Félix Antonio Quintero Sanchez
Las curvas de nivel que aprendió a cavar para la
labranza guiado por su padre Aureliano Quintero Velázquez zanjeando el vergel para
depositar las semillas de maíz, arveja, lentejas, habas y papa, por ser el primogénito
de la prole Quintero Sanchez que sumaron siete en el altozano veredal que
comparte Sutatenza con Guateque en Boyacá, lo convirtieron en un labriego
enamorado de la tierra y en contemplativo del brotar de la vida manifiesta en
los tallos, hojas, flores y frutos del laboreo familiar que gracias a las abejas,
las chagualas, las aves y otros insectos, brotaba la comida para alimentar nueve
bocas en una parcela menor a una hectárea de tierra, de cuyos senos, Aureliano
y María Isabel Sánchez junto con manos solidarias, levantaron las cuatro
paredes del rancho de bahareque guindado con barro y caña de castilla asidos
con vejucos de cuan que sombrearon con tejas de zinc para proteger el piso de
tierra y el cielo raso de la misma caña que por años fue el dormitorio familiar
con calefacción de los carbones enterrados entre sus mismas cenizas nutridos con
cagajón y palma seca de maíz.
Felix Antonio Quintero Sanchez
Ultima reunión de los Quintero con los Sobrinos de la primera generación.
Ultima reunión de los Quintero con los Sobrinos de la primera generación.
Félix Antonio Quintero Sánchez, el clarinetista
autodidacta de Sutatenza, murió el 18 de julio del año y mes en que la
selección Colombia de futbol fue subcampeona de la copa América, en un partido
con dudosa ayuda de los organizadores y recordada por las vergüenzas que brotan
sin control en numerosos nacionales que bajo un nacionalismo mal asumido, nos
dejó ante el mundo como un pais con numerosos vándalos.
Los abuelos Quintero Sanchez.
Aureliano, su padre marcó su trasegar mundano.
Además de enseñarle los amores con la tierra y la fe en el Creador, lo
recomendó con el primo, el maestro Sergio Velázquez, quien por años tuvo una
escuela de musica a la que acudían niños de la municipalidad a leer el lenguaje
del pentagrama y las notas musicales.
Faltaron varios soles con sus noches para quemar
otro calendario cuyas cenizas alcanzaba 99 costalados colmados de experiencias
nutridas con la paciencia de Job, la prudencia de San Francisco, la sapiencia
de Santo Tomás y el gusto de emanar viento por el clarinete convirtiéndolo en
melodias pueblerinas, otrora retretas semanales esperadas en los pueblos que históricamente
gozaron de la banda municipal como expresión estética local.
Hoy, 20 de julio de 2024 fue el funeral del
primogénito de los Quintero Sanchez. Félix Antonio fue su apelativo que mantuvo
izado en las colinas en donde, igual que él, fueron izadas por cerca de medio
siglo las antenas de Radio Sutatenza, en el poblado del mismo nombre.
Como las notas de su clarinete, el grafito de
sus dibujos, las melgas de su azadón, solo estarán en los recuerdos de quienes
le distinguieron y apreciaron su sencilla labor, digna de un artista que se
esfumó en el anonimato.
Solo le faltaron 387 dias para completar el centenario convirtiéndose en
el más longevo de los descendientes de la bella María Isabel; esa humilde
campesina que vivió para sorprenderme de su quehacer e ingenio sacando a sus
críos adelante en una parcela que atinaba a sumar una hectárea de tierra muy
productiva y que por decenas de años el longevo de los Quintero, extrajo la
comida para su tracalada de descendientes y de sus hermanos que una vez volcancitos
debieron abandonar las matas de chirimoyo a ganarse la vida inicialmente en el casco
urbano y luego a la gran ciudad.
Si de prudencia, escribiese, él, fue un ejemplo.
Si de humildad explicase, me referiría a él. Si de laboriosidad, empeño por
aprender a servir a quienes le distinguieron, sin dudarlo lo sería mi ejemplo por
mostrar.
Con el viaje sin regreso de la abuela María Isabel, se esfumaron las matas de caña de castilla; las vasijas de barro, la tapia pisada y tejas de zinc que fue su hogar primigenio y que él, en sus escasas conversaciones con el sobrino primogénito, le pintó mientras lo paseaba entre las melgas de arveja, lentejas, maíz y papa.
De ayer, setenta años atrás brotan, sin
evitarlo, los recuerdos del funeral de Aurelio Quintero Velázquez, el posta de
la familia Quintero Sanchez que estuvo merodeando por las colinas de las
arrugas que se despeñan al valle del rio Tenza.
Sin proponérselo, me enseñó que lo sencillo, los
artistas lo tornan en extraordinario, ya en notas musicales o textos
literarios. Confieso que solo con los años, reconocí este talento de rayar en
hojas blancas, no con pentagramas como él, lo hizo, sino con versos y párrafos.
Entonar poesia mientras él rasgaba el viento con sus notas del clarinete, gusto
desconocido, más en la segunda y tercera generación del vástago familiar descendiente
de los Quintero Sanchez, pero en proceso de ebullición en los hijos de Orlando
Quintero Quintero, Diego Andrés, ingeniero mecatrónico, amante de la acordeón y
el piano, residente en Francia y Alessandra, gustosa de la pintura.
El clarinetista fue, como los demás varones de
esta estirpe, un guardián amoroso con sus hermanos. Y son ellos, más que yo.
Quienes podrán dar fe de lo aquí expreso, si existen aún seres humanos curiosos
de los quehaceres de los que nos antecedieron en el árbol genealógico familiar.
Los hermanos Quintero Sanchez
Los hermanos Quintero Sanchez
Hermosa historia del primogénito que llegó a los 98 años, un relato o historia sin contar, gracias. Tío Félix QEPD. ❣️❣️❣️❣️
ResponderEliminarSomos una colcha de retazos. Y en esta historia que enhebré solo hay retazos de vida del felix Antonio, un musico campesino desconocido en otros lares pero que dejó un legado. Un legado que intenté dejar en esta entrada,
EliminarHermoso, que bien documentada esta historia del Tío Félix , una historia ahora contada y quedará en nuestro recuerdo
ResponderEliminarLos recuerdos, sin uno darse cuenta son retazos de vida. de de uno y de otros, y con los años, esos recuerdos dan sentido a lo vivido y a la vez son tea en la posteridad.
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