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viernes, 19 de junio de 2015

Aspendos, el majestuoso anfiteatro de la antigüedad

 

UNA RELIQUIA DEL SIGLO II EN PLENA ACTIVIDAD MUSICAL TURCA

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Turquía- 2012. Rodeando el litoral mediterráneo por la costa suroeste de Turquía bañada por el sol durante 300 días al año , en un ambiente que insta a nadar y a gozar el salaz sol, en una distancia de unos trescientos kilómetros de ida y de retorno por una avenida en proceso de ampliación entre paisajes policromados de verdes del campo y azules del mar, acicalados con aldeas de típicas casas turcas caracterizadas por su luminosidad en todas las habitaciones y espacios interiores rodeadas de espacios libres unas, y otras, con cultivos de hortalizas en invernadero, cruzando por linderos de modernas ciudades turísticas, arribamos a un prehistórico enclave económico y cultural del siglo V a.C., llamado hoy la ciudad de Belkis en la que se yergue como coloso prehistórico el teatro que conserva el nombre de la antigua ciudad helenística y romana, Aspendos.

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Vista lateral del teatro de Aspendos, uno de los mejores conservados en Europa, levantado totalmente en piedra gris combinada con mármol amarillo y negro bajo la dirección del reconocido arquitecto de la antigüedad, Zenón durante la época del emperador romano Marco Aurelio. (Foto de Nauro Torres, abril 8 de 2012).

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Aspendos fue otra ciudad autónoma que se fundó en la época pre-helenística por colonos originarios de Argos de la antigua Panfilia[1] que actualmente forma parte de la provincia de Antalya, Estado de Turquía. Por su importancia como enclave, fue amurallada desde sus orígenes y floreció desde el siglo IV a.C. y su grado de desarrollo creciente la instó a acuñar su propia moneda de plata en el periodo helenístico cuando las ciudades eran ya autónomas.

Los hallazgos arqueológicos confirman que la Acrópolis de la ciudad fue habitada a finales de la edad de bronce[2] y que con los años, llegó otra oleada de gente durante el sometimiento de Alejandro Magno después del año 334 d.C.

La majestuosidad del teatro, usado por varios siglos como caravasar en la época Selyuquí[3], demuestra su papel globalizador, y por ende, el motivo de su conservación hasta estos tiempos modernos en los que se organizan festivales de música que atrae a miles turistas de todo el mundo que disponen de quince mil asientos para su asombrosa comodidad.

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El teatro Aspendos como otras reliquias arquitectónicas de la época fue levantado en piedra finamente tallada y cortada a la medida, pues como se aprecia en la foto, las piedras están superpuestas sin pegues de ninguna índole. (Foto de Cristian Torres, abril 8 de 2012).

Este vestigio arquitectónico para la cultura y los negocios fue un encargo del emperador romano Marco Antonio[4] a mediados del siglo II d.C. y jugó un papel protagónico durante el imperio romano.

Estar en el teatro es trasladarse a los tiempos griegos y romanos en los que todo se hacía y construía con despampanante derroche: Estar en él y probar la acústica desde cualquier espacio de la gradería es escuchar el vínculo que desde entonces se daba entre la música y el canto acompañados de la lira[5], legendario instrumento de cuerda que usado por las musas y algunos dioses.

Allí, sentado en la primera fila, me imaginé al renombrado poeta griego Píndaro[6] quien a sus veinte años compuso sus primeras odas a los vencedores de los juegos atléticos y siendo mozo confrontó en un concurso con la poetisa Corina de Tanaga, quien lo derrotó y alguna vez le sugirió “Siembra a manos llenas y no a sacos llenos”.

A Megacles de Atenas, vencedor en la cuadriga[7] le escribió una oda que en sus dos versos finales, canta:

Pero algo me duele:

Que la envidia se vuelva

Contra las obras hermosas.

Se dice la verdad,

Que la floreciente dicha,

Que no cesa,

Trae así al hombre

Lo uno como lo otro.

Pero mi memoria, velozmente se trasladó a la dramática antigua escrita por los griegos y recordé a Esquilo quien escribió la tragedia “Prometeo encadenado” titán que recibió un castigo ejemplar de los dioses por tratar de engañarlos ofrendándoles las peores partes del animal y por entregarle el fuego a los seres humanos sin el consentimiento del dios Zeus atándolo a una roca donde lamentaba su destino, mientras junto con los míos daba gracias al Divino Hacedor por gozar del privilegio de conocer estas tierras que por miles de años florecieron para dar origen a la cultura occidental.

Ascendiendo a la gradería más alta del teatro de Aspendos contagiado por majestuosa belleza ante mis ojos y bajo mis pies me acordé del conflicto que se presenta entre lo divino y lo humano en un destino trágico, como el de Hécuba[8] que trata sobre el dolor de una mujer que se rebela contra su destino, pero a la vez me repuse de mis pensamientos expresados en tantas clases como alumnos he tenido a quienes siempre les he platicado que “es uno el arquitecto de su propio destino”.

