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domingo, 19 de junio de 2022

Amores encadenados

 

Los ocho de Colombia fue una orquesta que animó fiestas por dos décadas a finales del siglo XX en el país de Gabriel García Márquez. Con sus melodías se bailaba en todos los escenarios de la escala social del pais de las desigualdades. Los jóvenes se aprendían las canciones he imitaban a Eder Ortega, cantante estrella del grupo tropical internacional en esa época del auge del realismo mágico que se esparció desde las brisas caribeñas al mundo musical hispano.

Los ocho de las parrandas. Los ocho de las tareas. Los ocho de los ensayos. Los ocho del despertar de las emociones y goce de las mismas. Los ocho estudiantes de uno de los colegios guanentinos con nombre de provincia santandereana, se graduaron en el año y en el mes y año del desastre de Armero, producto de la erupción del nevado del Ruiz guindado en una cima del del departamento del rajaleña y el sanjuanero, bambucos bandera de la identidad de los andes con pollera colorada y piraguas guiadas por lancheros descendientes e imitadores de Mauricio Babilonia.


Nunca olvidaron ese noviembre cuyo grado ocurrió días después del incendio del palacio de Justicia de Colombia, producido por el Ejército Nacional para extirpar a los integrantes del M-19 que, ilusos quisieron manifestarse presionando la restauración de los diálogos con ese grupo guerrillero que ganó fama al actuar como Robin Hood a favor de los pobres, víctimas de quienes, por décadas, usufructúan el poder económico y político desde ambos bandos identificados con dos de los colores de la bandera nacional que usufructúa el amarillo, símbolo de la riqueza colombiana. 

Sumados las manifestaciones estéticas de los ocho egresados, sin honores costosos, tenía cada uno una habilidad estética que se convirtió en el imán que los juntó en sus vidas mozas.

Vistieron como varones en el colegio: Federico García, gustaba de la escritura, en particular, de la lírica. Salvador Oliva, se le recuerda por sus gustos por la pintura y su bigote mazamorrero. Oscar Fajardo, gustaba del escenario, integró el teatro “El Mazo” en la ciudad santandereana de los deportes extremos. Marcelo, fue el pensador del grupo. Leía todo lo relacionado con la razon y la verdad. Reinaldo Arenas, un moreno con aspecto caribeño, fue un admirador de la revolución cubana; vestía como el Ernesto Che Guevara. Silvia Rivera, fue la diva; la bailarina, la sensual estudiante, la bonita. Estuvo entre las mejores en resultados académicos de su salón. Marsha, la chica de las caricias fáciles; la de los afectos sin medida, la que no se perdía la corrida de un catre. Y Josefa, la niña que hacía la diferencia vistiendo como ellos; la que se le medía a todo reto con tal de ser tenida en cuenta; la que gustaba de ellos y ellas, para cualquier vaina.

En ese entonces, las danzas en el colegio no se conocían ni por referencias; menos unos quince años o un baile popular en el que los jóvenes pudiesen acudir, aprender y divertirse. Los varones, uno de ellos, se ganaba el pan lavando platos en el burdel de “la cara palante”. Fue el contacto para que el resto de los chicos fuesen en horas de descanso de “las mujeres de mala vida” a que ellas, o alguna, les enseñaran a bailar, rancheras, tangos, boleros; incluso, baladas. Y ellos, aplicados, se convirtieron en bailarines sociales con cierto aprecio y admiración entre las chicas del colegio.

Se esfumaron los años del bachillerato. El grado, en alguna medida. Dejaron de verse todos los dias, pero se frecuentaron cada semana. Los juntaron los sentimientos, los amores, incluso, los retos.

Federico, el escritor unió similitudes con Marsha, la chica de las caricias fáciles. Salvador, el pintor, por su forma de ser y sentir se juntó con Silvia, la bailarina, y Josefa, la chica del deporte masculino.  El admirador del Che Guevara y Oscar, el chico de los escenarios teatrales, junto con Marcelo, el libre pensador, fusionaron afinidades para convivir.

San Gil, ciudad señora desde antaño, es recordada por sus puentes sobre el río Fonce, y sobre sus quebradas. Cinco puentes, hasta ahora, sobre el río,  en menos de un kilómetro en el sector urbano. Otros tantos sobre la quebrada Curití. Dos sobre el arroyo la Magdalena y tres sobre la quebrada Las Ánimas.  De los puentes urbanos sobre el río, dos son peatonales; ambos metálicos. Uno, el más antiguo, se desprende uniendo la plaza de mercado con el otro lado -La sangrada familia- y el segundo, el colgante construido en 2013 para unir el centro histórico con el centro comercial El Puente.

