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sábado, 9 de abril de 2022

Florián y sus ventanas con historia

 

Huellas indígenas, territorios y paisajes de Florián, Santander

-Memoria histórica recopilada por Libardo A. Verano Cortes-

En el extremo sur de Santander, abrazado por la Belleza, Jesús María, Albania, y la provincia de occidente de Boyacá, está Florián que en cumplió 106 años de existencia.

El médico veterinario Libardo Verano A. Cortes, en su retiro pensional, con la intensión de preservar la memoria histórica y afianzar los afectos por la tierra de quienes nacieron, nacen y tienen vínculos con Florián, por varios años fue haciendo consultas documentales, entrevistas, visitas y viajes por el territorio, cuyas impresiones entregó en su primer libro que tituló: “Florián: huellas indígenas, territorios y paisajes”.


En el preámbulo del libro, el autor cita las fuentes de su obra publicada con motivo del primer centenario de la población. En él, aclara que su trabajo no es una monografía, ni un estudio histórico, geográfico, antropológico o algo similar; pero si, el fruto de indagaciones y consultas en las fuentes humanas.

El territorio de Florián, en su mayor extensión, fue habitado por los indios Tisquizoques, antes y después de la llegada de los españoles. Ésta cacicazgo comprendió franjas territoriales de la Belleza, Sucre Y Jesús María, mientras que por la zona suroccidental fue poblado por los Móporas y Casacotas; etnias muiscas con genes caribes por la vecindad con los indígenas muzos, quienes fueron alguna vez, dominados por los indígenas Nauras. Los nativos se fueron extinguiendo en el choque de culturas al llegar los españoles por estos lares desde 1.539, provenientes de Andalucía, Extremadura, Castilla La Nueva, Castilla la Vieja, León, y otros de Portugal, y de los provenientes de África que fueron esclavos en haciendas cañeras y de algodón en cercanías a Vélez.


Según Nelson Rodríguez A. Chacón, quien fuera rector del colegio que lleva el nombre del fundador del pueblo, en su monografía del municipio, narra que la primera migración proveniente de Jesús María pudo ocurrir entre 1.870-1.880. Según los mayores, el nombre del municipio es en honor a una de las primeras familias colonizadoras: Ezequiel Florián, un boyacense, y su primogénita, Romelia Florián de Téllez.

 En 1.910 ya existía la escuela en el Manzano. Y entre 1.915 y 1.918 se fundó el actual caserío, pues el primero fue en otro lugar no apropiado para asentamientos humanos. Inicialmente se llamó Puerto Florián.

El autor, en el capítulo 20 del libro, en base a fuentes primarias y en recuerdos de la infancia, cuenta los efectos de la violencia partidista a mediados del siglo XX. Fue Florián un casco urbano, netamente liberal y estuvo rodeado por poblados exageradamente, conservadores.


La cabecera actual municipal fue tomada e incendiada el 6 de abril de 1.953 por conservadores y miembros de la policía; en ese entonces, conocida como “Chulavita” creada con varones originarios del poblado: Chulavita, en Boyacá por el presidente en ese momento, Laureano Gómez; cuerpo armado que sembró la violencia y asesinó a los opositores de su gobierno y que defendieran las ideas de Jorge Eliecer Gaitán, asesinado por el Estado el 9 de abril de 1.948, muerte que originó “El Bogotazo”.

Los abusos de la Chulavita comandada por el cabo Vargas, de origen Bellezano, cuenta el autor, la policía ingresó desde la Belleza a disipar una gresca que hubo entre conservadores y liberales ese domingo de resurrección en horas de la mañana en el sector la Culebrera. En el incidente resultó muerto el comandante de la policía: Esa misma noche, en el casco urbano, con un tiro de fusil Grass, estando en el segundo piso de la vivienda donde estaban pernoctando, fue asesinado otro policía, cuyo nombre no cita el medico Verano, pero advierte que supo del nombre y apellido de quien disparó desde la oscuridad cuando el agente salió al balcón a chupar un cigarrillo.

Las dos muertes de uniformados instaron a los habitantes a abandonar a hurtadillas el casco urbano protegidos por la oscuridad y se refugiaron en las veredas: Guamaral, La Indiana, La Vueltiada, Impal y Puerto.

