Margarita, la doña de la Honda
Fue una mujer cabeza de
familia con nueve hijos varones por guiar, alimentar y educar y mas de cinco
fincas por administrar, quien perdió a su esposo por un cáncer en la próstata,
estando ella joven aun.
De esbelta figura con
cuerpo de gacela y con una estatura mayor a la del promedio de los habitantes
de la región, debió aprender a mandar, siendo viuda, desde los pajoleros,
jornaleros, y mozas del servicio, sin diferencia alguna con sus vástagos. Con tez blanca, ojos claros, cejas pobladas,
labios delgados y sonrisas estruendosas, la doña tenía la cara en forma
exagonal que cubría permanentemente con un halado sombrero trenzado en bagazo
de plátano.
Siempre usó falda larga
negra de paño bordada de igual color que combinaba con blusas campesinas de
colores vivos protegiendo, tanto el cuerpo como sus ropas con delantal de igual
formato de colores oscuros como guardando el luto, pues desde quedó viuda, y
para no dar mal ejemplo a sus hijos varones, no permitió ser pretendida
mientras vivió entre los pastizales y praderas, estiércol de vacas y leche en
potes con la cual fabricó almojabanas para comprar los víveres para sus garozos
hijos que crecían como cañas de castilla demandando tela y comida para colmar la
demanda de energía, proteínas y vitaminas para sostener sus cuerpos de hombres
altos y fornidos.
Doña
Margarita Pacheco de González fue esposa de Tobías González de cuya unión hubo
diez hijos, nueve de ellos, varones y una mujer que murió muy joven de nombre
Rezura. En su orden fue la madre de Alejandro quien murió a los 72 años, Tobías
que también murió de igual edad, Martin que murió en 1974, Antonio quien murió
a los 97 años en 1997, Salvador quien falleció en 1984, Segundo que murió en el siglo XX y Marcos,
recién falleció en 2011 y Darío, quien vive en Bogotá.
La
recuerdo por su rigidez y don de mando. Por su capacidad para trabajar sin
descanso en las labores del hogar y las fincas. No fue complaciente con los
perros, gallinas y demás animales domésticos de
los vecinos.
Cuando
sus hijos iban cumpliendo la edad mayor, les fue entregando a sus cuidados las
fincas, dispersas unas y otras pegadas que estaban como un sanduiche entre las
quebradas la Jarantivá y el agua Blanca, ambas afluentes del río Suarez que
nacen en Peña Blanca en la vereda Páramo de Puente Nacional y que se escurren
desde la tierra de las papas, el trigo y la cebada hasta los cafetales y
cañaduzales de las veredas calentanas de la misma jurisdicción.
Margarita
la doña vivió 83 años y mientras tuvo
fuerzas vio por su hijo ciego a quien sacaba todos los lunes a la vera del
camino a implorar caridad y de cuyas limosnas se levantaban terneros de los
cuales se sentía muy orgullo Martin, quien veía más que los que teníamos el
sentido de la vista, pues caminaba con lazarillo no más que su bordón y
describía los parajes por donde caminaba y llamaba a las personas por sus
nombres. No fue a la escuela pero diferenciaba los cuartillos de las monedas de
cinco y de diez que eran las que circulaban en ese entonces en la década del
cincuenta en la Nación.
Margarita,
la doña de la honda, fue dueña de las tierras donde nació la quebrada la Honda
que transcurre desde Citeo Aponte hasta
fundirse kilómetros abajo en la misma quebrada Agua Blanca dentro de la mismas
veredas del Puente Nacional.
Hoy la
quebrada la Honda, o jonda como la llaman las personas viene disminuyendo su
caudal por aquello de no atajar el agua, sino dejarla pasar, pero muy
seguramente la historia la referirá sin agua, pues precisamente en el humedal
donde nace pasará otro tubo para transportar petróleo y/o gas, dando sepultura
a la quebrada en la que muchos nos bañamos y aprendimos a nadar siendo niños,
en la que sacamos nuestros primeros pescados con un sencillo anzuelo y par de
metros de nailon atados a un chamizo de cualquier palo seco que moría a la vera
de la quebrada que aun transcurre silenciosa y bella entre los potreros de la
vereda Jarantivá del conocido municipio de la almojábana, los quesos de hoja y
los balays.
Si Romulo Gallego resaltó a Doña Bárbara en Venezuela hoy destaco a tantas Margaritas que abundan en veredas y barrios del país que tiene mas mujeres que varones. Mujeres, que sin esposo logran convertir a los hijos en colombianos constructores de ciudadanía y riqueza.
Ella, sin percatar, posa ante el fotógrafo que nos dejó
esta reliquia de la figura de Margarita, la doña de la Honda. Su cara fue
luego reflejada en el rostro de Aurora, la hija de Tobías y quien se desposó
con Roberto, el mayor de los Torres, siendo esta pareja, la primera en emigrar
hacia los llanos orientales convirtiéndose en los primeros colonos fundadores
del hoy rico municipio de Castilla La Nueva de cuyos subsuelos brota el mejor
petroleo pesado de Colombia.
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