sus laderas. Seis años después las legiones nativas cayeron cortadas por hachas acabando con la vida de especies con más de cien años de vida. Cuenta la historia que más de cien mil robles fueron derribados para convertir en puentes, durmientes y traviesas para el ferrocarril que intentó conectar a Bogotá con el rio Magdalena por el rio Opón llegando hasta Barbosa en 1.935. De un roble mayor sacaban diez bultos de carbón mineral que transportaba el tren a la capital.

En 1.873, por maniobras políticas, José Saravia Ferro se convierte en el dueño del espejo y retoma la determinación del venezolano. En 2 años logró desecar 643 hectáreas de la esponja. Construye un túnel para drenar el espejo, pero en invierno el volumen del agua aumentaba, inundando el túnel, desistiendo de la iniciativa.

En 1.905 el gobierno de Rafael Reyes, por decreto, decide convertir el ecosistema en un pastizal, declarando al espejo y su esponja en “un pantano infecto”.

El gobierno de Laureano Gómez importó semillas de pasto kikuyo desde Kenia, en África y fueron esparcidas en avioneta por todo el valle de Ubaté. Mientras en el país de origen compartía suelo con especies nativas, en las tierras locombianas enraizó formando un entramado que acabó con gramíneas nativas.

El follaje cambió. Los eucaliptos, pinos, acacias y sauces, arbustos exóticos de raíces profundas dominaron el paisaje de las laderas y volaron, para nunca regresar, las aves migratorias y especies endémicas que anidaban en la esponja que rodeaba el espejo. 

En 1.961 el congreso locombiano crea la CAR y empieza a nutrirse con un impuesto bautizado “impuesto de desecación” destinado a continuar la tarea de reducir el espejo.

En 1.980 el gobierno de locombia retoma la propiedad declarándola asunto de “interés nacional” y decide desecarla.

En 1.984 la CAR decide construir un canal perimetral en la esponja de Fúquene para corregir la decisión de desecar el espejo. El correctivo fue otro atentado al ecosistema hídrico. En invierno las aguas de las lagunas Cucunubá, Palacio y del río Ubaté, discurren por el canal directamente al río Suarez eliminando la recirculación del agua en el espejo. Deciden luego, poner compuertas al río para disminuir el flujo de agua disminuyendo más, la recirculación del agua en Fúquene.

Un estudio de japoneses revelado hace más de diez años precisa que a esa fecha la cuenca tenía un 5.5% en bosques forestales, es decir, especies exóticas introducidas.  Pastaban 171.000 vacas, 30.000 cerdos, 64.000 ovejas, y en el valle, había 7 mataderos y 30 fábricas de lácteos. El estudio concluye que los agro químicos usados en los cultivos de las laderas y los estiércoles de la ganadería y los porcinos son el peor contaminante de las aguas de la laguna de Fúquene al aportar el 60% del nitrógeno y el 75% del fósforo que alimentan los buchones y la elodea que ha venido cubriendo el espejo agotando el oxígeno del agua y el ingreso de la luz solar, extinguiendo la vida de las especies que quedaban en la fuente hídrica.  

Cada año la CAR invierte recursos públicos para sacar el buchón y la elodea, en un círculo vicioso para gastar dineros para preservar el lago que sigue siendo drenado por los vecinos del espejo de agua para convertir sus tierras fértiles en pastizales.

Similar contaminación con agro químicos usados en el cultivo de cebolla viene ocurriendo en la laguna de Tota en Boyacá. Como el covid-19, los gobiernos y los políticos siguen empeñados en extinguir las fuentes de agua para henchir los bolsillos de unos pocos. El empeño por desecar el segundo lago más extenso de los Andes, conocido como la laguna de Fúquene, después del Tiquicaca en el Perú, ocurrirá con el páramo de Santurbán aprovechando las cuarentenas que vive Colombia para mitigar el impacto del virus que apareció en China en diciembre de 2.019, al legislar por Internet.

San Gil, abril 18 de 2.020
Nauro Torres Q.

domingo, 19 de abril de 2020

Estera mágica




Estera mágica

Las matas de plátano se abonaban con el estiércol de la vaca y la cría. En las raíces de las matas, los varones debían orinar para fertilizarlas. Del pellejo seco del vástago, mi padre obtenía el papelón para armar las esteras y envolver el jabón de tierra; con el tallo verde y sal se preparaba un suplemento para los dos rumiantes. Con el plátano biche, cortado en finas tajadas y secadas al sol, luego molidas, mi madre preparaba fécula que endulzaba con miel de caña. Con el plátano verde, hacia sopa con frijoles verdes y lo servía acompañado con yuca sata como guarnición en los piquetes.

Era poca tierra en extensión, pero fértil. Estuvo en la ladera que escurre a la quebrada Agua Blanca, ahora turbia por deslizamientos usuales de las laderas que encajonan las aguas de la quebrada La Negra. La parcela estaba poblada de galapos, y bajo ellos, mi padre sembraba cafetos hasta que colmó con cinco mil almácigos. Mientras sembraba las matas del sustento futuro, las entreveraba con colinos de plátano, naranjos y limones. Oficio que compartían con mi madre, mientras yo, siendo un bebé, los contemplaba posado en la estera que mi padre había tejido para mí, metros adelante del corte de la siembra. Más adelante iba pastando la muñeca junto con su cría, una ternera que mi padre le apellidaba, la antioqueña.

