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domingo, 25 de mayo de 2014

La disciplina empieza en el hogar. La madre es la primera maestra.

LA DISCIPLINA SE IMPONE O SE ENSEÑA CON EL EJEMPLO.


LA MADRE ES LA PRIMERA MAESTRA.

“Como sea la madre, será el progreso de la Nación, como sea la madre, será la dulzura de la cultura. Las madres son las hacedoras de  la fortuna o la desgracia de una nación; porque ellas dan forma a las fibras de las almas”.

En mi trabajo como maestro he sido testigo de casos que corroboran la afirmación anterior de Sai Baba, un profeta indio de nuestra época. Pero, he sido testigo de ejemplos que demuestran como las madres no educan bien a los hijos.

Hace un par de años siendo director de grado, al entregar el informe académico de una niña del grado noveno, quien había perdido ocho de once asignaturas, la madre al recibirlo y constatar los resaltados de las áreas perdidas, la premió con fuerte cachetada en mi presencia, además de gritona retrimenda.

Este año en una clase  a las seis de la mañana, un niño de séptimo se durmió sentado en el pupitre. Lo desperté con un afectuoso contacto de mi mano sobre su hombro derecho. El chico despertó sobresaltado, y por hacerlo, los demás del aula, se burlaron riéndose del niño. El niño lloró el resto de la hora de clase. Al otro día en rectoría llegó una carta denuncia de los padres del estudiante. En ella afirmaba que yo había golpeado al niño en la cabeza y me había dirigido a él como lenguaje inquisidor, causándole daño moral. En ella descalificaban mi labor  exigían sanción ejemplar e iniciar proceso disciplinario porque no estaba capacitado para ejercer la docencia.

Soy docente de lectoescritura, doy instrucción sobre técnicas de lectura y técnicas de redacción de textos. En una de las prácticas de redacción solicité que los estudiantes redactasen un retrato de la madre  o el padre con un mínimo de cuatro párrafos. Siempre he tenido como habito leer lo que mis alumnos escriben y orientarlos con mis apreciaciones. Lo hago en forma escrita sobre el trabajo presentado. Una niña hizo una, en dos renglones describió física y psicológicamente a la primogenitora. Sobre el trabajo enviado por el correó electrónico de la madre, al contestar escribí:” REVISÉ EL TRABAJO, NO LO CALIFICO PORQUE NO SE A QUIEN PERTENECE. EL NOMBRE DE QUIEN ENVIA EL CORREO NO ESTA EN ALGUNA DE MIS 18 LISTAS. LOS PUNTOS DESDE EL 7 ESTAN MUY SOSOS, CORTOS Y NO TUVISTE EN CUENTA LAS RECOMENDACIONES DE LA APLICACION. LA NOTA ES DE 3.0. ESTE CORREO TIENES QUE IMPRIMIRLO Y MOSTRARLO EN EL AULA PARA CONFRONTAR LO AQUI EXPRESO”.

La niña me responde por el mismo medio: -“no profe soso m trabajo no”.
 Posteriormente la niña me hace saber el grado y la jornada que cursa, y escribe”: por que cortos si mi amiga hizo casi lo mismo”. Un par de días después recibo este correo: “Buenas noches profesor este mensaje lo envía……la madre de….. “le pido el favor expresarse en otros términos con mi hija, ella no hace trabajos sosos siempre se a esforzado en sus tareas y trabajos, no tiene por que humillarse ante el grupo por darle un gusto a usted, le pido respeto y no voy a permitir q mi hija le presente la copia q usted le esta pidiendo, agradezco su atención”. 


Siempre he aceptado que uno es lo que los demás hacen de uno. Y en este blog he afirmado que los hijos son el resultado de la educación de los padres. El científico más reconocido del siglo XX, Albert Einstein, dijo: “Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es una única manera”.

Estoy leyendo la revista “Educare”, una publicación que viene de Argentina relacionada con la educación en valores. En la página 2 con el título “Crianza, la búsqueda del equilibrio”, dice textualmente: “Los hijos son encantadores retoños, llenos de promesas que, mediante un sabio cuidado o un amor bien dirigido, pueden llegar a florecer como ciudadanos ideales, capaces de entender, apreciar y practicar la ardua disciplina establecida en la sabiduría antigua para lograr el conocimiento de sí mismos y el conocimiento del universo, que no es sino otro aspecto del Ser”.

“Los primeros años de vida son cruciales y, por lo tanto, la madre y el padre deben compartir la responsabilidad de una crianza adecuada. Las habilidades, las actitudes, los prejuicios y las emociones que constituyen o echan a perder el futuro se van integrando en los cimientos del carácter durante esos años cruciales. Los padres deben hacer que esos cimientos sean firmes y rectos. Pero¿ con que cuentan ahora los padres para esta tarea?. No tienen un conocimiento profundo de su propia cultura; carecen de fe en los valores de ésta; no practican ninguna disciplina espiritual; no tienen paz mental: los niños deben crecer en una atmosfera de reverencia, devoción, servicio mutuo y cooperación. Se les debe enseñar a respetar a los padres, maestros y mayores”.

