“Hay sólo tres
cosas a hacer con una mujer.
Se puede
amarla, sufrir por ella, o convertirla en literatura”.
Lawrence Durrell.
Te conocí en la nostalgia, la
tristeza, el dolor y el llanto
que acompaña al esposo y padre
al despedir para siempre a la madre de mis
hijos.
Estabas en la funeraria acompañando
a Cristian
mitigando en algo la perdida de la
madre,
estuviste pendiente de él en
momentos
aciagos e inciertos al despedir los
restos fúnebres
de su progenitora, Margarita.
Los dias, los meses en cascada se
esfumaban
y ocasionalmente fuiste compañía
en la soledad que vivía en mí.
Me prodigaste comprensión y escucha
paciencia, afecto y compañía,
tuviste la paciencia y la prudencia
de enamorarme y adherirme a ti.
Sin planearlo, no soñarlo;
un hijo engendramos, sin pensar;
en la esquina de la vejez
Él es nuestra compañía y aliciente
Para vivir y trabajar.
Gracias María Teresa
por compartir tu existencia
en el ocaso de los años;
gracias por el amor
y comprensión brindada
y convertirse en mi bastón en la
vejez.
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