Conocía los desechos, senderos, caminos y carreteras para acceder al reducido casco urbano de las ruinas de la estación del tren de Providencia. Los había transitado siendo niño para visitar abuelos maternos y tíos -comentaron quienes lo distinguieron y se enteraron de sus escondidas andanzas. Para no dejar rastros en su fuga, escogió una ruta para sumarse -desapercibido- en la clausura del evento deportivo del grupo juvenil y del bazar de la acción comunal para mejoras en la escuela del lugar. Seleccionó la ruta más corta y con penumbras para abandonar el poblado -por la abandonada ruta del tren que no regresó en 1.976-, la zona y el departamento en una flota intermunicipal para esfumarse entre las casuchas asentadas en uno de los cerros poblados de Soacha, Cundinamarca. Años despues, transitando por una de las empinadas y escarpadas calles de uno de los improvisados barrios, cayó sin resuello, por medio similar a los que usó, siendo borradas sus huellas en algún expediente judicial del pais del Sagrado Corazón.
El
balón de microfútbol fue remplazado por la cerveza para calentar los ánimos de
los vecinos que se juntaron con los jugadores y comunales bajo las carpas que
guarecían las ollas, las escasas mesas y sillas plásticas en donde celebraban
el encuentro veredal y se escuchaban opiniones y percepciones sobre el auge del
conflicto armado y las propuestas del exgobernador de Antioquia, aspirante a la
presidencia y los proyectos del joven alcalde recién de origen liberal que tambien
fue elegido como otra opción a la enraizada en la municipalidad para administrar
la cosa pública vista como un fortín político familiar.
El
esbirro no tenia afán. Era calculador y relajado. Llegó al escenario del bazar
en las postreras horas del día 9 de septiembre de 2001. Ya tenía identificada
el objetivo. Ya había escogido el lugar y el momento de cumplir la misión por
la cual había recibido otra paga. El lote donde se construyeron las seis aulas
en tres bloques de un piso en 1.964 con ayuda de la Alianza para el Progreso que,
entonces acogieron a más de 150 niños de seis veredas circunvecinas, solo ha
tenido un portón metálico de dos hojas. Es el único acceso a la zona escolar.
El
objetivo, un joven estudiante de especialización de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de
Tunja, creada e instituida por su admirado General Rojas Pinilla, cuando dirigió
la junta militar, luego de un golpe de Estado al conservador nazi, Laureano
Gómez. El militar se posesionó el 13 de junio de 1953 y fue derrocado -despues
de diez dias un paro nacional-, por los partidos liberal y conservador, el 13 de
mayo de 1957. El marcado, el coordinador de los grupos juveniles católicos de
la parroquia Santa Bárbara, el fundador del “Movimiento Renovación puentana”
con el que aspiró al concejo en 1.997 y le faltaron votos para ser elegido. Se
convirtió en concejal en el 2.000 -en ese entonces el periodo era de tres años-
y empezó a ejercer el 1º de enero de 2.001 siendo alcalde Yury García, el
ciudadano que instauró la celebración del 8 de mayo como el día comunero para recordar
la 1ª victoria comunera en 1.781 en esa localidad cuando los comuneros, sin
quemar un tiro, atajaron a la guardia real española y la devolvieron a Santafé
para notificar al Virrey español de las demandas de los caminantes . El nacido
en la vereda Páramo, había logrado
terminar la primaria en la escuela de Quebrada Negra perteneciente a la vereda Páramo, cercana dos kilómetros de la casa de cuatro aguas en donde había nacido
junto con sus diez hermanos-ocho mujeres- y obtenido el grado de bachiller
técnico en la Industrial Francisco de Paula Santander asentada en la playa del
rio Sarabita del casco urbano donde nació el extinto músico Lelio Olarte Pardo,
muerto 61 años antes. Estaba terminando al carrera de Administración de Empresas en la UPTC, titulo que fue entregado a la esposa, luego del vil asesinato.
