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jueves, 8 de noviembre de 2018
JARANTIVAES, AGRADECIDOS Y GENEROSOS
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jueves, 4 de octubre de 2018
FRANCISCO DURAN NARANJO Y SU LEGADO MUSICAL
“Podrán los amaneceres romper el alba,
podrán los atardeceres cubrir el sol,
el viento que abraza el árbol quedarse quieto;
el agua del manantial, no moverse mas;
irán pasando los días tranquilamente
al modo de no tener yo, felicidad;
pero no podré olvidar cuando aquella noche
tu amor me quisiste dar”…. Reza un fragmento de un pasillo del compositor guanentino que nació el 5 de agosto de 1931 en San Gil, Santander, Colombia, y murió en la misma ciudad el 11 de julio de 2018.
Solo con el recuerdo de esos TIEMPOS IDOS nos persigue a los dos (https://www.youtube.com/watch?v=p_4r12xjF78)
“Solo el recuerdo de esos “Tiempos idos” nos consume a los dos.
No se si fue el pecado de quererte tanto lo que me perdió.
Oh¡ fue tu cruel orgullo, lo que nos separara con un triste adiós.
Así fue que tomamos diferentes rumbos,
y por eso es que hoy,
solo el recuerdo de esos “tiempos idos” nos persigue a los dos”.
Con esta bella canción el compositor santandereano egresado en 1950 del Colegio Nacional San Josè de Guanentá, de su pueblo natal, le canta a la añoranza y al amor que se esfumó con un triste adiós. Pero en el mismo camino estamos, y el encontrarse con ese amor que el destino esfumó, ocurre. (https://www.youtube.com/watch?v=p_4r12xjF78) “Con tu presencia reviví la vuelta llama del amor. Los dos pudimos compartir toda una vida entre tu y yo. Ya vez que todo terminó, culpable fue el destino cruel porque nunca pensamos que algún día llegara tardío, tal vez…”.
Luego de graduarse bachiller, y por tres años consecutivos estuvo andareguiando por las inclinadas calles de la Perla del Fonce, que en su diario caminar, siempre confluían en el parque la Libertad, y bajo sus ceibas silenciosas y la brisa del río, Francisco compuso los versos de sus primeras canciones en un cuaderno que lo acompañó por varios años en las frías noches de la capital colombiana a la que llegó en 1954 a iniciar estudios musicales en el Conservatorio Nacional de Música.
En el Conservatorio conoció otros jóvenes estudiantes de música con los que departió en grupos musicales en quienes sus canciones se convirtieron en piezas anheladas en serenatas y presentaciones públicas, sin que Francisco, se diese por enterado de la riqueza musical que venía componiendo como legado en bambucos y pasillos colombianos, y que los Hermanos Martínez, Garzón y Collazos, Jaime Llano González y Ruth Marulanda Salazar difundieron y eternizaron a Pachito Naranjo como se le recuerda en los ámbitos musicales de la capital turística de Santander.
La maestra bugueña del piano, Ruth Marulanda Zalazar, quien fue compañera de pupitre de Pachito Benavides cuenta que el sangileño tenía en su cuaderno varias melodías, y que ella, las convirtió en partituras porque encontró en sus composiciones un pentagrama de cantos al amor y al desamor que con sus melodías, enamora y enalteció el pasillo y el bambuco colombiano.
Francisco Durán Naranjo, nació y vivió para los demás con su música. La soledad fue su fiel compañera, desde joven hasta el ocaso existencial; pero fue ella, la que facilitó su obra musical y sus sencillas y tiernas historias contadas al son del tiple, la guitarra o el piano en melódicas canciones que engolosinan y enamoran.
“Soñé un amor” así no hubiese amor. Así reza esta canción:
“Soñé un amor”
(https://www.youtube.com/watch?v=d_CHb4-UQo8&t=1s)
Tan grande y tan hermoso que me alegrara este inmenso penar. Así esperé toda una vida ansioso y una mañana cálida y bella lo vi llegar. Soñado amor, perfume de jazmines ven a embriagarme con su néctar sutil para encontrar el consuelo divino… cuenta la letra de esta canción del maestro sangileño que le canta a un amor que llegó una vez y se esfumó con el viento.
Para el sacerdote Gilberto Bautista, amigo del compositor, y quien ofició el funeral, afirmó que Pachito, fue un maestro de la música, de la amistad y la generosidad. De la música porque sus 39 canciones impresas y otras tantas inéditas, forman parte del álbum de la música colombiana. Fue un maestro de la amistad porque fue generoso y constante con quienes fueron sus amigos. Fue un maestro de la generosidad porque vivió para dar, sin mirar a quien. Con sus donaciones y sus clases de música, empoderó a los niños del Hogar Pastorín en su ciudad natal y entregó partituras para todos los instrumentos de la escuela de música que lleva su nombre y que dirige el profesor Fernándo Martínez. Los feligreses de la parroquia de la Virgen del Carmen de San Gil, desde hace mas de un decenio acuden al tañir de las campanas que escogió y seleccionó el donante, el maestro Francisco Duran Naranjo.
TIEMPOS IDOS
(https://www.youtube.com/watch?v=p_4r12xjF78)
“No se si fue el pecado de quererte tanto lo que me perdió;
o fue tu cruel orgullo el que nos separara con un triste adiós.
