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viernes, 9 de octubre de 2015

La última jugada


Él, la conoció en una oficina de justicia. Ella, lo admiró en otra oficina del Palacio de Justicia.

Ella, actuaba como juez, y él, como victima de un abuso de confianza. Hubo muchas preguntas sobre las causas del proceso y numerosas miradas, sin preguntas.
                                                                                                                Fotografía de Domingó/2022

 

Ella, vestía una blusa de flores con tonos amarillo encendido y café claro con una falda marrón que invitaba al misterio y a la curiosidad. Y él, simplemente, casual. Ella, se fijó en él, por el peculiar parecido con el ex-esposo. Y, a él, le atrajeron los ojos, la sonrisa, los labios y la menuda cara de muñeca con ojos pardos.

Ella, venía de superar el trauma que deja una separación solicitada argumentando incompatibilidad de caracteres. Él, tenía una soledad nostálgica, enlutada y incierta.

Una segunda vez se vieron en el mismo juzgado en las mismas condiciones que la primera; pero él, por respeto, y a la vez, por miedo, nunca le llamó por celular, aunque siempre lo deseó. Y ella, buscó espacios donde verle para establecer alguna amistad.

Ninguno recuerda como  resultaron conectados con una llamada al móvil. Él, cumplía una misión laboral en Cartagena, y ella, iba de vacaciones a la isla Providencia. Fueron pocas las palabras en la llamada telefónica, pero en ambos, se sintió el anhelo de mirarse  cara a cara.

Acordaron coincidir en el aeropuerto. Pero el avión en el que viajaba ella, decolaba, y el de él, aterrizaba. Los dos lamentaron lo ocurrido. 

La vida les ganó la primera jugada.

Transcurrió un par de semanas. Ella, tomó la iniciativa. Le marcó a la oficina. Le hizo invitación a tomar un café. Él, aceptó sin condiciones; estaba expectante; pero, la sorpresa fue mayor;  la invitación fue al apartamento.

 

El día para los dos, se fue en un cerrar de ojos. Y se precipitó el ocaso con las preguntas de la noche. El cielo se había congeniado con el encuentro. Estaba estrellado, y una suave brisa acariciaba a quienes caminaban por las calles de la villa donde vivían.

Él, tomó la carrera en búsqueda del bloque de apartamentos. Caminaba lento, pero seguro, con la cabeza en alto, y la vez, esperanzado. Mentalmente se preparó planeando cada idea y cada motivación para convertir el aroma del tinto que compartirían en un perfume que impregnara sus existencias.

En la dirección que llevaba anotada en un papelito, había un guardia. El apartamento estaba al interior. Preguntó por ella. El celador abrió lentamente el portón   y le indicó el numero de la puerta donde vivía algunos años antes, la dama.

Él, caminó lento pero seguro hacia la puerta. Tomó aire, revisó su presentación y confirmó el perfume usado para la ocasión. Timbró con la mano izquierda, pues en la derecha portaba un ramo de rosas rojas amadrinado con chocolatinas.

La puerta se abrió sin ruido. Una gentil señora le saludó invitándole a la sala mientras anunciaba  la visita, lapso en el que los niños hicieron presencia en ella. Uno tendría tres años, y el mayor, dos años mas.

Los niños interpelaron al visitante con preguntas inocentes sobre las razones de la visita nocturna. La madre hizo presencia convocando a los niños a sus habitaciones mientras  penetraba el ambiente de la sala con el aroma de un perfume de origen francés.

Se estrecharon las manos mientras un beso rosaba las mejillas de los dos. Lo invitó a sentarse mientras ella se acomodaba en el sofá, y él, en una silla. Ella, lucia  la misma falda de flores que vestía cuando se distinguieron. Combinó con una blusa  transparente con encajes de nubes de verano.

La conversación no giró sobre el proceso civil, tampoco de la naciente amistad; el tema fueron los hijos y la formación en la familia. Ella dejó entrever su preocupación por la educación de los niños, su soledad sentimental y su lucha interna por olvidar los sinsabores de un  matrimonio con un impredecible militar.


Lo invitó a acompañarla en el sofá. Él, acogió la invitación sin pronunciar agradecimientos. Hablaron de la soledad, de las heridas que deja una separación. Ella no disimulaba la atracción que  él ejercía, y el perfume, despertó su libido.


Él, intentó evitar los impulsos atractivos que se posesionaban de los dos. Él, anhelaba iniciar una relación con calma, con palabras, con seducción,  en el tiempo; pero ella, desde que había nacido el niño menor, no había tenido roce con varón alguno y con palabras impregnadas de deseo, le habló al oído del verano sexual que le estaba azotando.