“La influencia que ejercen los padres sobre las mentes de los niños es muy significativa. De hecho, es la influencia primaria y predominante en la personalidad del niño y su patrón de conducta. En la actualidad los niños están creciendo en una atmósfera contaminada de corrupción, la ansiedad y la pompa hueca, porque las personas están enamoradas de la cultura materialista y superficial”.

“Mientras permiten a sus hijos la libertad, las madres deben, no obstante, refrenar las tendencias dañinas. Deben promover la conducta respetuosa hacia los mayores de la familia. Deben ser cuidadosas con su propia conducta en presencia de los niños, porque los jóvenes aprenden mucho de la emulación. Un espíritu de comprensión y compasión debe saturar el hogar”.

“El regazo de la madre es la primera escuela para cada hombre. Solo las madres dedicadas pueden ofrecer a la nación niños que esforzarán por crear un gran futuro para el país. Una buena madre es un valor nacional. La madre es el factor más decisivo en la vida. La madre define el futuro de un niño”.


Mi experiencia como maestro por mas de 40 años y como padre de seis hijos me permite compartir las  siguientes afirmaciones, fruto de mis reflexiones:

1.    Los padres deben ser coherentes de palabra, de obra y acción. A veces una conducta que dejamos pasar en casa se vuelve imperdonable en público porque nos avergüenza. El niño no tiene responsabilidad en estas actitudes ambiguas y contradictorias de los adultos.

2.    Los correctivos hay que hacerlos en el momento preciso. Si un hijo se está portando mal en la calle, no esperar hasta llegar  a casa para poner los límites. Si no se actúa de inmediato, el pequeño no recordará lo que hizo y no tendrá un referente para mejorar.

3.    Gritar “no” es improductivo. Porque el grito esta hablando de un descontrol del adulto y porque la sola enunciación de la palabra “no” es insuficiente para lo lograr el efecto deseado. Hay que convencerlos de que se está hablando en serio y retirarlos físicamente del lugar, problema u objeto del conflicto.


4.    Contar hasta diez y permanecer serios y calmados. Cuando se da una reprimenda, el gesto debe acompañar la seriedad del asunto. Contar hasta diez (o hasta 50, si es necesario) para evitar una reacción impulsiva. Los chicos aman a sus padres, aunque a veces actúan como si los odiaran.

5.    Avisar siempre antes: A partir de los dos años, el niño está en condiciones de entender claramente lo que se advierte: “ si sigues portándote de esta manera, mañana no te contaré tu cuento favorito/no verás tu programa favorito por TV, etc.


6.    Hacer solo promesas realistas. Desde los tres años en adelante, está en condiciones de entender las consecuencias de sus actos. “Amenazarlo con romperle la cara” no es realista, además de brutal. Si lo es, anticiparle que perderá un privilegio (por ejemplo, jugar con sus juguetes, usar el celular, acceder a internet.

7.    No invocar a otros como futuros ejecutores de su castigo: a menudo se promete que un tercero (su padre, el médico, etc.) aplicará un correctivo. No es afortunada la idea de prometer que “el medico te pondrá una inyección si te sigues portando mal”, porque no hay inyecciones para la mala conducta y porque cuando haga falta realmente aplicarle una, estaremos ente una situación doblemente complicada. Además, convertir la llegada del padre en una temida espera es una injusta transferencia de responsabilidad.


8.    Prometer y cumplir lo prometido: esto es bueno y productivo en cualquier plano, pero tiene un valor específico en materia de disciplina. Hay que dar la opción de comportarse como lo hemos solicitado o enfrentar las consecuencias. Y el niño necesita estar seguro que cumpliremos con la promesa que le hagamos: “sigue llorando. Como te portaste mal, no te vamos a llevar al paseo”.  Cuando lo prometido se cumple, al chico le basta una sola advertencia.

9.    Jamás golpear: No se debe abofetear o golpear a un hijo para que entienda algo o acepte algo. El adulto necesita controlarse y saber que una mirada dura puede llegar a ofender terriblemente a un pequeño. Una clara actitud de desaprobación, con el ceño fruncido, la mirada fija y una sacudida de cabeza alcanzarán. Los niños necesitan entender las cosas sin, por ello, perder el amor de los mayores.


Termino mi lectura la nota de la revista citada con este párrafo resaltado: “Cuando tengan que reprender a un niño por alguna falta o fechoría, no se abalancen repentinamente sobre él o ella o lo aterroricen con gritos. En lugar de eso, díganle: “ si otro niño te hiciera lo mismo, o se llevara algo que te pertenece o te pegara, ¿no te sentirías herido? Si no te gusta que te alguien lastime, tu también debes evitar causarle daño a otros”. Los niños comprenderán rápidamente y se arrepentirán. Resolverán no repetir un acto o palabra semejante otra vez. Ellos ceden ante el consejo afectuoso”.

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