Así fue que tomamos diferentes rumbos,
y por eso es que hoy,
solo el recuerdo de esos “tiempos idos” persigue a los dos. (https://www.youtube.com/watch?v=p_4r12xjF78)
Con tu presencia reviví
la vuelta llama del amor.
Los dos pudimos compartir toda una vida entre tu y yo.
Ya vez que todo terminó,
culpable fue el destino cruel
porque nunca pensamos que algún día llegara,
este final, tal vez…”
Para el joven promesa del órgano, Jonathan Reyes,, quien le conoció desde los seis años y con quien compartió varios años en el ocaso del maestro, éste y su música tiene un “sello especial” que impregna sencillez y deleita el espíritu por su fragilidad y sinceridad en los versos melodiosos.
Fue una persona de proyectos, metas y sueños alcanzados. Sus tiempos vividos fueron intensos y productivos, y hasta el final de sus días, no hubo descanso sin terminar sus acometidos, sin esperar aplausos, ni reconocimientos mas que la satisfacción de saber que sus melodías gozan del aprecio de quienes palpitan con los pasillos y bambucos andinos.
Como cualquier cronista, anduvo con libreta en el bolsillo tomando apuntes, y con ojos de águila y la sensibilidad de un colibrí, plasmó de sus observaciones significativas canciones. He aquí esta usual historia que discurre en cantinas y bares colombianos.
“Se puso a tomar José”
( https://www.youtube.com/watch?v=5N7DOFtla9M) creyendo que así podria olvidar siquiera un día a la novia que se le fue. Se puso a tomar José de ver que todo en la vida se va muy pronto y se olvida sin saber cómo? y por qué?.
Cada mañana que paso por la tienda de la esquina esta José en su rutina aligerando su caso, y yo me pongo a pensar, que me pasaría si un día la ilusión de mi vida me empezara a abandonar… Yo, a José, le hallo razón porque es muy negro el destino cuando se va del camino, la dueña del corazón”.
Aunque la soledad fue su compañera, hubo instantes de su vida que surgió el enamoramiento, mas no la constancia de quien fuera la diva de su corazón. Y a diferencia de quienes maltratan y desprecian, Francisco atinaba a componer y cantar al desamor….
VETE PAL DAIBLO MUJER¡ ( https://www.youtube.com/watch?v=oAiE-krkJ5Q)
“Ya que no me querés y mi corazon ya no es para ti. Que´ le vamos a hacer?. Vete de una vez, no vuelvas po´aquí, si tu corazon ya no es para mi. Mucho yo le implore´ hasta que al final decidí mas bien que es mejor no estar con una mujer que a uno le toque que rogar.
¡Vete pa´l diablo mujer¡ Ya que no me querés y mi corazon ya no es para ti; que le vamos hacer? ¡vete de una vez y no vuelvas po´ aquí¡ –“Vete pa´l diablo mujer”-. ¡No vuelvas jamas¡. Llévate todos tus chiros y ya no te quiero ni volverte a ver. ¡Vete¡ que seas muy feliz con el diablo en compañía, y yo, dichosísimo viéndote arder”.
Las notas musicales, los pentagramas, los teclados ocupaban sus tiempos y sus pensamientos, tareas poco comprendidas por algunas mujeres que demandan atención y cuidado, y el enamorado, sin percatarse, de un momento a otro, solo atinó a registrar en una melodía lo ocurrido con otro amor que se esfumó.
ABANDONO ( https://www.youtube.com/watch?v=xXifw_20FDg)
“Se fueron mis esperanzas, volaron cual mariposa inciertas y vagarosas tras una ilusión. Se fueron para muy lejos llevándose la alegría dejando el alma herida sin una llama de amor. Se fueron mis esperanzas, volaron cual mariposa inciertas y vagarosas en busca de otra ilusión. En busca de otro querer mi corazon anhelante seguía siempre adelante por ella dijo que no. Cómo me vuelve de loco y me deja enguayabado el haber estado a tu lado brindándote el corazón. No podré nunca olvidarte, primor de muchacha hermosa tan suave como la rosa y perfume de clavel y de tus recuerdos me pierdo como el día entre la noche oliéndome tu reproche me duele mas tu desdén. Vamos pues tiplecito alejémonos cuanto antes, sigamos como un errante en búsqueda de otro amor. Mi corazon esta herido, no podrá soportar. No hace sino llorar ese fugitivo anhelo”.
Y como todo mortal con las características de un artista, su sensibilidad brotaba en notas, y con ellas, muchas veces quiso preguntarse, sin hallar respuesta, por qué no se ganó la lotería de un amor que le acompañase por años, como a cualquier mortal.
“Porqué te vas ( https://www.youtube.com/watch?v=iq_ouqhA2pE) dulce querer, no me abandones, ya que con tu amor siempre forjé mis ilusiones. Lejos de ti mi corazón muere en silencio y tu desdén es para mí, un buen tormento. Es porque tus labios a mi me entregaron el amor mas dulce que no he de olvidarle. Porque sin tus besos se acaba mi vida y sin tu cariño no podre existir. No me deje solo, ven que yo te espero porque necesito de tu amor vivir”.
Con un lenguaje sencillo narró historias de amores y desamores en la mayoría de las 39 canciones entre pasillos y bambucos que, interpretes amantes y promotores de la música colombiana grabaron en diferentes momentos de los 86 años que vivió el compositor sangileño, inmortalizando su obra musical en el siglo XX y XXI.
