Consuelo es una dulce mujer que vino al mundo en la década del cuenta del siglo XX en una familia con ocho hermanos varones y una mujer mas, y desde que tiene uso de razón ha cargado con obligaciones propias de los adultos; siendo adulta, ha colocado sus hombros para cargar su propia aflicción y la de varios familiares en la enfermedad y en la muerte de sus seres queridos y ha aceptado con la paciencia del santo Job la misión que ha venido a realizar en esta encarnación. Ella fue como una flor silvestre, gozaba de un cuerpo escultural con una estatura de 1.70 metros que al caminar hasta los canes la contemplaban, bien hablada y risa despampanante y estruendosa, con ojos azabaches que animan los buenos modales de una chica educada para ser contemplada, con manos grandes y delgadas pero hacendosas, con cabellera negra que al lucirla suelta caía como musgo en una espalda torneada cual reina en pasarela.
María es una mujer mayor que nació en 1942 y se ha dedicado a escudriñar en sus ancestros la causa en las relaciones de pareja y en los asuntos del amor encontrando un mismo hilo conductor reiterativo desde la tatarabuela hasta uno de sus sobrinos pasando por ella, y esta tratando de romper ese hilo para que en las próximas encarnaciones no aparezcan los amores escondidos que los demás señalan, y quienes lo viven guardan con estoicismo.
Para tratar de interpretar las circunstancias que han, y viven mis personajes, acudo a la iluminación que nos dan las leyes universales que se cumplen en cada persona, conociéndolas o no. En el caso, cito dos.
- “Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa” . Es una ley universal que se basa en que todo efecto tiene su causa; toda causa tiene su efecto. Es decir, nada sucede por casualidad.
Es quizá, la ley más conocida de las leyes del universo. El azar no existe; la palabra casualidad no tiene sentido, la verdadera palabra es “causalidad”. La suerte no es más que el nombre que se da para justificar algo que no se comprende. Así pues, nada ocurre casualmente. Cuando algo negativo sucede en nuestras vidas, enseguida debemos ir a investigar la causa que produce ese efecto; encontrada la raíz del mal, se extirpa y el mal desaparece. Cuando los humanos se dan cuenta de que ellos mismos son los causantes de los males que los aquejan, de pronto les entra un intenso deseo de arreglar las cosas. Cuando este deseo es intenso y fuertemente proyectado, inmediatamente recibe toda clase de ayudas del universo para generar positivismo.
Esta ley del universo se aplica en el tiempo y en el no tiempo?. Es decir, antes de, en y después de?. Antes de nacer, en la vida, y luego de la muerte física. Es una misma pregunta que tratare de encontrar respuesta en dos experiencias que narraré para inferir lo que pretendo señalar.
- Para demostrarlo debo citar otra ley del universo: «El TODO es Mente; el universo es mental.» Se basa en que todo está en la mente, el universo es una creación mental, cuando pensamos emana de nosotros una corriente magnética semejante a un rayo de luz que llega hasta el alma de las demás personas ejerciendo sobre ellas una influencia. Los pensamientos son cosas, tienen cuerpos, tienen masa, al salir de nuestro cuerpo mental adquieren vida. La mente contribuye al éxito del individuo o a su fracaso. Esta misma ley es conocida como la ley de la atracción. Uno atrae lo que piensa.
- Y desde el punto de vista religioso acepto la siguiente afirmación: si asumimos que predestinación proviene de la palabra griega proorizo, que significa determinar anticipadamente, entonces la predestinación es un decreto divino por el que Dios, debido a su infalible presciencia del futuro, ha elegido y ordenado desde la eternidad todos los eventos que ocurren en el tiempo, especialmente los que proceden directamente o al menos están influidos por la libre voluntad de la persona humana. Tomada en este sentido general, predestinación coincide claramente con Divina Providencia y con el gobierno del mundo.
- Por otra parte Robert Schwartz en su libro “El Plan de mi alma” plantea que existe una programación prenatal, es decir, que cada uno de nosotros, en el proceso de evolución del alma, el alma misma escoge qué vivir y cómo vivir en cada encarnacion. En el libro “Experiencias en el cielo” la médica colombiana Elsa Lucia Arango con vivencias de sus pacientes cuenta que las personas, luego de la muerte física, acompañan espiritualmente a sus seres queridos, pero quienes no tienen una vida espiritual evolucionada, no detectan esas manifestaciones.