Él, un apasionado de nacimiento, la colmó de besos mientras su manos rosaban  al son de un vals la piel escondida bajo la blusa transparente con encajes blancos.  Besó sus resecos labios  por el verano prolongado. Besó sus abandonadas mejillas blancas salpicadas con pecas  que se humectaron cual rocío en flor. Besó sus orejas que permanecían escondidas entre la escasa cabellera de oro que caía suspendida de la cabeza que reposaba en sus manos.

Ella, lo indujo a la recamara, y él, se dejó conducir sin resistencia. Le acarició de pie mientras la abrazaba doblando su cuerpo con ternura sobre el lecho abandonado. Le desabrochó la blusa con los labios, mientras, a la vez, le acariciaba suavemente, el pectoral. Le desabotonó la falda que se cayó sin resistencia, mientras la colmaba de caricias con los labios, mientras las manos tocaban delicadamente la tierna blanca ropa interior que se fue desojando  de los espacios abandonados por el sol y colmados del misterio.

Se fundieron en un solo ser por varios minutos como si sus cuerpos hubiesen compartido el mismo lecho, por años; luego se abandonaron, uno junto al otro, para oxigenar los cuerpos y volvieron a empezar como si pensasen que sería la primera y única vez de su fusión.

Los movimientos armoniosos remplazaron las palabras y el sudor borró los perfumes. Se poseyeron sin piedad y con pasión. Se compenetraron convirtiéndose por instantes en un solo ser. Se sintieron el uno para el otro mientras los niños dormían placidos en sus habitaciones y la empleada intentaba conciliar el sueño imaginando lo que estaba pasando en la recamara de la señora.

Hacia la media noche, él la dejó  plácidamente dormida mientras abandonaba el apartamento para regresar a casa.

Los encuentros surgieron mas frecuentes, pero las barreras empezaron a brotar. Los niños demandaban más presencia de la madre, y la carencia del padre, les hacia percibir inmanejables, pues él, tenia hijos ya mayores.

Él, estaba acostumbrado a vivir acompañado, y ella, estaba habituada a vivir sola con los hijos. Él, anhelaba una vida  de pareja, y ella, una vida sin compromisos y formalidades.

 

Para él, ella era la pareja soñada por su formación y proyección profesional; y él, era para ella, el compañero esperado que fuera un ejemplo para sus hijos.

 

Los hijos y las costumbres les ganaron a los sentimientos. Los separaron para siempre, aunque ellos, en su interior, están seguros que Dios les dio esa segunda oportunidad, que  no aprovecharon.  En asuntos del corazón, la razón hay que tenerla en cuenta. La vida les ganó la ultima jugada.


San Gil, septiembre 16 de 2015.


10 comentarios:

  1. Hermosa historia conmovedora, pero así es la vida hay cosas que no van de la mano con el corazón, todo tiene su razón de ser. Felicitaciones. Bendiciones.

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    1. "Todo tiene su razón de ser". Nada sucede porque si. Gracias por leer y comentar.

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    2. En la noche, el la dejo, placidamente dormida. Quiza porqué no hay dioses que se ocupen de esas jugaditas entre la razón y el corazón . Gracias profe Nauro Torres, por esta historia entre jueces y los limites al interrogar...

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    3. Apreciado escritor, cordial saludo. Gracias por enredarse con mi relato. Alinear la razon con el corazón, es tarea de observación. Y el analisis, tarea de un juez, mientras que la victima, solo intenta ser reconocido como tal, pero no siempre, aflora la justicia. La vida. a veces, semeja una partida de toruro. Y en este relato perdió el amor.

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  2. [15:15, 2/12/2019] A Ivonne Pico:

    "Los hijos y las costumbres les ganaron a los sentimientos y los separaron para siempre, aunque ellos, en su interior están seguros que Dios les dio esa segunda oportunidad que no aprovecharon porque en asuntos del corazón, la razón hay que tenerla en cuenta ganándole la vida la ultima jugada".

    buuuuuuuhhhh!

    [15:18, 2/12/2019] A Ivonne Pico: Churro, hola! Saludos desde el frío capitalino! Está chévere el texto. De verdad... Me lo gocé. La escena erótica está bonita.

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  3. “querer es admitir que tienes que sufrir”. Me gustó la corazonada de que tal vez uno se tome la osadía de tratar a volar...

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    1. Bienvenido a los comentarios en el blog, don José Delgado.

      El meollo de la existencia es admitir el sufrimiento como un adobo en la vida. Entre en corazón y la razón, en asuntos del amor y de la cuja, se pierde la razón. El personaje perdió su media naranja al olvidar que los hijos son pasajeros.

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  4. la verdad muy interesante

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    1. Grato saberlo que logré engancharla con la historia. Gracias por acceder al blog. Y espere la próxima historia sin contar

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Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

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