La medica Julieta Rueda, el sacerdote Benjamín Pelayo, la interprete Ruth Marulanda, pianista; los jóvenes interpretes, Jonathan Reyes, organista, y Carlos Vasquez Soto, tiplista; y un grupo reducido de amigos, fue su familia en los últimos días de vida; pues los de sangre, siempre estuvieron lejos de su corazón y distantes de su hogar.
Comentó en el funeral, Julieta Rueda que, como diabético, Pacho era irascible, irritable, inquieto, y lo que hacia o pensaba hacer “era para hoy, y, ya”. Murió dejando terminadas las partituras para la escuela de música que lleva su nombre, y que muy seguramente hará temporal la obra de este insigne músico sangieño, quien en vida, recibió reconocimientos y los honores, tanto de la municipalidad como de la Gobernación de Santander.
Puente Nacional, Ecoposada La Margarita, octubre 04 de 2018.
NAURO TORRES QUINTERO
viernes, 28 de septiembre de 2018
La niña de la capital
Entre Bogotá y la estación Providencia, el tren hacía el recorrido en seis horas, tanto de ida como de regreso. En el regreso, Cristina podía hurtar, por los huecos de las mochilas que protegían los canastos -tejidos en caña de castilla-, una que otra guayaba, y una que otra pomarrosa que iba comiendo con paciencia y con gusto escondiendo la cabeza entre la ruana de lana con muñecos que siempre usó en sus viajes a tierra media.
Como si estuviese cansado, el maquinista del tren se tomaba tiempo para bajarse, tomar aire y degustar un tinto. Y en ese lapso, varias jechas con sombrero negro de alas planas cortas y en fieltro, delantal negro con pepas blancas que cubría el dorso y las extremidades, ofrecían café con leche acompañado de mantecada, almojábanas o mogollas de trigo rellenas con cuajada. La bebida caliente era portada en chorotes con capacidad de un litro, -vasija de barro horneada en Ráquira, Boyacá- y eran exhibidos y cargados sobre la cabeza de cada matrona posados en un cabestro redondo de bejuco que facilitaba la quietud y equilibrio.
La citadina niña pensaba que de todas las meriendas que se ofrecían en cada estación del tren, la más abundante, la menos costosa y fácil de sacar, era el café con leche. Se extraía del río con el chorote, se calentaba en el fogón de leña, se cargaba en la cabeza y se ofrecía los pasajeros del tren.
Medio siglo después la niña de la ciudad regresó a recoger sus pasos en la vereda en donde su imaginación tejió el paraíso donde algunas veces estuvo de vacaciones siendo infante.
El tren fue borrando de los recuerdos de los viejos al morir. Los politicos de Colombia lo liquidaron por ser un servicio público de transporte para abrir las escotillas a la privatización de este servicio, vital para el desarrollo del país. Los rieles del tren en cada municipio donde estaban extendidos, fueron hurtados y vendidos por los alcaldes que gobernaron a finales de la década del setenta del siglo XX.
Las locomotoras que arrastraban los vagones de los trenes hoy remolcan vagones con minerales que abundan en el país más concesionado del mundo para henchir las billeteras de las transnacionales.
Los buitrones de las máquinas de vapor se trasladaron a las empresas y buses de transporte que contaminan el ambiente en la capital. Los canastos de caña de castilla y bejuco fueron reemplazados por bolsas plásticas que ahogan la vida de los animales y bacterias benéficas para el hombre. Las viandas solo están en los recuerdos de los ancianos. La industria alimenticia ofrece en el mercado, procesados con sabores artificiales empacados al vacío, que mantienen colgados en cualquier tienda. Los cabestros que usaban las mujeres en el campo para equilibrar los chorotes en la cabeza, no están ni en los museos. Los chorotes de barro de origen chibcha, unos cuantos por su forma y volumen, se exhiben en algunas pinacotecas de municipios del altiplano cundinamarqués. El imponente lago andino de más de 13.000 hectáreas de extensión, menor que el Tiquicaca, otrora venerado y protegido por los indígenas muiscas, lo vienen ahogando los dueños de sus linderos para expandir la ganadería. La vena aorta de la laguna de Fúquene sigue siendo asfixiada por los agro químicos, el estiércol de los ganados y las aguas servidas de los poblados adyacentes al río Suárez. La sangre, cual hilo del manantial madre, se seca en verano; y en invierno ya no se parece al café con leche, sino a una masamorra de barrancos, basuras y heces, no apta para el consumo humano, mientras que las rondas que hubo en las márgenes del río sólo existen en óleos de algunos ricos de esas tierras consideradas las más fértiles de los departamentos que las incluyen en los planes de desarrollo cada cuatro años para reforestar, mientras los árboles por sembrar, son tumbados con los serruchos de los gobernantes de turno.
Para Cristina, fue su último viaje a su Providencia de la infancia. Como maestra de biología decidió regresar al campo en otro municipio cerca a la capital y se dedicó a sembrar cafetos para sacar café especial que ofrecía cada ocho días en hogares de amigos en la ciudad. Tuvo dos hijas que estudiaron ciencias exactas. Una se radicó en Alemania, y la otra, en México para ejercer sus profesiones. A principios del 2.020 viajó a Puebla a acompañar a su hija, docente de la universidad mientras se reponía de un malestar físico y emocional.