Consuelo debió empezar a trabajar muy niña para ayudar a criar a cinco hermanos menores que dejaron los padres a su cuidado en el campo, mientras ellos iban a Bogotá en busca de oportunidades, circunstancia difícil, pues fueron muchas las noches que se acostaban con un pocillo de agua de panela sin molido ni pan; pero además de formar a sus hermanos, le tocaba orientar la educación de una veintena de niños en la vereda.
La carga de Consuelo aminoró cuando su única hermana fue nombrada maestra en una escuela cercana, quien asumió la educación y manutención de los hermanos en el bachillerato; pero la carencia del afecto de los padres y la misma irresponsabilidad de los mismos, a las dos hermanas, las flechas de Cupido y las influencias de la diosa Afrodita las precipitaron en matrimonios cuando bordeaban la mayoría de edad, sin que esta obligación feneciera la adquirida con los hermanos ante el abandono consentido de los progenitores.
Para un primo, fue Consuelo el amor de su vida, quien la hizo su esposa organizando el hogar en un barrio de Soacha en cercanías de Bogotá. Hubo tres hijas añeritas, pero cuando sucedía la gestación de la tercera, un pistolero cegó la vida de “Merenegue” como le decían cariñosamente en la escuela al esposo de Consuelo.
En nombre de Consuelo es una variante de consolación. Su origen es latino y se refiere a la advocación de la Virgen; entonces por alguna razón le bautizaron con ese nombre, cuya función empezó a cumplir desde los cinco años cuando debió aprender a ordeñar a hornear y amasar almojábanas; luego el consuelo para los hermanos a su cuidado, y estando en el primer embarazo debió convertirse en enfermera de su tia-suegra, a quien acompañó hasta la muerte causada por un cáncer terminal. Posteriormente debió ver y sentir impávida la muerte de su esposo; luego, acompañó durante los últimos tres años el tratamiento y deceso de su amada hermana, quien falleció de cáncer; mas tarde acompañó a tres de sus sobrinas para que hicieran el duelo por la muerte del hermano, quien, una vez confirmada su enfermedad, prefirió colgarse en su propia casa a ver deteriorarse físicamente ante los ojos de sus hijas y esposa amada y de los familiares y amigos.
Pero Consuelo enviudó joven y sus hijas crecieron, tomándose entonces, una segunda oportunidad, y se volvió a casar, y del fruto de esa unión, nació un varón, quien cinco años después perdió al padre por cáncer. Habría transcurrido un lustro cuando el tercer hermano de Consuelo muere en menos de tres meses por un cáncer linfático. Y dos años después pierde otro hermano por un cáncer de estomago. Y para sumar a su sufrimiento debió acompañar a los familiares en la muerte de dos de sus dos cuñados y dos sobrinas por la misma causa, el cáncer.
En todos los casos, fue ella el consuelo para los padres, hermanos, cuñados, cuñadas y sobrinos; fue quien estuvo pendiente en los últimos días de cada quien preparándolos para la muerte y para asumir con dignidad y confianza el fin que todos tendremos. Muy seguramente Consuelo acompañara a sus longevos padres en los últimos días al pasar ellos los noventa años, seguirá siendo el aliciente de otros tantos familiares que fenecerán antes que ella para lograr cumplir la misión que se propuso antes de nacer, ser el consuelo para los afligidos.
Si “Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa”; es decir, nada sucede por casualidad, Consuelo esta cumpliendo la misión que su alma escogió antes de nacer y es testimonio la misión de su vida que es servir, es confortar, es animar, es iluminar y colocar el hombro para que las lagrimas de los deudos sean menos dolorosas, y se queden con los gratos recuerdos de quienes partieron para la eternidad.
Si «El TODO es Mente; el universo es mental.»; Consuelo infiere que la labor de servicio que viene haciendo acompañando a los familiares y a los moribundos, es la manera para evolucionar, para lavar las culpas de familiares fallecidos o que viven y han cometido faltas, o sus propias culpas en encarnaciones anteriores, y su alma esta convencida que su siguiente encarnación será cercana a la iluminación porque el universo es mente y el todo es mente.
Si los descubrimientos de Robert Schwartz develados en el libro “La ventana de tu alma” son ciertos, así como sus conclusiones, fue el alma de Consuelo en la encarnación anterior quien escogió lo que esta viviendo tanto su cuerpo como su alma encarnada hoy en ella.
Si las experiencias tenidas por la médica Elsa Lucía Arango narradas en el libro “ Experiencias con el cielo” las aceptamos como reales, entonces las almas de los seres queridos de Consuelo escogieron esas formas de morir y sus almas, en ocasiones difíciles, no solo la acompañan a ella, sino a los deudos que debieron seguir con su normal vida.
