Estera
mágica
Las
matas de plátano se abonaban con el estiércol de la vaca y la cría. En las
raíces de las matas, los varones debían orinar para fertilizarlas. Del pellejo
seco del vástago, mi padre obtenía el papelón para armar las esteras y envolver
el jabón de tierra; con el tallo verde y sal se preparaba un suplemento para
los dos rumiantes. Con el plátano biche, cortado en finas tajadas y secadas al
sol, luego molidas, mi madre preparaba fécula que endulzaba con miel de caña.
Con el plátano verde, hacia sopa con frijoles verdes y lo servía acompañado con
yuca sata como guarnición en los piquetes.
Era
poca tierra en extensión, pero fértil. Estuvo en la ladera que escurre a la
quebrada Agua Blanca, ahora turbia por deslizamientos usuales de las laderas
que encajonan las aguas de la quebrada La Negra. La parcela estaba poblada de
galapos, y bajo ellos, mi padre sembraba cafetos hasta que colmó con cinco mil
almácigos. Mientras sembraba las matas del sustento futuro, las entreveraba con
colinos de plátano, naranjos y limones. Oficio que compartían con mi madre,
mientras yo, siendo un bebé, los contemplaba posado en la estera que mi padre
había tejido para mí, metros adelante del corte de la siembra. Más adelante iba
pastando la muñeca junto con su cría, una ternera que mi padre le apellidaba,
la antioqueña.
Conformaban
la estera, papelones de plátano seco que enrollados sobre sí mismo como tabacos y
se asían a la misma medida y distancia atándoseles con cabuya proveniente del
fique formándose una superficie blanda, cuya área dependía de quien o quienes
fuesen a dormir sobre ella y se extendía en cualquier lugar para dormir
Las
esteras, ya de esparto, papelón de plátano, o junco, ahora usuales para evitar
los dolores de espalda, antecedieron a los colchones de fique, algodón y espuma;
acompañaron a los labranceros, peregrinos, y campesinos en sus ranchos. Hoy se
usan como tapetes y forman parte de los inventarios de las posadas
desaparecidas que hubo a la vera de los caminos reales que unían a las
poblaciones en siglos pretéritos.
En la cosmología muisca la mujer es convertida en "fijiza" o sea, junco que es una planta alta de tallo hueco que crece en las orillas de las lagunas y en los pantanos. En el Popol Vuh, igual, es comparada con el junco por ser como un vaso receptor, portadora del vientre materno donde germina la vida humana. En la cultura indígena el junco fue un material que fue usado para mejorar la calidad de vida. Los cronistas de la colonia cuentan que el ingenio indígena se reflejó en la fabricación de las esteras para dormir, en el tejido para hacer separaciones de los aposentos, en cercas, en la decoración de los templos y en encierro para aves. Se usaba para pisos y en las camas.
En
cama pasamos el 75% de nuestra existencia.
De
niño dormí en estera,
de adolescente en colchón de fique,
de joven, en colchón de algodón,
de
mozo en colchoneta,
de
adulto en pulman,
de
adulto mayor en ortopédico.
La
estera me evoca la frescura del campo,
el
colchón de fique, mi vida de estudiante,
el colchón de algodón, los sueños por construir,
la
colchoneta, mis primeros años de esposo,
el
colchón pulman, un plácido descanso
luego
del trabajo en doble jornada,
el
ortopédico, los sueños cristalizados, las ilusiones y anhelos por alcanzar,
En una estera viajé en la niñez, cual mago de
oriente,
descansando en un colchón de fique accedí al conocimiento,
dormitando en un colchón de algodón estuve desempleado,
en
una colchoneta engendré al primogénito,
en
un colchón pulman acaricie a los hijos,
en
un colchón ortopédico amé y fui amado,
vi
morir y me rondó la muerte,
y
en uno de ellos, volaran mis últimos suspiros
cual
estera mágica que usé en la niñez.
San Gil, febrero 10 de 2.020
Nauro Torres Q.