La niña de la ciudad murió en Puebla víctima del Covid-19 sin atención médica por estar de turista y sus restos se perdieron en una bolsa de plástico entre cientos de muertos que aparecieron en las casas y solo recogían días después para depositar en una fosa común en un paraje distante de la ciudad.
jueves, 13 de septiembre de 2018
EL TREN DE LOS RECUERDOS
El cien pies me trae recuerdos infantiles. Cada vez que tengo la dicha de encontrarlo en el campo, lo contemplo. Lo admiro por la rapidez que anda serpenteándose.
Hasta los 18 años me extasiaba contemplando desde cualquier loma el desplazamiento de los trenes que desde la puerta de oro de Santander[1] trepaban lentamente en las pendientes por la línea ferrea entre las estaciones, la Capilla[2]-Providencia[3]-Guayabo y Robles.
Entre curvas y rectas, entre lomas, hondonadas y cuestas, potreros y montes, cada tren se desplazaba con el movimiento de un cien patas. Unos con diez, otros con veinte, y una vez, alcancé a contar un tren con treinta vagones repletos de promeseros.
Estación Zipaquirá. Restaurada.
Brotaba cada tren entre las paredes de las lomas pitando y cubriendo el paisaje con humo blanco que ascendía al cielo fundiéndose con las nubes; y se escondían entre otras ocultando sus cargas.
El tren de palo trepaba en Puente Nacional, a la madrugada, y se descolgaba desde Bogotá, en el ocaso hacia Barbosa. Sobre las cuatro de la mañana, cada día, anunciaba pitando, la partida desde la estación la Capilla, y en menos de tres cuartos de hora, estaba quieto en la estación de Providencia. Era el tren de carga del ferrocarril central.
El tren de carga lo componía una locomotora a vapor, góndolas para carga a granel, vagones con rejas para reses, marranos o bestias; vagones para carga diversa y un coche en el que viajaban los dueños de las cargas. Unas veces las góndolas transportaban arena, cemento, ladrillo o rajón. Y en los vagones se observaba cajas de madera con guayaba, con pomarrosas, bultos de naranja, limones, bultos de yuca, papa y plátano, o carbón.
Estación Providencia. En este lugar en marzo de 2018, nos reunimos egresados del grado 5o. de primaria de 1966 en compañía de quien fue nuestro maestro, el profesor, José Manuel Suarez.
El nombre de la estación de Providencia tiene tinte religioso. Los mayores cuentan que en honor a la Divina Providencia, un sacerdote franciscano bautizó el lugar por ser el cruce de los caminos reales que unían los centros de peregrinación del Cristo de Guavatá con la Virgen de la Candelaria y la Virgen de Chiquinquirá. Otros recuerdan que Providencia era el nombre de la finca de la cual se escindió el área para la estación del tren, cuya casa principal fue incendiada en 1948 por pertenecer a una familia liberal y en cuyas ruinas, construyeron luego, la capilla, tan amplia como la de Quebrada Negra, pero distante de la estación, que sobresalía entre los potreros de Teodolindo Velandia y la cafetera de Segundo Sáenz, ambos campesinos provenientes de Boyacá de origen conservador que compraron aprecios irrisorios, tierras que fueron de liberales desplazados en 1948.
Ruinas de la estación Providencia.
La estación Providencia, levantada en piedra amarilla labrada y traída de algún lejano lugar tiene un estilo colonial particular. Fue construida en 1930 y declarado monumento de interés cultural de la índole nacional en 1976; pero hoy, solo quedan las ruinas de lo que fue una estación cómoda con cuatro corredores, sala de espera, bodega para maletas y bodega para carga, servicio de baño y oficina para expedir los tiquetes, sumando los espacios privados para la familia del jefe de estación.
El primer tren diario de pasajeros tenía coches con techo rojizo y paredes en madera pintadas en verde pino; pasaba por la estación Providencia, una hora después del tren de palo; y hacia el mediodía, otro tren de las mismas características llegaba, pero tenía más capacidad de arrastre, más coches y más pasajeros. Los pasajeros que menos podían pagar por el transporte viajaban en los coches cercanos a la locomotora. Tenía sillas de madera y se le reconocían como de tercera. Quienes compraban un tiquete de primera se acomodaban en coches con sillas en cuero acolchonadas. Entre los coches de tercera, segunda y los de primera, iba siempre un coche restaurante en el que se ofrecía un menú para todos los gustos, según los recursos en la cartera. Este coche dotado de mesas y bancas fijas estaba dotado de baño a ambos lados en una de las puertas de entrada al coche. Las mesas tenían círculos hendidos en los que se colocaba la bebida, y las bancas eran para dos personas.
El tren de palo transportaba carga. Por eso se le conocía como el tren de palo, por ser los vagones en palo y rejas en hierro. Y en él, la carga era diversa, según el día de mercado de la población a donde iba la remesa. Reses, legumbres, cacao, café, leña, carbón vegetal, madera, bestias, materiales de construcción, maquinaria, etc. El color de los vagones era gris. Llevaba un vagón de pasajeros para los dueños de las cargas, pero en navidad, aumentaban los vagones para las personas que iban a las romerías a visitar a la Reina de Colombia, la Virgen de Chiquinquirá.
El tren especial.
