ASUMAMOS EL
HABITO DE UNA CONDUCTA CONSTRUCTIVA Y ENCONTRAREMOS LA FELICIDAD.
A largo plazo, la principal causa de felicidad es una conducta constructiva. Esto
significa abstenerse de actuar, hablar o pensar bajo la influencia de emociones
perturbadoras tales como el deseo, apego, codicia, aversión, enojo, ingenuidad
y demás, sin preocupación por el efecto a corto plazo de nuestro comportamiento
en nosotros mismos y en otros.
La conducta
destructiva, como la principal causa de infelicidad, es no abstenerse de ese
tipo de comportamiento, sino más bien dedicarse a él.
Por ejemplo, con un
deseo anhelante, exageramos las buenas cualidades de un objeto en un almacén e,
ignorando las consecuencias legales, lo robamos.
Con enojo,
exageramos las cualidades negativas de algo que nuestra pareja ha dicho e
ignorando el efecto que tendrá sobre nuestra relación, le gritamos y le decimos
palabras crueles.
Actuar, hablar
y pensar mientras nos abstenemos de estar bajo la influencia de las emociones
perturbadoras construye el hábito de abstenerse de estar bajo tal influencia en
el futuro.
Como resultado,
si una emoción perturbadora surge en el futuro, no actuaremos en base a ella y,
finalmente, la fuerza de las emociones perturbadoras se debilitará y finalmente
la emoción perturbadora difícilmente surgirá. Por otro lado, cuanto más actuemos en base a las
emociones perturbadoras, más surgirán en el futuro y más fuertes serán.
Como hemos visto, cuando experimentamos un objeto con felicidad, lo
experimentamos sin las emociones perturbadoras de ingenuidad, deseo, apego,
codicia, aversión, o enojo. Nuestra experiencia del objeto está basada
en aceptar su naturaleza real tal y como es, sin exagerar o negar sus buenos o
malos puntos.
Esta forma de experimentar las cosas, entonces,
proviene del hábito de la conducta constructiva con la que actuamos, hablamos y
pensamos de la misma manera basada en aceptar la naturaleza real de lo que la
gente o cosas o situaciones son, sin exagerar o negar sus buenos o malos
puntos.
Nuestra forma de experimentar objetos o pensamientos, con felicidad o infelicidad, no está
determinada, entonces, por el objeto o pensamiento en sí mismo. Como hemos
visto, si con nuestra conducta previa a largo plazo hemos construido el hábito
de abstenernos de exagerar o negar los aspectos positivos o negativos de estas
cosas, podemos experimentar incluso el dolor de tener una endodoncia con un
estado mental feliz.
Volviendo a la definición de felicidad, experimentamos el procedimiento
de una forma satisfactoria, basándonos en creer que es de beneficio para
nosotros.
Aunque podríamos haber construido el hábito de abstenernos de actuar,
hablar o pensar bajo la influencia de emociones perturbadoras y así construir
el potencial para experimentar los objetos y pensamientos con felicidad, aún así son necesarias ciertas
circunstancias para que ese potencial madure en una experiencia de felicidad.
Como hemos visto, el objeto de nuestra experiencia no necesariamente determina
si lo experimentaremos con felicidad o infelicidad.
Más bien, el experimentar un objeto con felicidad depende más plenamente
de nuestra actitud de aceptar la verdadera realidad de lo que el objeto es, sin
importar lo que el objeto pueda ser: la dolorosa sensación física de la
endodoncia o la visión del ser amado. Así pues, nuestra actitud, nuestro estado mental, es crucial para
el momento en el que sentimos felicidad o infelicidad, sin importar qué
objeto estemos viendo, oyendo, oliendo, saboreando, sintiendo físicamente o
pensando.
También hemos visto que cuando aceptamos la realidad de lo que algo es y
no somos ingenuos sobre ello, entonces no exageramos o negamos sus buenas o
malas cualidades y así no experimentamos el objeto con deseo, codicia o apego,
o con aversión o enojo. Por tanto, lo que ayuda a provocar la maduración de la felicidad en cualquier
momento es estar libre de ingenuidad.
En cualquier momento dado de infelicidad, nuestra ingenuidad no está
necesariamente limitada a ser ingenua acerca del objeto que experimentamos. La
ingenuidad tiene una gama mucho más amplia. Puede estar también enfocada en
nosotros mismos.
Cuando experimentamos un problema con gran infelicidad, entonces con
ingenuidad tendemos a estar fijados solamente en nosotros mismos y podríamos
incluso pensar que somos los únicos que hemos experimentado este problema.
Tomemos el ejemplo de perder nuestro trabajo. La realidad es que hay
millones de personas alrededor del mundo que han perdido sus trabajos y están
ahora desempleadas. Podemos pensar sobre nuestra situación sin ser ingenuos
sobre la impermanencia, por ejemplo.
