En los dominios de los jarantivaes, nací,
en tierras de un Sorocotá crecí;
en la conquista y la colonia,
Puente Real de Vélez, fue;
desde la independencia,
Puente Nacional, es;
puentano, por bautismo, soy.
Las guabinas mis cantos de cuna, fueron;
mis primeras
danzas, los torbellinos;
guayabas, pomarrosas, payas, champas y guamas;
los dulces de mi niñez.
El camino de la sal y de la miel,
el medio de comunicación
con las comunidades de descendencia muisca;
por 45 años fue el tren de oriente
que nos trajo el desarrollo
y nos conectó con la capital religiosa
y a la capital del país.
El salto del burro, el faro de la contemplación;
el lava patas, el arroyo para calzar mis alpargatas;
las escaleritas, la pasarela con mi caballo cinco pesos;
la Capilla, el
puerto de mis viajes en tren;
el templo de Santa Barbara, el zenit de mis creencias;
las ventanas de la Colorada, las cascadas sin igual;
las lajas del volador, el testimonio de las eras de la
tierra;
La capilla de Peña Blanca, evidencia de la
cristianización;
el templo de Quebrada Negra, símbolo comunitario;
el camino real de la sal y de la miel, el olvido que seremos.
La fritanga, el deleite lunes en el mercado;
el balay, el plato típico de mi patria chica;
el piquete, el puntal de mis ancestros;
la chucula, la
bebida muisca;
la mazamorra, la cena en cada ocaso;
los bocadillos, el dulce apetecido;
las almojábanas, las mejores de Colombia;
las crocantes
arepas y amasijos, las viandas sin igual;
el queso en hoja, el nuestro de no olvidar;
las panelitas, el dulce compartido con los amores
anhelados;
las melcochas, el paseo a la quebrada;
las mogollas de trigo con cuajada, a cualquier hora son
un manjar;
las crocantes puentanas galletas de leche, de no olvidar;
en un canasto de caña de castilla, hojas de platanillo y
paño de algodón;
los alimentos con que me criaron y nos dan identidad.
En la conquista, nuestros ancestros muiscas
resistieron a los invasores:
unos se suicidaron, otros murieron peleando,
iguales, se
desplazaron para preservar la vida,
y pocos vivieron sumisos.
En la colonia, ante los abusos de los blancos
nos levantamos, protestamos y caminamos a la capital
para reclamar justicia y contra el absolutismo del rey,
la esclavitud, el vasallaje y el desprecio de los
blancos,
reclamamos libertad con la revuelta comunera de 1.781
En 1.810 proclamamos la independencia
y empezamos a defenderla integrándonos
a las guerrillas charaleñas cuyo origen
estratégico fue en Puente Real;
María Uzcátegui, la puentana,
la fusilaron en 1.818 en Vélez
por no develar a los integrantes
de la volante guerrillera Jarantivá.
En Jarantivá, nací;
en Providencia, mis primeras letras;
en el tren, mis primeros amores;
en la Normal, mi única novia;
en el instituto, el estudio deseado;
en el Lelio Olarte, mis contemplaciones;
en las escaleritas, mis ilusiones cabalgando,
en boca puente, el puerto de mis sueños;
en el parque del agua, mis recuerdos.
En los bocadillos, los besos anhelados;
en las almojábanas, el deleite del paladar;
en los amasijos, el gusto por probar caricias de mujer;
en la caña criolla, el deleite por morder;
en la yuca asada, las piernas por lamer;
en la papa peña blanquera, el ombligo terrenal;
en el masato, los amores infantiles;
En la guabina, la contemplación a la mujer;
en el torbellino, mis ancestros;
en el moño, la astucia en la palabra versada;
en las coplas, el verbo picaresco;
en la carranga, el canto campesino.
En la Jarantivá, el agua por beber;
en el salitre, la sorpresa por pescar;
en la parranda, el deleite en abrazar;
en la celebración del 8 de mayo en Puente Nacional,
mi verraquera comunera se mezcla con la de los demás.
Puentano de origen, vanidoso soy;
comunero inconforme del manejo de la cosa pública, estoy;
orgulloso santandereano, inconforme vivo;
colombiano, poeta y escritor, soy,
y en mis venas, sangre indígena, discurre sin negar.
¡Jarantivá, Puentano y comunero soy ¡