Pasaban por las veredas dos trenes en el transcurso del mes de diciembre. El de carga, el de diario y el especial. Se diferenciaban por la potencia de las locomotoras, los colores de los coches y el poder adquisitivo de los pasajeros. El tren común tenía coches color verde y en madera. Y el tren especial tenía techo blanco y paredes rojas con estructura de hierro y lamina, igual al tren turístico que los fines de semana hace el recorrido entre la Estación Nacional en Bogotá hasta Zipaquirá. Este servicio fue conocido hasta finales de la década del setenta del siglo XX como “El tren del sol”.
Los trenes dejaron de circular en 1976, y con su desaparición llegó el abandono de las veredas en Santander, Boyacá y Cundinamarca, aumento la pobreza, el desempleo y la incertidumbre, condenadas varias veredas al ostracismo.
En las décadas del tren, muchos vivíamos de ellos. Todo lo que se producía y se hacía en los hogares, se sacaba a las estaciones y se vendía a los pasajeros. En la Capilla eran famosos los piquetes con gallina o con carne asada. En Providencia, el balay[4], las almojábanas, los cítricos, la chicha, el guarapo y el guarrús[5]. En el Roble, el queso con bocadillo y las cuajadas. En Garavito, las mantecadas y el queso de hoja. En Saboyá las papas saladas con cerdo sudado En la estación de El Límite, las panelitas y las melcochas. En Chiquinquirá, los dulces blancos y rosados, así como los frutos secos y las papas sudadas con buche o tocino. En Ubaté, los quesadillos. En Fuquene, la trucha y el pescado. En Lenguazaque, las papas con jeta. En Nemocón el bofe y las papas saladas con costilla de cerdo. En Zipaquirá la fritanga.
Los trenes no regresaron porque los buses y los camiones suplieron el servicio de transporte intermunicipal que estaba en quiebra por varias razones: El Estado y su recua de políticos que se convirtieron en los dueños del transporte intermunicipal y nacional. Los pasajeros de segunda y tercera no compraban tiquetes y se hacían pasar como familiares de los freneros, los carboneros, los maquinistas, los conductores o los obreros de la línea.
Estación Central. Bogota.
Sin el tren, abundó el desempleo en las veredas y municipios por donde estaba la red férrea. Ya no reclutaban campesinos como obreros para la línea férrea, ni para freneros[6], ni para conductores[7], ni para maquinistas[8], ni para ayudantes[9], ni carboneros.
En el desfile de andas que cada dos años ocurre en Puente Nacional, una familia construye artesanalmente un tren que, con esfuerzo y empeño personal, cargan por las calles acompañados de un equipo de amplificación que los recuerdos del ruido y el pito que hacia el tren en el desplazamiento. Esta imagen fue tomada en junio de 2018.
El desplazamiento a la capital se agudizo y las viviendas empezaron a ser habitadas por el gorgojo, las telarañas y el abandono. Los cultivos de café, caña, yuca y plátano fueron reemplazados por los potreros en los que hoy pastan ganados con una producción deficiente. Murieron las tiendas, restaurantes y pensiones que hubo en cada estación. Y desde entonces lo que se produce en el campo cayó en manos de los intermediarios de las plazas de mercado de los municipios que lograron sobrevivir por el mal llamado progreso. Hoy cincuenta años después seguimos soñando que el tren retornará para no morir en el olvido como las mismas hermosas estaciones construidas imitando a la principal de la capital colombiana.
Posada ecoturística La Margarita.
Puente Nacional, agosto de 2018.
NOTAS ACLARATORIAS
[1] Barbosa es la primera ciudad que se halla en la ruta que une a Bogotá con Bucaramanga. A mediados de los años cincuenta del siglo XX fue la estación del tren de oriente. Hoy es el centro comercial de las provincias de Vélez, Cimitarra y Ricaurte en Boyacá.
[2] Es el caserío que está en la vereda del mismo nombre en Puente Nacional y a la que arribaban los gringos, los políticos y turistas que llegaban para el hotel Agua Blanca de la misma red vial.
[3] Fue un caserío que alcanzó a tener hospital, pensiones, almacenes, boticas, famas, templo, Inspección y base para la Policía. Forma parte de Puente Nacional
[4] El balay es un piquete envuelto en hojas de plátano protegido con un paño puesto en un canasto de caña de castilla. El piquete está compuesto de yuca, papa, arracacha, bore, plátano verde, carne cocinada y asada, una gallina, chirizos y sobrebarriga dorada. Es común aun en Puente nacional y Vélez.
[5] Es una bebida dulce a base de guarapo de caña y arroz
[6] Eran los obreros que trabajaban en los trenes de carga para movilizarla, arrumarla, cargarla y bajarla.
[7] Los conductores eran los empleados bien vestidos con quepis que se encargaban de cobrar los pasajes y recoger los tiquetes.
[8] El maquinista era el empleado que iba en la locomotora controlándola
[9] Eran las personas que ayudaban al maquinista, echaban a la hornilla el carbón o la leña
sábado, 8 de septiembre de 2018
Reflejos de una cultura campesina creadora de riqueza
Si dono el diezmo a la Iglesia,
cuánto invierto para la familia y mi vejez?
Alfonso González, un campesino, escogía de cada cosecha de maíz, frijol, arracacha y papa, los granos y tubérculos de mayor tamaño que resguardaba en la troja para sembrar en la siguiente cosecha. Fue padre de diez hijos quienes se levantaron sin necesidades alimentarias y fueron buenas personas.
