En una de las ensenadas de centenares
conectadas entre las arrugas veleñas
que copulan, ya con el sol,
ya con la luna;
mientras empapada la tierra, contemplo,
en tenue lluvia de noviembre;
me extasío con el
arco iris
que pintan las hojas de los árboles
y el jardín sembrado año a año
para abandonar la naturaleza
mejor que al nacer, estaba.
Escribo estos versos,
cual gotas de rocío que acarician el follaje,
escuchando melodías diversas de las aves
que, expresivas y amorosas inundan el bosque
con sus canticos.
El cenit, techo que me cubre;
las crestas de las cimas,
paredes son que me
guarecen;
el aroma de los árboles,
es el té mañanero de este viernes,
apropiado para compartir instantes
añorando el sol que me acaricia con sus rayos
calentando y fertilizando el suelo.
Transito abrazado por
él
sobre la madre tierra
acariciado por el infinito
horizonte que me regala el amanecer
y dormito en el ocaso que brilla en el poniente
para que la oscurana me arrulle
asido a la vida que prodiga El Hacedor;
y cuando ella expire,
convertirme en una gota del rocío
que en cada amanecer colme
la sed de las plantas y los tominejos
que sin ausentarse en cada puesta del sol
pululan en hojas y flores de mi floresta
para volar en ellos al infinito sideral.
Mientras llueve reconozco
que soy menos que una gota de agua
que nutre la tierra suscitando vida.
esa vida que se desprecia
mientras llueve.
Ecoposada La Margarita, diciembre 2 de 2.020
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