Conformaban la estera, papelones de plátano seco que enrollados sobre sí mismo como tabacos y se asían a la misma medida y distancia atándoseles con cabuya proveniente del fique formándose una superficie blanda, cuya área dependía de quien o quienes fuesen a dormir sobre ella y se extendía en cualquier lugar para dormir
 Washington, cc, estados unidos de américa, -, un, estera, hacer ...
Las esteras, ya de esparto, papelón de plátano, o junco, ahora usuales para evitar los dolores de espalda, antecedieron a los colchones de fique, algodón  y espuma; acompañaron a los labranceros, peregrinos, y campesinos en sus ranchos. Hoy se usan como tapetes y forman parte de los inventarios de las posadas desaparecidas que hubo a la vera de los caminos reales que unían a las poblaciones en siglos pretéritos.
En la cosmología muisca la mujer es convertida en "fijiza" o sea, junco que es una planta alta de tallo hueco que crece en las orillas de las lagunas y en los pantanos. En el Popol Vuh, igual, es comparada con el junco por ser como un vaso receptor, portadora del vientre materno donde germina la vida humana. En la cultura indígena el junco fue un material que fue usado para mejorar la calidad de vida. Los cronistas de la colonia cuentan que el ingenio indígena se reflejó en la fabricación de las esteras para dormir, en el tejido para hacer separaciones de los aposentos, en cercas, en la decoración de los templos y en encierro para aves. Se usaba para pisos y en las camas.

En cama pasamos el 75% de nuestra existencia.

De niño dormí en estera,
de adolescente en colchón de fique,
de joven, en colchón de algodón,
de mozo en colchoneta,
de adulto en pulman,
de adulto mayor en ortopédico.

La estera me evoca la frescura del campo,
el colchón de fique, mi vida de estudiante,
el colchón de algodón, los sueños por construir
la colchoneta, mis primeros años de esposo,
el colchón pulman, un plácido descanso
luego del trabajo en doble jornada,
el ortopédico, los sueños cristalizados, las ilusiones y anhelos por alcanzar,

          En una estera viajé en la niñez, cual mago de oriente,
          descansando en un colchón de fique accedí al conocimiento,
          dormitando en un colchón de algodón estuve desempleado,
en una colchoneta engendré al primogénito,
en un colchón pulman acaricie a los hijos,
en un colchón ortopédico amé y fui amado,
vi morir y me rondó la muerte,
y en uno de ellos, volaran mis últimos suspiros
cual estera mágica que usé en la niñez.

San Gil, febrero 10 de 2.020
Nauro Torres Q.