Lorenzo Roso no conoció a los padres, pero se crió en una familia campesina metódica que le enseñó el arte de trabajar para reservar para el mañana. Acumuló, mas de cincuenta, hectáreas en pastos y fue un campesino con mas cabezas de ganado en la vereda Jarantivá, en Puente Nacional.
Y al igual que Alfonso, fue padre de una decena de hijos, los cuales, también fueron ganaderos doblando, unos, y triplicando otros, la herencia.
Nacidos en las veredas, Jarantivá, Montes, Urumal, Alto Capilla, regresaron 50 años después a la Escuela donde cursaron la primaria a dar gracias el profesor José Manuel Suarez-de azul, al fondo de pie- por su labor en la década del sesenta del siglo XX.María de Velandia, sacaba la mantequilla a la leche para usarla en la cocción y horneada de alimentos, y el suero de la cuajada como alimento para levantar y engordar cerdos. Fue quien tuvo la tienda mas surtida en Providencia, una de las cuatro estaciones del tren que tuvo Puente Nacional; y sus hijos, lograron ser profesionales.
Victoria Ruiz, madre soltera, levantó sus dos hijos haciendo amasijos de maíz, almojábanas, y chucula que vende cada lunes en el marcado de la localidad. Vive sirviendo a quien lo requiera en la vereda. Ya supera los setenta años y deriva el sustento con honor y sudor.
Clementina Pacheco sacó a la camada de cuatro hijos amasando mogollas de trigo rellenas de cuajada, cosechando moras y tomate de árbol, y, aunque ya los hijos trazaron sus propios caminos, ella y su esposo Pedro Torres, que ya suman mas de siglo y medio, trabajan y viven felices en la parcela ordeñando vacas normandas.
Manuel Gómez fue criado por quienes no fueron sus padres en un runchadero en San Ignacio de Opón. Hoy, tiene mas de dos mil cabezas de ganado y varias fincas.
Paseo anual de tres familias ganaderas por tierras del medio Magdalena. 2.018.Giovanni Cruz, nació en la Paz, Santander, y sus padres solo le heredaron el amor por el trabajo; su primer juguete fue un bordón para arrear ganados de un municipio a otro y aprendió a negociar. Hoy tiene cincuenta años y cuenta entre sus activos quinientos vientres que le producen, además de una cría al año, dos mil litros de leche diarios.
Eduardo Garavito, nació en las tablas, pero con el trabajo tesonero y el ahorro e inversión, fue un finquero que fue dueño de las tres mejores fincas del Carare Opón en Santander, hoy con planos pastizales en las vegas del Minero en Cimitarra.
Guillermo Beltrán fue el mayor de una camada de hermanos cuyo padre no les dio el apellido y solo aportó el semen para engendrarlos al natural; debió empezar a trabajar desde niño como mandadero en parcelas, y cuando ya estaba volantón con solo la primaria fue jornalero y andariego hasta que se enroló en la Policía Nacional de Colombia. Por las necesidades padecidas en el hogar y con el empeño de contar con algo propio, empezó ahorrar e invertir en bovinos y en tierra. Se pensionó a los 40 años, y desde entonces con el mismo método sumó una riqueza con los años representada en centenares de hectáreas y cabezas de ganado que le permiten vender semanalmente 12 novillos gordos cada semana.
En ellos, hay una constante: pocos alcanzaron a cursar el tercero primaria. No había mas grados en la escuela de la vereda donde crecieron, pero todos fueron educados en el trabajo, la honradez, la responsabilidad, el amor a la tierra y el anhelo por asegurar, tranquilos, una vejez sin premuras y con recursos en caja para afrontar los achaques de la salud en el ocaso existencial.
Alfonso González sembraba legumbres y granos para alimentar a los hijos. Lorenzo Roso, ahorraba del jornal diario y lo invertía en un ternero que entregaba al aumento a algún finquero que ganaba su confianza. María de Velandia reservaba el producto de la venta de la mantequilla y fue comprando tierra para que pastasen mas vacas. Victoria Ruiz trabaja holgadamente para velar por su hijo menor, Down. Clementina Pacheco vive su vejez con el producto de sus vacas normandas que pastan en fértiles tierras acompañada por su Pedro amor. Manuel Gómez ha engendrado diez hijos en tres uniones maritales y a cada uno los ha apalancado para que tengan su propia finca. Giovanni Cruz, de arriero de lotes de ganado, es hoy, un prospero comerciante de bovinos con mas de mil hectáreas en sus haberes. Eduardo Garavito, a quien le mataron una hija para extorsionarlo, abandonó la región de San Ignacio en Santander y en sus ochenta años es un prospero ganadero en el magdalena medio. Guillermo Beltrán tiene en sus haberes fincas ganaderas en tres departamentos y puntos comerciales en una capital del Caribe colombiano.
Todos, fueron criados en la cultura campesina del ahorro y con la norma: “coma hoy, y guarde para mañana”, “siembre y coseche amando la tierra, ella es generosa y prodiga”. “Invierta en tierra, ella se valoriza todos los años”. “Invierta en ganado, ganado es”. “ De grano en grano, llena el buche la gallina”. “ Pague el diezmo cada año, pero guarde e invierta el triple para mañana”. Todos podemos llegar a ser ricos: “trabajando y ahorrando”. “El que madruga, Dios le ayuda”. “ A Dios rogando y con el mazo dando”. “ La vejez no viene sola, no sea una carga para sus hijos”.