Confiesa uno de esos deudos que perdió a su amada esposa hace 15 años que el alma de ella, la madre de sus hijos, le acompaña espiritualmente, y quien tiene la sensibilidad espiritual le ha visto viajar en su carro acompañado de una joven mujer de pelo largo cuyo rostro goza de una leve luz que ilumina la cabellera que siempre la identificó en vida, además dice que es usual que él antes de dormirse agradecer lo vivido y compartido con ella, convirtiéndose ellas, en un aliciente en los momentos aciagos que trae la vida, que juntos con las alegrías dan la sabiduría que irradia en el presente y se recordará cuando ya seamos parte del pasado.
MARÍA, LA MUJER DE LOS AMORES PROHIBIDOS.
María perdió a la madre siendo muy niña; creció bajo la tutela de las hermanas mayores y del padre que cumplió las dos funciones. Su hermano varón, por el rendimiento en los estudios y con el apoyo económico de un cuñado estudió en la UIS ingeniería de petróleos convirtiéndose luego en ejecutivo de la empresa colombiana de petróleos, ECOPETROL.
María no tiene un apellido de origen latino, ni romano. Tiene un apellido irlandés. La tatarabuela llegó al país a finales del siglo XIX junto con sus padres como diplomáticos en el puerto de Colombia mas importante de ese entonces, Santa Marta. La tatarabuela, siendo volantona se enamoró de un colombiano que por asuntos sociales y relaciones de poder, se hizo amigo de la familia procedente de Europa. Ese amigo frecuentaba a los irlandeses a quienes les complacía con atenciones y regalos importados, como excusa para galantear a la linda y esbelta irlandesa volantona.
Ella, la bella irlandesa que poco dejaban los padres salir a compartir con jóvenes colombian@s de su edad cayó ente las atenciones del amigo de la familia convirtiéndolo en su primer y único amor que permaneció en la oscuridad ante el diplomático y su familia hasta cuando se dieron cuenta que estaba embarazada.
Los padres irlandeses se doblegaron ante la vergüenza y vieron mancillado el honor, tomando la decisión de retornar a su país antes que la gravidez se hiciese mas notoria en la bella irlandesa enamorada de un colombiano, pero la hija amada tomó la decisión de quedarse en el país convencida que el amigo colombiano, que gozaba de un puesto de prestigio en Santa Marta, la sacaría del baúl, espacio donde nació el primer hijo, pero con toda la pasión de un par de enamorados, ella, la irlandesa, quedó por segunda vez embarazada.
Ella gozó de una casa con todas las comodidades convirtiéndose en una madre cabeza de familia, pues el padre solo aparecía en las noches frías cuando la brisa del mar acariciaba a quienes a hurtadillas se mueven como murciélagos.
El amigo de los irlandeses nunca sacó a la playa a sus dos hijos. Nunca fue a una fiesta o a un paseo con la madre de los niños; tampoco dio el apellido a su estirpe. Ese amigo colombiano era el obispo de Santa Marta, en ese entonces.
Los hijos del obispo crecieron sin el afecto del padre, pero se sentían orgullosos del apellido de la madre. Por el impacto que hubo en su vida, uno de ellos nunca se casó. Fue gay. Y el otro conformó un hogar del que hubo tres hijos, una de ellas, hija. Esta hija sin cumplir la edad mayor, se enamoró de un hombre casado, quien también se enamoró de ella y siguiendo la costumbre costeña, organizó un segundo hogar en otro departamento cercano a la frontera donde hacia operaciones de comercio.
En esa unión hubo dos hijos. Y uno de los dos hijos abandonó a la ciudad natal yendo a probar suerte a la segunda ciudad mas importante a principios del siglo XX en el departamento fronterizo. Allí se casó con una nativa con la que formaron un hogar con cinco hijos, uno solo varón, pero la joven esposa de quien tiene el apellido de la bella irlandesa que vino al país con sus padres en misión diplomática y se enamoró del obispo de San Marta murió de enfermedad no conocida en ese entonces.
El padre con apellido irlandés debió vérselas solo con el hogar. Su hija mayor nació con la belleza de la tatarabuela, con ojos claros y piel blanca con esbelta figura, y sin proponerse, fue bautizada con el mismo nombre . Hizo la primaria y la secundaria en un colegio de monjas, y cuando estaba colmando el ultimo curso fue enamorada por el comerciante de café que tenía la misión de llevar clandestinamente el grano colombiano al vecino país que nada en petróleo; quien, en la misma ciudad, organizó un segundo hogar con la joven estudiante recién enamorada. Un hogar en barrio socialmente reconocido, de el, solo salía para ocasiones especiales a las que asistía ataviada con hermosas alhajas, vestidos de encajes, sombrilla o sombrero de la época acompañando al comerciante ilegal de café. En ese hogar no hubo descendencia, pero si dos adopciones, perdiéndose el apellido de la tatarabuela.