Al otro día, 6 de abril, junto con refuerzos de la Policía y civiles, ingresaron a Florián, lo saquearon e incendiaron luego. -Según el sobreviviente, Jorge Quiroga, le contó al autor, que los elementos del pillaje fueron trasladados en mula y camiones a las poblaciones vecinas pobladas por conservadores-.  Solo quedó en pie el templo y la casa cural y la casa de don Luis Carlos Pardo. La historia no registra víctimas civiles. La humareda blanqueó el entorno por tres dias con sus noches, según contó Misael Guevara al profesor Ulises González, -también fue rector del colegio Ezequiel Florián, junto con el docente, Álvaro Pardo-, en otra monografía del municipio.

El 7 de abril del mismo año, proveniente de Sucre, el Ejercito Nacional arribó al poblado; cuerpo militar que brindaba, en ese entonces, alguna seguridad a quienes no ostentaban afinidades al pensamiento godo del gobernante, quien fuera embajador en Alemania, en época de Hitler y quien facilitó en su gobierno el ingreso al país, de nazis, algunos de ellos, estuvieron radicados en la Belleza y Puente Nacional. 


El nefasto gobierno de Laureano Gómez fue depuesto el 13 de junio de 1.953 por el general Gustavo Rojas Pinilla, del Ejercito Nacional, y en noviembre del mismo año, llegaron ayudas humanitarias a las familias que habían perdido sus viviendas en el incendio, luego empezaron a retornar para reconstruir el poblado que surgió con más ahínco y pertenencia desde entonces.

En entrevista con Miriam Fajardo Pineda, hija de Carlos Fajardo Camelo y entre líneas del libro: “Las guerras de la paz” de Olga Behar, el autor concluye que luego del 9 de abril, se constituyó un grupo de defensa liberal para defenderse de los abusos de los conservadores, dirigido por Carlos Fajardo Camelo, quien fue sargento retirado de la policía, oriundo de Guavatá. Luego de la quema del pueblo, cuenta Ricardo Rojas:  …” antes del incidente, yo organicé una autodefensa en Florián, Santander. Estábamos muy desapercibidos. Apenas con unas armitas…” Una finca de la vereda Vianí fue el lugar de reunión y entrenamiento de los integrantes. Entre ellos, cita a: Arnulfo Pineda P., Plutarco Elías Alonso Cubides, Daniel Sánchez, Joselyn Peña, José Pastran, Teodoro Pinzón, Isidoro Osma, Marco Tulio Niño, Vitaliano Vargas, Eliecer Fajardo, Polo Fajardo, Jeremías Hernández, y otros florinenses. La autodefensa estuvo integrada por volantes en: La Vueltiada y el Caracol.

Por testimonio de mi amigo Arnulfo Ardila, folclorista, padre de un caricaturista santandereano. -en ese entonces también hubo reclutamiento obligatorio de jóvenes, incluso de la parte contraria-  oriundo de Sucre, municipio conservador, junto con otros 49 jóvenes fue reclutado y trasladado al Llano a enfrentar el ideario de la guerrilla liberal en donde estuvo retenido por 14 meses y liberado junto con 800 más en Monterey, Casanare, el 15 de septiembre de 1.953, en virtud de la negociación que hizo el General Rojas Pinilla con Guadalupe Salcedo Unda, -el reconocido guerrillero de los llanos, perseguido junto con su descendencia posteriormente por el mismo Estado-.

 

El pueblo con las ventanas abiertas” como los coterráneos se refieren a Florián, tiene una temperatura media de 21 grados. Está a 275 kms. de Bogotá, a 62 de Barbosa, a 63 de Chiquinquirá, a 33 Jesús María y a 11 kms. de la Belleza.

Verano describe: la “topografía es de ladera donde está el poblado. No es la más llamativa pero el entorno geográfico es monumental. Está guarecido por los gigantes farallones del Opón, El peñón de Tisquizoque y sus ventanas, más la cordillera del Zarval. Y como otro centinela, hacia el norte, está el cerro de los Venados. Por el occidente esta la quebrada la Venta y los pintorescos valles de Tununguá y Pauna”.

En el sur de Santander, el desarrollo y mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes, está más ligado, en el principio, al dinamismo que párrocos dieron a las comunidades para crear y fortalecer la imagen de parroquia. Si bien, en otrora se hacía creer entre los conservadores que los liberales no eran creyentes, los floridenses son una muestra que es una afirmación usada para encender las llamas de la violencia. Hoy dicen… los de la izquierda o mamertos.

