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domingo, 3 de enero de 2016

Los batidos sangileños de la plaza de mercado

 

 

Las batidas en Colombia, por ser ilegales,  las acaba de prohibir la Corte Constitucional. (http://www.elespectador.com/noticias/judicial/corte-constitucional-hace-fuerte-llamado-de-atencion-ba-articulo-595794)

 

Las batidas del Ejercito Nacional es aquella estrategia implementada por los batallones de cada jurisdicción para reclutar a los nuevos contingentes para  el servicio militar. En los municipios pequeños ocurren las batidas el día de mercado, o el domingo, después de misa. Los mismos jóvenes que fueron cazados para “servir” a la patria, repiten la forma como a ellos, al igual, fueron reclutados. Aparecen por los cuatro costados de la plaza o del parque, y luego, en una operación envolvente, piden papeles a los adolescentes, y quienes no los tienen, son tomados a la fuerza y trepados contra su voluntad en los camiones, una veces de uso privativo de las Fuerzas Militares, pero en su gran mayoría de batidos son transportados  en camiones contratado para la ocasión.

 https://www.bing.com/videos/search?q=las+batidas+del+ejercito+colombiano&FORM=VIRE1#view=detail&mid=0AD910073379C465C3BE0AD910073379C465C3BE

Y las escena se repite, los mismos que una vez lloraron por ser llevados contra su voluntad, y porque vieron a la madre desgranarse de soledad y mojarse en llanto por la ausencia del hijo que ayudaba a labrar la tierra, son ellos, quienes como en un acto de venganza, proceden de la misma manera con los futuros reclutas.

 

Pero esta historia que relataré no es de las batidas, sino de los batidos .

 

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 Los batidos que prepara con esmero Juan Fernández, se diferencian de los que se consumen en los otros nueve puestos de jugos y frutas en que son hechos por él mismo, porque son mas cremosos, menos aguados y tienen un sabor particular.

 

Es la historia de una bebida mañanera que desde niño, y mientras se respire y se viva o se este a las orillas del rio Mochuelo en la villa fundada  en 1688 con el nombre de «Muy Noble y Leal Villa de Santa Cruz y San Gil de la Nueva Baeza», se pide, se espera, se toma, se disfruta y se saborea en cualquiera de las mas de cien butacas redondas y fijas, que como columnas pigmeas, están al lado y lado del corredor central del pabellón dos de la Plaza de mercado que podría convertirse en un  bello mirador al el rio Fonce que se desplaza a borbollones ante las miradas placidas de la higuanas y la indiferencia de los transeúntes que transcurren cada día con más afanes en sentido contrario a la tranquilidad que regala la ciudad convertida desde 2004 en la capital turística de Santander, Colombia.

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Luego de tomarse un vaso con batido en la plaza de mercado, al comprador, por medio dólar, le enciman otro tanto como el de la fotografía tomada en el puesto de batidos “Los originales de Juan Fernández”.

Es el batido, la bebida más apetecida que los helados y los jugos de frutas frescas, más suave que el algodón, mas refrescante que la brisa, más tonificante que las bebidas artificiales, más codiciada que una cocada, más común que la carne oreada y más barata que la coca cola o la Pepsi.

 

En los puestos de batidos y fruterías de la plaza de mercado de San Gil, la oferta de jugos, batidos y ensaladas es variable, y su costo no supera un dólar, razón por la cual los extranjeros que vistan la región, acuden a desayunar.

Hay batidos de helados de limón, hay batidos lácteos de vainilla, chocolate, frutas, yogurt y hasta pan batido; porque lo batido es la sustancia que resulta de batir la clara de huevo o un huevo con otro producto para obtener una agradable bebida densa y agradable para paladares exigentes o simplemente paladares que ven pasar a borbotones los alimentos por la boca y van directo al estomago.

 

Los batidos de la plaza de mercado de San Gil son, supuestamente, el resultado de batir  hielo y leche por separado, clara de huevo con esencia de vainilla  y otros insumos en menos cantidad que junto con blanco azúcar, convierten la bebida en un deleite sin igual, y aunque actualmente se ofrece en todos los puestos de jugos y ensaladas de frutas, no es del mismo sabor, ni la misma densidad y equilibrio de sabores que el que prepara JUAN FERNANDEZ, quien compró la formula a finales de la década del sesenta del siglo XX a don Rosendo Acosta.

 

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Extranjeros consumiendo los jugos y batidos que prepara Juan Fernández en su puesto en la plaza de mercado.

A Juan Fernández le estaba yendo muy bien con los batidos, pero la ambición y las creencias religiosas, lo impulsaron a  incursionar en otros negocios. A principios de la década de los noventa,  vendió la formula que don Constantino Acosta obtuvo de igual manera antes de la masacre de las bananeras en 1928.