Recordé entonces que el carácter filosófico y religioso del teatro griego propio de los clásicos, que en el transcurrir de la influencia romana se fue diluyendo cuando llegó a Roma desembocándose en un teatro de entretenimiento para transformarse posteriormente, en circo, en el famoso circo romano hasta la edad media, y solo en la época del renacimiento el teatro resurgió a la palestra de las letras y artes escénicas.

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La majestuosidad de esta construcción del siglo II d. C. en la época del imperio romano incita a escuchar entre sus testigos inermes, las voces de los poetas, las tragedias y las comedias de la época floreciente del teatro griego como un medio de interactuación entre la aristocracia los nobles y plebeyos, así como medio para criticar la invasión persa (foto de Cristian Torres, abril 8 de 2012).

Terencio fue un poeta cómico que nación en Cartago donde fue convertido en esclavo y su amo lo llevó a Roma, y allí con su sapiencia lirica y comica, se ganó la libertad. Entre sus frases célebres, resalto las siguientes:

La fortuna ayuda a los valientes.

Las riñas de los amantes renuevan el amor.

Ya no se dice nada que no se haya dicho.

Cuando no se puede lo que se quiere hay que querer lo que se puede.

La sabiduría consiste no sólo en ver lo que tienes ante ti, sino en prever lo que va a venir.
Busca algo que no sepas hacer bien, y no lo hagas.

Nada en demasía.

Cuando no se puede lograr lo que se quiere mejor cambiar de actitud.

No hay nada tan difícil, que buscándolo, no pueda encontrarse.

Hombre soy y nada humano me es ajeno.

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Embeberse en este colosal teatro antiguo vigente desde principios de la presente era, emplaza a volar en la imaginación, en el espíritu y en la humanidad para contemplar de primera mano, la gloria de las letras clásicas en el florecimiento de la cultura griega y la transición a la cultura latina. (Foto de Nauro Torres, abril 8 de 2012).

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En los pasillos superiores del teatro de Aspendos, usados en otrora por griegos, persas y romanos, hoy caminan embelesados turistas de todas partes del mundo, y en particular, universitarios turcos que avanzan en grupos por genero. En la foto, y gracias que llevaba puesta la camiseta del equipo nacional donde jugó el arquero Córdoba, los miembros de mi familia que visitamos el teatro, posamos acompañados en este autoretrato.

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En la foto, un momento de descanso familiar y de reflexión personal dentro de las graderías del teatro. (Foto de Cristian Torres).

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El ingeniero Cristian I. Torres González, persona egresada de la UIS y con maestría en SAP de la universidad de Sevilla, España, quien en el momento, representa una empresa española en un trabajo con una empresa de energía turca.

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En medio de dos universitarias turcas, posa la gestora empresarial María teresa de Jesús Ortiz Ordoñez en una de las escaleras del teatro Aspendos. Nótese la forma de vestir de las niñas trucas, su belleza, su sencillez y su amabilidad con los turistas.

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Las fotografías en un viaje son la evidencia de las formas como el visitante aprecia lo que ve y la forma como lo hace. Aunque son fotos personales, ellas muestran lo egregio del lugar y lo bello de su diseño majestuoso y ante tanta maravilla hay que brincar como las cabras en las montañas escarpadas del Chicamocha, así dejamos la sensación que a pesar de los años, el espacio uno lo asume desde su cosmovisión.

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La vida feliz

Las cosas que hacen más feliz la vida,

Gratísimo Marcial, son éstas:

una hacienda conseguida sin esfuerzo,

heredada;

un campo agradecido;

un fuego permanente encendido;

nunca un pleito;

la toga en pocas ocasiones;

el espíritu tranquilo;

voluntad de hombre libre;

cuerpo sano;

sencillez prudente y amigos sencillos;

convites fáciles y una mesa simple;

una noche no ebria y libre de cuidados;

un lecho no triste y sin embargo casto;

un sueño que haga breve las tinieblas;

querer ser lo que eres;

y no preferir ser otro;

no temer al último día

ni desearlo.

El epigrama anterior forma parte de la obra completa del poeta Marco Valerio Marcial, fue un compositor latino que procedía de Bílbilis (Calatayud), en la Hispania Tarraconense. Alrededor del año 64 d. C. marchó a Roma para terminar sus estudios jurídicos con la protección de Séneca, pero la caída en desgracia de éste y su suicidio le dejaron desamparado y su pobreza le obligó a sobrevivir de forma bohemia e itinerante como cliente de diversos patronos la mayor parte de los 35 años que pasó allí. Se ganó sin embargo la amistad de los mayores escritores de ese tiempo, Plinio el Joven, Silio Itálico, el también satírico Juvenal y el gran rétor Marco Fabio Quintiliano, que también era hispanorromano.

