El marco tiene 19.000
Hectáreas totalmente planas. En el siglo XVIII el espejo tuvo un área de 3.200
hectáreas para que la luna se mirase en las noches, y el sol, en las mañanas,
oxigenara a sus especies. Gozaba de una esponja de expansión inundable de
15.800 hectáreas para acoger a 37 especies de aves provenientes de los dos
polos de la tierra en sus viajes migratorios.
Las laderas escurrían
su sabia para nutrir, oxigenar y mantener al espejo con legiones protectoras
conformadas por falanges de encinos, ayuelos, cuharos, gaques, laureles y
robles. La extensa esponja se henchía en invierno y soltaba lentamente la sabia
en verano; fue hogar pasajero de aves endémicas sumadas de 307 especies entre
peces, batracios, insectos, aves y animales del bosque.
El espejo, fuente
hídrica venerada por los muiscas como oasis de Sua y Chía, sus creadores;
incrementaba la sabia prodigada por las lagunas, Cucunubá y Palacio. De la
matriz del espejo se desprendió el Saravita, hijo mayor que se escurrió por
planicies, declives y bosques hasta el río Chicamocha.
El reino en tiempos
remotos fue administrado por etnias indígenas exterminadas por los castellanos.
Los castellanos, siglos después fueron vencidos con la espada de la libertad en
1.810 por un venezolano que los corrió de cinco naciones.
De la pluma del
libertador se empieza a gestar el virus. En 1.820 el venezolano diseña un plan
para desecar al espejo que los indígenas bautizaron como Fúquene. Dos años
después lo entrega como un regalo a José Ignacio París con el único propósito
de drenar 13.000 hectáreas para convertirlas en pastizales.
El espejo cubría todo
el valle de Ubaté. En invierno, la sabia alcanzaba los linderos de los poblados
de Ubaté y Chiquinquirá por la que flotaban canoas de roble con peregrinos
creyentes de la Virgen del Carmen y reina de locombia.
Mientras el virus con
zanjas y un túnel se empeña en avenar el espejo, en 1.844, luego de la muerte
de París, el congreso de locombia decide, por decreto, compensar a los
militares heridos en combate en los últimos 20 años, entregándoles parcelas en
las faldas y orillas del espejo para empradizar el marco y sus laderas. Seis
años después las legiones nativas cayeron cortadas por hachas acabando con la
vida de especies con más de cien años de vida. Cuenta la historia que más de
cien mil robles fueron derribados para convertir en puentes, durmientes y
traviesas para el ferrocarril que intentó conectar a Bogotá con el rio
Magdalena por el rio Opón llegando hasta Barbosa en 1.935. De un roble mayor
sacaban diez bultos de carbón mineral que transportaba el tren a la capital.
En 1.873, por
maniobras políticas, José Saravia Ferro se convierte en el dueño del espejo y
retoma la determinación del venezolano. En 2 años logró desecar 643 hectáreas
de la esponja. Construye un túnel para drenar el espejo, pero en invierno el
volumen del agua aumentaba, inundando el túnel, desistiendo de la iniciativa.
En 1.905 el gobierno
de Rafael Reyes, por decreto, decide convertir el ecosistema en un pastizal,
declarando al espejo y su esponja en “un pantano infecto”.
El gobierno de
Laureano Gómez importó semillas de pasto kikuyo desde Kenia, en África y fueron
esparcidas en avioneta por todo el valle de Ubaté. Mientras en el país de
origen compartía suelo con especies nativas, en las tierras locombianas enraizó
formando un entramado que acabó con gramíneas nativas.
El follaje cambió. Los eucaliptos, pinos, acacias y sauces, arbustos exóticos de raíces profundas
dominaron el paisaje de las laderas y volaron, para nunca regresar, las aves
migratorias y especies endémicas que anidaban en la esponja que rodeaba el
espejo.
En 1.961 el congreso locombiano
crea la CAR y empieza a nutrirse con un impuesto bautizado “impuesto de
desecación” destinado a continuar la tarea de reducir el espejo.
En 1.980 el gobierno
de locombia retoma la propiedad declarándola asunto de “interés nacional” y
decide desecarla.
En 1.984 la CAR decide
construir un canal perimetral en la esponja de Fúquene para corregir la
decisión de desecar el espejo. El correctivo fue otro atentado al ecosistema
hídrico. En invierno las aguas de las lagunas Cucunubá, Palacio y del río Ubaté, discurren por el canal directamente al río Suarez eliminando la
recirculación del agua en el espejo. Deciden luego, poner compuertas al río para disminuir el flujo de agua disminuyendo más, la recirculación del agua en
Fúquene.
Un estudio de japoneses
revelado hace más de diez años precisa que a esa fecha la cuenca tenía un 5.5%
en bosques forestales, es decir, especies exóticas introducidas. Pastaban 171.000 vacas, 30.000 cerdos, 64.000
ovejas, y en el valle, había 7 mataderos y 30 fábricas de lácteos. El estudio
concluye que los agro químicos usados en los cultivos de las laderas y los
estiércoles de la ganadería y los porcinos son el peor contaminante de las
aguas de la laguna de Fúquene al aportar el 60% del nitrógeno y el 75% del fósforo que alimentan los buchones y la elodea que ha venido cubriendo el
espejo agotando el oxígeno del agua y el ingreso de la luz solar, extinguiendo
la vida de las especies que quedaban en la fuente hídrica.
Cada año la CAR invierte
recursos públicos para sacar el buchón y la elodea, en un círculo vicioso para
gastar dineros para preservar el lago que sigue siendo drenado por los vecinos
del espejo de agua para convertir sus tierras fértiles en pastizales.
Similar contaminación
con agro químicos usados en el cultivo de cebolla viene ocurriendo en la laguna
de Tota en Boyacá. Como el covid-19, los gobiernos y los políticos siguen
empeñados en extinguir las fuentes de agua para henchir los bolsillos de unos
pocos. El empeño por desecar el segundo lago más extenso de los Andes, conocido
como la laguna de Fúquene, después del Tiquicaca en el Perú, ocurrirá con el
páramo de Santurbán aprovechando las cuarentenas que vive Colombia para mitigar
el impacto del virus que apareció en China en diciembre de 2.019, al legislar
por Internet.
San
Gil, abril 18 de 2.020
Nauro
Torres Q.