Transcurría 1.961. A
la señora dueña de la tienda “La esperanza” ubicada al coronar una cima luego
de una corta planada, en el camino real de las ollas y la sal, le contrataron
para preparar una lechona para cien varones y personajes de la vida nacional y
departamental.
Mi padre, mis hermanos
y yo, doblamos la jornada. Teníamos que aprontar la leña para el cocinado y el
horno de adobe. Llegó el día. Fue un miércoles de un mes cualquiera de ese año,
víspera de elecciones presidenciales del frente nacional que ya tenía un solo
candidato, Guillermo León Valencia, un payanés amante de la caza, los versos y
las armas.
Los personajes
llegaron sobre las nueve de la mañana en el auto Ferro procedentes de Barbosa.
Los senadores: Darío Marín Vanegas, Jorge Zorzano González, Humberto Silva
Valdivieso, y el representante a la cámara, Ciro López Mendoza. Todos del
partido conservador.
A la tienda, camino
arriba, arribaron en una cabalgata acompañados de fanáticos que gritaban vivas
a la Virgen y al partido Conservador. Unos izando en cañas de castilla,
banderas azules, y otros, blancas. Unos se acomodaron en taburetes, otros de
pie lagarteando un saludo zalamero.
Camino abajo,
descendía otra cabalgata, silenciosa y vigilante. Los jinetes rodeaban
protegiendo a tres chalanes que no eran de la región.
Los desconocidos
venían a negociar un armisticio. Tenían la esperanza de lograrlo, pues
hablarían con sus promotores en el parlamento colombiano.
Se encontraron los
cabalgantes en el camino y en el corredor de “la esperanza”. Los forasteros se
reunieron en privado con los políticos. Pactaron el trueque. Trabajarían todos
por el triunfo del candidato conservador. Los parlamentarios propondrían un
armisticio a favor de Efraín González, su hermano, Víctor Manuel y el ganso
Humberto Ariza. A cambio ellos, harían incursiones en veredas liberales para generar
terror y miedo.
La presidencia la ganó
el ungido por los dos partidos, pero la votación en Santander y Boyacá fue
abrumadora a favor de los parlamentarios del conservatismo, mientras los
muertos se incrementaron en ambos bandos.
Los desconocidos,
fueron engañados y los campesinos quedaron entre los juegos de los dos
partidos. Los votos contribuyeron a atornillar en el poder a los mismos de
siempre que en 1.957, pactaron cesar las hostilidades alternándose el poder,
mientras los de abajo continuaron siendo desplazados, los unos por los otros, y luego, unos por la guerrilla, y otros por los paramilitares, convirtiendo a Colombia como el país con mas desplazados internos por la violencia.
San Gil, noviembre 24
de 2.019