Finalizo esta quinta entrega de mis crónicas por tierras turcas, aclarando al lector que soy simplemente una persona amante de lo que hace. Escribir es un placer, así no lo haga bien; pero cuando la intención es llegar con información contextualizada a los alumnos, acudo a las fuentes de autoridad para dar solidez a lo expresado como una técnica para hacer textos expositivos o argumentativos y dejar en cada lector las oportunidades de hacer sus propias inferencias.

San Gil, mayo 8 de 2012.


 
NOTAS ACLARATORIAS

[1] Panfilia o Pamphylia (del griego: todas las razas), era una antigua región geográfica, convertida en provincia romana en el año133 a. C. Estaba ubicada en la costa sur de la península de Anatolia o Asia Menor, rodeada por Lycia al oeste, Cilicia al este, elMar Mediterráneo y los Montes Tauros, que la separaban de Pisidia, en la provincia romana de Galatia. Corresponde a la moderna provincia de Antalya, en Turquía.

[2] La tecnología relacionada con el bronce fue desarrollada en el Próximo Oriente a finales del IV milenio a.C.,2 fechándose en Asia Menor antes del 3000 a. C.; en la antigua Grecia se comenzó a utilizar a mediados del III milenio a. C.; en Asia Central el bronce se conocía alrededor del 2000 a. C., en Afganistán, Turkmenistán e Irán, aunque en China no comenzó a usarse hasta 1800 a. C., adoptándolo la dinastía Shang.

[3] Los selyúcidas, selchucos o selyuquíes fueron una dinastía turca oğuz que reinó en los actuales Irán e Irak, así como en Asia menor entre mediados del siglo XI y finales del siglo XIII. Llegaron a Anatolia procedentes del Asia Central a finales del siglo X, causando estragos en las provincias bizantinas y árabes, que acabaron con el Califato Abbasí y debilitaron considerablemente al Imperio bizantino con su empuje religioso hacia Occidente.

[4] Marco Antonio (83 a.D). Fue un importante colaborador de Julio César durante la Guerra de las Galias y la Guerra Civil. Gobernó Italia con escaso acierto durante la ausencia de César en 47 a. C., y fue postergado hasta su nombramiento como magister equitum y cónsul, junto con el propio dictador, para el año 44 a. C., en que se produciría su asesinato. Tras producirse éste, Antonio pactó hábilmente con los proclamados Libertadores, que serían amnistiados a cambio de confirmar los acta Caesaris, es decir, la legislación promulgada y los magistrados nombrados por Julio César. Convertido así en el hombre fuerte de la República, se hizo con el tesoro y los papeles de César, y casi de inmediato lanzó al pueblo romano contra los asesinos del dictador, buscando monopolizar el poder

[5] La lira es un instrumento musical que, como el arpa, se tocaba con las dos manos. En manos de David, el rey poeta y sabio, la lira evoca la unión con la divinidad y la religión. El rey David tocaba la lira para tranquilizar a Saúl.

Los instrumentos descendientes de la lira son la cítara, la guitarra y el laúd, que continúan la tradición de la lira hasta nuestros días como los instrumentos del poeta y el trovador. Dyehuty es el dios de la sabiduría, la escritura, la música y de la Luna, en la mitología egipcia. Estaba relacionado con la música como inventor de la lira.

[6] Píndaro, (Cinoscéfalos, actual Grecia, 518 a.C.-Argos?, id., 438 a.C.) Poeta lírico griego. De su extensa producción se han conservado 45 odas triunfales o epinicios, divididos en cuatro libros (Olímpicas, Píticas, Nemeas e Ístmicas), que constituyen una de las mejores muestras de lírica coral griega. Fue uno de los poetas griegos más famosos, como lo demuestra el interés que ya en la Antigüedad tardía despertó su figura, siendo objeto de seis de las Vidas que escribió Plutarco, en las que los datos creíbles se mezclan con significativas leyendas, como la que cuenta que, siendo niño, las abejas bañaban sus labios en miel mientras soñaba.

[7] La cuadriga (del latín, quadri-, cuatro, y jungere, uncir, unir mediante una yunta) (quadriga), en tiempos del Imperio romano, era un tipo de carro tirado por cuatro caballos en línea. El vehículo fue utilizado por los generales cuando entraban triunfalmente en las ciudades. Su variante con dos caballos, usada ya desde tiempos griegos y anteriores, se denominaba biga.

[8] En la mitología griega Hécuba es la segunda esposa de Príamo, rey de Troya y uno de los personajes de la Ilíada. Se trata de la hija de Dimas, rey de Frigia, según esta obra, aunque también se la ha considerado hija de Sangarios y de la ninfa Evagora.

Hécuba tuvo de Príamo una abundante descendencia que según las fuentes va desde los 14 hijos que le da Apolodoro a los 50 que propone Eurípides, pasando por los 19 de la tradición más extendida. De sus hijos los más famosos son Héctor, Paris, Casandra, Héleno, Políxena y Troilo.

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