LAS HABILIDADES PUEDEN ESTAR
EN LA NEGACIÓN DE LAS MISMAS.
Entre
más vivo, mas aprendo. Entre más conozco, mas reconozco. Entre más
observo mas valoro la vida. Entre más comparto con los míos, mas aprendo de
ellos.
Al morir Margarita, mi primera esposa, en
casa quedamos con Adriana Ricio, la hija menor del clan Torres González. Mi
preocupación en ese entonces como padre, era la alimentación de ella. Nada le
gustaba. Nada le provocaba, pues extrañaba la comida que la madre le preparaba,
pero a la vez, era una forma de
protestar por la circunstancia de quedarse, sin quien más amaba, la madre.
ENTRE EL
ENSAYO Y EL ERROR, SE APRENDE
Entre el ensayo y el error decidí aprender a
cocinar hasta lograr la sazón que ella dejó en el paladar de quienes degustaron
sus platillos. Con los meses fui potenciando ese gusto y ese sabor por la buena
comida, y llegué con los años, a que mis hijos desearan mis platos como antaño
y no sintieron la soledad que se animaba en casa.
Por su parte, ya Adriana Rocío debió irse a
estudiar con la condición que debía definir mi compañía marital, asunto que
definí con ella, luego de un regreso intempestivo dos semanas después de
haberle dejado instalada en Bucaramanga para iniciar estudios de
administración, a condicionar mi soledad y asegurar mi estabilidad emocional.
Pero en su estadía en Bucaramanga, la
preocupación empezó a crecer en Edna Margarita, mi tercera hija quien cursaba
estudios de ingeniería industrial en la UIS, al ver que Adriana Rocío comía
poco; solo galguerías y con la dieta del gamín… dormía y dormía para recuperar
las energías perdidas a diario.
Fue tanta la preocupación de los dos que
decidí no darle tanto dinero para el sustento, sino dejar pagos los almuerzos
donde “Pancha” para tener la tranquilidad que comería algo de algo.
Con los meses esa preocupación se fue
diluyendo con las noticias que intentaba comer, sin que en mí, abandonase la
preocupación del efecto en la salud de Adriana con los años.
Pero la vida
nos trae lecciones cada día.
Un par de años después, Adriana al sentirse
sola en Bucaramanga, y luego de tener la
experiencia de vivir en un cuarto compartido en E.U., además de vivir en
compañía de Cristian, el mayor de la manada, en Madrid, España, en el tiempo de
su estudios de maestría, afloró esa competencia y ese gusto por la cocina,
volviéndose, sin proponérselo, en una experta chef a partir del ensayo y el error.
En mi familia, solo Edna Margarita aún no le
encuentra el gusto por este deleite
familiar.
Pero ya en Bogotá de regreso al país, Adriana
se ha convertido en el imán que une a la familia. La une en torno a los platillos
que cada ocho días prepara en el apartamento de Carlos.
No se
necesita ser el mejor en el aula para tener éxito profesional.
Carlos Augusto es mi segundo hijo; él, nunca
mostró habilidades con las matemáticas como estudiante en el colegio. Hoy es un
financiero que hace operaciones mentales ganándole en la práctica a Margarita
que tiene especialidad en finanzas. Cristian era el más apegado de la familia,
pero fue el primero en irse del país a hacer su futuro en España.
En la
negación primera puede estar el éxito.
María Teresa, mi actual esposa, nunca deseó
que Paz, la hija, estudiase en Bogotá; pero una vez graduada de bachiller, fue
en la capital donde encontró la universidad para estudiar la carrera deseada.
Ella,
María Teresa, por treinta años fue empleada y nunca se imaginó estar detrás de
un mostrador; hoy está feliz atendiendo su propio negocio. Y algo más amigo lector. Cuando yo terminé el bachillerato
técnico, por resultados académicos, me hice merecedor de una beca para
continuar estudios de pedagogía, pero en ese entonces, la desprecié porque no
me imaginé nunca como docente. Transcurrieron ocho meses sin trabajo hasta que
conseguí el segundo. Ese segundo fue de maestro. Mis tantos alumnos me
recuerdan con los años, no tanto por los temas de la clase, sino por las
enseñanzas de vida que los motivó a ser, muchos hoy prósperos empresarios unos,
y otros, reconocidos profesionales.