En 1.918 los habitantes y vecinos erigieron desde ese año una primera capilla, muy modesta; más luego levantaron una más amplia con paredes en adobe y teja de barro. Igual, erigieron la casa cural. Esta capilla se mantuvo en pie hasta 1.965 que se fue deteriorando hasta clamar por el remplazo. Eclesiásticamente en sus orígenes dependió de la parroquia de Albania, hasta el 25 de marzo de 1.960 fue constituida en la parroquia San José de Florián mediante decreto 14 firmado por el prelado Pedro José Rivera, siendo el primer vicario ecónomo, José Expedito Diaz Orejarena, oriundo de Zapatoca; y el primer párroco, Luis Ambrosio López.

viernes, 18 de marzo de 2022

El profe de Flores

 

Llegó en el tren de pasajeros del medio día a Providencia en febrero del 1.965. A Puente Nacional, Santander, arribó proviniendo de Bolívar, su tierra natal a donde había regresado a despedirse de sus padres luego de contarles que se había posesionado como maestro de primaria en la Secretaría de educación departamental, gracias a las atenciones que sus padres brindaron a un senador de la Nación que pernoctó una noche en la pensión familiar y notó que José, ya volantón y egresado de la básica secundaria de la Escuela vocacional de Alto Jordán, era amable e inquieto y había logrado estudiar el bachillerato.

 

Los niños de los grados cuatro y quinto de la recién construida escuela veredal, acudían diariamente a la construcción con la esperanza que llegase la maestra. Al medio día, los que vivirán en el poblado eran los encargados de hurgonear si en el tren llegaba un desconocido con cara de forastero.

 

Era lunes, día de mercado en Puente Nacional. La locomotora a vapor movida por carbón mineral y leña trepó cansada tirando doce vagones pintados de verde selva y techos de vejez. De los últimos vagones con tiquetes de primera, no se bajó ninguna alma. De los cuatro del medio, se bajaron con sus canastos y costales con mercado los señores de las veredas circunvecinas. Y en los cuatro primeros, los de tercera, atiborrados de mochilas, capoteras y costales, se bajaron quienes pagaban menos porque viajaban en vagones con bancas de madera.

Los conocidos se explayaron primero. En el estribo del margen izquierdo del primer vagón del tren de pasajeros apareció un mozo alto y moreno con mirada penetrante y curiosa portando en la mano derecha una maleta de cuero con correas. Vestía pantalón azul oscuro, zapatos negros luciendo una impecable camisa blanca con manga larga y mancornas a la muñeca.

Descendió curioseando para todos lados escudriñando el entorno. Se dirigió a la oficina del jefe de estación. Se le presentó anunciándole que era el maestro designado para el grupo de cuarto y quinto de varones del corregimiento de Providencia. Solicitó información donde podría almorzar y conseguir hospedaje cerca a la escuela.

Alimentación consiguió en el restaurante de Hermensia Velandia, una viuda de la violencia del 48. Una habitación arrendó en la única casa de ladrillo levantada en el poblado, la de Campos Sáenz, hermano del jefe de la estación.

El martes, antes que un trozo de varilla de media pulgada se estrellara caprichosamente contra un pedazo de riel de la red ferroviaria que descansaba silencioso en un alambre abrazado a un seco palo de arrayan que actuaba como gendarme en el patio pavimentado de la escuela, los niños de los dos grados superiores esperaron al maestro forastero en la loma del poblado para saludarle y acompañarlo al salón ultimo que servía de mirador a las aguas caprichosas de la Luzarda que se descolgaban silenciosas cañada abajo por el lindero de la zona escolar.

 

La maestra encargada de la dirección de la escuela hizo tintinear a la varilla contra el pedazo de riel, tres veces consecutivas. El ruido de los golpes retumbó en las cimas que vigilaban la escuela y por las que se descolgaron corriendo los niños que venían tarde a clase.

La formación por cursos en el patio ocurría antes de ingresar a las aulas. La maestra, muy perifollada y perfumada, con voz de cabo ordenó formar en silencio y rapidez, mientras las demás maestras permanecían atentas a los niños sin perder de vista al forastero varón que llegaba por primera vez a la municipalidad a ejercer el oficio propio de las damas.

El forastero luciendo un peinado de medio lado, un pantalón con perfectos quiebres y una impecable camisa azul, acogió la invitación de la maestra y agradeció la presentación ante el estudiantado. Desde ese instante empezaron los escuelantes a conocer al nuevo director de la escuela y profesor de los grados cuarto y quinto de primaria provenientes de cuatro veredas vecinas.


El aseo, la presentación personal, el caminado, el trato entre si y con las niñas, el respeto al otro, el aprecio a los mayores, el reconocimiento de la cultura veleña, el amor a la patria, el avivamiento religioso, fue rápidamente asumido por los estudiantes por la persistencia y ejemplo del maestro forastero.