En esta cultura del ahorro campesino que, aun persiste en las veredas y municipios productivos y productores de la provincia de Vélez, Santander, florece la generosidad, la solidaridad, la ayuda mutua que afloran en cada comunidad, el incremento patrimonial, y un bienestar creciente de las familias reflejado en tranquilidad y felicidad por lo que se hace, a diario, con la tierra y con los frutos de ella.
Pero esta costumbre de ahorrar una parte de la cosecha, ya en semillas o en dinero producto de cada cosecha, también florece en la ciudad entre las personas con origen campesino.
Sin abandonar el credo religioso y la costumbre de dar el diezmo, las personas ahorran, con esfuerzo, un porcentaje mayor para invertir en un lote, el cual, empiezan a construir, en el tiempo, con tantas piezas como miembros hay en la familia, y como si fuese una finca, la parcelan asignando a cada integrante, un habitación en la que se acomodan con la nueva familia, y que abandonan, una vez también logran tener los ahorros para comprar un lote y empezar a construir la casa propia.
Con los años sumados y a la espalda, usados para observar e identificar la axiología que iluminó a los personajes citados en este ejercicio de escribir haciendo el bien, inferí unos valores que contribuyeron a “crear riqueza familiar” desde la cultura campesina veleña.
Los valores de la cultura campesina veleña.
La sencillez: Son personas sencillas, amables que observaron que las gallinas, de grano en grano, llenan el buche. Los padres fueron solidarios entre si y tienen un solo bolsillo y no cada quien con su baúl. Y los hijos, se ayudan y apoyan entre hermanos cuando surgen emprendimientos individuales.
La confianza: Los padres delegaron en el hogar, tareas y funciones a cada hijo. Fue el sendero seguro para convertirlos en personas responsables y seguras de si mismos. Generaron confianza convocándolos a formar parte de las decisiones que afectaban la unidad familiar. Les enseñaron a pescar y no les dieron el pescado. Al dar el pescado, hay cena para un día. Enseñándoles a pescar, tienen cena todos los días.
La paciencia: Es el arte de darle tiempo a las ilusiones. Son los peldaños que hay trepar para alcanzar la meta. Las esmeraldas como los diamantes se acrisolan con los siglos. La riqueza se amasa con el ahorro programado, la inversión en activos productivos o en finca raíz, y con el control de los gastos. La paciencia es darle al tiempo, tiempo. Hoy que todo corre vertiginosamente, las personas crecen en años, pero quieren conseguir dinero fácil para escalar en la vida social, sin importar los medios y el cómo hacerlo, quebrantando los cimientos de la ética y el buen proceder, dando prioridad al bien particular sobre el bien común aceptando con normalidad la corrupción que se fermenta en los administradores de la cosa publica.
La bondad, la enseñaron con el ejemplo. Los padres que dan sin condiciones aplican la ley del Dar. Y el dar trae consigo el recibir, pues todo lo que sube, baja; y quien es bondadoso con los demás, recibe igual o mas, pues la bondad es el espejo de la ley de la compensación. Padres bondadosos forman hijos bondadosos.
La legalidad, son personas rectas, confiables; serias en los negocios. Para ellos, la palabra es una escritura. No toleran la mala fe en las personas. No admiran a quienes se enriquecen en poco tiempo en dudosos negocios. Son referentes de una cultura de la legalidad.
El cariño, lo expresan con los miembros de la familia; con los amigos y conocidos. valoran la amistad y son solidarios con los conocidos. Son personas que gozan de una alta autoestima y muestran orgullo, sin rayar en la jactancia. Se aman a si mismos.
La familia. Los veleños están atados a sus antepasados y guardan con espero los recuerdos de sus ancestros. Las familias se reúnen con frecuencia y comparten ocasionalmente entre hermanos, tíos y primos.
Amor a la tierrita. Los veleños añoran los parajes y el terruño donde nacieron y crecieron. Y quienes viajaron a lejanas tierras para colonizar o hacer emprendimientos, regresan ocasionalmente a la vereda, y tienen como costumbre visitar a los conocidos; jugar tejo, jugar a los gallos, montar a caballo y hacer el paseo de olla a la quebrada; sin faltar, a las ferias y fiestas navideñas de la población donde fueron bautizados.
En el hogar y en la escuela se forjan los valores que mantienen viva la cultura campesina. Y los campesinos, en su mayoría marginados en Colombia, trabajan con dignidad para tener el pan en la mesa y no dependen de las migajas del Estado, pero si requieren vías de acceso para comercializar y asistencia técnica para mejorar y producir mas llevando al mercado productos frescos y naturales.
Puente Nacional, vereda Jarantivá, Posada Ecoturística La Margarita, junio 12 de 2018.
Nauro Torres Quintero
Esp. Alta Gerencia. UIS. Lic. en Filosofía y Letras. USTA. Colombia.
viernes, 6 de julio de 2018
Venerada prepago
Unía su tronco una cintura de hormiga que caía perfecta en la masa pélvica, imposible de no contemplar. De ella, colgaban dos juveniles y simétricos vástagos torneados, adornados por llamativas rodillas que coronaban sus piernas congruentes en un todo perfecto, despertando admiración de los géneros, que a su paso encontraba, ya en la calle, ya en el colegio, ya en los hoteles, o el templo, al que aprendió a ir, desde niña, cada domingo a ofrendar sus alegrías y sus dolores al Cristo ahumado que luce esperanzado sobre las almas en pena postradas al madero que está al lado izquierdo de la entrada a la Capilla de piedra que sobresale en el jardín artificial que cubre los restos de los lugareños que se fundieron con la tierra en la ladera del cementerio del “rincón querido de mi tierra santandereana”, San Gil, Santander, Colombia.