Educar en y
para la libertad traerá dividendos
Y al pequeño Samuel con escasos seis años, es
la preocupación de todos, en especial de
nosotros, los padres. La madre lo sobre protege y cuida. Yo disfruto cada
acción que hace. Sé que no tendré tanto tiempo, sino el suficiente para dejar
mi legado; sin embargo, en enero, al quedar solo en casa, pues los hermanos
regresaron, los mayores a trabajar y la hermana a continuar los estudios,
arregló maleta y se fue a donde la tía en donde pernoctó varios días con sus
noches. La vida nos da sorpresas, y el libre albedrío ya forma parte del diario
vivir de este Benjamín de la familia. Un albedrío resultado del afecto, de la
confianza y del reconocimiento positivo de toda acción positiva que haga, así
como de explicación y correctivo
fundamentado cuando se equivoca o hace berrinches.
Uno no sabe
lo que es capaz de hacer y de lograr, sino hasta que no lo intenta.
Pero muchos padres, incluso conozco colegas
maestros que no permiten que los hijos o alumnos, intenten lo que desean. Ambos
olvidan que en una negación inicial de una habilidad o una destreza, puede
estar el elemento del que hablé en una de mis primeras notas en el blog. El elemento de la creatividad.
En la
curiosidad y la creatividad está el futuro de los niños y jóvenes.
Solo invito a reflexionar a los lectores en
la siguiente evidencia: cada vez hay más jóvenes en colegios y universidades, y
desde luego cada año habrá más bachilleres, técnicos, tecnólogos y
profesionales; pero solo logran un contrato laboral o montar un negocio,
aquellos que demuestran curiosidad, creatividad, persistencia, eficacia y gusto
por trabajar en equipo; los demás, duraran años en el grupo de desempleados o
sub empleados, pues el tener un cartón no asegura un trabajo, así sea una
condición para alcanzarlo.
El hecho no es castigar a los hijos, sino
dejarlos que ensayen. En el ensayo y el error está el camino para construir
novedades. Y en la historia hay miles de ejemplos. Lo hizo cinco mil veces el creador del
bombillo. Lo hizo Bill Gates, el dueño de Microsoft.
Hay que vivir en una actitud de cambio para
mantenernos vigentes.
La vida es un aprendizaje
permanente. Lo importante es vivir en actitud permanente para aprender, para
observar, para innovar, para cambiar, para adaptarse al ritmo cambiante de los
tiempos. Y aceptar que el error es una gran oportunidad de aprendizaje. Cada
persona tiene unos talentos, el meollo esta en identificarlos, hacerlos aflorar
y explotarlos para bien personal y de quienes nos rodean.
Y lo más importante, no siempre los padres y maestros
tienen razón sobre los imaginarios que se hacen de las personas. Es uno quien
es el artífice de su propio destino, y ese destino depende del elemento (la
creatividad) que tengamos, exploremos y explotemos.
No importa la edad, ni la
condición. Usted tiene el elemento. Búsquelo en sus propias negaciones,
búsquelo entre esos…no soy capaz…no me
gusta…que ahí puede estar. Identifíquelo, explórelo y explótelo y gócelo. Es lo
que llamamos satisfacción, felicidad, realización personal.
NOTA. Si uno de textos en el blog, ha contribuido a modificar sus
creencias y pensamientos. No lo dude en compartir esta nota con los seres que
amas y te aprecian.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con el profesor
ResponderEliminar1.En la vida pasamos por circunstancias difíciles pero tenemos que aprender a lidiar con ellas.
2.Es muy cierto, hoy en día Hay muchos bachilleres, técnicos, tecnologos y profesionales compitiendo por un empleo muchos no logran conseguirlo, pero si yo como persona me propongo salir adelante lo puedo lograr, habrán situaciones difíciles pero el que quiere y se esfuerza lo logra, todo se supera.
3.Aun no soy madre pero pienso que uno de los errores de los padres es no dejar volar la imaginación y la creatividad de sus hijos.
Buenas razones las tres.
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