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sábado, 20 de julio de 2024

Félix Antonio, el clarinetista

 Félix Antonio Quintero Sanchez

 

Las curvas de nivel que aprendió a cavar para la labranza guiado por su padre Aureliano Quintero Velázquez zanjeando el vergel para depositar las semillas de maíz, arveja, lentejas, habas y papa, por ser el primogénito de la prole Quintero Sanchez que sumaron siete en el altozano veredal que comparte Sutatenza con Guateque en Boyacá, lo convirtieron en un labriego enamorado de la tierra y en contemplativo del brotar de la vida manifiesta en los tallos, hojas, flores y frutos del laboreo familiar que gracias a las abejas, las chagualas, las aves y otros insectos, brotaba la comida para alimentar nueve bocas en una parcela menor a una hectárea de tierra, de cuyos senos, Aureliano y María Isabel Sánchez junto con manos solidarias, levantaron las cuatro paredes del rancho de bahareque guindado con barro y caña de castilla asidos con vejucos de cuan que sombrearon con tejas de zinc para proteger el piso de tierra y el cielo raso de la misma caña que por años fue el dormitorio familiar con calefacción de los carbones enterrados entre sus mismas cenizas nutridos con cagajón y palma seca de maíz.


Felix Antonio Quintero Sanchez  

 
                                                                 Ultima reunión de los Quintero con los Sobrinos de la primera generación. 

Félix Antonio Quintero Sánchez, el clarinetista autodidacta de Sutatenza, murió el 18 de julio del año y mes en que la selección Colombia de futbol fue subcampeona de la copa América, en un partido con dudosa ayuda de los organizadores y recordada por las vergüenzas que brotan sin control en numerosos nacionales que bajo un nacionalismo mal asumido, nos dejó ante el mundo como un pais con numerosos vándalos.

Los abuelos Quintero Sanchez.

Aureliano, su padre marcó su trasegar mundano. Además de enseñarle los amores con la tierra y la fe en el Creador, lo recomendó con el primo, el maestro Sergio Velázquez, quien por años tuvo una escuela de musica a la que acudían niños de la municipalidad a leer el lenguaje del pentagrama y las notas musicales.

Faltaron varios soles con sus noches para quemar otro calendario cuyas cenizas alcanzaba 99 costalados colmados de experiencias nutridas con la paciencia de Job, la prudencia de San Francisco, la sapiencia de Santo Tomás y el gusto de emanar viento por el clarinete convirtiéndolo en melodias pueblerinas, otrora retretas semanales esperadas en los pueblos que históricamente gozaron de la banda municipal como expresión estética local.

Hoy, 20 de julio de 2024 fue el funeral del primogénito de los Quintero Sanchez. Félix Antonio fue su apelativo que mantuvo izado en las colinas en donde, igual que él, fueron izadas por cerca de medio siglo las antenas de Radio Sutatenza, en el poblado del mismo nombre.

Como las notas de su clarinete, el grafito de sus dibujos, las melgas de su azadón, solo estarán en los recuerdos de quienes le distinguieron y apreciaron su sencilla labor, digna de un artista que se esfumó en el anonimato.

Solo le faltaron 387 dias  para completar el centenario convirtiéndose en el más longevo de los descendientes de la bella María Isabel; esa humilde campesina que vivió para sorprenderme de su quehacer e ingenio sacando a sus críos adelante en una parcela que atinaba a sumar una hectárea de tierra muy productiva y que por decenas de años el longevo de los Quintero, extrajo la comida para su tracalada de descendientes y de sus hermanos que una vez volcancitos debieron abandonar las matas de chirimoyo  a ganarse la vida inicialmente en el casco urbano y luego a la gran ciudad.

Si de prudencia, escribiese, él, fue un ejemplo. Si de humildad explicase, me referiría a él. Si de laboriosidad, empeño por aprender a servir a quienes le distinguieron, sin dudarlo lo sería mi ejemplo por mostrar.

Con el viaje sin regreso de la abuela María Isabel, se esfumaron las matas de caña de castilla; las vasijas de barro, la tapia pisada y tejas de zinc que fue su hogar primigenio y que él, en sus escasas conversaciones con el sobrino primogénito, le pintó mientras lo paseaba entre las melgas de arveja, lentejas, maíz y papa.

De ayer, setenta años atrás brotan, sin evitarlo, los recuerdos del funeral de Aurelio Quintero Velázquez, el posta de la familia Quintero Sanchez que estuvo merodeando por las colinas de las arrugas que se despeñan al valle del rio Tenza.

Sin proponérselo, me enseñó que lo sencillo, los artistas lo tornan en extraordinario, ya en notas musicales o textos literarios. Confieso que solo con los años, reconocí este talento de rayar en hojas blancas, no con pentagramas como él, lo hizo, sino con versos y párrafos. Entonar poesia mientras él rasgaba el viento con sus notas del clarinete, gusto desconocido, más en la segunda y tercera generación del vástago familiar descendiente de los Quintero Sanchez, pero en proceso de ebullición en los hijos de Orlando Quintero Quintero, Diego Andrés, ingeniero mecatrónico, amante de la acordeón y el piano, residente en Francia y Alessandra, gustosa de la pintura.

El clarinetista fue, como los demás varones de esta estirpe, un guardián amoroso con sus hermanos. Y son ellos, más que yo. Quienes podrán dar fe de lo aquí expreso, si existen aún seres humanos curiosos de los quehaceres de los que nos antecedieron en el árbol genealógico familiar.

 
Los hermanos Quintero Sanchez

Somos una suma de suspiros, y el tío mayor, emanó el ultimo. En su viaje sin regreso, ya estará con Helenita, su esposa eterna; su tío Antonio, sus hermanos, Fidel, Custodia y Rosita junco con sus cuñadas: Mariela, Agustín y Francisco y sus hijos: Félix Hernando, la hija mayor y la gemela de Clara. Nos acompañan aún: María Preselia, Ana y Marco Aurelio, el menor de los Quintero Sanchez.  

Hoy fuimos; mañana no seremos. Hoy nos creemos irremplazables, y la pelona, aun no nos enseña que somos pasajeros, y en este viaje, debemos gozar con la amistad del otro de los otros. Esos otros que, por tener nuestros apellidos, unos dicen que somos familia. Pero una familia que solo ora cuando uno de los integrantes, parte al infinito, pone en duda lo aquí expresado para recrear mis recuerdos de mi inolvidable tío Félix Antonio Quintero Sanchez.

 

NAURO TORRES QUINTERO

 

4 comentarios:

  1. Hermosa historia del primogénito que llegó a los 98 años, un relato o historia sin contar, gracias. Tío Félix QEPD. ❣️❣️❣️❣️

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    1. Somos una colcha de retazos. Y en esta historia que enhebré solo hay retazos de vida del felix Antonio, un musico campesino desconocido en otros lares pero que dejó un legado. Un legado que intenté dejar en esta entrada,

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  2. Hermoso, que bien documentada esta historia del Tío Félix , una historia ahora contada y quedará en nuestro recuerdo

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    1. Los recuerdos, sin uno darse cuenta son retazos de vida. de de uno y de otros, y con los años, esos recuerdos dan sentido a lo vivido y a la vez son tea en la posteridad.

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