La brisa de tus largos cabellos que cubrían tu torneada espalda acarician mi existencia.
Tu negra melena suelta sobre tus hombros protegían la belleza de tu cara y escondían la dulzura de tus besos.
Tu pelo suelto cual vaivén caía de tu cabeza cual misterio que acallaban las preguntas e instaban a la ensoñación y a la admiración.
Ya suelto, ya en trenzas, ya recogido, ya esparcido armoniosamente en el lecho nupcial, tu cabello aromatizado prevalece en los recuerdos.
Recuerdos de 37 años admirándote en vida y 16 de tener tu esencia como compañía perenne y permanente.
Misteriosa muerte me la arrebataste un 13 de noviembre de 2000, pero no pudiste llevarte su largo cabello negro.
Bendita muerte que vendrás por mí, pero ya sabes, huelo al aroma de su cabello, y aunque ese día se torne del color de su cabello, me harás un bien, pues he cumplido la misión encomendada y correré presuroso a fundirme con su esencia, sin que lo puedas evitar.
Bendita muerte no te temo, no me asustas, bienvenida seas en el lugar y el tiempo ya predeterminado.
San Gil, septiembre 15 de 2015
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