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EL CONSUMO DEL AZÚCAR,
UNA VERDAD
AGRIDULCE
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Son fáciles de conseguir, se puede abusar de ellas, su impacto en la
sociedad es negativo y son tóxicas. Estos son los criterios para controlar el
consumo de ‘drogas comunes’ como el alcohol o el tabaco.
Desde este mes, investigadores en Estados Unidos quieren ponerle trabas al uso de una sustancia más: el azúcar.
Desde este mes, investigadores en Estados Unidos quieren ponerle trabas al uso de una sustancia más: el azúcar.
Basta revisar el empaque de
cualquier alimento procesado para saber que el azúcar está en todas partes. Su
omnipresencia las conoce todo aquel que, al no querer parar de comer postres,
advierte que el azúcar
puede ser adictivo. Y nadie ignora el impacto negativo que tiene en
sociedades en que las cifras de obesidad aumentan exponencialmente.
¿Pero alguien había pensado que este dulce acompañante podría ser venenoso?
Robert Lustig, pediatra endocrinólogo de la Universidad de California, está
convencido de ello. Según él, el azúcar no sólo no tiene valor nutritivo.
Además —como le dijo a SEMANA— “es un tóxico”. Se trata de un tóxico ‘crónico’, que termina lentamente
con la vida de quien lo ingiere en exceso, como el alcohol.
Lo que afirma Lustig podría cambiar la forma como la sociedad percibe a
aquellos granos blancos que la han acompañado durante décadas. El pasado 2 de
febrero publicó el artículo “Azúcar, la verdad tóxica” en la revista Nature.
Allí, llama al Estado a combatir el uso de dulces producidos industrialmente y exige que se restrinja su consumo. Como el alcohol, escribe Lustig, el azúcar causa enfermedades como la hipertensión, lípidos elevados, disfunciones cardíacas y hepáticas e inflamación del páncreas.
Para el científico, la culpa la tiene la fructosa. Cada molécula de azúcar de mesa (sacarosa) consiste de dos partes: glucosa y fructosa.
Para endulzar la Coca-Cola, por ejemplo, se usa el jarabe de maíz de alta
fructosa, un tipo de azúcar que contiene una dosis más alta de fructosa que el
azúcar refinado de caña o de remolacha azucarera.
Lustig ve a la fructosa como la causa
del aumento de la obesidad y la diabetes en Estados Unidos.
En Colombia, los efectos perjudiciales del azúcar también son notorios.
Según la más reciente Encuesta Nacional de la Situación Nutritiva, uno de cada
cinco colombianos toma gaseosas diariamente. Ya en 2005 se había concluido que,
al año, un adulto promedio toma 148 litros de gaseosa y refrescos y consume 29
kilos de azúcar y panela. Hoy más de la mitad de los adultos y uno de cada seis
jóvenes sufren de exceso de peso.
Pero el sobrepeso no es el único problema. “Mucha gente cree que es la causa de
enfermedades como la diabetes. Pero el 20 por ciento de los obesos tienen un
metabolismo normal”, dijo Lustig a SEMANA.
“Casi la mitad de las
personas con un peso normal desarrollan lo que llamamos ‘síndrome metabólico’”.
Este describe la acumulación de varias enfermedades como la diabetes, la
hipertensión y los lípidos elevados. En Estados Unidos, se estima que el 35 por
ciento de la población padece de este síndrome. En Colombia, entre el 25 y el
45 por ciento.
Para frenar la difusión
del ‘síndrome matabólico’, Lustig propone controlar el consumo de gaseosas.
Sugiere estrategias exitosas en la restricción del alcohol y del tabaco, como
impuestos, límites de edad y la prohibición de publicidad. Dinamarca, Francia y
Hungría ya cobran, o pronto cobrarán, un impuesto añadido por la compra de
dulces. Y Costa Rica,
donde el 20 por ciento de los niños son gordos, acaba de prohibir la comida
chatarra y las gaseosas en colegios públicos.
En Colombia, la Ley de Obesidad exige comida saludable en centros educativos.
Pero no es suficiente. Según Claudia Angarita, presidente de la Asociación
Colombiana de Nutrición Clínica, “el consumo de azúcar puede estar ocasionando
altas tasas de síndrome metabólico”. Angarita cree que el gobierno debe
promocionar la educación nutricional.
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