Recordemos que todos los fenómenos que surgen
de causas y circunstancias serán afectados por más causas y circunstancias,
y finalmente terminarán. Eso puede ser muy útil. Pero incluso más efectivo es
expandir las posibilidades de nuestros pensamientos hasta incluir, no sólo a
nosotros mismos, sino también a todos los que tienen el problema de haber
perdido su trabajo, si esto les ha ocurrido a ellos.
Necesitamos pensar, “este no es
sólo un problema mío; es el problema de una enorme cantidad de personas. Yo no
soy el único que necesita una solución; todos los demás necesitan también una
solución. Todos necesitan superar tal problema y la infelicidad”. Esa es, de hecho, la realidad.
Con esta forma de pensar, que es sin ingenuidad, desarrollamos compasión
(snying-rje, sct. karuna) por otros, más que regodearnos en
la autocompasión. Nuestra mente ya no está tan estrechamente centrada sólo en
nosotros mismos, sino que está mucho más abierta a pensar en todos los demás
que están en una situación similar.
Con el deseo de ayudarles a superar sus problemas también, nuestros
propios problemas individuales disminuyen en importancia y desarrollamos valor
y fortaleza para tratar con ellos de una manera objetiva. Nosotros de ninguna
manera queremos perder nuestro trabajo, pero con ecuanimidad aceptamos la
realidad de la situación y, pensando en otros, podríamos incluso estar felices
al pensar que ahora tenemos la oportunidad de intentar ayudar a otros.
La compasión, entonces, es uno de los factores claves para provocar que
nuestros potenciales experimenten un objeto o una situación con felicidad. ¿Pero cómo funciona eso?
La compasión es el deseo de que
otros estén libres de su sufrimiento y de las causas de su sufrimiento, igual
que lo deseamos para nosotros mismos.
Pero cuando nos enfocamos en el sufrimiento e infelicidad de otros,
naturalmente sentimos tristeza por ello, no felicidad. O podríamos haber
bloqueado nuestros sentimientos y no sentir nada. En cualquiera de los dos
casos, no sentimos felicidad por su sufrimiento. Entonces, ¿cómo es que la
compasión trae un estado de felicidad a la mente?
Para entender esto, necesitamos diferenciar entre sensaciones agitadoras
(zang-zing) y no agitadoras (zang-zing med-pa). Aquí, estoy
usando estos términos, no con sus definiciones estrictas, sino en una forma más
coloquial, menos técnica.
La diferencia es si la sensación de felicidad,
infelicidad, o neutra está mezclada con la ingenuidad y la confusión sobre la
sensación en sí misma. Recordemos que cuando diferenciamos felicidad de
infelicidad en general, la variable era si éramos o no ingenuos sobre el objeto
que estábamos experimentando.
Aquí, aunque no exageremos o neguemos las cualidades de un objeto que
experimentamos con infelicidad, por ejemplo, aún así podríamos convertir esta
sensación de infelicidad en algún tipo de “cosa” sólida, verdaderamente
existente, como una pesada y oscura nube que cuelga sobre nuestra cabeza.
Entonces exageramos las
cualidades negativas de esa sensación y la imaginamos, por ejemplo, como “una
horrible depresión” y nos sentimos atrapados en ella. En este caso, la
ingenuidad no acepta la sensación de infelicidad por lo que es.
Después de todo, una sensación de infelicidad es algo que cambia momento
a momento, de acuerdo a como varía su intensidad: no es un algún tipo de objeto
monolítico sólido que existe realmente en sí mismo, sin ser afectado por nada
más.
Podemos aplicar un análisis similar a cuando experimentamos no sentir
nada al pensar en el sufrimiento de otros. En este caso, cuando exageramos la
cualidad negativa de sentir tristeza o infelicidad,
tememos sentirla y entonces la bloqueamos. Entonces experimentamos una
sensación neutra, ni infeliz ni feliz. Pero después también exageramos esa
sensación neutra, imaginándola ser algo sólido, como una gran “nada” sólida que
está sentada dentro de nosotros, evitándonos sentir algo sinceramente.
Para desarrollar la compasión, es importante no negar que las
situaciones difíciles de otros son tristes, como puede serlo la nuestra, tal
como perder nuestro trabajo. Sería insano tener miedo a sentir esa tristeza o
bloquearla o reprimirla.
Necesitamos sentir esa tristeza, pero en una forma no agitadora, para
ser capaces de empatizar con el sufrimiento de otros, desarrollar el profundo y
sincero deseo de que los otros se liberen de él, y tomar alguna responsabilidad
para tratar de ayudarles a superarlo. En resumen, el consejo budista es, “no
hagas un “cosa” sólida de la sensación de tristeza; no es para tanto”.