Luego de dos horas cuidando la bolsa y perdiendo los pensamientos con las olas que dejaba a su paso la motorizada, arribó a Barrancabermeja entregando la carga en el puerto al delegado que continuaría con la ruta del polvo blanco que iba rumbo a puerto colombiano. El puerto bermejo es otro terminal en el que los pasajeros se esfuman tras sus intereses. La mujer con pocos meses de embarazo, arribó a la ciudad un poco mareada, malestar que superó con una fría limonada restableciendo los ánimos para continuar la ruta trazada por la flota Cotransmagdalena hasta la bonita ciudad de los parques.
Varias mujeres hicieron un baby shower para apoyar a Catalina, que un par de semanas después, hizo trabajo de parto, acompañada por una comadrona que ocasionalmente acudía al trabajo más viejo del mundo para ayudarse cubriendo los gastos.
La parturienta, ingiriendo aguas y recibiendo sabandijas, dos días de trabajo de parto realizó, y con dificultades, una niña parió que fue recibida con alborozo por María Magdalena y otras compañeras de oficio que estuvieron pendientes de la recién llegada del Sur de Bolívar; pero por causas no determinadas, Catalina murió. Dijeron algunas que una infección la mató. Otras arguyeron que el paisa, un maleficio le mandó para que no pariera a una criatura que él, no deseó.
María Magdalena, fue una guerrera buscando el sustento para su hijo, con llanto y dolor, soñando con una hija, insistió e insistió hasta lograr quedarse con la naciente muñeca que empezó a criar con empeño y esfuerzo, y luego registró con su apellido en la ciudad de los parques.
Cleopatra fue el nombre que le colgaron cuando la sumergieron en el río Girón en manos de un pastor evangélico, pues ningún cura católico le prodigó la bendición, por señalar a María Magdalena una pecadora, y a Cleopatra, hija del pecado.
María Magdalena, junto con otras mujeres fueron reclutadas para laborar en otra ciudad en el mismo oficio en una casa conocida en San Gil como “de la perdiz”.
Cleopatra, mientras tanto, jugaba con muñecas de trapo o plástico que una caritativa señora con iguales necesidades, recogía en las noches entre la basura, siendo barrendera, guardiana sin futuro, una organización creada por una joven mujer que llegó a la ciudad desde una vereda de Charalá, y con empeño y tesón, un grupo de mujeres conformó para hacer el barrido y recolección de las basuras que los pobladores producen cada día, sin medida y clasificación.
Fue reconocida la labor de esa flor del campo, que con apoyo de un militar que, orgulloso, contaba haber dado fin a Pablo Escobar; se hizo político y gobernador, y a ella, con nombre de cumplido, directora de la CAS, convirtió. Con tan mala suerte que pasados unos años en la cárcel terminó sindicada por peculado por apropiación y falsificación de documento privado sobre un contrato de arborización que se hizo a medias en tierras bermejas, cuyo ejecutante fue la misma organización de mujeres sin futuro que ella creó.
La media básica cursaron a troncas y a mochas con ayuda y apoyo de maestros mostradores de afecto que registraban sin prisa y sin dudas las ausencias de los hermanos en días u horas diferentes, a solicitud de la acudiente que en el registro de la institución no era María Magdalena.
Así como le crecieron los pies y el cuerpo se alargó mostrando débiles bellos, crecieron sus necesidades de Fernando. Fue utilizado como mensajero para hacer entregas personales a un dueño de una olla con fondo, cada vez mayor, que expendía vicio entre los usuales clientes de la carrera once que discurre paralela al río Fonce atravesando el parque El Gallineral, tranquilo y lento, para precipitarse encajonado por los riscos que alguna vez fueron los pies de la villa de San Gil y la Nueva Baeza.
Regularmente a clase asistía, y cuando hambre tenía, Cleopatra plata pedía al profesor de español, quien conociendo su historia, para las onces. dinero daba a la estudiante que el grado octavo cursó.
La necropsia reveló que la joven, de unos quince años, había muerto al impactar su cabeza con una piedra. La crónica roja del vespertino “Qu´hubo” contó que la occisa había muerto al volar por el aire desde una moto en la que iba como parrillera con un domiciliario al caer la rueda delantera del velocípedo en un hueco en el pavimento en la curva que cae a la quebrada en la que años después se hace torrentismo en el municipio donde bautizaron a la patriota Antonia Santos.
Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.
¡ Buenas noches paisano¡ ¿Dónde se topa? “ En el primer puente de noviembre estaremos con Paul en Providencia. Iré a celebrar la...
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“El amor no se mira, se siente , y aún más cuando ella está junto a ti”. Pablo Neruda Nauro Torres 2.021 Amándote amanecí, contigo soñé; ...
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La huella que dejó en los feligreses de numerosas parroquias de la Diócesis de Socorro y San Gil, son imborrables. el rastro que ha dejado ...