El padre con apellido irlandés logró educar a sus hijos con el fruto de los dividendos de una tienda de pueblo. El único hombre fue el que trabajó en Ecopetrol, y las cuatro mujeres fueron maestras y solo una de ellas tuvo descendencia.
Una de ellas estudió en los E. U. regresando al país a trabajar en colegios privados. En uno de ellos, escondido en la manigua donde brota el petróleo y crece como maleza la coca, se enamoró por primera vez al cumplir los 35 años. Fue una relación en el que se conjugaron el amor y la pasión.
Ella, libre como la brisa; escultural como las matas de coco y contorneada como una gacela, con el brío de una cabra y el sabor de un merengue, sensual como una modelo, bien hablada como una diplomática, con un caminar en pasarela y un gusto por la música, cual bailarina de tango, no pudo evitar enamorarse, pues el medio, la soledad, el trabajo y las circunstancias confabularon contra sus principios de moral y buenas costumbres. Se enamoró de un joven recién casado, relación que consintió por un año, colocando luego, distancia y silencio, y uno que otro intento por sacar un clavo con otro clavo.
De asuntos de amores se olvidó por treinta años, tiempo que dedicó a conocer practicas de otros credos y a combinarlas para un mejor vivir sirviendo a los demás, en especial, a los ancianos.
Un fin de semana cualquiera fue contactada por facebook. Quien fue su prohibido amor a los 35 le escribió contándole que estaba de vacaciones en un pueblo de Santander y le invitó a que lo visitase al hotel.
En la mente de María aparecieron los recuerdos de los pocos e intensos momentos vividos con ese amor prohibido; entonces, contra la razón, hizo caso al corazón y viajó al pueblo donde supuestamente se había originado esa invitación.
Luego de varias horas en chiva por carretera destapada llegó al lugar donde esperaba encontrar en un hotel a su pasado amor prohibido. Al llegar al terminal de buses, no encontró taxis, pero sí niños que guiaban a los escasos visitantes por las lindas calles de ese pueblo conocido como la ciudad levítica. Un niño la guio a la dirección que llevaba anotada en un papel. caminaron ocho cuadras, y el niño le mostró el lugar con la nomenclatura del numero que ella tenía en el papel.
Miró. Confrontó la nomenclatura con la dirección que estaba en el papel. Si, confirmó, era la misma.
Entró en confusión.
Dijo al niño que esperara mientras le bonificaba el servicio.
Quiso regresarse. Ese lugar no era el que ella había imaginado.
Dio la vuelta para regresarse con el guía, pero una fuerza igual a la que sintió cuando se entregó virgen a su primer amor, le hizo retornar al portón y decidió timbrar, mientras corroboraba que la dirección correspondía al ancianato de la localidad.
Como su vida era un tejido de pruebas y ensayos, decidió enfrentarse a la incertidumbre.
Una monja la atendió. Ella, sin inmutarse, dijo que venía a visitar a un pariente lejano que suponía estaba en ese hogar. La religiosa asintió y la mandó seguir a una estrecha sala desde donde se divisaba el busto de San Vicente que sobresalía en el centro de un hermoso jardín rodeado de corredores. Luego de dejar la maleta en portería, fue conducida amablemente por uno de los corredores que desembocaba en una apacible sala con sillas momposinas.
Allí -le dijo la monja - que esperara mientras avisaban al visitado.
El minutero del reloj de pulso de María corría a la inversa que los latidos del corazón. Las arrugas de sus manos canalizaban el sudor producido por el acecho que la dominaba mientras sus miradas escudriñaban el corredor por donde, luego de unos minutos apareció la monja acompañando a un huésped de avanzada edad que caminaba al ritmo de quien busca una aguja en un pastal.
A el anciano lo embargaba la curiosidad y el anhelo de ver y contemplar a María. Fue un encuentro amoroso y apasionado que borró las presunciones y afianzo los afectos que despertaron al instante como cual mago coloca la barita en el sombrero para que vuelen las palomas.
El pasado se hizo presente, y como en otras épocas, el tiempo fue el palo a la rueda para expresarse en palabras, en gestos, en miradas todo lo que tenían alimentado en sus entrañas y en sus neuronas lentas con los años pero vivas en corazón.