El
seguidor, vestía de negro con chamarra azabache. Usaba cachucha negra y un
poncho de igual tonalidad. Calzaba tenis Croydon azules y llevaba consigo un
bordón de algarrobo seco al calor del fogón con brincho ajado por agua y barro
de los caminos abandonados por las recuas de mulas y jinetes sin zamarros y
fuete. Sus ojos de búho escudriñaban en la oscuridad cualquier movimiento
humano para evitar ser observado, sin perder de vista el portillo por el que
tenía que salir el concejal, patrocinador del campeonato juvenil y propiciador
del bazar pro-fondos escolares. Sentado una veces en los barrancos, otras
caminando alrededor del campero, pensaba en su padre descolgándose a la cuarta
edad que no ejerció la disciplina con la que crio a los hijos mayores del primer
matrimonio décadas atrás borradas por las lluvias deslizadas a las negras aguas
de la quebrada la Negra. Pensaba en los sufrimientos de su joven madre que no
tenía ni idea donde estaba y en que andanzas caminaba en su mocedad incierta. Ella
estaba contenta con su pobreza-pensaba- pero yo, no seré uno más de los mismos -se
retaba. Una cosa es ganarse el jornal recogiendo guayaba, cortando y arrimando
caña, tirando azadón, y otra, ganársela fácil apretando el gatillo. -Lo tenía
muy claro. Igual de claro tenía los puntos en donde debía disparar con calma y precisión.
Con tres tiros bastaba para cumplir la tarea; el resto de la carga es prevención
para evitar sobresaltos, en caso de defensa-pensaba mientras acariciaba nervioso
la pistola que siempre quiso tener y mostrar entre los chicos de la escuela en
donde estudio a unos 30 kilómetros donde se encontraba. La misma arma que ya había
estado en uso en la vía a la vereda Delicias en la que cayó otro líder del partido liberal, el joven, Mario Reinaldo gerena cuando partía de la
casa de sus padres al trabajo en el casco urbano.
El
concejal, un empleado del Banco Popular de la oficina de Puente Nacional, padre
de dos niñas y un varón, revisó su Victorinox fieldForce portado en la mano izquierda.
Marcaba las nueve pm. Es tarde -pensó- es hora de regresar a casa -decidió- la
familia lo estaría aguardando. Empezó a despedirse de cada uno de los conocidos
con quienes compartía unas cervezas. Lo hizo con un abrazo, un cruce de manos y
un agradecimiento por confiar en él como vocero de la región en el Concejo Municipal
y líder del "Movimiento de renovación puentana". No aceptó que lo acompañasen
hasta el carro. Se encontraba en sus cabales. Las docena de cervezas no le habían
hecho efecto, pues había contrarrestado el alcohol con un suculento piquete con
gallina y carne asada en el mismo lugar donde estaba departiendo con seguidores
de la “Movimiento Renovación puentana”.
Salió
sin preocupación. Solo pensando en manejar despacio de regreso al poblado. En
su mano derecha portaba una bolsa plástica, y en ella, un suculento piquete
abrigado en hojas de plátano para sus pequeños y adorable esposa a quien enamoró
siendo niña y la desposó 9 años despues de un noviazgo juvenil. A la mano izquierda, pasó el presente y con la derecha buscó la llave en el bolsillo. Se dirigió al
automotor cobijado por la oscuridad. Desde ella, le sorprendieron tres fogonazos
que se apagaron en su tórax. Intentó trancarse en el chasis del carro, pero se
desplomó sin poderlo evitar. Cayó como una guayaba bajada con un garrotazo.
Sintió intenso dolor. Su respiración se agitó. Le escaseaba el aire. Quiso
gritar, pero la voz se esfumó dentro de sí. Pensando en ella, quiso avisarle
con un beso que la amenaza se había cumplido, pero sus pensamientos se
esfumaron sintiéndose amado por la única chica que amó y con la que está
eternamente.
Los
disparos esparcieron a los asustados. Los curiosos salieron a verificar que había
ocurrido; entre ellos, quienes departieron con él la ultima hora de su vida como
líder juvenil. Lo encontraron en el piso sangrando y sin conocimiento, pero con
respiración. Con premura consiguieron una camioneta y lo trasladaron con afán al
hospital Integrado San Antonio de la localidad. Su novia eterna, guarecía a los
hijos a una cuadra del centro hospitalario. Un joven del grupo juvenil de Providencia, golpeó la puerta con insistencia. La profe, dormida, soñaba auxiliando a un alumno herido nadando en
un charco de sangre. Se levantó presurosa. Abrió la puerta. La noticia la embriagó
en llanto, dolor y desespero. Se vistió en un santiamén y salió presurosa al hospital.
La enfermera que atendía al herido le informó que no había algodón, ni jeringas,
ni un bisturí para prestar atención médica. Ni la ambulancia tenía gasolina para el traslado a Vélez. Ella regresó a la casa por dinero, luego corrió
tres cuadras abajo a la droguería de Gabriel Murillo, el boticario amigo de
todos en la región y disponible a cualquier hora, quien se solidarizó con la
profe, y agregó al pedido, medicamentos
para atender al herido. La profe de Muralla -escuela donde laboraba- regresó en
un santiamén al centro hospitalario. El adalid había muerto.
Fue el promotor inicial de las cabalgatas en Puente Nacional. En este registro lo acompañan hacia Santa Sofía, los caballistas: Arístides Contreras(q.e.p.d.), Agapito Castro, Miguel Sanchez(q.e.p.d.), y 4 jóvenes de Jarantivá. A la derecha, Rafael Pineda Gómez acompañados por tres mujeres amantes de los caballos.
La
victima, hizo honor al nombre de su padre, Juan, quien fue un líder religioso y
comunal, misericordioso y servicial, adoptado por un par de ancianos campesinos
de la vereda Montes que le conservaron el apellido. El apellido Pineda. El caído,
hermano de ocho damas recordadas en la comarca como las bellas blancas por su
piel y cabello pardo. Cinco de ellas con profesión, pedagogía. Hoy, Juan, ronda
un siglo de vida. Las nuevas generaciones no saben que él fue un promotor de
los rosarios a la Virgen en cada hogar para recaudar dinero para levantar el
templo de Quebrada Negra y la construcción de la escuela del mismo lugar donde
el adalid cursó las primeras letras.
El
líder social, gozó de una madre amorosa, trabajadora; partera y sobandera, horneadora
de las mejores almojábanas de la comarca, quien asumió el hogar, mientras el
marido, Juan, se fue a Venezuela a trabajar sin descanso para lograr educar con
el bachillerato a seis de los hijos, comprando una casa esquinera en la vía del
acceso antiguo a Puente Nacional paralela al rio Suárez, en la que Teresa
organizó la panadería y cuidó de sus hijos, alternando su labor con los
servicios en la parroquia como apóstol seglar.
En la casa de adobe con teja de barro posada en una planada a menos de cien
metros del lecho de la quebrada Jarantivá, sombreada por un par de pinos, signo
de los Pineda que allí vivieron, se deteriora lentamente arrugada por los
vientos de agosto y mojada por las lluvias de abril y mayo que hinchen la
quebrada que surte de agua a más de mil familias puentanas, sin que a la fecha,
ningún burgomaestre se empeñe en comprar los dos predios en donde brotan humedales que conservan el origen de esta fuente hídrica que nutre a la
quebrada Aguablanca para embellecer la cañada en la que asentaron el histórico Hotel
Agua Blanca, construido en la dictadura del general Rojas Pinilla en la década del
cincuenta del siglo XX.
En
el lapso que fue eliminado el adalid -por usar la palabra dicha y pensar
diferente a los incrustados en el poder local-, cayeron en iguales circunstancias
y motivo, los hermanos: Siervo Tulio y Samuel Gamboa Supelano en Sabaneta - vereda
Montes- y Mario Reinaldo Gerena, en la vereda Delicias del mismo municipio de
la guabina y el tiple. En el libro. “Tras
las huellas del maestro”, el sacerdote Benjamín Pelayo, promotor de la
pastoral juvenil diocesana, en ese entonces, narra que por igual causa -usar la
palabra ducha- cayeron bajo las balas defensoras del estatus quo: Jacinto
Quiroga en la vereda Guayabal de Bolívar; una familia fue asesinada en la vereda
Alto Nogales de Sucre, salvándose tres niñas que estaban en el aljibe trayendo
agua para el consumo doméstico. Las niñas fueron acogidas por Ben posta,
organización no gubernamental que les brindó estudios universitarios. El mismo sacerdote, y el hoy, sacerdote Fredy Gamboa natural de Providencia y que ejercían su misión pastoral
en la parroquia de Puente Nacional, debieron abandonar la Diócesis para
salvaguardar sus vidas. Mientras transitaba entre Puente Nacional y Barbosa,
Pelayo fue advertido con una llamada telefónica, que lo estaban sesteando para
eliminarlo del camino de la doctrina social de la Iglesia. No tuvo la misma suerte el misionero secular
José Antonio Beltrán-un gigante en miniatura-, ultimado y martirizado en la vereda
Cucuchonal del municipio de San Ignacio el 2 de octubre de 1.991 bajo las balas
de una célula de las Farc, por asistir litúrgicamente a campesinos de veredas
patrulladas por los tiznados de San Bosco de Laverde, en igual servicio
pastoral a los habitantes de veredas controladas por la misma guerrilla. 32
años despues, el padre Beltrán es considerado un mártir de la paz y se está
aunando información para declararlo beato de la paz.
Varios jóvenes campesinos veredales, familias campesinas y profesionales simpatizantes del movimiento de "Renovación Puentana", debieron abandonar la municipalidad para preservar sus vidas. Entre los profesionales, la abogada y ex-personera, María Luz Rozo González, oriunda de la vereda Páramo y su esposo, construyeron patrimonio y se desarrollaron exitosamente en una ciudad capital fuera de Santander.
Según
a JEP desde 2.016 luego de firmar los acuerdos de paz en Colombia, a la fecha,
se han asesinado 904 lideres sociales, personas que usaron “la palabra dicha”
en sus comunidades. Las estadísticas registran que en Colombia se han asesinado
a 163 personas cuyo medio de trabajo fue “la palabra escrita”. 163
periodistas que usaron la palabra para denunciar. En menos de 70 años, he leído
en la prensa, el sacrificio de más de un millar de adalides cuya única espada
fue la palabra: “La palabra dicha” y “La palabra escrita”.
Un
artesano de la palabra refiriéndose a ella, un mes antes del martirio del padre
Beltrán, escribió: “Ella es vida o muerte; es materia o espíritu; es verdad
o mentira; es propia o ajena; es rica y pobre. Se puede prestar o vender; es
todo y es parte; es libre, pero puede encadenarse; es arma o escudo; es bella o
inmunda; es Dios o demonio… ¡Es la palabra¡”.
San Gil, junio 13 de 2022
Nauro Torres Quintero
A LA MEMORIA DE RAFAEL PINEDA GÓMEZ
Con las palabras entrecortadas que produce este vil asesinato, presento este saludo en nombre de la comunidad universitaria Upetecista de la facultad seccional Chiquinquirá que siempre fue su casa, su lugar, su campo de encuentro con la vida y la palabra.
A su familia y a sus compañeros de trabajo, al pueblo de Puente Nacional que lo vio crecer, estudiar y defender las causas justas, estas palabras solo alcanzan a llevar una pequeña parte de nuestro afecto.
No alcanza el dolor para lamentar la perdida de Rafael, el estudiante, el hombre que con su serenidad y responsabilidad universitaria convocó a la comunidad académica cuando se hizo necesario contribuyendo para que ésta recobrara su unidad institucional y el orden que reconoce la legitimidad del reconocimiento volviera a su lugar, al justo lugar en donde solo puede habitar el debate y la palabra.