 

La lectura en voz alta, en silencio; la curiosidad por los misterioso y lo evidente la empezó a sembrar el forastero. La competencia en todo, el desarrollo físico, los deportes, los paseos, la contemplación del entorno, se fueron convirtiendo en valores hasta ahora desconocidos por los escuelantes, hundidos en el miedo, la desesperanza y la incertidumbre.


Contemplar las formas y follajes de los arbustos, pastos y maleza y hacer un herbario, fue una meta. Buscar, disecar, ordenar y hacer un insectario fue otro producto que debía hacer cada alumno. Acariciar la tierra, untarse sin vergüenza, diferenciarla para diversos usos; prepararla, abonarla y dejarla descansar para las siembras se aprendió en clase de ciencias naturales.


El basquetbol, el atletismo, fueron deportes que entrenó convirtiendo a los niños en competitivos a nivel provincial.


Fueron pocos los años que estuvo el maestro forastero en la escuela de Providencia, pero suficientes para cambiar la vida incierta de los niños del campo empoderándolos con sus habilidades y con el estudio.


Por primera vez de las tres veredas hubo niños que cursaron el bachillerato y otros cursaron universidad. Todos en los oficios escogidos, por necesidad o por habilidad, tornaron en exitosos.


Del maestro de Bolívar se supo que fue trasladado a otras localidades. Luego se convirtió en maestro sindical a nivel departamental. Los estudiantes cada uno construyó su destino en diferentes espacios, la mayoría en Colombia, y un par en el exterior. Pocos mantuvieron contacto entre sí hasta hace pocos años que se volvieron a encontrar en la escuela de Providencia el 17 de marzo de 2.018 para celebrar el cumpleaños al profe de Flores.

 


Transcurría septiembre de 2.017. Fue un martes en la tarde. Estaba en el segundo piso de la notaria segunda de San Gil, revisando unos papeles. Concentrado leyendo lo entregado por la escribiente notarial, escuché a mi profe de quinto de primaria. Su voz estaba grabada en mi memoria, y al oírlo, los recuerdos invadieron mis pensamientos, pero no lograba recordar sus apelativos. Presenté excusas a la escribiente y a quien esperaba mi firma en notaria. Debía ausentarme unos minutos. Era impajaritable abandonar la oficina. No habría otra oportunidad para mirar y abrazar a mi profe de quinto primaria. El forastero que llegó en el tren del medio día a Providencia, mi tierra natal.


Mientras bajaba la escalera recordé que mi profe había nacido en Flores, un pueblo histórico, paso obligado a la región del Carare en la provincia de Vélez, en la época de la colonia; incrustado en la cordillera oriental, y como el relleno de un sándwich, desaparece lentamente entre los poblados de Bolívar y Landázuri.


Recordé que a mi profe se le dio el milagro de estudiar gracias al párroco de Vélez, en ese entonces, quien lo recomendó con el sacerdote Alberto Cortes de la comunidad Salesiana, quien regentaba el colegio agropecuario de El Guacamayo en la provincia comunera de Santander al que llegaban los niños sanos de Contratación. Allí cursó los básica secundaria y luego terminó en la vocacional Alto Jordán.


Mi profe no mostró vocación monacal, pero soñaba que podría pescar aspirantes al mundo clerical. Y se puso en esa tarea de inducción a los chicos del curso ultimo de la escuela, y los fue cautivando.

      


Un jueves del año 1.967, en el mismo horario y en el mismo tren, arribó en el ultimo vagón del tren de pasajeros del medio, un levita de mediana estatura, mayor edad con voz cadente de boyacense revestido de sotana negra atada al cuerpo con botones infinitos de pies hasta el cuello, canoso y con tonsura tan redonda que un compañero de pupitre atinó a calcular el radio de la circunferencia que destapaba segmento circular del cuero cabelludo, signo en ese entonces de santidad y reverencia.


Ese clérigo con caminado lento pero seguro portando un maletín de mano tan negro como los terrones de cascajo negro, en el camino indígena de la miel y de la sal, en donde, en invierno, las mulas cargadas con zurronadas de miel, se enterraban hasta la pechera para ser removidas por el arriero y el sangrero responsables de las dos yuntas de mulares que transportaban el dulce de caña de tierras medias al paramo de Ubaque-merchán, una vez en la semana, se acercó al jefe de estación a preguntar por el presidente de la Junta comunal y el profesor de quinto de primaria de la localidad.


