Caín mato a su hermano
Abel, por resentimiento, por celos, por envidia.
Luis, Adeláida,
Mariela, Rosa, Bertha, Carmen y Mateo, desde muy niños, fueron testigos mudos
de las golpizas que Juan, el padre, le propinaba, a la mamá cuando regresaba
borracho de misa y el mercado. Juan fue asesinado en la cárcel creyendo que a
las mujeres se les amansa, cual becerra pajarera.
Marina, esposa de
Juan, murió un domingo en la tarde al fracturarse el cráneo al caer contra la
piedra que sustentaba una columna del rancho, luego de recibir tres puñetazos
propinados por Juan, en defensa propia porque Marina no tuvo, ese domingo, la
comida servida cuando asomó al patio del rancho con el mercado para la semana.
Los hijos de Juan y
Marina, crecieron ayudando en los trabajos del campo y en los oficios de la
casa, más las niñas. Juan reprendía y castigaba a las hijas, a la par que a Marina.
A Luis y Mateo les insistía que, así como se amansa una mula, había que hacerlo
con las mujeres porque ellas eran las culpables que Dios hubiese arrojado del
paraíso a Adán, castigándole con trabajar para ganar el sustento.
Entre los equinos, las
mulas o mulos son las más dóciles, las más fuertes para cargar y resistentes al
cansancio, la sed y el hambre. Son un híbrido con 63 cromosomas resultado de un
cruce entre un caballo y una burra o un burro y una yegua.
Marina, inculcó a sus
hijas el respeto, la obediencia, la paciencia y la sumisión al varón en el
hogar, por ser el proveedor y macho en la familia para defenderles de los
peligros a que están abocadas las niñas en el campo; y, además, no es bien
visto que una mujer con hijos, viva sin marido.
Adelaida, una vez
terminó la primaria, fue seducida por un joven aserrador, ayudante en el oficio
de arreglar madera, de Juan. Para no ser víctimas de las maldiciones de los
padres y el desprecio de otras familias, se casaron por la Iglesia. Pedro, el
marido de Adelaida, abandonó el serrucho y se ayuntó con el azadón y la
peinilla. Con los años, compró una parcela en el municipio de San Benito
Santander en donde echaron raíces, llegaron dos críos que, también partieron al
alcanzar los 15 años a buscarse la vida con el azadón en la región cañera de
las vegas del río Suárez entre Boyacá y Santander.
Mariela siguió el
ejemplo de la hermana mayor, y por las mismas razones, se voló tiernita y se
fue con otro joven de origen humilde y trabajador formando familia en un
poblado, conocido en Santander, como el pueblito pesebre.
Rosa, una mujer
inquieta, logró terminar la primaria y el bachillerato, gracias a las hermanas
de la Presentación y el párroco de Cite quienes la becaron para estudiar el
bachillerato rural. Trabajó como promotora en varias localidades, por varios
años, hasta que organizó y gestó su propio negocio logrando autonomía
financiera para ayudar al esposo, un maestro de primaria, logrando dar estudios
universitarios a los tres hijos. Con ahorros y préstamos lograron comprar casa
en la capital turística de Santander, y desde allí, pudo ayudar a la madre a
emprender una fábrica de envueltos de maíz, oficio que asumieron
posteriormente, Mariela, Bertha y Carmen para ganarse el sustento.
Bertha y Carmen, recibieron
el apoyo de Rosa. Muy jóvenes abandonaron el campo y se fueron a la ciudad,
ganándose la vida ofreciendo los molidos de maíz que Marina hacia cada semana
para ayudarse y ayudar a las hijas.
Con la muerte de
Marina, Bertha y Carmen organizaron en sus casas, fábrica de envueltos de maíz,
que hoy se ofrecen en la galería y en supermercados de la ciudad turística.
Mariela con el trabajo
y su ingenio, sacaba mantequilla de vaca, hacia envueltos, tortas y colaciones
que vendía en el pueblo pesebre a señoras en sus casas que, con los años,
fueron la clientela. Un domingo en la tarde regresaba del pueblo. Al pasar por
un portillo, sin mediar apalabra, recibió un disparo en el pecho. Del homicidio
fue condenado el esposo.
Luis abandonó el campo
de donde fue reclutado para el servicio militar. Luego de cumplir el deber
patrio se ubicó en la misma ciudad donde vivían tres de sus hermanas. Los
primeros años ayudó a Rosa en el supermercado, y con el apoyo de ella, montó un
asadero con el cual fue formando un capital.
Un domingo en la noche, cuando estaba cerrando el local, fue acribillado
a tiros por un par de desconocidos. Con los años se supo que fueron enviados
desde una cárcel en donde pagaba la pena el esposo de Mariela, asesinada diez
años antes.
Quince años después el
diario vanguardia Liberal en la sección judicial informó que una mujer fue
asesinada a garrote, por el esposo, hacia las seis de mañana en la vereda San
Isidro de Guepsa. La víctima fue Adelaida.
Los restos de Adelaida
fueron trasladados muy lejos de donde vivió con el esposo y sus tres hijos, uno
de los cuales se fue de la casa y desde entonces se le perdió el rastro, y aún,
no ha sido enterado de la muerte de la madre.
La violencia familiar,
semeja una espiral. Se sabe dónde comienza, pero no, en quien y en donde
termina.
San Gil, febrero 18 de
2.020