lunes, 13 de abril de 2020

Mantenidos


Hilario vivió su niñez junto a la abuela. Hijo de madre soltera embarazada antes de cumplir 18 años y padre fugaz que se escabulló al enterarse que Stella había quedado preñada esa tarde, después de ir al cine.
Stella prefirió trabajar en lo que encontrase a abortar como le recomendaron algunas amigas. La abuela conoció el secreto, le brindó protección y ayuda.
Pastora había tenido y mantenido hasta adultos, a tres hijos. Uno de ellos, varón. Stella fue la nieta de sus afectos. Rosalba, madre de Stella, se lo entregó al cuidado de Pastora, quien lo consintió y cuidó hasta que le salió bigote.
Hilario estudió y cursó los años a espaldas de los amigos que le ayudaban con las tareas, y algunas, amigas que le gastaban las onces. Pasó el bachillerato habilitando y recuperando asignaturas. En las pruebas saber, el puntaje no le alcanzó sino para ingresar a una universidad de garaje.
El 87% de los casados ha tenido esta fantasía sexual - Hombre Moderno
Lo que no tenía en cultura general, le sobraba en estatura, musculatura, cara de actor y seducción verbal. Gustaba de mujeres mayores con independencia económica, protectoras y acogedoras.
Conquistó a Zulay, una agraciada secretaria ejecutiva que hizo la práctica y se ganó el puesto en una ladrillera en la Perla del Fonce. Ella alternó el trabajo extenuante con el noviazgo con joven estudiante universitario que alternaba caricias con el drama de sus limitaciones económicas al vivir con la abuela. María, la secretaria ejecutiva, decidió apoyar económicamente al novio de fin de semana. Éste, se acomodó a la generosidad de la secretaria, quien la cortó de tajo al encontrarlo en discoteca, un viernes, con una compañera de aula.
-        Hilario anhelaba ser el macho de la casa.  
John creció en la vereda capellanía de Pinchote. Su padre fue un progenitor que vivió a la sombra de la esposa, una mujer que recibió una extensa herencia sembrada de café.
En la escuela de la vereda Piedra del Sol, vivía una maestra que había entregado la juventud al servicio de la niñez. Yolanda rayaba los 40 años y no había tenido tiempo sino para guiar a los niños en la escuela y ver por su progenitora y su hermana, una solterona.
John, 20 años menor, empezó a galantear a la maestra. Con flores del jardín de la madre, hacia manojos de flores a la maestra, luego que los niños abandonaban la escuela. En cosecha, le llevaba aguacates, mandarinas. Por la emisora local le dedicaba en mañanitas campesinas, una canción a la maestra.
La soledad en el apartamento de la escuela. La distancia de la madre y hermana, los informes al director de núcleo y a la rectora, colmaban el tiempo de descanso de la maestra. Tomó la decisión de acoger los amores de John, quien le acabó el verano un febrero de la década primera del siglo XXI.
Se casaron por la Iglesia. Ella asumió los gastos de la fiesta y por amor al novio, le regaló el vestido, relegándole luego, el manejo de la economía del hogar y el uso de las tarjetas débito y crédito.
El sueldo, a gatas, alcanzaba para cubrir los gastos de los dos hogares: el de su madre y el de ella. John, al final de cada mes, ostentaba en las tiendas, el honor de ser esposo de maestra ostentando con las tarjetas del banco.
-John era el macho de la casa.
Graciela necesitaba con urgencia un crédito para cubrir los gastos del hogar, pagar la cuota de la camioneta cuatro puertas comprada en el concesionario y cubrir la cuota del paga-diario.
Trabajaba sin descanso en un colegio público con nombre de heroína comunera. En las tardes asesoraba tareas y asumía la jornada laboral en casa.
La profesora Graciela es agraciada y generosa en palabras para chicanear de los afectos del marido. Humberto, un joven, hijo de ganadero que no estudió, convencido que, para conseguir una mujer atractiva y orgullosa, había que buscarla en el magisterio. Y como prueba de ello, se convirtió en el joven enamorado esposo de Graciela.
Para facilitar la presencia de Humberto como comprador de ganado en las plazas los días de mercado, Graciela le dotó de una camioneta 4x4, y con ella chicaneaba.
Las deudas de la maestra se incrementaron, así las cuotas mensuales, y los embargos aparecieron dejando los ingresos como docente y pensionada, al mínimo vital.
Graciela, sin derecho a volverse a endeudar, deberá trabajar hasta los setenta años para pagar los embargos y liberar la casa para vivir, si es que lo logra, luego de cumplir 50 años como maestra y setenta de vida, mientras Humberto se jacta que la vieja cada vez tiene menos alientos y más enfermedades, y podrá gozar, a sus anchas, de las pensiones de la maestra que lo entregó todo por un amor tierno y meloso.
-        Humberto era el macho de la casa.

San Gil, marzo 05 de 2.020
Nauro Torres Q. 

lunes, 6 de abril de 2020

TU REGALO




Ella lo había escuchado por la radio. Gustaba del tono de voz grave y melodioso. Buscó referencias con una de sus hermanas que le conocía de épocas pretéritas. Igual hizo con personal de la emisora, pues ella era la contadora en la Asociación radial. Estaba casada y criaba a un niño menor a dos años. El padre los había abandonado tras irse a Europa en búsqueda de el dorado.
Con un ramo de flores de rosadas rosas y una tarjeta con una estrofa de versos entregados por mensajero, se auto presentó en la oficina del periodista.
“No me recuerdas, pero yo, sí.
Se de tu aflicción y tu tristeza.
Sería el aroma en tu vida
Y el rosado de tus sueños”.
Él, un hombre que rallaba medio siglo de experiencias intentando borrar las llagas que deja la perdida de la madre de sus hijos. Solo tenía tiempo para trabajar y proveerles, cursaban universidad.
El ejecutivo estaba acostumbrado a regalar flores por compromiso social; pero no había recibido un manojo de rosas enviados por desconocida.
Con los días, recibió una llamada a la línea directa. Una suave voz femenina solicitaba una cotización editorial. Él, tomó apuntes y anunció oportuna respuesta. Al despedirse, ella preguntó si le habían gustado las rosas. La inesperada pregunta se convirtió en expectativa. Concertaron una cita al atardecer en el malecón del río.
Un quiosco colonial de un conocido restaurante bajo el follaje de gallineros fue el escenario del encuentro de la curiosidad para él, y para ella, la oportunidad para acercarse e impregnarle con el aroma de las rosas.
Los encuentros posteriores se fueron dando como semanas llegaban en el calendario. Ella, lozana y joven, siempre vestía de rosado.
Lindas rosas 🌹🌿🌷🌿 | Rosas púrpuras, Flores exóticas
Cinco años transcurrieron sin volverse a ver. Por asuntos laborales ella se había radicado en la capital. Tenía un nuevo hogar. Y él, estaba a punto de hacerlo. Por alguna asesoría contable, ella regresó a la ciudad del malecón de gallineros, coincidiendo la fecha previa al matrimonio del periodista.
Concertaron la cita en el mismo restaurante para saludarse y desearse buenos deseos. Él, le contó que se casaría de nuevo al otro día. Los dos se alegraron de las noticias.
-        Hoy es la despedida de soltero, dijo él.

-        Yo soy tu regalo, dijo ella.

Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

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