En las primeras horas de la tarde de ese día, el profesor de flores presentó en el aula al sacerdote salesiano con rostro angelical. Habló de la importancia del estudio; de la vida de Domingo Sabio, de María Auxiliadora, de San Juan Bosco y de mamá Margarita. Insistió en la importancia de la ciencia y el fin de los estudios para los jóvenes.


Al siguiente día el sacerdote estaba en el aula junto al profesor esperando a los niños. Al terminar la primera jornada el levita visitó algunos hogares junto con el maestro de flores. Estaban los dos reclutando niños para el colegio salesiano de Mosquera en Cundinamarca al que llevaban niños de recónditos lugares para formarlos como hermanos salesianos y adiestrarlos en diversos oficios en maquinaria proveniente de Alemania.


Por las afinidades políticas y religiosas, mis padres escucharon a los visitantes, en particular al maestro de flores y en especial al sacerdote que actuaron como tenazas para convencer a mis padres que mi futuro estaba en los libros y aprender un oficio.


En un baúl de pino armado por el carpintero de la vereda, viajaron mis escasas pertenencias personales.  En un costal cafetero viajó el viejo colchón tejido en fique que fue de mi padre siendo chulavita. Terminé el bachillerato en la municipalidad que lo hizo Gabriel García Márquez y Gustavo Petro, el municipio de la sal bigua y en donde se firmó -con engaños- la claudicación de la revolución comunera en 1.781.


Hoy, estoy presente con mi hijo mayor y la nuera y mi esposa e hijo menor, celebrando con los hijos el cumpleaños del forastero. Los ochenta años del profe de flores. Hoy nos congratulamos con el cumpleañero y en nombre de tantos niños campesinos que fueron tocados por la sapiencia del profe de Bolívar, el profe de Flores, nos congratulamos y damos gracias a Dios por la vida del profesor José Manuel Suarez Serrano. Nos alegramos con la profesora del Valle de San José, Nelly Santos que supo cautivar y enamorar al indómito carare. Y como Yesid, Laura Y José junior, los hijos del hoy homenajeado, nos unimos en canticos de alegría al confirmar que coronó los 80 años tan rezóngate y lucido, quien, en los postreros tiempos de nuestra existencia, logramos establecer sinergias que nos acompañaran hasta la tumba.

Gracias, familia Suarez Santos por hacernos participes de esta merecida celebración a mi profe de flores.

Mesa de Los Santos, marzo 19 de 2.022 




domingo, 6 de marzo de 2022

Imperio mentiroso. Poema de Nauro Torres Quintero

 Poema # 163

06/03/2.022
 
Nobles motivos no existen
para justificar una guerra;
ninguna guerra justifica
el asesinar para robar y exterminar.
 


Asesinan en nombre de la paz,
asesinan en nombre de Dios,
asesinan en nombre de iglesias,
asesinan en nombre del progreso.
 
Asesinan en nombre de la civilización,
asesinan en nombre de la democracia,
asesinan en nombre del comunismo,
asesinan en nombre del capitalismo.
 
Los asesinatos los justifican
los medios de información
al servicio del mejor postor,
convirtiendo la tierra
en un manicomio
y en extenso matadero.

sábado, 26 de febrero de 2022

Amanecer campesino: Poema de Nauro Torres Quintero

Poema 145

01/20/2.022

Los gallos cantan,

 las aves trinan,

los patos graznan,

cacarean las gallinas,

croan las ranas,

laten los perros,

braman los terneros.

 


La noche se esfuma,

el amanecer, perfuma,

el perro aúlla,

la aurora brilla,

el día a la noche, trilla,

en el horizonte, el sol brilla.

 

La ceniza desabriga a las brasas,

arden las brasas,

prenden los chamizos,

se hacen las llamas.

 

Se pone el chorote,

se apronta la leña,

se prepara el café,

se saborea la taza,

se ordeña la vaca.

 

La cementera atrae,

la huerta provee,

el arcabuco abriga,

el arroyo irriga,

la floresta florece,

el campo abastece.

 

Es la vida apacible

del labriego amable,

del campesino humilde,

del hombre del campo,

que trabaja de la aurora al ocaso

produciendo alimentos,

cosechando desprecios,

del consumidor urbano.

 

 

 

 

 

  

viernes, 18 de febrero de 2022

A Puente Nacional: Oda de Nauro Torres Quintero

Poema: 147

01/2.022

DRA

Su nombradía indígena, Zorocotá;

su notoriedad en la colonia,

Puente Real de Vélez;

su apelativo desde la independencia,

Puente Nacional.