Imitando costumbre que floreció en París-hoy prohibida por el daño al ornato- empezaron a aparecer, en los dos costados del puente peatonal del centro comercial, candados cerrados en los ojos de la malla destinada a disminuir intentos de volar hacia las profundas y veloces aguas del Fonce que golpean sin piedad las piedras milenarias.

Observando en detalle la disposición de los candados, en ojos se observan dos candados cerrados, separados. En otros ojos, dos candados asidos entre sí. En otros, candados atados en trio.  Hay diversos tamaños, colores, marcas y óxidos en las cerraduras. Todos los candados están marcadas individualmente, con letras, corazones, rosarios, arabescos y símbolos diversos. Pero todos están cerrados y amontonados, cada vez más, en el mismo trayecto a ambos costados.

Con los años, Oscar Fajardo, luego de andareguear por ciudades y países, en virtud de su oficio de teatrero, retornó a San Gil. Muy cerca de allí en un cafetería cercana al “Matachito del Paraguas” se encontró con Reinaldo. Recorrieron el puente peatonal cargado de candados. Continuaron la charla en la "Polita", cafetería en el primer piso de histórica casa de los Massey en el marco del parque la Libertad de San Gil.



Según la disposición de los candados, -registraron en su charla-, tienen significación diferente, según el sentir de quienes pactan o sellan un compromiso, supuestamente para siempre. Dos candados separados en un ojo de la malla, es un pacto de amor con la libertad de cada uno de dejarse, sin agredirse. Dos candados atados y cerrados uno con el otro, es un pacto de amor que solo se deshace con la muerte. Tres candados atados entre sí, revelan el amor compartido entre tres en el silencio de los espacios sin puentes. Y las llaves, arrojadas a las umbrías aguas del río Fonce, sellan el acuerdo verbal y amoroso que los ata dejando una evidencia pública que solo interesa a quienes colocaron el o los candados.

Los candados del amor tienen algún significado para los enamorados y posesivos. Para los transeúntes que viven corriendo para ganarse el pan, son simplemente candados oxidados que están deteriorando el puente y afectando su estructura.

Las llaves de los candados del amor colocados en puentes en diferentes lugares del mundo son arrojadas a las aguas que discurren bajo el puente precipitándose cargadas de basuras de la ciudad. Significan que lo pactado, no tiene reversa,  como no la tiene el agua del río que no retorna por el mismo lecho, así como el pasado se esfuma en las espumas del trasegar de cada quien.

 

San Gil, mayo 31 de 2022.

4 comentarios:

  1. Hombre, Nauro, te escribe Pedro Elías Martínez. Felicitaciones por esta historia... Desconocía el pacto de los candados y, por supuesto, sus distintas significaciones del amor. Otra de tus bellas remembranzas de la ciudad del Conde de Cuchicute.

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    1. Contratación tiene la piedra de los acostados. Sus lomas y empedrados. Sus historias de dolor y anhelos. Y los puentes, como el de San Gil, tiene candados: uno, dos tres y hasta cuatro, atados entre si como símbolo de un pacto. Claro¡ de un pacto histórico, pero si un pacto de sangre, o tal vez, de pasión.

      Apreciado escritor, musico y poeta, gracias por acceder al blog. Bienvenido al este espacio, sin pactos, sin candados y sin compromisos.

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  2. Me hiciste recordar mis años vividos en el Bello San Gil, el paso por los diferentes puentes que allí existen y así mismo la inolvidable experiencia de los muchos años laborando y aprendiendo en la Pastor Social -SEPAS. San Gil siempre en mi ♥️, y todas esas maravillosas personas con las cuales compartí. Nunca he olvida el lema:. Por un mundo más justo, más humano y más fraterno.

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    1. Apreciada compañera de camino, sueños comunitarios e ideales por un mundo mas justo, humano y fraterno.

      Es una lastima no conocer tus apelativos para recrear la memoria parajes, instantes compartidos en el trabajo en esa-otrora obra de SEPAS- hoy en cenizas.

      Una de las misiones de los que escribimos para teje memoria histórica, es traer al lector presente, parajes y recuerdos para afianzar el significado de labores pasadas.

      Los presentes vivientes de la perla del fonce, por los afanes del dia, no aprecian la belleza del vivir en una ciudad colgada de unas breñas protegidas por la Virgen del Gruta y la Cruz del cerro, y solo cuando esten viejos-como yo- y distantes-como tu- un texto aflora el pasado para apreciar el gusto de caminar por los numerosos puentes de la ciudad.

      Gracias por leer mis historias sin contar y dejar comentario, vaso comunicante entre el escribidor y el lector.

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Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

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