 

Juan Fernández vendió la formula de las batidos  por mil dólares, y quien la compró en ese entonces, hizo lo propio por el doble del valor, y éste a su vez, repitió la venta, y hoy son más de nueve fruterías que preparan el anhelado y esperado batido de San Gil;  pero el original, sigue haciéndolo Juan Fernández, que debió retomarlo en 1997, luego de probar en otros negocios sin lograr superar los sabores financieros de sus batidos con los cuales sacó a la familia dando estudios a los hijos y comprando algunas propiedades, algunas de ellas, cedidas a alguna Iglesia intentando lograr recuperar, a base de fe, los descalabros financieros en otros ámbitos comerciales.

 

La vereda Túbuga del municipio de Mogotes, fue el lugar donde Juan Fernández nació  el 20 de octubre de 1938 en el hogar de Isaías Hernández y Alicia Porras, dueños de un predio abrazado por el rio que dio el nombre a la vereda y en el que abundaba el fique y la caña de azúcar y en el nunca faltó la yuca, el plátano, el frijol, el bore, las calabazas y la ahuyama.

 

Desde los cuatro años Juan Fernández empezó a ganarse la comida y la ropita, el oficio asignado en el hogar de los padres era traer el agua para el consumo desde el río distante unos ciento cincuenta metros abajo. Para que trajese mas cantidad de agua en cada viaje de los seis que hacia en el día, Isaías, el padre le acomodó una vara de un metro de largo y en los dos extremos, ató con cabuya, una garabato de arrayan, y en cada uno de ellos, Juan Fernández colocaba un chorote de barro moldeado por mujer raquireña y cocido con carbón mineral de Lenguazaque.

 

Como sus 12 hermanos mayores, Juan Fernández fue a la escuela en donde se cursaba el primero atrasado y el primero adelantado, igual el segundo grado. En ese entonces, los exámenes semestrales eran orales frente a los padres de familia; pero Juan Fernández, fue muy pilo desde chico, logrando cursar hasta el cuarto de primaria en dos años, gracias a que veía como sus hermanos mayores estudiaban, ganándoles luego, en los números.

 

El sacerdote historiador Isaías Ardila (http://naurotorres.blogspot.com.co/2015/07/isaias-ardila-diaz-un-sacerdote.html), era el párroco de Mogotes a donde había llegado luego de salir una madrugada de Puente Nacional en donde fue victima de un acoso violento con una bomba colocada en la ventana de la habitación de adobe donde estaba descansando en 1946.

 

Este sacerdote era muy letrado pues se había formado como tal en Pamplona, norte de Santander y provenía de una familia reconocida y acomodada de Zapatoca, Santander. El sacerdote inició e impulsó una revolución cultural en Mogotes al lograr la apertura de tres colegios de bachillerato, y buscando él mismo por las veredas los alumnos entre las familias que tenían hijos en edad de estudiar, a los cuales, citaba en las primeras horas de un domingo de  cada diciembre en el salón parroquial y les hacía una prueba verbal de actitud matemática y expresión verbal, y quienes sobresalían, el cura los becaba con recursos propios y los mandaba a estudiar con la anuencia de las padres, pero Isaías  prefirió comprarle una yunta  de mulas y ponerlo  como alzador de caña.

No había cumplido los diez años, cuando sintió el miedo y el dolor de la guerra entre vecinos de la vereda. Junto con su padre y hermanos varones estaban ese 9 de abril de 1948, beneficiando un cañaduzal cuando, sin percatarse, Juan Fernández y los presentes vieron merodear más arribita de las copas de los galapos,  un helicóptero. Al terminar la jornada regresaron todos a la casa y sobre las cinco y media de la tarde Isaías Fernández prendió el radio Philips con pilar Eveready y sintonizó Radio Sutatenza, enterándose que habían matado a Gaitán, el líder liberal contradictor del gobierno de Laureano Gómez, infiriendo con esa noticia que se había prendido el carbón que estaba conservado entre las cenizas de una paz relativa entre liberales y conservadores.

 

Los días posteriores toda la familia se fue a dormir al monte, igual lo hicieron otras tantas familias, tanto liberales como conservadoras, pues los radicales de ambos bandos empezaron a amenazar y a desplazar a quienes consideraban sus contradictores. La familia de Isaías Fernández debió abandonar la parcela desplazándose a San Gil para hacinarse con otras dos familias en una casa de bareque que junto con otras,  se fueron construyendo a la vera del rio Fonce escondiendo la belleza de fuente hídrica que se desplaza a borbollones sobre las piedras ahondando el lecho del mismo.

 

Juan Fernández, ya convertido en citadino empezó a trabajar como cargador de mercados, oficio que hasta hace pocos años había en la perla del Fonce (https://www.youtube.com/watch?v=b0XuTMh7H3c) siendo desplazado por los taxis y los motodomiciliarios; posteriormente se construyó una zorra con balineras y con ella se ganaba para aportar al mercado familiar, unos quince pesos diarios.

Transcurría el año en que se terminaba de construir el teatro Duesa y se daba el segundo servicio de cine en la ciudad. En la primera función observó que el señor que ofrecía maíz pira no daba a vasto a vender, ni tenía genio para atender gente. Juan Fernández fue a donde Pedro Palomino y mandó hacer una freidora de maíz y se instaló al frente del teatro, convirtiéndose luego, en el único fritador al comprar el otro equipo, establecido por muchos años a la entrada del teatro en los que fritaba una arroba de maíz en cada jornada, grano se se producía, en ese entonces, en los cinchos de las veredas cercanas, acopiando Juan Fernández toda la cosecha de la municipalidad.

 

En 1978 vendió los equipos a una persona mayor proveniente del municipio de Onzaga quien mantuvo el negocio en la esquina de Sevilla desde las primeras horas de la tarde, ya entrado el siglo XXI.

 

Fue precisamente en ese oficio que Rosendo Acosta le ofreció el puesto de batidos de la plaza de mercado, y luego de varios ruegos, y encontrando el cliente para las vitrinas freidoras de maíz, Juan Fernández compró el derecho al puesto de batidos y la formula para prepararlo por la astronómica suma, en ese entonces de cuarenta mil pesos, de los cuales, el banco le prestó veinticinco mil pesos con la fianza del gerente de la Colombiana de tabaco y el valor restante lo obtuvo con el producto de la venta de las tres vitrinas freidoras de maíz.

 

El triunfo de la revolución cubana desplazó a numerosos nacionales, y uno de ellos, llegó a la ciudad y se dedicó a promover el boxeo, topándose con la pasión por el deporte de las narices chatas de Rosendo Acosta, quien en el patio de la casa construyó un cuadrilátero con tabla y lazos de fique, convirtiéndose en  el promotor deportivo y entrenador a la vez. Fue este cubano, enemigo de la revolución cubana quien le enseñó a Rosendo a preparar el ponche amarillo, conocido aún, como el ponche cubano.

 

Pero Juan Fernández se las ingenió para lograr una bebida de consumo varonil tan tonificante que en palabras del mismo Juan, potencia a “quien anochece con una dama para que amanezcan tres”. A este batido, Juan Fernández lo bautizó con el nombre de “ batido pampero” cuyo precio, igual a un dólar, es el doble del batido de la plaza de mercado de San Gil.

 

Los puestos de jugos y batidos que solo funcionan en las mañanas, todos los días, tienen unas ventajas en relación con las fruterías instaladas en otros sitios de la ciudad: son más baratos y tienen encime, es decir, quien compra un jugo o un batido, le ofrecen otro tanto por el mismo precio.

 

Junto a las ofertas de jugos y batidos han surgido puestos de arepas rellenas, muy similares en forma y sabor a las tradicionales del Zaguán, también desayunaderos y expendios de tinto con café orgánico, convirtiéndose este espacio de la plaza de mercado de San Gil, en un lugar muy frecuentado por la población residenciada, flotante y extranjera que cada vez, visita a San Gil (https://www.youtube.com/watch?v=Ueqlly27hW8), la capital turistica de Santander. (https://www.youtube.com/watch?v=uxwBbOCtM1k). Y si deseas informarte mas sobre Santander turistico, te invito a conocerle (https://www.youtube.com/watch?v=PJ1k9ukxDPE).

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Cremositos, sabrositos son los batidos.

Por su presentación, por su tamaño, por su ubicación, y porque son preparados únicamente por el mismo Juan,  los “originales batidos de Juan Fernández”, por esta crónica,  atraen a los visitantes y residentes que conocen y encuentran las diferencias en el sabor, la textura, densidad y permanencia para ser transportados, pues son menos aguados que otros que se desvanecen en menos tiempo.

 

Los “batidos de Juan Fernández” y las arepas sin nombre, la changua con arepa, las alas con yuca, son puestos  adyacentes que dejan un grato sabor al consumirlos en la plaza de mercado de San Gil y cuyo costo no alcanza un dólar por  ración.

Es el color, es el vaso usado lo que hace de los batidos sangileños, una bebida agradable a propios y visitantes de todas las edades.

 

 Nauro Torres Quintero

Escritor.

 

 

 

 

 

 

 

 

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