 


Otrora territorio indígena muisca,

poblado por popobas,

irobaes, cenizos y zorocotaes.

 

Su enclavamiento,

el sur de Santander;

su ubicación,

el oriente colombiano;

su conexión, la 45A.

 

Puente Nacional,

proscenio de victoria comunera

contra los españoles en América;

cuna de Eloísa Uzcátegui, mártir de la independencia;

óbito de Juan Nepomuceno Azuero,

sacerdote independentista y libre pensador,

moisés del maestro Lelio Olarte,

cuna de la guabina santandereana.

 

 

Sede nacional del festival del torbellino y el requinto,

pionero de los desfiles de andas y comparsas,

 paraninfo veleño educativo,

cruce de caminos indígenas y reales,

bulevar turístico regional y nacional,

municipio verde de Santander,

escorrentía del rio Suárez.

 


Ágape del piquete y el balay

copetín del dulce de huevo

palacete de la fritanga con yuca sata

alcázar de las almojábanas y amasijos

mercadillo del queso de hoja,

la panela y la miel,

zoco de la pomarrosa y la guayaba

feria del plátano y los cítricos.

 

Posada de viajeros y comerciantes,

territorio diverso en climas y bosques,

olimpo de mujeres bellas,

nido de maestras educadoras,

encarnación del folclor veleño,

lira del torbellino y la guabina

escenario del teatro comunero callejero estudiantil.

 

Espacio de monumentos históricos:

la Normal Antonia Santos,

el instituto Francisco de Paula Santander,

el hospital San Antonio,

el palacio municipal,

las escaleritas,

el parque de las aguas,

la capilla Peña Blanca,

el hotel Aguablanca,

la calle cantarrana,

el museo pueblo arrecho,

el camino indígena de la sal y de la miel.

 

Puente Nacional, mi tierra primigenia,

escondrijo de mis escritos y sueños,

hoy te rindo tributo por acogerme

en tus entrañas y prodigarme anhelos,

paz y tranquilidad en la niñez y la vejez. 

sábado, 5 de febrero de 2022

A la nona: Poema de Nauro Torres Quintero

 

116. 

 10/2021

María de Jesús, mi nonita,

muy joven quedó viudita;

era de piel canela

y cuerpo de gacela.

 


Ojos negros vivarachos

tenía mi abuelita;

unos brazos bien fortachos,

unas manos de nonita.

 

Un caminado menudito,

un rostro redondito,

una sonrisa de diosa,

una carcajada melodiosa.

 

Un sombrero negro cortico

un canasto de bejuco

un delantal de popelina

y falda negra brillantina.

 

De fique eran sus cotizas

tejidas en blanco algodón

las usaba para ir a las misas

las guardaba en almohadón.

 

Cocinaba en olla de barro,

en múcura el agua traía,

en ure el guarapo hacía

y los centavos en un tarro escondía.

 

Horneaba cada domingo

panes y mogollas de trigo,

panderos, roscones y mojicones

almojábanas y guasa panes.

 

En cada amasadita

mi nonita me guardaba

la cuba en cada horneadita

que consumía en la semanita.

 

En su muerte, lloré y lloré;

un vació nos dejó;

en su tumba, una cruz de palo,

mi padre con lágrimas talló.

 

Mi padre mientras vivió

a las benditas animas imploró;

la tumba de mi nonita,

flores siempre mostró.

A ellas, cabeza cabeza de familia: Poema de Nauro Torres Quintero

 

118. 

11/22.021

 

Fue pretendida, fue novia, esposa, y madre;

la enamoraron, se enamoró;

en el mutuo amor, creyó

en la palabra del varón, creyó;

su propio hogar, anheló.


 

El desposorio fue soñado,

la fiesta, feliz y principesca,

la luna de miel, complacida;

un viaje de bodas, en el mar.

 

El primogénito alumbró,

un segundo hijo nació,

ella, el trabajo abandonó

y él, otra mujer se consiguió.

 

Sola, su hogar continuó,

madre y proveedora se convirtió

al trabajo regresó, con tres jornadas continuó;

sus hijos, profesionalizó.

 

Mujeres excepcionales

pululan por doquier

son aguerridas, son valientes;

ellos, machos vuelan de flor en flor.

contagiando con el desamor.



Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

      ¡ Buenas noches paisano¡ ¿Dónde se topa? “ En el primer puente de noviembre estaremos con Paul en Providencia. Iré a celebrar la...