En la pagina de la existencia de cada quien, esa tarde se contaron sus vividas vidas; se confesaron lo que ambos ya sabían y escondían en las arrugas del corazón pero latentes en el alma.
El contó que había tenido seis hijos. Que la esposa que ella conocía había muerto varios lustros atrás. Que había enviudado y la había buscado por los rastros de 33 años atrás sin dar con ella y que se había vuelto a casar para no estar tan solo en la vejez, pero que ese segundo compromiso lo adquirió con una joven mujer que se obnubilo por el dinero, que al cabo de los años, no fue lazo para detenerla, pues se marchó dejándolo en los recuerdos e internado en ese ancianito que ahora era su hogar, a donde ella, su segunda esposa, le visitaba cada mes cuando salía del asilo a cobrar la pensión. le contó que los hijos si le llamaban cada semana y le acompañaban en ocasionales días festivos cuando el trabajo no les impedía viajar.
María escuchó y asumió con respeto el compartir de su anhelado, pero su corazón no cesaba de latir y su conciencia se batía entre interrogantes y frustraciones, entre dudas y dolor, entre anhelos y deseos de salir corriendo.
Ella, María es una mujer que se ha bebido tantas paginas como las que edita una impresora de un diario en un día. Había alimentado su intelecto con los pensamientos de escritores cristianos, budistas y védicos. Tiene muy claro el sentir, el apego, el ser y el amor como la expresión del amor de Dios y el único camino para estar en Dios.
Después de consumarse mas de 70 años de vida, cada día que se viva es una ganancia, y la ganancia hay que compartirla como el pan que ofrendó Jesús en la ultima cena antes del sacrificio que no anhelaba pero que aceptaba como parte de su predestinación.Fundieron sus cuerpos, sus corazones y sus almas sin importar la soledad y los compromisos instaurados por la religión y la mojigata sociedad.Ella le visitaba entre semana, cuando la esposa interesada o los hijos no lo harían. Y él la esperaba en cada amanecer y soñaba con María en cada anochecer. María estaba segura que la vida amorosa que estaba viviendo, al buscar la razón de la causa de esos amores prohibidos, y al encontrarla, ya estaba rompiendo esa cadena que había empezado con la tatarabuela para que las siguientes encarnaciones no sufrieran en una sociedad donde la relación de pareja tiene dueños.Por asuntos de salud María no pudo viajar por dos meses a visitar a su amor prohibido, pero ya repuesta, tomó camino un miércoles a visitar a su amor prohibido en el ancianato que florecía en un pueblo de Santander.Hizo el mismo recorrido y con los mismos anhelos que la primera vez del viaje de la curiosidad. Fue recibida por la misma monja de otras veces; pero esta esta vez la religiosa la recibió con una expresión de tristeza y dolor en el rostro. Aunque el saludo de bienvenida fue afable, la noticia que le dio a María la desmoronó y la dejó impávida. Su amor prohibido había muerto un mes antes y sus cenizas fueron llevadas a la capital donde vivían sus hijos.María recibió la noticia con estoicismo. Agradeció las atenciones brindadas en el ancianato. Dio un donativo y tomó el camino de regreso para nunca mas volver a ese pueblo posado en una planicie de la cordillera central colombiana.María regreso a la cuidad donde residía, acompañó a sus tres hermanas hasta la muerte, y una vez se vio sola y sin familia, ferió sus haberes, tomó un avión a la India y se radicó en un pueblo de provincia dedicada a la meditación y a la espiritualidad donde morirá y anhela tener su próxima encarnación, en el país mas espiritual del universo.Para Consuelo y María el sentimiento sobre el amor es el mismo. Lo definen de la misma manera. Es un dar sin esperar nada a cambio. Es solo en el mundo material que el amor tiene dueño porque en el espiritual el amor se da, se comparte, se vive y se ofrenda. El egoísmo, el apego, el sentido de propiedad solo existe en la mente de las personas enterradas a la vida.Somos el fruto de nuestras vidas pasadas, y somos nosotros mismos quienes hemos escogido la vida que tenemos y lo que sufrimos lo hemos escogido para purificar nuestras almas y los momentos de goce que disfrutamos son una evidencia que hemos nacido para ser felices convirtiendo los dolores y los sinsabores en una escuela de aprendizaje que nos ayuda a vivir con sabiduría y perfeccionar y trascender en las siguientes encarnaciones.
INVITACION. apreciad@lector@: