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jueves, 16 de abril de 2015

EL CIEGO DEL CAMINO

 

El ver no es obstáculo para identificar, ni para caminar, ni para hablar, ni para compartir, ni para comunicar.

Mientras el caballo y los pies eran los únicos medios para trasladarse de un lugar a otro y los caminos reales pertenecían al rey, por muchos años vi llegar de oriente, guiado por un perro y caminando seguro con su bordón por los potreros del frente de la tienda la Esperanza, un hombre alto como una vara y delgado como un chamizo, con mentón salido como un estribo, con cuevas en los ojos vigilando la nariz que semejaban acantilados, con dentadura perfecta y hablar en ráfagas.

Aparecía después de la hora del piquete y se sentaba debajo de un viejo y florecido clavellino sobre un abandonado pedazo de tronco al margen izquierdo del camino que unía a la estación del tren de Providencia con Peña Blanca, una vereda en donde la reina es la papa.

Llegaba a hacer su trabajo ordenado por la madre  y uno de los hermanos que cuidó de él, mientras fue huésped en esas hermosas praderas colmadas de arrayanes y payos. 

Su hobby lo ejerció cada lunes hasta que la carretera y los carros dieron sepultura a la economía de numerosas familias que derivaban parte del sustento ofertando viandas y hospedaje a los comerciantes que intercambiaban los productos de la tierra y las artesanía en barro que se cargaban en recuas de burros desde Ráquira hasta Puente Nacional.

Ese hombre largo y enjuto era Martín, el ciego.

Clavellina Pseudobombax ellipticum - Tus Buenas Noticias

Tenía la virtud de identificar a las personas por la voz, una vez supiera el nombre. Martín, no me miraba, pero me escudriñaba con los ojos de su alma. No fue a la escuela, pero me narró muchas historias en las que viajé guiado por su ceguera.

No pedía limosna para vivir, sino como un recurso para relacionarse con los caminantes y vecinos. No fue catequizado por autorizado del cura pero sabía todas las oraciones de sus mayores, y las que no, las inventaba.

La muerte de Martín fue lenta. Lo fue matando la aparición de los carros y la estocada final para irse con la luz, fue el no regreso del tren a Barbosa, Santander. Con ellos se fueron los comerciantes y transeúntes del camino y la clavellina no volvió a florecer, fue derribado por el bulldozer que convirtió el camino real en carretera.

Martín nació ciego en una familia de nueve hermanos. Y desde entonces en los lasos de sangre de las generaciones posteriores, silenciosamente como fue su existencia, la tara ha venido apareciendo con diferente cara, pero a diferencia de Úrsula y José Arcadio en Cien años de Soledad, la unión entre primos no ha mostrado en los hijos la cola de higuana.

Miguel Ramón González Martínez, un psicólogo colombiano, escribió recientemente en Facebook : “Tan lejos, tan cerca”. Los conflictos y traumas vividos por nuestros antepasados, de al menos tres generaciones anteriores a la nuestra, se manifiestan en algún miembro del grupo familiar. Ese conflicto o trauma, cuando se resuelve, sana a todo el sistema familiar implicado.

El asunto es con qué recursos u apoyos se logra la sanación?.

Recientemente leí un libro titulado “La ventana de tu alma”. En él, la autora que cree en la reencarnación,  plantea que existe una programación prenatal; es decir, que cada uno, antes de venir a este mundo, hemos programado la familia en donde nacemos, nuestros valores y nuestros sufrimientos y enfermedades, y, en consecuencia, nada sucede porque si.

Por lo observado en mi existencia, el psicólogo tiene razón. “Los conflictos y traumas vividos por nuestros antepasados, de al menos tres generaciones anteriores a la nuestra, se manifiestan en algún miembro del grupo familiar”.

San Gil, Enero 2 de 2015

sábado, 11 de abril de 2015

“MI PADRE NOS ABANDONÓ Y MI PADRASTRO APESTÓ MI NIÑEZ”.

 

En un ejercicio de composición en clase una alumna del grado noveno plasmó en una hoja esta dolorosa historia la cual público con otro nombre, aunque al hacerlo no cambia la suerte de tantas niñas y niños que sufren similar violencia, no solo física sino psicológica.



Alejandra Mondragón O. es una niña de unos trece años, de cara fina pero atractiva, goza de un cuerpo escultural, de una sonrisa muy tierna y tiene el aprecio y admiración de los chicos del salón, pero ella, en su andar taciturno, muestra en sus ojos tristes el drama de tantas niñas que, pudiendo ser buenas estudiantes, tienen la autoestima por los zapatos, que no permite verse y comprobar que uno no se puede ahogar en su misma amargura.  Su historia dejada en una hoja de un cuaderno para ser evaluada en redacción y ortografía, confiesa:

“Mi padre, quien nos abandonó siendo yo muy niña, llegaba frecuentemente a casa a pegarle a mi madre, mientras junto con mis hermanos mayores contemplábamos impávidos escenas grotescas de golpes y más golpes, sin comprender las causas de inmerecido castigo.

Mi madre acordó con mi padre que se fuera de casa para evitar tanta violencia, pero su marcha, no mejoró mi vida, pues mis hermanos se han ido del hogar a buscar vida, mientras por ser la menor de la casa he sido testigo nuevamente de escenas de violencia, ahora no de mi padre, sino de mi padrastro que se ha empeñado en dañar mi niñez.

Desde que recuerdo, no he pasado un primer cumpleaños feliz. Ese día la violencia psicológica de mi padrastro es mayor con palabras arruinando el festejo que con tanto amor ha intentado hacerme mi madre.

Ante mis compañeros del Colegio, sonrío permanentemente y pongo caras de felicidad en momentos diferentes, pero mi corazón se achicharra con los años y la tristeza es ahora mi compañía.

Hay momentos que nace en mí la envidia, pues muchas de mis compañeras cuentan que gozan de un padre amoroso y comprensivo con sus hijos y narran recuerdos lindos de sus progenitores, mientras que los míos son retazos de desaliñados del pasado.

Ahora mi madre se ha separado de nuevo; trabajamos muy duro haciendo dulce y vendiendo almuerzos, y en medio de las necesidades intentamos ser menos tristes cada noche y un poco más felices cada día.

Hoy intento superar el dolor cultivando mis sueños; pues el profe del español insiste en clases que mientras uno no se desahogue y construya nuevos imaginarios, se perdone y perdone, y los malos recuerdos no los deposite en el baúl del olvido, una no puede romper esa espiral de violencia en que nacimos y crecimos. Por eso hoy estudio con muchas necesidades pero con empeño en lograr ser una mujer con conocimientos que pueda elegir algún día una pareja y no tener que irme con alguien por necesidad alimentaria”.

Este es un ejemplo de tantas historias vivientes que pululan en las aulas de los colegios públicos. Pero la mayoría de ellas, se quedan en el silencio y el resentimiento de las victimas.

 Destruir la autoestima de una persona sistemáticamente mediante críticas, desprecios, abandono o insultos; también son formas de violencia. No cabe duda de que a veces los golpes al espíritu son mucho más dañinos que los golpes al cuerpo y dejan heridas más profundas.

Nos corresponde a todos aprender tolerancia, controlar nuestros arrebatos, ser sensato en nuestros procederes, amar sin condiciones, y extirpar toda acción violenta, no solo física, sino la psicológica que hace más daño en la vida de los seres que nos dan alegría existencial.

Igualmente nos corresponde denunciar los abusos contra la población mas vulnerable, la niñez, pues ellos, son el reflejo de la sociedad en que los levantemos.

 

Posdata:


viernes, 27 de marzo de 2015

CITEO CUCHARAS, el del rostro con tristeza infinita.


Hubo una vez un viejo que levantó su familia con maíz, la talla a mano de cucharas de naranjo y con implorar caridad en los centros de peregrinación promovidos en la región por los frailes dominicos.

Cinco mujeres y un varón fueron sus obligaciones, quienes nunca se avergonzaron del viejo. Era de mediana estatura, con cara en forma de grano de maíz y tez de maíz tostado. Cubría la cabeza con sombrero de fieltro con ala tan corta como las alas de un avacado. Sus ojos azabaches  que se perdían entre las arrugas, iluminaban la tristeza y su rostro cuando saltaba taciturno usando las tres patas entre piedras, barrancos y píchales del empinado camino indígena de la sal, la miel y las ollas que usó siempre para llegar a su casa.

Siempre vistió de paño, ya negro, gris o caqui. Portaba con hidalguía el saco de paño con corte de la época que hacía juego con el pantalón también de paño con rayas. Del saco con mangas cortas sobresalía siempre el puño de la camisa tejida en algodón virgen, y despuntaba, por debajo de las mangas del pantalón, siempre arremangado, el calzoncillo largo de amarrar al dedo grande del pie que resaltaba sobre la vestimenta de colores pesarosos, el limpio color de los copos de algodón.

Tenía tres patas. Dos pies insignificantes y una pata terminada en punta de hierro. En el pie derecho siempre le vi un aseado alpargate con suela de cuero confeccionado en el Socorro que amarraba con cinta negra de seda; mientras que el pie izquierdo se escondía bajo un paño blanco que cubría la gasa que siempre protegía la extremidad desde el dedo meñique hasta mas arriba de la rodilla. Su extremidad izquierda siempre cuidó de no tocar la tierra, la cual doblaba como escuadra hacia tras, que al verlo de perfil, semejaba un pisco de tres patas.

Mientras que la pata que le servía de palanca, de apoyo, de defensa, la había confeccionado él mismo con palos de naranjo que lijó con pedazos de vidrio de las botellas que rompían los borrachos que en las tiendas de vereda se burlaban del viejo, cuando silencioso y pausado, trepaba o se descolgaba por el azaroso camino de su existencia llevando siempre su su giba de los años,   una pretérita mochila tejida en fique en tiempo de matusalén. 

Pero esta pata tenía una particularidad. Particularidad que otros le temían. La muleta estaba ensamblada por él mismo en un pedazo de tubo de 3/4 de pulgada que la hacía resistente al uso y se convertía en arma de defensa cuando los mayores, siempre burlones y ofensivos, despectivamente desafiaban al viejo a correr para hacerlo tropezar y oírlo quejar del dolor que sentía su pie de escuadra al golpearse contra las piedras del pedregoso camino de su trajinar mundano.

Siendo niño, el viejo no fue bautizado con nombre bíblico como los demás de la comarca, pero su humanidad tenía la agilidad del Chirlomirlo, ave de corto vuelo que abundaba en el humedal que Dios le prodigó muy cerca al rancho para que no tuviera que traer el agua desde lejos. Lo bautizaron con un nombre sin significado, tal vez para que nadie le recordara.

Citeo fue su nombre. Nombre que recuerdo con afecto y admiración  porque siendo niño nos permitió soñar y reconocer que el burlarse de los demás hace mas daño que los garrotazos de la pata de palo de Citeo.

Citeo caminó  sus ultimas décadas en muletas. Había perdido una extremidad hasta la rodilla por causa no precisa.

Unos decían que le habían picado el rastro. Otros que le habían amputado un pie por comer dulce de niño. Lo único cierto es que era un viejo cojo con un rostro de tristeza infinita y con unos diminutos ojos que solo brillaban cuando se encontraba con los niños que no lo ofendían en el camino de su existencia. 

Iba de finca en finca buscando palos sarazos de naranjos viejos que imploraba que le regalaran, a cambio de una docena de cucharas como contraprestación. Tallaba, con sus callosas y arrugadas manos, las cucharas y cucharones de palo de naranjo, usando pedazos de cuchillos y de vidrio.

Los lunes en Puente Nacional, los martes en Saboyá, los miércoles en Chiquinquirá, Citeo ofrecía en el marcado sus cucharas y cucharones.


Y en las fiestas del Señor de Los Milagros, en Guavatá; la fiesta la Virgen del Carmen, en Leiva y el 24 de diciembre en Chiquinquirá, Citeo se convertía en limosnero; pero en el mes previo a las fiestas de San  Juan y San Pedro, era quien proveía de mararayes a las tiendas de vereda. Los mayores las compraban para jugar a las apuestas y a las casitas. Proveía a las tenderas,  las maras  y canicas para jugar competiendo en todas las edades.

Los eneros vendía lápices y lapiceros. Los abriles vendía  cocas. Los junios, los mararayes y canicas. Los agostos, las cometas.  Los octubres, los trompos y en los diciembres, los pitos, las maracas y folletos con villancicos.

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Citeo bajaba por el camino con su capotera tejida en fique llena de cucharas, y cuando trepaba de regreso a casa,  la mochila iba cargada de maíz blanco blandito. Materia prima que su esposa e hijas usaban para hacer amasijos, hoy llamados colaciones que vendían sus hijas en la estación cuando los trenes trepaban  o descolgaban por las montañas, dejando con el humo que emanaban las locomotoras, una oración que subía al cielo en forma de tornado, y con su pitar, el revoleteo de las aves.

Citeo murió de tristeza una noche fría y lluviosa de mayo de 1976 cuando el tren no regresó.

No pudo  volver a vender sus cucharas ni a traer maíz para los amasijos. La hijas de Citeo fueron las primeras en emigrar, luego los demás jóvenes de las familias que derivaban el sustento con las ventas en las estaciones del tren, tanto en Santander como en Boyacá, generándose el segundo desplazamiento del campo a la capital luego de la guerra entre godos y liberales.

Y desde entonces, los desplazamientos se han originado por ausencia del Estado o por culpa de él, pues el tren era un servicio publico que propició desarrollo y al suspenderlo, trajo ostracismo y marginación en los campos por donde se paseaba orondo facilitando los sueños de quienes todos los días veíamos trepar o desprenderse cual cien patas por los montes y valles de Colombia.

  

Las hijas de Citeo se desplazaron  a Bogotá, el nido de desplazados de Colombia. Allí, guerreando en las ventas lograron formar y sacar adelante a sus familias ejerciendo, inicialmente el comercio informal, y ahora pagando impuesto a un Estado ajeno a los habitantes del campo que siempre han sido las victimas de la displicencia y avaricia de quienes ostentan el poder.

Desde entonces busco cucharitas de palo de naranjo en las plazas de mercado para recordarle a mis hijos que en Colombia, hay millones de pobres que viven dignamente con sus hijos con el producto de labores humildes pero bellas.


lunes, 23 de marzo de 2015

Los amasijos de Ana Elvia, una mujer cabeza de familiar que es un ejemplo

 

 
"Como ya es usual, detrás de cada idiota siempre hay una gran mujer". John Lenon.
Tuvo seis hijos y sigue siendo señorita. El padre de sus hijos nunca los reconoció, pero murió a la merced del hijo mayor de Elvia. No tuvo tierra, ni casa pero vio de sus padres. No tuvo esposo que le ayudara a levantar a sus hijos, pero si, un par de canastos en los que vendía amasijos que cada tarde amasaba para ofrecer al otro día en cada tren que subía o bajaba por la estación de Providencia. Tampoco tuvo en sus haberes, vacas, pero fabricaba deliciosas almojábanas, y en las escasas dos hectáreas de sus padres florecía sementaras para alimentar a más personas de la familia.

Bajaba sin descanso en las mañanas por el mismo camino a la estación. Siempre erguida cual jirafa llevando en cada mano sus canastos cargados de amasijos. Negros eran sus vestidos como su abandono marital. Delgado es su cuerpo de color igual al de las tejas de barro de la casa de adobe construida con esmero y paciencia por sus mayores a la vera derecha del camino que desde Puente Nacional trepa a las tierras frías de la misma jurisdicción pasando por Quebrada negra vía a Santa Sofía en Boyacá.

Ana Elvia es su nombre y Beltrán su apellido. El mismo que tiene sus hijos que desde muy jóvenes debieron rebuscarse la vida con la bendición que los dos mayores fueron varones que ayudaron a cuidar, no solo a Ana Elvia y a sus padres, sino a las simpáticas hermanas volantonas que tenían en casa el oficio de moler el maíz y recoger la leña en los potreros de las parcelas vecinas para hornear los amasijos.

Los amasijos puentanos son a base de harina de maíz amasados con mantequilla de vaca y una pizca de sal, sin polvo de hornear y sin saborizantes. Se hornean con bajo calor luego de las almojábanas. Los lunes en la plaza de marcado son ofertados por mujeres campesinas encargadas de fabricar con sus manos, además de los amasijos y almojábanas, las arepas, las galletas, el ponqué y la mantecada, que en sabor y suavidad, no tiene que envidiarle a Ramo. Los amasijos y demás son las golosinas autóctonas de esta tierra del torbellino y el requinto en la que ningún emprendedor los ha industrializado aun.

Alfonso Pardo fue el padre de los hijos de Ana Elvia, un apasionado anapista que improvisaba sus discursos pronunciándolos desde una mesa. Siempre vestía de pantalón negro de paño y camisa blanca de manga larga. Usaba sombrero gris de ala corta y revolver trinquete al cinto. Recorría los caminos en un caballo blanco. Vivía solo y hacia todos los oficios de la casa, desde ordeñar y sembrar pasto hasta lavar y cocinar sus alimentos. Hacía en secreto los quesos de hoja, que por su textura, color y sabor, tenían un costo mayor y solo se vendían en tiendas de conservadores en el Puente Real de Vélez.
Nunca fue visto en la casa donde crecieron sus hijos. Ellos no sintieron el calor de sus manos ni el abrazo de un padre, incluso el saludo fue negado muchas veces y el regalo común fue el desprecio.

Alfonso fue un reconocido orador de la provincia de Vélez que defendió las ideas del General Rojas Pinilla en la plaza pública. Murió a la merced del hijo mayor, quien lo recogió y cuidó los últimos años de vida en Barranquilla.
El amor que Ana Elvia brindó a sus hijos fue suficiente para que ellos hoy cuiden de ella, igual que Guillermo Beltrán, el hijo mayor, veló por sus hermanas. Guillermo se hizo a pulso. Trabajó desde niño, y cuando alcanzó la pubertad alcanzó su sueño de ser policía, y aunque no vivió con el padre, aprendió de él a cubrirse con la sombra de un buen árbol.

Fue muy amigo de comandantes y generales, logrando cosechar un patrimonio que triplica el número de reses que pastan en los potreros del municipio de Puente Nacional, pueblo al que regresa en cada navidad cargado de regalos para los niños que aún viven en cinco veredas en que él recorrió de niño jornaleando para ayudar con el pan para la hogar.

La señorita Ana Elvia regresa a su casa de campo cada vez que la trae alguno de sus hijos. Tiene alientos para alcanzar el siglo, gracias al positivismo que siempre mostró ante las dificultades de la vida, gracias al empeño y al amor conque hacia sus amasijos.

Colombia está poblada de Anas Elvias, personas anónimas que nunca serán noticia, pero con el tesón de una madre y padre a la vez, aportan ciudadanos trabajadores al país poblado cada vez más por hijos con padres como Alfonso.


NAURO WALDO TORRES QUINTERO
San Gil, diciembre 18 de 2014
 
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domingo, 15 de marzo de 2015

Brujas y hechiceros… que las hay, los hay.

Testimonios en vídeos y relatos.
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Posaban, unas veces en el estoraque, otras en el galapo que daban sombra a la vivienda, pero era mas usual en las palmas de caña de azúcar que servían de techo en el rancho de bareque pintado en la ladera de la cima mas alta del predio la Vega en la que se cultivaba café, la yuca, el plátano, el aguacate y los cítricos.

Aparecían en luna nueva o en luna llena cuando el silencio invadía la oscuridad de la noche. Entre las seis y las ocho del tiempo del descanso obligatorio, cuando sentados alrededor del figón escuchando relatos del dueño de la finca. Quien se percataba siempre del revoleteo de un ave del tamaño de una pisca.

A los curiosos, invito a acceder a youtube y acceder a los siguientes links o buscar vídeos de brujas reales.

El suspenso y la expectativa iniciaba con el silencio del narrador de cuentos que invocaba a los presentes, jóvenes recogedores de café, a agudizar el oído para escuchar la misma respiración.

Entre mas uno se concentraba en escuchar, se empezaba a oír el aleteo entre murmullos y risas de voces femeninas. Una vez los presentes se percataban de la presencia cercana de la bruja o brujas, el narrador de historias sacaba de la oscuridad dos machetes o dos cuchillos y disponiéndolos en cruz, saltaba, sin miedo y decisión a la mitad del reducido patio del rancho, 

–¡y gritaba¡.

 ¡Gritaba a todo pulmón¡: -En nombre de Dios, brujas hija de putas, váyanse a los mismos infiernos-, mientras friccionaba con sus fuertes manos las hojas de los metales produciendo un tintineo que asustaba hasta  las mismas brujas que volaban perdiéndose en la noche de relatos en la espesa noche oscura.

EL JOVEN QUE FUE TRASTEADO POR UNA BRUJA.

Melciades era su nombre. Provenía de una vereda de Mogotes y estaba encargado de cuidar una finca cañera que tenía como patrimonio un viejo trapiche para extraer miel con la que se endulzaba el guarapo que consumían los cultivadores de papa en las tierras de Boyacá.

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Un domingo de luna llena retornaba de la tienda veredal con una arroba de papa a la espalda y con unas cuantas bavarias subidas a  la cabeza. Venía tonteando por el camino acompañando el paso con sus cantos rancheros propios de varones sin amores.

Ya había adelantado media legua de la tanta que estaba el viejo trapiche, cuando sintió un fuerte viento en el rostro que lo dejó crispado del susto y helado del miedo. Cuando se percató de nuevo, estaba en una cueva distante de su aposento dos leguas que retomó al amanecer para empezar la jornada de la semana. 

Regresó al trapiche con la ropa hecha harapos, las piernas y brazos arañados y untado de barro como si se hubiese revolcado en un pantano. El mismo me contó que las brujas le habían dado un paseo en una escoba y le habían producido moretones en el cuerpo.

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LOS CAMPESINOS QUE FUERON REGRESADOS EN EL CAMINO

Salvador Lancheros murió de viejo como los arrayanes cuando sumaba su cédula los ochenta años. Fue el último pesero de ganado mayor en Providencia, corregimiento de Puente Nacional. Rito Contreras fue su ayudante por muchos años, ayudante también en el sacrificio de marranos. Contreras raya los 75 años y vive de la soledad y el cultivo de yuca y de la molida de maíz para hacer envueltos que su tierna esposa con cáncer  vende cada lunes en el mercado de la misma municipalidad.

Un día de mercado retornaban a casa por el tortuoso camino de herradura sobre el crepúsculo y la luz de las estrellas de un lunes de luna llena.  A paso largo y conversando ascendían por la vereda, para sus casas, en los que a cada uno le esperaba la esposa con una mazamorra de maíz tostado con tallos y escasa papita blanca.

De sus caras canelas y por las arrugas de los años, caía como gotas de rocío, el sudor con olor a guarapo. Sus camisas blancas de hilo tejido en la empresa de los López en San José de Suiata, ya estaban pegadas a los cuerpos largos y flacos como las escopetas de fisto. Sus alpargates, hechos a mano por artesanos del Socorro, atados a los tobillos con cabuya, se quedaban pegados en el lodo del viejo camino por donde siglos atrás subieron los españoles y viajeros a la capital del reino de la Nueva Granada. Y sus sombreros negros de fieltro eran arrebatados por el misterioso viento que luego buscaban a oscuras en el barro; los caminantes estaban a dos leguas de sus casas.
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Los  campesinos solitarios de la noche estaban a menos de 500 metros de la casa del Salvador. Ya habían alcanzado el segundo pasa nivel del ferrocarril e iban al frente de la residencia del inspector de los trenes, casa que sobresalía en la región por estar construida en cemento y tener acueducto y sanitario.

Las charlas apuradas de alegría por estar cerca  a casa  fueron interrumpidas por un fuerte y frío viento que soplaba de la loma vieja hacia las tierras de Pirasía, mientras oían entre el cultivo de yuca que había a la vera del camino, el quiebre creciente de las matas del tubérculo.

Ellos, no son hombres de miedo. les tocó vérselas con los liberales en el 49 cuando mataron a Gaitán.  Y en los sesenta debieron cuidar a sus familias por la presencia, en esos parajes, del bandolero Efraín González. Pero ese lunes, el miedo fue mayor que sus fuerzas, y de sus labios temblorosos balbucearon palabras de sorpresa cuando se percataron que estaban empezando, otra vez, el camino a casa en el sitio conocido como mata de caña. Las brujas los habían trasladado para empezar de nuevo el tortuoso camino de herradura hacia  Providencia.

Conscientes de lo sucedido retomaron la jornada, pero esta vez implorando protección de las Benditas Almas,  rezando el rosario al paso que la oscuridad les permitía, arribando a sus hogares tres horas después para colmar las preocupaciones de María y Gilma, las esposas respectivamente. Cada una de ellas, contó al esposo que habían rezado tantos rosarios como cuartos de hora habían trascurrido desde las cinco de la tarde que los estaban esperando al calor del fogón cuyas brasas mantuvieron vivas para calentarse en  un  día de invierno de un mes de mayo de un año cualquiera del siglo XX.
Tanto Salvador, como Rito, disminuyeron el silencio y recobraron palabra en la medida que la humeante mazamorra de maíz tostado era sacado con un cucharon de palo de naranjo de la olla de barro elaborada por las manos de Tomasa, la vieja de los burros cargados de chorotes, ures y ollas de barro de Ráquira que cada domingo cuando la anoche anunciaba su presencia, se descolgaba con sus recuas al mercado de la localidad.

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LAS BRUJAS QUE CABALGAN DE NOCHE

En la década pasada fui testigo de la presencia de brujas cabalgando potrancas o potros  en las noches. Sucedió en la vereda Monchía de Mogotes. Fueron varios los sábados que al ir a cabalgar para revisar algunos ganados que pastaban en fértiles tierras, las bestias recién traídas y aperadas, las encontraba sudadas y cansadas. Al observar su estado y detallar la crin, ésta estaba tejida en forma de arrienda con delgadas y delicadas trenzas entrelazadas que finalizaban con raros nudos que ningún peón lograba soltar y era necesario acudir a las tijeras para eliminar la clineja  de que eran victimas los equinos.
Consultando con los ganaderos vecinos, ellos contaron que que era usual encontrar las bestias con la crin tejida explicando que en la zona las brujas cabalgan en las noches para distraerse en las extensas llanuras de esas tierras usurpadas por varios años, primero por los elenos, y luego, por los paramilitares.

LA BRUJA QUE AMANECIÓ 
COMIENDO GRANOS DE MOSTAZA
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Luis Antonio Contreras es un veterano recogedor de café y algodón que recorre parte del país ganándose la vida con sus manos. Nació, se crió y gusta del campo, por la libertad que se vive en él. En su niñez se levantó con sus padres y hermanos en una vereda de Mogotes. Recientemente me contó su experiencia con las brujas convertidas en pizcas.

Fue una noche de luna nueva de un mes de agosto de 1970. Junto con sus nueve hermanos se arrunchaban en compañía de sus padres sentados en una vieja banca de madera que servía de silla y mesa y que estaba dispuesta al frente de la fogonera construida en barro sobre el tendal de varas de eucalipto, luego de una cena con cualquier grano que escaseaba en el rancho de la aparcería en la que trabajaban en ese año.

Fueron los padres quienes advirtieron la presencia de un ave  en el techo del racho de paja, y advirtieron a los niños de la presencia de la bruja. El padre se preparó para atraer y retener al animal. Acudió a su escondite dentro del rancho extrayendo de un zurrón de cuero de un viejo buey, mas de una libra de semillas de mostaza y en forma furtiva salió al patio del rancho dejando en un pedazo de pote los pequeños granos bíblicos.

Y se acostaron sin mas ni mas. Pero al amanecer, el padre encontró a la pizca aún comiendo los granos de mostaza. Procedió a coger el ave asiéndola por las patas y con la mano derecha le propinó severa planera, lanzándola luego al infinito para que volase sin obstáculos.

Cuando el sol brotaba detrás del cerro de Menempa y los niños se levantaban buscando la cocina para mantener el calor, Antonio, el padre reunió a los varoncitos y les contó lo que acababa de hacer para identificar a la bruja.

 Sobre las nueve de la mañana, solicitó a Luis que fuese mas abajo donde una vecina a solicitar en préstamo una libra de sal. Diligencia que de inmediato hizo en niño a las carreras.

Al llegar al destino, preguntó por la señora del rancho a una de las hijas que lo recibió, pero ella, quien hizo el favor de prestar la sal, informó a Luis que la madre había amanecido muy golpeada y el esposo debió trasladarla a caballo al hospital de Mogotes.

Fue así como la familia de Antonio se enteró quien era la bruja que merodeaba en las noches de luna nueva por el rancho de los Contreras.

LA PROFE QUE LE HICIERON UN MALEFICIO

Joven, blanca, delgada y con  cabellos dorados, de mediana estatura y piernas de niña, Emilce es  normalista de Guadalupe y empezó su experiencia laboral en el bachillerato rural impulsado por Sepas de San Gil en veredas de Confines y Guapotá, su tierra natal.

Los negocios de su padre empezaron a venirse a pique, y las faldas empezaron a agotar los ingresos de la tienda y la pesa. Los escasos animales de la familia aparecían muertos en los potreros. Las diferencias, maltratos y peleas eran el pan de cada día en el hogar.

Y ella, la profesora del SAT estaba perdiendo su belleza con la perdida de peso, el dolor de cabeza y estomago le asistía, cada vez con mas frecuencia. Médicos en San Gil, en Bucaramanga y Socorro la auscultaron sin tratamiento cierto que impidiera el deterioro físico y moral de la mona del bachillerato rural.

Y campesina que es, supo de un médium que trabajaba con la magia blanca. Un sábado no fue a  trabajar con mi permiso como coordinador que fui de ese bachillerato en esos municipios incluido  Pinchote. 

Acudió a la casa en el Socorro en donde ocasionalmente proveniente de los llanos orientales un  médium venía a conjurar hechizos y brindar soluciones esotéricas  a quienes sabían de sus trabajos y padecían de raros males.

El médium la escuchó, le preguntó sobre las manifestaciones que ella creía, provenían de un maleficio. El ocasional visitante llanero, recetó a Emilce que se tomara cinco litros de agua recién bendita, procedimiento que hizo al otro día en su pieza del Socorro donde estudiaba de noche licenciatura en matemáticas en la Universidad Libre.

Ella, la profe, en la soledad de la habitación de paredes sin color y ventana sin ella, empezó a tomar litro a litro tan despacio como podía, pensando en donde le habría de caber tanto liquido igual a una pimpina de cinco litros de leche, que de niña sacaba al lechero por la carreteable que unía a su vereda con la carretera central en predios de Confines.
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Ya había ingerido tres y medio litros cuando se le vino el arrojo. Vomitó y vomitó sin parar hasta sentir que se salían las entrañas. Pero su último arrojo, en vez de liquido, fue un sapo que saltó de su tierna boca al piso para esconderse debajo de la cama de madera con colchón de algodón que reinada en la pieza.

El susto, el miedo y las preguntas invadieron el pensamiento de la profe del SAT. Quiso gritar pero la vergüenza se lo impedía. Anheló compartir lo sentido y visto con sus ojos verdes, pero no tenía confianza en esa casa de inquilinato para estudiantes de las universidades que dieron vida económica a la capital soberna de Santander en los últimos 25 años.

Pero el hambre y las ganas de echarle algo al buche le animaron a hacer un caldo caballuno, que no es otra cosa que una chingua con ajo y cebolla larga con poca sal que calma la bilis y las borracheras. Se lo tomó con prisa para esperar efectos inmediatos, se puso la sudadera que le servía de pijama, rezó como nunca la había hecho, se recostó a escuchar radio quedándose dormida hasta las ocho de la mañana del otro día.

Se levantó en las primeras horas de la tarde persignándose a la vez, dando gracias a Dios porque se sentía bien. Buscó entre su maleta el pantalón que mejor ceñía su delicado cuerpo que combinó con una blusa suelta de colores con la que disimulaba los diminutos volcanes propios de una niña en plena pubertad del fin del siglo XX.

Salió. Tomó la calle hasta el parque de la Independencia de la capital comunera al edificio de Telecom. Allí, a carreras solicitó cabina que por ser temprano, el asignaron la 1.  Ya en la cabina, buscó entre su mochila de fique pintado con anilina vegetal la vieja libreta en la que anotaba los números de los teléfonos de los conocidos y familiares. Por el afán y el anhelo por oír las explicaciones del médium, no encontraba el block con anillado redondo.

Se calmó, invoco a la Virgen del Perpetuo Socorro, patrona de la ciudad, y entre Ave Marías Purísimas, la libreta apareció. Busco en ella, y como gustosa de las matemáticas lo hizo por el abecedario, identificando el numero que, de inmediato marcó con el indicativo de Villavicencio.

Tuvo suerte ese día. Le contestó  quien iba a solicitar que le pasaran al teléfono. Narró con detalle cada momento de la angustia que vivió la noche anterior y describió con exageración el sapo que había brotado de su sensual boca.

Con la calma de una persona con conocimiento, ese hombre consultado en tierras del llano y Santander, le confirmo el maleficio de que había sido victima. Una noche de cualquier día del año escolar universitario, un admirador silencioso, celoso y posesivo había colocado en una hamburguesa con carne tierna de novillo criado  en las vegas del río Suárez, huevos de rana para vengarse del desamor que le causaba las indiferencias que le prodigaba la profe del SAT enamorada de su trabajo y sus estudios.

Resultado de imagen para huevos de rana en la espalda
La estudiante de matemáticas siguió el consejo del llanero y viajó ese mismo lunes a la casa de los padres y empezó a buscar en el piso, en los patios, en las materas, en las ventanas y en cuanto lugar hubiese sido cómplice de un escondido.

La sorpresa empezó a invadirla, igual que la búsqueda y  la curiosidad.

Encontró entierros detrás de la nevera, en una matera, detrás de un cuadro del Sagrado Corazón y en tres partes diferentes del la tierra que se adhiere al cemento de los pisos de la casa.

Los entierros tenían la misma forma y conformación. Eran muñecos de cera con cabellos y alfileres que atravesaban la frente, el corazón, los brazos y los pies como cualquier crucificado que dormía en  tierra de algún cementerio católico.

Desde entonces la familia se liberó de los males, se repuso de los descalabros económicos, los esposos se perdonaron y fortalecieron la familia, la profesora se graduó y oficia en el colegio fundado por el General Santander y goza del amor de una familia.



San Gil, marzo 4 de 2015
NAURO TORRES Q

jueves, 12 de marzo de 2015

LA EDUCACIÓN “UNA CURA A LA OSCURIDAD DE LA IGNORANCIA Y A LA ENFERMEDAD DE LA VIOLENCIA”


A la Belleza regresarán numerosos ex-alumnos a revivir los tiempos en que estudiaron. A recorrer los parajes que guardaron en el subconsciente desde niños. A vivir momentos inolvidables en el seno de sus hogares. A intentar encontrarse con  compañeros de antaño. A  admirar las transformaciones que ha tenido, tanto el colegio como la localidad. A sentirse por algún momento alumnos, y siempre muy bellezanos.
A los ex-alumnos se sumaran algunos docentes que trabajaron en ese lugar. Todos, con numerosos invitados tienen cita en el puente de mayo para celebrar las bodas de oro del Colegio.
Con ocasión de esta efemérides, desde este espacio rindo homenaje a quienes hicieron posible la institución que suscitó con los años el cambio de la historia de la localidad desde el 17 de marzo de 1965.
Doy  agradecimientos a quienes fueron mis alumnos, mis compañeros de trabajo, mis amigos, así hayan transcurrido 39 años sin pisar esas tierras agrestes pero bellas.
Rindo homenaje a quien ha dejado en letras de molde la historia desde la colonización de sus montañas.
Rindo homenaje a quienes con la música  convirtieron al terruño en la musa de sus canciones.
Rindo homenaje a quienes el colegio fue la oportunidad para salir y construir sus proyectos de vida, ya en Colombia, ya en el exterior.
Rindo homenaje a los alumnos y alumnas que luego se convirtieron en alcaldes, maestros, profesionales  o prósperos comerciantes.
Rindo homenaje a quienes hoy son ejemplo para las nuevas generaciones.
Y un reconocimiento a los maestros y alumnos que tienen el honor de organizar y dirigir los actos para celebrar los cincuenta años del colegio.
. 
Pasado y presente en fotos, canciones y vídeos de un pueblo en el que la educación cambió las costumbres y tendencias.

En el año en que  Mao Tse Tung iniciaba la revolución cultural del proletariado en China; y E.U. bombardeaba sin misericordia la población civil de Vietnam del Norte, luego de declararle la guerra al comunismo un año antes y las protestas de los negros en el mismo pais, les permitió, luego, gozar del derecho al voto. Finalizaba la primera sesión del Concilio Vaticano II y cinco años después de constituirse en Liverpool  Los Beatles, la banda de rock mas famosa  del siglo XX; y en Argentina  los militares gestaban secretamente un golpe de estado, que un año después, imitando a Mao, iniciaban lo que  llamaron la  “revolución argentina”; y en el continente latinoamericano los jóvenes se enamoraban de las ideas libertarias, protestaban contra la guerra  y gritaban vivas al amor y la libertad de pensamiento y se trasnochaban leyendo a Mario Vargas LLosa, Jorge Icaza, José Ingenieros, García Márquez y escuchando al indio duarte y a Gonzalo Arango. Y en Colombia el ELN se tomaba a Simacota el 7  de enero de  1965 y  en Bogotá muere un asesino asesinado,  el “cobarde Efraín González, que peleo por cuatro horas contra 1.200 valientes soldados colombianos” y en patio cemento, muere Camilo Torres, el cura guerrillero; en “un remoto pueblo olvidado de Dios y de los hombres, metido en la breña santandereana de la vieja provincia de Vélez irónicamente llamado la Belleza”,  un levita nacido en el Hato, Santander, “de pequeña estatura, porte sencillo,  con aire de campesino, gordito y bonachón”,  de pocas palabras y acciones evangélicas, abría el 17 marzo de 1965, las puertas de una casona de adobe de dos plantas de propiedad de la Diócesis de Socorro y San Gil,  un colegio femenino para secundaría que llamó inicialmente, Santa María Goretti.

IMG_20150311_075148~2 Plumilla realizada por Domingó en honor al mártir José Antonio Beltrán.
En la casona con techo de madera  inicio el colegio  femenino privado Santa María Goretti. En la casona del medio que fue propiedad de la parroquia se inició la sección masculina convirtiéndose un año después en el Colegio  Integrado Don Bosco. (Foto cortesía de Marcos Piñarte. 1965). En el espacio de las dos casonas se construyó, luego, la alcaldía municipal.
Un año después  abrió en la casa de al lado izquierdo,  la sección masculina y en 1968  logró el reconocimiento, por la Secretaría de Educación de Santander, con el nombre de COLEGIO INTERGADO DON BOSCO, apelativo designado por el fundador en honor al santo italiano del trabajo y la educación, quien sería el referente en las clases de religión, sociales, ética y filosofía para sacar “ los puñales del odio y la venganza” que anidaba en los habitantes, para dar luz a  “las sombras de la desesperanza”, para cambiar las pistolas por los cuadernos y los libros, para extirpar las diferencias entre liberales y conservadores, olvidar las rencillas entre familias y reemplazar los velorios y los entierros por actos culturales, obras de teatro y encuentros deportivos.
En 201o, esta era la cara del colegio que cumple bodas de oro el 17 de marzo.
Un colegio, que en estos cincuenta años, contribuyó  en convertir “un pueblo olvidado que se hundía en la ignorancia”, se batía entre los tiros de la valentía y el partidismo y las rencillas entre familias, en un pujante foco urbano con gustos de ciudad, en un epicentro del desarrollo agropecuario, en un próspero municipio reconocido por el escritor de esos terruños, Pedro Matéus Marín como la “la Suiza de Santander” en su libro que tituló con igual nombre.
IMG_20150308_114019 El mensuario JOSE ANTONIO en la pagina regional numero 10 registró la celebración de los 20 años del Colegio, en ese entonces, dirigido por un licenciado pamplonés.
La  imagen inferior, cortesía de Marcos Piñarte, quien fuera docente del colegio en la década del 70 y rector en la siguiente , es una panorámica de lo que era la Belleza en un día de mercado  en 1965..
Fue el sacerdote José Antonio Beltrán Monsalve, el fundador. Un cura que en cada parroquia donde fue el pastor, dejó huellas de su labor sacerdotal en la apertura de carreteras y caminos, creación de escuelas radiofónicas y colegios, en embellecimiento de los templos, en la formación de los laicos, en la promoción campesina y en la difusión del cooperativismo como estrategia de desarrollo de los pueblos para salir de la pobreza.

Un hombre que sembró paz por donde anduvo, siempre en una mula. Que vivió el acorralamiento que hizo la guerrilla a los habitantes de Juan Bosco de Laverde, otro poblado olvidado, murió en 1971 bajo las balas asesinas de la guerrilla de la cual formó parte el cura Camilo Torres, cuando transitaba por tierras de la vereda Cucuchonal del municipio de San Ignacio,  en misión evangélica, martirio que empoderó a los habitantes. Y desde entonces, en esas tierras olvidadas, ni la guerrilla, ni los paramilitares, ni los fascinerosos han podido anidarse para causar el mal.
LLa localidad en 1975 en fotografía tomada desde la escuela urbana y  cortesía de Luis Alirio Hernández Zambrano, tomada de Facebook.
Desde entonces, en esa extensa región no anidaron, ni los de izquierda ni los de la derecha y la bandera de los derechos humanos siempre esta izada en cada casa de Landázuri, Vélez, San Ignasio y Santa Helena.

En esa ocasión el periodista bellezano Edulfo Peña escribió al director del periódico “Bienaventurados los que luchan por la paz una carta que en el segundo párrafo reza: “ Quienes se atrevieron a disparar un proyectil contra su humanidad y arrojar luego su cuerpo sin vida entre la maleza de un abandonado paraje, se asemejan mas a las peores bestias primitivas que a seres racionales del tercer milenio. cegaron la vida de un hombre bueno en todo el sentido de esta palabra, y hoy solo nos quedan sus enseñanzas, sus recuerdos, su memoria. Nos queda esa huella que dejan solo los hombres grandes, generosos y sabios como fue el padre Beltrán”.
 Estas imágenes contrastan el desarrollo urbano de la Belleza. La primera fotografía muestra los toldos que se armaban los domingos en 1973, frente al templo en el espacio que servía como marco de la plaza, un  día de mercado en la década del setenta. Y en la segunda fotografía se observa, ese mismo espacio convertido en parque principal en  2009. Y en la foto de la izquierda, una vista de la calle real en la misma época.
El padre Josa Antonio Beltrán, el gigante en miniatura, fue el primer rector quien actuó sin salario, igual los sacerdotes Wilfredo Suárez y Gabino Pinzón Sierra. Fueron sucedidos por  Jaime Cubillos y Marcos Piñarte, Pedro Antonio Mateus,  Josué Orlando Villamizar, quien en 1980 graduó los primeros bachilleres y dirigió la celebración de los 20 años; Vitaliano Peña, Luis José Sierra, Rafael Antonio Puentes, Hernando Gómez Olivero y dos decenas mas.

El colegio Don Bosco es una colcha de  retazos de gestiones e inercias de 22 rectores en 50 años, lapso en el que solo uno duró 8 años, es decir, un rector cada dos años en promedio, con imaginarios y visiones de corto plazo  como lo revela la programación que para esta efemérides se ha conocido en internet.

Un programa con tinte deportivo, con narración de experiencias significativas de algunos egresados,  deja entrever ausencia de ponencias sobre el impacto de la institución en el desarrollo, la convivencia  y la paz en  la región. Ausencia de un homenaje póstumo y   una reseña histórica del fundador. Desperdicio de la única  oportunidad  para hacer un reconocimiento en vida al rector que se convirtiera, luego, en el único escritor que viene ofrendando sus conocimientos para plasmar en letras de la historia, difundir y dignificar esa región en mas de diez publicaciones de carácter histórico; una de ellas titulada “El gigante en miniatura” que, además de contener una semblanza del fundador del Colegio, cuenta la axiología que proyectó  y la historia del plantel; además describe como era la Belleza en 1965 y presenta una crónica de quienes han sido rectores y alcaldes hasta la fecha de publicación. Con ausencia de  distinción del Concejo Municipal, de la Asamblea departamental, del Congreso de la Republica, con ausencia de autoridades departamentales, dando la sensación de escasa gestión de la alcaldesa y rectora, ambas egresada del colegio.
El padre José Antonio Beltrán, “el gigante en miniatura”, fue el primer rector quien actuó sin paga, igual los sacerdotes Wilfredo Suárez y Gabino Pinzón Sierra. Fueron sucedidos por  Jaime Cubillos y Marcos Piñarte, Pedro Antonio Mateus,  Josué Orlando Villamizar, quien en 1980 graduó los primeros bachilleres; Vitaliano Peña, Luis José Sierra, Rafael Antonio Puentes, Hernando Gómez Olivero y 22 o mas rectores.


Amaneceres bellezanos  encontrados en Internet

En esta calle, en donde hoy funciona la Alcaldía-edificio blanco- empezó el Colegio Intrigado Don Bosco que en 1975 fue traslado a la sede actual, empezando con seis aulas levantadas en un potrero sobre el camino a la vereda de Berlín.

EL 18 DE MAYO CELEBRACION DE LAS BODAS DE ORO

El próximo 18 de mayo la comunidad educativa de la institución celebra las bodas de oro del Colegio con un acto protocolario al que están invitados ex-alumnos dispersos en Colombia y el exterior, los maestros que despertaron el hambre por el conocimiento, contribuyeron a modificar las costumbres y formas de arreglar las diferencias, fortalecieron las relaciones entre los pueblos y despertaron las conciencias y suscitaron proyectos de vida  de los cuales muchos jóvenes están orgullosos el haber alcanzado.
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Tres reliquias fotográficas de 1975. En la primera imagen,  al lado izquierdo el párroco Arnulfo Carreño, quien ejerciera esa labor por seis años en los cuales contribuyó a sacar a la Cooperativa de la crisis financiera a que había llegado por la morosidad y carencia de capital para prestar dinero, e implementó el modelo de nueva imagen de parroquia, NIP, estrategia diocesana de participación laical que fue extirpada por decisión jerárquica cuando la región de Vélez se convirtió en Diócesis al escindirse de la de San Gil y Socorro. Esa foto fue tomada en un curso de liderato social en el que aparece, en primer plano, Nauro Torres, natural de Puente Nacional, un maestro del colegio, que fue trasladado luego, acusado de usar la Biblia como herramienta para implementar la lectura en el aula y acompañar a los alumnos a insertarse en los procesos cooperativo y eclesial que despegaron en la década del setenta en el municipio. Este maestro fue el tercero de los acusados y trasladados, sin ser escuchados por ninguna autoridad departamental. Antes habían corrido igual suerte Ricaurte Becerra, natural de Gambita, por brindar asistencia técnica gratis a los campesinos e implementar en la cooperativa un almacén veterinario y dar a conocer en clases de sociales la historia de guerra y odio que ha vivido Colombia desde la conquista. Y Teódulo Castro, por usar las clases de matemáticas para calcular el interés del dinero y promover la hermandad entre los corregimientos circunvecinos.
La segunda fotografía muestra los docentes masculinos que tuvo el colegio en 1976. Equipo de basquetbol que usaron lo educadores para atraer jóvenes al colegio de los corregimientos de Florián y La Granja convirtiendo los encuentros deportivos y los cursos de liderato social en mesas de acercamiento para disminuir las pasiones partidistas y los conflictos familiares y promover la convivencia. En la foto, de pie: Luis Alberto Ariza, Rafaél Antonio Puentes, Fanor Mateus. En cuclillas, Nauro Torres y Norberto Ariza (q.e.p.d.).
Y la tercera imagen registra algún compartir de escritor Pedro A. Mateus con la profesora Margarita González (q.e.p.d.)
PAISAJES POR LAS CUALES A LA BELLEZA SE LE CONOCE COMO LA SUIZA DE SANTANDER.

Podría afirmarse que los egresados del colegio han cambiado el entorno del municipio al  convertir en canciones las añoranzas de una tierra, aun por conocer, en redescubrir las bellezas naturales, la expresiones culturales, al fomentar la hermandad entre los pueblos a financiar un encuentro inter-docente, al mostrar a propios y extraños los atractivos de la localidad.
En you tube circula un vídeo titulado “ a mi tierra con amor” que muestra gráficamente parajes de esta tierra ilustrando la música y la letra de una propuesta de himno al municipio, desechado por el Concejo Municipal.
 Igualmente circulan otros dos vídeos, realizados en una de las administraciones del ex alumno Rolfe Marin que muestran la pujanza de la Belleza. Y un tercero de otro autor. Los tres de alta factura en su realización. Vale la pena verlos para alimentar el amor a la patria chica, para despertar en el lector recuerdos gratos de la niñez.
https://www.youtube.com/watch?v=M_48zvbt5qc o búsquelo por la Belleza Santander parte 1
https://www.youtube.com/watch?v=BBlnZjQ4Vj4 o búsquelo por La Belleza Santander parte 2
https://www.youtube.com/watch?v=qK-SR9CjreQ o búsquelo por La Belleza (1.1)
Con una canción “Homenaje a Santander” de un viejo amigo que se hizo artista en Barbosa, rindo homenaje a los alumnos del colegio que viven en cualquier parte de mundo. En especial a mi alumno, Elmer Martínez, en E.U. Y a Noralba Sánchez Jr., en España.
Para quienes conocer los orígenes de la violencia que sacudió al Sur de Santander desde 1950 hasta 1970 pueden ver y escuchar los siguientes dos vídeos. El primero, en una canción se muestra quien era el modelo en ese entonces. Y el segundo, una disertación en la que se explica que la pelea entre liberales y conservadores fue patrocinada por el Estado para dividir al campesino.
En el siguiente documental se identifican las causas objetivas de la violencia en Puente Nacional y Colombia.  Acceda al siguiente link  https://www.youtube.com/watch?v=o0LZjNimEo8  o búsquelo en Youtube con el Titulado EFRAIN GONZALEZ
En estos videos cantan al “heroísmo” de EFRAIN GONZALEZ. El primero en ritmo carranguero          https://www.youtube.com/watch?v=_r5ilk65BmI    Y este segundo  con ritmo de corrido      https://www.youtube.com/watch?v=N-8QcmW9Rwc

UNA EXPERIENCIA DOCENTE EN “LA SUIZA DE SANTANDER”

Un viaje a lo desconocido
Rayaba los 20 años. Se había graduado en 1972 como técnico en la prestigiosa Escuela Normal Industrial Nacional de Zipaquirá. Se había casado el día anterior en la única parroquia que, en ese entonces tenía Barbosa, la ultima estación del tren en la provincia de Vélez.
Vestía con pantalón de jean con bota campana, camisa a rayas manga larga, una chamarra negra estilo hippy, tenis Croydon azules y cargaba un morral en las que escondía sus pocas pertenencias izadas con libros que sacaban la cabeza de los bolsillos laterales de la maleta de moda de quienes venían de la capital del país. Con contextura juvenil, lampiño,  larga melena crespa y animo expectante, el pasajero se sentó entre los diez primeros puestos del bus que con el movimiento a vuelta de rueda se fue llenando de pasajeros en todo el trayecto hasta llegar al escondido y lejano destino.
Tomó a las diez de la mañana del día domingo 11 de agosto de 1973,  la única flota que desde la puerta de oro de Santander  lo llevaría al puerto de su primer trabajo como maestro de escuela, pues había renunciado como corrector de estilo en una empresa de artes gráficas en Bogotá de los patricios Gómez Hurtado a la que había llegado referenciado por el primer alcalde que figura en la historia del lugar a donde se dirigía.
Por una trocha en la que andaba mas a pie.
Ya en el bus Omega, que hacia el mismo recorrido todos los días por una vía entre carretera y camino de herradura, se secó las lagrimas luego de llorar por varios minutos, no por el viaje que le esperaba, ni por el trabajo que le esperaba, ni por el lugar desconocido al que viajaba, sino por dejar a su joven esposa, que a igual que él, debía trabajar al otro día en el mismo oficio de despertar la conciencia e inducir a los niños por las primeras letras, la lectura y el gusto por estudiar y soñar un proyecto de vida en el que la felicidad, el bienestar, la solidaridad y la ayuda mutua fuera, valores de una sociedad anhelada por quienes escuchaban a los Beatles, a Pablo Gallinazos, Oscar Gólden y seguían las noticias de los logros de la revolución cultural en China, la revolución cubana, el MOIR y los gritos de liberación   en las montañas de Colombia.
Le habían informado que su destino estaba a tres horas de Puente Nacional pasando por Jesús María, el municipio en el cual había sido nombrado como maestro de un grupo urbano del corregimiento de la Belleza; pero ese tiempo fue el que usó el bus para arribar a la primera población de la ruta que había tomado y en el que obligatoriamente había que almorzar para retomar la cuesta hacia la serranía de los cobardes para descolgarse el destartalado bus, a paso de asno  que, sobre las cinco de la tarde, arribó al puerto final,  del cual fue trasladado sin consentimiento alguno, tres años después, sindicado de promover la lectura de la biblia, tarea exclusiva en ese entonces, de los hermanos separados, los protestantes.
La pedagogía de Paulo Freire y San Juan Bosco
La Sagrada Biblia era poco usada en el clero secular, pero era un recurso determinante en el trabajo pastoral de la comunidad salesiana en Latinoamerica, en la cual había cursado varios años en Mosquera, Cundinamarca, en la que asumió como filosofía de vida, la búsqueda de la ciencia con el trabajo y la disciplina, promovida por el fundador de los salesianos, a quien le rindieron honor al bautizar el colegio de la localidad a donde iba  con el apellido: “Don Bosco”.
Entre la niebla, una caserío en la cresta de una loma.
Cuando el sol se escondía en las montañas de fura y de tena y la oscuridad asomaba sobre la selva de las tierras calientes, la neblina envolvía el paisaje y el bus descendía por una cabuya en el bolsillo, y luego de pasar por tres arboles entrelazados que enseñaban a los residentes el mensaje esencial de Jesús el de Nazaret, entramos al poblado con un incipiente servicio de luz de escasas horas al nacer la noche, con un servicio de acueducto ocasional, y sin alcantarillado,  que semejaba un cuadrado  de greda de cuyos cuatro vértices se prolongaban los lados formando las únicas  calles que tenía la población que se conformó con “el primer mercado del domingo el 29 de julio de 1928 ” con el empeño de un inspector de policía de nombre Segundo José Marín y su esposa que fue la primera maestra con el apelativo de Margarita y la participación de los vecinos, Clemente Burgos, Martin Peña, Félix Castro, Ismael Marín, Vicente Martínez y Amparo Barbosa. Esa región extensa fue parte del municipio de Sucre de donde provinieron los primeros pobladores hasta 1932, año en que fue adherida al municipio de Jesús María, posteriormente declarado municipio el 14 de agosto de 1975.
Esta fotografía cortesía del arquitecto Gustavo Ardila, muestra parte de la plaza teniendo como marco dos casas de los fundadores. La casa de la izquierda era el hotel de Georgina de Sánchez al que llegaban los forasteros y al lado derecho, la casa de Víctor Pérez en la que atendía el galeno del pueblo, el Dr. León.
En la plaza de la población.
El recién llegado, como todos los foráneos que arribaban al pueblo, no recibió respuesta a sus cordiales saludos a las pocas personas que esperaban el bus. Reclamó su morral en el mismo instante que otro pasajero que ocupó desde Barbosa el puesto de los músicos, reclamaba la maleta de cuero. No se saludaron, pero las circunstancias del viaje, del lugar en donde ya se encontraban, la curiosidad inquisidora que notaron en las personas que en ese momento merodeaban en el almacén donde funcionaba la agencia de la Omega, los obligó a establecer una charla interesada. A donde ir a buscar posada? a donde encontrar comida a esas horas si las casas que formaban el marco de la plaza ya estaban cerradas?
La persona de la agencia mostró alguna cortesía preguntando quienes éramos? y a porque estábamos en el poblado¡. El joven de la maleta de cuero, pelo lacio en desorden y dientes corroídos por las caries, se apresuró a contestar que venía nombrado como profesor del Colegio.
No había terminado de informar cuando quien preguntaba le indicó con la mano derecha una casa de dos pisos pintada de azul que era el único hotel y restaurante en ese entonces.
Los recién llegados, con  prisa y susto, agradecieron en coro el gesto del nativo y a paso largo entraron por un oscuro recibidor que conducía a unas mesas con bancas a los lados que hacían de atajo a la estufa a leña que estaba al fondo administrada por una tierna señora de voz y figura fraternal que dio la bienvenida a los recién  llegados, que presurosos solicitaron comida y un espacio para hospedarse.
Georgina era el nombre de la dueña del restaurante y  la posada que funcionada en el segundo piso de la vieja casona levantada en adobe. Dispuso con agrado la cena compuesta de mazamorra de maíz, arroz, arracacha y un pedazo de carne salada. Mientras aprontaba la comida, los recién llegados, por separado, solicitaron hospedaje, el cual podría ser permanente porque llegaban como maestros a trabajar en la localidad.
La respuesta fue interrumpida por la presencia de dos niñas  y una chica con mas años, todas con pelo largo que las hacia misteriosas y curiosas a la vez. Ellas saludaron a los dos varones que simulando el frio que los invadía, sorbían con empeño la mazamorra. Se presentaron, las dos primeras como estudiantes del colegio, y la mayor como docente de la escuela urbana.
Entablándose una formal charla en la cual nos advirtieron que había dormida esa noche, pero recomendaban al otro día conseguir habitación, pues la posada generaba los ingresos del alquiler diario las piezas a los agentes comerciales que visitaban la población.
En el trabajo
Al otro día, luego de un desayuno con huevos con café y molido, cada uno se fue al trabajo. El primero a la escuela urbana y el segundo, al colegio que funcionaba en la misma plaza, muy cerca al puesto de policía.
Al maestro de escuela le asignaron un grado cuarto de primaria integrado por niñas que en el transcurso del año no habían tenido docente, pero ese primer día, nadie llegó a clase. Pero al  día martes ya estaban en los bancos bipersonales expectantes a empezar el año lectivo del que adelantaron buena parte para reiniciar de nuevo en el siguiente año.
Ambos consiguieron dormida y alimentación a pocos pasos del sitio de trabajo. En ese lugar pernoctaban otras profesoras. Era una casa garita clavada en una cima que sobresalía por  tener ventilación y ventanas por todos los costados y por estar al mismo nivel que las campanas del templo, desde donde se escuchaban las riñas, los disparos, el trote de los caballos y los gemidos de los muertos que cada domingo caían en cualquier tienda o calle de la plaza ajustando cuentas de honor, por venganza o creando otras.

Allí, en esa casa, cuyo dueño siempre tenía una sonrisa compartió un segundo piso montado sobre madera con piezas estaban separadas con cartón que facilitaba oír abajo que se hacia arriba y a los lados; conoció la profesora de sociales que recuerda por pinta acartonada. Conoció profesoras egresadas de la Normal de Puente Nacional y Guadalupe con sus particularidades en la voz, la dinámica y la pedagogía para enseñar.
En la escuela departió con el profesor de 5o. que tenía una letra script y gustaba de pescar y hacer tiros al blanco, con una profesora que se codeaba con los políticos que ocasionalmente regresaban al pueblo en época de elecciones, con otra profesora que de la boca siempre salían palabras soeces.

En el colegio tuvo como colegas a un matemático enamorado del basketbol como de la cerveza que departía con los alumnos. Su muerte nunca fue esclarecida. A un docente que en el aula gritaba como llamando a tomar el bus. A otro que frente a los alumnos se paraba como un borracho. A una profesora de ciencias que enseñaba con el ejemplo los buenos modales, la moral y la dignidad femenina. A otro que al hablar no se entendía ni a si mismo.

AZULES, AZULES, AZULES
Las casas del poblado estaban pintadas de azul en honor al partido conservador. La mayoría tenían la misma fachada, la fachada de una vivienda de un barrio emergente de la capital de la republica. Con ventanas pequeñas y puertas de dos hojas. las primeras para curiosear, sin ser vistos, y las segundas, para usarlas como trinchera en alguna emergencia, ya ocurrida en los cincuenta con los enfrentamientos con los liberales de Florián, vecino y paupérrimo corregimiento, que en ese entonces tenía casas de paja.
El poblado carecía de fluido eléctrico y las aguas servidas con sus eses transitaban paralelas a las calles con pendiente, los orinales eran los potreros, abundaban las cantinas con tocadiscos a todo volumen con ritmos rancheros en las que siempre había consumidores de cerveza y aguardiente que ocasionalmente terminaban en riñas y velorios.
El maestro de escuela, por su juventud, por su formación, por su interés en conocer y dar una interpretación de la realidad circundante empezó a relacionarse con los otros maestros con los comerciantes con los campesinos, y en especial, con el cura y el gerente y directivos de la cooperativa de ahorro y crédito.AÇ
Apóstoles trabajando para transformar la realidad social y política
Se sorprendió encontrar en esa lejanía personas comprometidas con los marginados. Un novicio carmelita que colgó el habito para ser rector del Colegio. Un teólogo egresado del seminario redentorista  y quien con revolver apretinado desempeñaba el cargo de cajero de la cooperativa que posteriormente fue rector, director de agrupaciones y reconocido escritor.  Un profesor de agropecuarias que atendía gratis a los campesinos en un pequeño local cedido por la parroquia del cual colgaba un aviso que decía: Profesor Becerra. Consultas gratis. Un gerente de la empresa asociativa dedicado a cobrar deudas a los asociados acostumbrados a no pagar. Un trabajador de linea de Telecóm que recorría los trayectos a Jesús María, La granja y Florian para facilitar la comunicación telefónica que tenía una familia de sonrisas en la cual se hospedaban varios maestros.  Un párroco joven estrenando campero jeep que convirtió en ambulancia para sacar a Puente Nacional los heridos o las señoras a punto de dar a luz. Un medico egresado de la UIS que se envejecía sin actualizarse. Una enfermera que promovía el uso de los anticonceptivos en todas las edades. Y un inspector de policía que poco hablaba, ni escribía pero que demandaba subordinación de los maestros y genuflexión de sus partidarios y mantenía informados a los políticos, tanto del grupo de Jorge Sedano como de Darío Marín o el Mayor Franco para mantenerse en el puesto.
En el Don Bosco y de allí a………
Empezó 1974, y el maestro de escuela pasó a serlo en el colegio departamental de la misma localidad en el que empezó a ejercer un liderazgo entre los estudiantes por estar bien informado, por la particularidad de su pedagogía freiriana , por el trabajo en grupos que implementaba en el aula, por la forma de implementar  lectura con la revista Alternativa, y la escritura con un periódico mural,  por las novedosas clases de dibujo técnico. Y por su inserción en los procesos comunitarios que se venían dando en la localidad.
Se convirtió en asistente del profesor Becerra para aprender pecuarias con el que salía a dar asistencia técnica gratis. Se hizo líder social participando en cualquier seminario que se diera en la parroquia o fuera de ella con el patrocinio del párroco. Se acercó al movimiento carismático para unir a los jóvenes de Florián y la Belleza y extirpar el odio entre entre colores azul y rojo. Se asoció a la cooperativa convirtiéndose en menos de tres años en el gestor del almacén agropecuario y supermercado de la misma cooperativa.
Amenazado y acusado
Pero llegó el año 1976 y el impacto del trabajo de quien llegó como maestro de escuela atraía a mas jóvenes y campesinos que acudían a las reuniones  dominicales en las veredas. Era un año de elecciones parlamentarias, época en que la ofensa, la diatriba eran el pan diario entre los partidarios sedanistas y marinistas que participaban a ciegas en los eventos democráticos e involucraban a los estudiantes en las diferencias.
A la par que fue amenazado por uno de sus alumnos del grado cuarto con pistola en mano, el maestro de escuela que un día de agosto arribó al pueblo, fue acusado ante la Secretaria de Educación de Santander por participar el política, por dividir al pueblo con la religión, por no trabajar, por estar haciéndolo en la cooperativa los fines de semana, y el secretario de ese entonces gestionó para que fuese trasladado en junio de 1976 a un paraje de Cimitarra a donde nunca se presentó a ejercer sus funciones.
El 16 de julio del mismo año inició  labores como docente de secundaria nombrado por la Nación en el Seminario de Zapatoca, institución que desarrollaba un proceso pedagógico con campesinos adultos en la jurisdicción de la Diócesis de Socorro y San Gil impulsado por el  Ministro de Educación mas joven de Colombia, el extinto Luis Carlos Galán Sarmiento. Allí laboró otro tanto como lo hizo en la Belleza hasta lograr que la institución se hiciera merecedora de la medalla Simón Bolívar por innovación pedagógica en educación de adultos.
El maestro de escuela que un día llegó con pinta de hippy a la Belleza, solo regresó un febrero de 1977 para sacar a hurtadillas a su  joven esposa y su hijo mayor que allí había nacido, para regresar  el próximo 18 de mayo cuando la comunidad educativa del colegio INTEGRADO DON BOSCO CELEBRA 50 AÑOS DE EXISTENCIA.
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Ese maestro, anhela hoy, por medio de esta crónica, rendir homenaje a los maestros que ofrendaron años de sus vidas a la educación de ese, hoy  pujante municipio. Resaltar a quienes fueron sus alumnos y dieron buen recibo a sus enseñanzas, consejos a amistad. Brindar homenaje a quienes fueron sus amigos en ese municipio cercano hoy  dos horas ahora de Puente Nacional. Resaltar a quien ha dedicado años a dejar en publicaciones la historia de los colonos y pobladores y del mismo colegio. Resaltar a quienes convirtieron en inspiración musical los parajes y la gestión de ex-alumnos que pocos referentes han mostrado resultados en las gestiones municipales.
Ese maestro, quien fuera en San Gil cofundador del periódico JOSE ANTONIO, mensuario que hizo su aparición en 1.980. Quien junto con el pintor Luis Roncancio, crearon el concurso de pintura Huellas de Santander. Quien en 1987  cofundó la empresa FUNDACION EDISOCIAL. Quien en el 2004 fue reconocido por el Sena como emprendedor  y regreso a las aulas en 2005 y promovió las publicaciones del escritor bellezano  regresará a participar en la celebración de los cincuenta años del colegio porque al igual que el escritor nacido en ese terruño cree “que el Don Bosco tiene que ser la cuna de la libertad para los bellezanos, que de aquí nazca un pueblo nuevo y que su rostro sombrío se cambie en expresión franca y cordial para quienes los representaran en las generaciones venideras” (aparte del discurso de Pedro Antonio Marín, el 16 de marzo de 1980 en la inauguración de la biblioteca del Colegio, siendo rector).
Esta maqueta es exhibida en el palacio municipal. Es la propuesta que tiene la administración para reformar la casa municipal con la intención de evocar el diseño inicial y proponer en uso de la teja de barro como una expresión para crear historia arquitectónica.
Imágenes de instantes registrados por alguien o algunos que compartieron en su momento por facebook.
 

 

Los  cultivos que muestran las fotografías son signos del que en el campo de la Belleza, el campo es negocio. s

 

Gilberto Elías Becerra Reyes nació, vivió y murió pensando en los otros.

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